Un
auténtico «ensayo» de las Jornadas Mundiales de la Juventud
CIUDAD DEL
VATICANO, 13 agosto (ZENIT.org).- Vestidos con sus casacas azules,
los 25 mil voluntarios de las XV Jornadas Mundiales de la Juventud
abrieron ayer, sábado 12 de agosto, la brecha a los más de un millón
de chicos y chicas que vendrán a Roma, atravesando juntos la Puerta
Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano y encontrándose
después con Juan Pablo II.
En
torno a las 10,30 de la mañana, después de que el cardenal vicario
de Roma, Camillo Ruini, presidiera en la plaza la celebración eucarística,
las grandes pantallas proyectaron, bajo un sol luminoso, la imagen
del Papa acogida con aplausos, gritos, viseras y pañuelos
enarbolados. Parecía ser una especie de «ensayo» de la coreografía
que caracterizará a Roma en estos próximos días en los que,
durante una semana, será la capital mundial de los jóvenes.
Juan Pablo II
hablaba desde Castel Gandolfo, su residencia de verano situada a
unos 30 kilómetros de Roma, y se estaba conectado por el éter con
la plaza de San Pedro. Se le veía contento. Con él, además, se
encontraban también 1.500 voluntarios, que llenaron con su alegría
y el color azul el patio del palacio pontificio.
El pontífice les
dirigió palabras de «particular cordialidad» por el hecho de
haber ofrecido su disponibilidad para atender a los cientos de miles
de jóvenes que están comenzando a llegar a la Ciudad Eterna: «Se
trata de un acontecimiento muy esperado, hacia el que apuntan los
ojos de todos los creyentes, pues a las jóvenes generaciones les
corresponde recoger la antorcha de la fe y llevarla a sus coetáneos
y a la humanidad del tercer milenio».
«Me siento
agradecido por la generosidad con que habéis ofrecido vuestro
compromiso», continuó diciendo el pontífice a estos chicos y
chicas que durante estos días serán los «ángeles de la guarda»
de los jóvenes peregrinos. «A vosotros se os pide ayudar a
vuestros coetáneos y peregrinos, provenientes de todas las partes
del mundo, a participar de manera ordenada y provechosa en los
diferentes momentos de la Jornada Mundial de la Juventud».
Ahora bien, lo
importante no es la organización logística, añadió, «gracias a
una eficaz organización, ayudadles a encontrar a Cristo y a hacer
de este encuentro internacional una inolvidable experiencia de
Iglesia. Ayudadles, además, a experimentar la belleza de
encontrarse juntos, animados por sentimientos positivos para poner
las bases de una nueva humanidad, inspirada en los valores de la
fraternidad y de la paz».
Junto a los
voluntarios, otra «división» abarrotaba el patio de la residencia
pontificia de Castel Gandolfo. Eran los 1.400 dirigentes y
colaboradores de la empresa de restaurantes Sodexho, encargada de
preparar y distribuir la comida a los jóvenes de las Jornadas
Mundiales de la Juventud durante estos próximos días. Agradecido,
Juan Pablo II, reconoció que han renunciado a «algunos días de
vacaciones para ponerse a disposición de los participantes de este
extraordinario acontecimiento jubilar». Los dependientes de la
empresa han donado gratuitamente una hora de su trabajo para
destinarla a las obras de caridad del Papa.
El Papa, que fue
interrumpido una y mil veces, tanto por los aplausos y gritos de los
presentes en Castel Gandolfo, como por los miles de voluntarios que
se encontraban en la plaza de San Pedro conectados por televisión,
bromeó en repetidas ocasiones con los chicos y chicas.
No se olvidó de
saludar a unas setenta religiosas pertenecientes al Movimiento de
Schoenstatt, una federación de comunidades de religiosas,
sacerdotes y laicos, fundada en 1914 por el sacerdote alemán José
Kentenich, difundida en los cinco continentes. «Este encuentro con
vosotros --dijo el Papa-- me trae a la memoria los testimonios y las
obras de tantas mujeres cristianas, que han formado la vida de la
Iglesia y de la sociedad». Al menos 1.500 jóvenes pertenecientes a
este Movimiento están a punto de llegar a Roma para participar en
las Jornadas Mundiales de la Juventud.
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