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Patrimonio
etnológico |
2 DE NOVIEMBRE: LOS FINADOS
( LOS FIELES DIFUNTOS )
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El día 2 de noviembre el orbe católico conmemora el día de los
Fieles Difuntos. Es la cita de los deudos con sus seres queridos ya
difuntos.
La Asociación DEPACA desea tratar este tema que tanta
importancia tiene, especialmente en el pasado, para conocer mejor
nuestras tradiciones y para que no se pierdan sobretodo por la
influencia exterior de otras ajenas a las nuestras.
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LA MUERTE Y LOS CEMENTERIOS EN OTROS PUEBLOS
Los pueblos indoeuropeos practicaban la cremación, encerrando
las cenizas en toscos vasos de barro; los de estirpe camita los
inhumaban en fosas, cavernas y túmulos. Dentro de esta última división
debemos incluir a los pobladores antiguos de las Islas Canarias.
Entre los egipcios se practicaban los enterramientos, creyéndose
que quien no fuese enterrado no alcanzaría el descanso en la otra
vida, por lo que se privaba de sepultura a los grandes criminales.
Los hebreos enterraban a sus muertos. Abraham compró una cueva
para sepultura para él y para su esposa Sara y donde sus hijos Isaac
y Jacob querían estar enterrados.
Entre los griegos y los romanos, en los primeros tiempos el
entierro se hacía en el hogar o en sus proximidades.
Las Doce Tablas prohibió enterrar los cadáveres dentro de las
ciudades. Al aumentar la población y al carecer los pobres de
recursos para un sepulcro privado, hicieron que se estableciesen
sepulturas públicas.
Los cristianos, fundándose en el dogma de la resurrección,
enterraban a todos los muertos. Durante los primeros tres siglos el
lugar de enterramiento fueron las catacumbas. Terminada su persecución,
los cristianos enterraban en las iglesias. Comenzaron a enterrarse a
los emperadores, obispos y después al pueblo en general. De esta
forma, los templos llegaron a ser los cementerios de los cristianos,
costumbre ya generalizada en el siglo VI. Los fieles podían elegir el
sitio dentro del templo, con tal de que no fuera en el coro, ni debajo
del altar, lugar reservado para las reliquias de los santos y de los mártires.
El sentarse los fieles en el interior de las iglesias es una práctica
relativamente moderna, ya que antes estaba prohibido, por considerarse
indecoroso que descansasen los vivos donde reposaban los muertos.
Al aumentar la población, las iglesias eran insuficientes para
albergar las tumbas, por lo que se habilitaron para tal objeto los
terrenos inmediatos a la iglesia. De esta manera nacen los cementerios
parroquiales.
La iglesia católica ha considerado a los cementerios como una
prolongación de las iglesias y como lugares sagrados. El cementerio
en que debe efectuarse la sepultura es el de la parroquia del difunto.
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SE CREAN LOS CEMENTERIOS PÚBLICOS
Fue el rey Carlos III en 1787 por Real Orden quien establece los
cementerios fuera de las iglesias y de las ciudades. Esta Real Orden
provocó una polémica entre la Iglesia y el Estado, el definitivo
reglamento se redactó en 1883 donde se especifica que los cementerios
deben ser construidos por los ayuntamientos y custodiados por la
iglesia.
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EL PRIMER CEMENTERIO DE GRAN CANARIA
El
cementerio de Las Palmas fue construido en 1812 con planes, según se
cree, del imaginero José
Luján Pérez. Las obras concluyeron en 1815, precisamente
en el mismo año en que fallece Luján.
El frontis es de estilo clasicista y predomina la cantería azul
de Arucas, destacando los tres arcos de orden toscano -que nos
recuerda a la fachada de la Catedral- y su frontón triangular que da
acceso al pórtico desde donde se pasa a la zona de
enterramientos. Para la construcción de este camposanto el
ayuntamiento no poseía recursos suficientes, pero fue el obispo don
Manuel
Verdugo y Arbiturria quien adelantó los fondos necesarios.
Como los infieles no podían ser enterrados en los cementerios
católicos, se originó un problema con los residentes de otras
confesiones. Por Real Orden de 13 de Noviembre de 1831 se concedió
que se pudiese construir cementerios especiales para ser enterrados
los muertos de otras confesiones religiosas.
Ante esto se crea en nuestra ciudad de Las Palmas un grave
conflicto. Las mejoras y la importancia del Puerto de la Luz hacen que
buques de bandera británica hagan escala aquí y poco a poco se va
creando una colonia de británicos. A esta colonia se le presenta el
problema de enterrar a sus muertos.
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SE CREA EL CEMENTERIO INGLES
Las
gestiones del viceconsul Austice y 12 caballeros británicos, entre
ellos Houghton, Wood, Swanston y Tomás
Miller producen el efecto de la construcción del
cementerio inglés en el barrio de San José el 4 de diciembre de
1835.
