La Segunda generación

 

Se extiende desde el año 70 hasta casi el 110 EC. En ella encontramos los cambios que acontecieron en el seno del movimiento de Jesús y fuera de él como consecuencia del fracaso de la revuelta judía y la destrucción del Templo.  conjuntamente con algunas cartas pertenecen a este período, como tal vez sea el caso de una primera redacción del libro del Apocalipsis. Durante esta época se acrecentaron las tensiones entre los seguidores de Jesús y los demás judíos, y comenzaron a emerger las nuevas cuestiones sobre la autodefinición, especialmente a la luz del creciente contacto con la sociedad grecorromana. Las diferentes versiones del relato reflejan estos cambios en el horizonte social.

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Los Evangelios

 

Son determinadas síntesis de las tradiciones comunicadas por los Apóstoles y los predicadores que fueron discípulos suyos, adaptadas a las necesidades de las comunidades para las cuales se escribieron con un estilo propio de la proclamación. De este modo, cada evangelio ofrece un aspecto diverso del misterio de la persona de Jesús, remitiendo siempre al único Evangelio anunciado oralmente por los Apóstoles desde los comienzos.

La elaboración escrita de estas síntesis sucedería más tarde, cuando se dispersaron por el mundo los que fueron desde el comienzo inmediatos testigos de vista y de oídas de la vida y de la predicación de Jesús. Estos habían sido, además, los primeros predicadores del Evangelio. Surgía entonces la necesidad de fijar por escrito el contenido de esta predicación. De este modo los libros escritos venían a sustituir a los primeros predicadores.

Evangelio de Marcos

Evangelio de Lucas

Evangelio de Mateo

Los comienzos de la tradición Paulina

 

Los planes de viaje expresados en su carta a los Romanos se cumplieron de un modo distinto al pensado. Detenido en Jerusalén juzgado por los romanos en Cesarea, Pablo habría apelado finalmente al tribunal imperial, por lo cual fue llevado prisionero a Roma. Allí permaneció en arresto domiciliario durante dos años, según Hech 28,30. Y ya no tenemos noticias seguras acerca de sus actividades. Aunque su martirio puede fecharse en el reinado de Nerón (Tertuliano, Scorpiace 15, 2-5).

Pero la muerte no fue capaz de encerrar a Pablo definitivamente en la tumba. El recuerdo de su persona, la presencia de sus cartas, conservadas y recogidas  como una herencia preciosa para el cristianismo, y el influjo extraordinario de su teología le concedieron una segunda vida, incluso más fecunda que la existencia física.

Otras Epístolas

 

Las llamadas Cartas Católicas, que dan la impresión de constituir una síntesis que asume la herencia paulina, pero que a la vez intentan limitar su influencia. Significativamente han sido atribuidas a Santiago, Pedro y Juan, “que eran considerados como columnas” en la cristiandad primitiva; los mismos que “tendieron la mano en señal de comunión” a Pablo y a Bernabé en el concilio apostólico (Gal 2,9).

La carta Segunda de Pedro habla respetuosamente de “todas las cartas de Pablo, nuestro querido hermano”, reconoce “la sabiduría que le fue otorgada”, pero también trata de neutralizar las conclusiones de un paulinismo exagerado, advirtiendo a sus lectores que hay en esas cartas “cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente” (2 Pe 3,15-16).

El libro del Apocalipsis

 

La literatura apocalíptica está formada por un conjunto de obras judías y cristianas, en su mayoría redactadas entre el 200 aC y el 100 dC, una época en que tanto los judíos como los cristianos primitivos eran objeto de persecuciones o habían debido exiliarse.