(Relato de un 
    soldado nacional)
    El Mosquito es un cerro estrecho y 
    alargado. Desde la carretera, al desviarse a la izquierda, se toma un camino 
    que va por lo alto del cerro, que tiene lo menos cuatro o cinco kilómetros. 
    Nosotros nos bajamos de los camiones en el cruce y fuimos andando a media 
    ladera por la parte que da a Boadilla, a cubierto del enemigo que podía 
    estar en la parte del Guadarrama. Lo primero que nos tocó fue cavar 
    trincheras. Para nosotros aquello era un tormento. A mi se me llenaron las 
    manos de ampollas al poco rato. Pero no todo fue cavar. Lo peor fue que 
    allí, más o menos, estábamos medio rodeados, y tan pronto venían tiros de la 
    parte de Brunete como de la parte de Boadilla. Así que el ejercicio del pico 
    lo alternaba con el empleo del armamento sobre individuos que aparecían por 
    cualquier sitio, el susto que nos dio el enemigo que se infiltró el día 7 se 
    fue con relativo sosiego. El día siguiente, cuando más descuidados 
    estábamos, oímos cañonazos a nuestras espaldas. Se nos habían colado en el 
    pueblo sin que nos enteráramos. Paramos de cavar y nos metimos en los hoyos. 
    Eran alrededor de las once de la mañana, estábamos bastante asustados, pero 
    no pasó nada. 
    
    El día 9 la cosa cambió, hubo un 
    ataque en toda regla, pero no por nuestro lado, atacaban con carros. El 
    cerro debía ser una posición estratégica. Por delante había una vaguada 
    grande que va a dar al río Guadarrama, por detrás baja otra que viene desde 
    más allá de Boadilla, así la sucesión de cerros donde está el mosquito 
    asemejaba a una pared que se hubiera colocado para defender desde la zona de 
    Brunete. El enemigo para atacarnos debía de avanzar al menos dos kilómetros 
    en descubierto y tenían que remontar una pronunciada cuesta. Teníamos detrás 
    un área grande a cubierto de todas las acometidas del enemigo, nos podíamos 
    mover con seguridad, también era posible recibir refuerzos, víveres y 
    munición.
    
    El único inconveniente es que 
    existían matas y árboles donde era fácil ocultarse.
    
    El día 10 sufrimos un fuerte 
    bombardeo de artillería, como de media hora, mientras tiraban vimos en la 
    loma de enfrente aparecer gran cantidad de tanques rusos, entre 15 y 20, se 
    movían con rapidez. La infantería había penetrado más. Comenzaron a disparar 
    con armas automáticas desde muy cerca, eran muchos y ocupaban una buena 
    porción de terreno por delante nuestra. Eran internacionales, habían 
    aprovechado la noche para infiltrarse. No contábamos con que nos cogieran 
    por detrás, pero así fue, quizá alguna unidad vaciló y nos cogieron entre 
    dos fuegos. Se habían metido en una zona muy espesa y boscosa. Nuestro 
    capitán reagrupó a los efectivos, debíamos movernos ya que los parapetos se 
    vaciaron por la intensidad del fuego. La compañía que estaba a nuestra 
    izquierda fue literalmente barrida.
    
    El ataque se endureció y los 
    internacionales debían creer que la resistencia había dejado de existir y 
    avanzaron descaradamente. Yo pensé hasta en escapar, como algunos más, la 
    situación era muy crítica. Nuestro capitán, muy activo durante el ataque, 
    cayó herido pero logró aguantar a pesar de rechazar la ayuda de un 
    sanitario. 
    
    No se muy bien como la posición se 
    pudo retener, al rato llegaron refuerzos, el capitán estaba muy grave, cayó 
    al suelo y poco después murió.