El primer
contragolpe general, con la vista puesta en el estrangulamiento de la bolsa
y quizá la liquidación de todo el sector de El Escorial, se inicia el 18 de
julio. Cinco divisiones operan: la 13, del general Barrón, por el centro, la
llamada División Provisional, Asensio, y la V Brigada de Navarra (coronel
Sánchez González) por la derecha, la División de Saenz de Buruaga, y la IV
Brigada de Navarra (coronel Alonso Vega) por la izquierda. Pero los
resultados son mínimos ante el fuerte aguante de los hombres de la XI
División. El 24 se limita el alcance de la maniobra, que sólo pretenderá
destruir al enemigo y recuperar el pueblo que se ha convertido en símbolo y
bandera. De ello se encargará la División Barrón, organizada a base de dos
brigadas, cada una con dos regimientos de tres batallones. De izquierda a
derecha despliegan la brigada del Tte. Col. Coco, con los regimientos
Regalado y Molero, y la del coronel Rodrigo, con los regimientos Alvarez
Entrena y Santamaría.
Las brigadas de
Cipriano Mera se encuentran ese mismo día a retaguardia de las tropas de
Líster. Después de dieciocho duras jornadas llega el refuerzo de la 35
División que manda el “ general Walter”. Al alba truena la artillería, tres
cuartos de hora más tarde entran en acción los aparatos de aviación y las
7:00 hrs. Comienza el avance de los infantes.
Por la derecha
de los regimientos de Alvarez Entrena y Santamaría se lanzan al asalto de
las posiciones rivales, desalojando las primeras trincheras a la bayoneta. A
las 9:40 hrs. Han tomado las lomas que dominan lateralmente la carretera de
Brunete a Villanueva de la Cañada, a continuación los efectivos de Alvarez
Entrena atraviesan la general de Brunete a Boadilla, rebasándola en 500
metros.
Brunete queda en
la posición más incómoda para Líster, que se resiste a abandonarlo. Un
avance del Rgto. Molero consigue al filo del mediodía ocupar lo que ya es un
pueblo en ruinas. En el cementerio sustentan las posiciones algunos hombres
entremezclados y que pertenecen a División 35, XI División y la 14 de Mera.
Cae la noche, en medio de desesperadas acometidas, varios carros entran en
las calles de lo que anteriormente fuera una tranquila villa, pero son
expulsados, se prolonga la pugna hasta el día de Santiago (25 de julio),
incesantes embestidas y contraataques, los que defienden el cementerio
resisten, hay que acabar con ese foco…pero no es fácil. Llegadas las 15.45
hrs de la tarde se martillea con baterías el minúsculo objetivo, más
aviación y el enésimo ataque terrestre que de nuevo fracasa. Por fin una
sección del VI Tabor de Melilla mandado por el sargento Juan Bejarano del
Barco avanza hasta el camposanto arrastrando al resto de la unidad y al IV
Bon. De Las Navas haciéndose con él.
De repente surge
un imprevisto, aparece en el horizonte una formación de aviones nacionales,
ante le creencia de que aún permanecen las fuerzas republicanas en el punto
indicado, si se produce el bombardeo puede ocurrir un desastre, los enlaces
tierra-aire funcionan y se salva la coyuntura.
“Angustiosas
llamadas telefónicas ponen en comunicación los puestos de mando, y
apremiantes mensajes por radio cruzan el espacio para advertir a nuestra
aviación el cambio que en la situación se ha producido. Sin duda, desde el
aire descubren el avance de nuestras tropas y los aviones van a descargar
sus bombas sobre los bosquecillos del Norte de Brunete”
Tte. Col.
López Muñiz
Precisamente
esta maniobra desesperada concluye con un éxito inesperado para los
nacionales, ya que en esos pequeños bosques se encontraban los que habían
huido del cementerio, provocando el pánico y el desorden entre los valerosos
hombres que antes pelearan hasta la extenuación.
“La acción de
la aviación enemiga había sido tan dura y eficaz que la tropa sufría en las
primeras horas de la tarde una crisis moral, las unidades que aún defendían
el paso sobre el río Guadarrama y las que se revelaban en Brunete dejaban el
frente completamente desguarnecido, replegándose algunas de ellas en franco
desorden.”
General
Vicente Rojo Lluch
El frente de
Brunete se ha derrumbado, el testimonio de un brigadista no puede ser mas
claro, y expresa meridianamente el horror que se vivió en aquellos momentos
durante la retirada.
“Marchaba yo
a poca velocidad, pues cruzaba a cada instante con convoyes de ambulancias
que parecían llenas de heridos. En las zanjas, numerosos infantes se
alineaban en una larga fila, sentados, el rostro ensombrecido, como si
estuvieran allí a la fuerza. El calor era africano, el sudor corría por la
cara formando pequeños surcos en el polvo en ella acumulado. Estaban casi
todos descalzos, con un color terrible. Tenían el aire abatido y
desalentado…bajo el fuego, los milicianos hormigueaban alocados, la mayor
parte de ellos no había tomado la precaución de tenderse. Por eso cuando la
aviación se alejó, la carretera apareció sembrada de cadáveres y de heridos
y la ambulancia llameaba, expandiendo una espesa humareda.”
Nick
Guillain, brigadista internacional