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LA JERARQUÍA CATÓLICA AIRADA
Los problemas no acaban aquí, ya que en nuestra ciudad habían
otros residentes de otras nacionalidades que eran protestantes. Cuando
fallecían, las autoridades los enviaban al recién creado cementerio
inglés con la consiguiente protesta de los responsables británicos.
Don Diego Miller, para solucionar este problema, propuso que en
un lateral del cementerio católico de Vegueta, lindando con el mar se
adaptase un espacio para aquellos difuntos protestantes que no fuesen
de nacionalidad británica.
La
comisión municipal estudió el tema y habilitó este espacio para el
fin ya referido. Pero el problema se agrava ya que la iglesia católica
se sintió ultrajada y desde ese momento los sacerdotes no penetraron
en el camposanto de Vegueta, despidiendo la comitiva fúnebre al final
de la calle Reyes Católicos, bajo la sombra de un árbol -un Ficus
Macrophila-, tradición que perduró por décadas, llegándose a
denominar este árbol en el saber popular como el Árbol
del Responso
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EL CEMENTERIO DE SAN CRISTÓBAL (VEGUETA)
En el siglo XIX con la creación y difusión del industrialismo,
el capitalismo y el enriquecimiento personal, nacen dentro de los
cementerios, los Panteones y Monumentos como una forma de perpetuarse
en el más allá.
En
el cementerio de Vegueta podemos destacar el sepulcro de mármol de la
familia Manrique de Lara de
1847; el de don Cristóbal
del Castillo y Manrique de Lara de 1871 o el de la familia Velázquez
Martín de 1853.
Asimismo la familia Gourié con un ángel alado sentado sobre
una roca, simbolizando el mundo invisible.
Un escultor a destacar es el italiano Paolo Triscornia di Ferro,
de Génova, taller que creaba monumentos funerarios y otros por
encargo. Es el creador del monumento a Cristóbal Colón en la Alameda
de su nombre.
Un panteón espectacular es el de la familia Rodríguez labrado
en mármol en el taller antes citado.
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LOS ANTIGUOS ENTIERROS
La actividad cotidiana de nuestra ciudad quedaba paralizada
cuando por las calles aparecía la figura del cura ataviado con sus
trajes talarex, llevando los santos sacramentos de la iglesia a los
moribundos. El cura iba a caballo precedido por los monaguillos que
llevaban la cruz y el agua bendita.
Delante de ellos iba el sacristán tocando la campanilla para
anunciar el paso del cortejo.
Todo el mundo se arrodillaba, los carros y coches se paraban en
señal de respeto.
Más tarde, cuando la ciudad contaba ya con tranvía, éste
aflojaba la marcha, el conductor y los pasajeros se arrodillaban y los
que tenían sombrero se lo quitaban.
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LOS ENTIERROS NOCTURNOS
Otra tradición era el enterrar por la noche, hacia las 10 de la
noche. Este ritual causaba en nuestros visitante una impresión tétrica.
La procesión aparecía lentamente, primero iban los monaguillos
vestidos de escarlata, a continuación el cura con el libro acompañado
de otro monaguillo que le iluminaba las páginas del libro y entonaba lastimeros
rezos.
El cuerpo del difunto iba detrás y bajo palio, llevado por
cuatro hombres. Terminaba el cortejo con los pariente del fallecido
con faroles en filas paralelas. Si el fallecido era joven, el ataúd
iba descubierto por las calle y adornado con flores.
En el año 1919, el ayuntamiento de Las Palmas puso fin a esta
tradición ya que una Ley de Sanidad prohibía los entierros
después de la tarde.
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TRADICIONES.
Una costumbre ya perdida era la de llevar a la casa del difunto
gallinas, chocolate y otros alimentos ya que los vecinos se
preocupaban de hacerles la comida.
Al cementerio no iban las mujeres, ni a la conducción del cadáver.
Se rezaba un rosario el día de la misa en la casa del difunto.
Los dueños correspondían ofreciendo bebidas y pastas.
Otra tradición que casi existe aún, es la de encender
lamparitas en un plato con aceite, una lámpara por cada difunto.
El
escritor Domingo
José Navarro Pastrana en su obra "Recuerdos de un
noventón" nos dice que la última fiesta del año era la noche
de difuntos donde se reunían las familias a jugar a la perinola,
comiendo castañas y dulces, junto con copas de vino rancio y licores.
Se contaban cuentos y chistes y alegres bromas.
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DEPACA advierte de la introducción en nuestra sociedad de
tradiciones ajenas que algunos tratan de hacer que sustituyan a las
nuestras.
Más información
sobre tradiciones relativas a la Muerte y Entierros.
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