GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VII:

EL COMBATE DE IQUIQUE

1.- Parte de Grau sobre el combate

2.- Parte del comandante Juan Guillermo Moore

3.- Los muertos y los heridos

4.- Después del combate

5.- Carta de Grau a Prado

6.- Carta a la Viuda de Prat

7.- Carta a Montero

8.- Carta de la viuda de Prat a Grau

 

2.- Parte del comandante Juan Guillermo Moore 

El comandante de la fragata “Independencia” Juan Moore, envió el siguiente informe a Grau. 

Iquique, Mayo 22 de 1879.

Señor Capitán de Navío, Comandante General de la Primera División Naval. S.C.G. En cumplimiento  de las órdenes recibidas por Ud. zarpé del puerto de Arica el día 20 del presente mes a 8 p.m. me aguanté sobre la punta de Pisagua para esperarlo, por haber entrado a dicho puerto. 

A las 4 a.m. me puse en movimiento, siempre en convoy, a poca distancia de la costa haciendo dar toda fuerza a la máquina hasta las 5 h. 30 a.m. que estuvimos a la vista del puerto de Iquique, demorando en ese momento el “Huáscar” como a dos millas por la proa. 

Capitán de navío, Juan Guillermo Moore, comandante de la fragata "Independencia"

A las 7 h. 30 a.m.  se avistaron dentro del puerto, y muy pegados a la costa, tres buques a vapor, que reconocidos, resultaron ser los buques chilenos, corbeta de guerra “Esmeralda”, cañonera “Covadonga” y un transporte. 

Como el buque al mando de Ud. se dirigiera hacia la parte sur del puerto, seguí recorriendo la costa del norte para encerrar a los enemigos en la bahía.

En esta aplicación hicieron rumbo al sur; pero encontrando que les cerraba el paso la salida del “Huáscar”, regresaron, gobernando la “Esmeralda” hacia el norte. En este momento el buque de Ud. inició el ataque haciendo el primer disparo sobre la “Covadonga” y mandé romper los fuegos de la “Independencia” sobre la corbeta “Esmeralda” y aprovechándose de esta circunstancia, el transporte hizo rumbo al sur navegando con toda la fuerza de su máquina. 

Empeñado así el combate y viendo que el “Huáscar” cambiaba su proa dirigiendo sus tiros a la “Esmeralda”, y que la “Covadonga” trataba de fugar pegándose a la isla, goberné en la misma dirección a fin de impedírselo, no pudiendo conseguir mi objeto, porque al llegar a la altura  de la isla, la “Covadonga” la había rebasado, pegándose mucho a las rompientes, y obligándome a seguirla. 

Comprendiendo que ese buque ponía en práctica el único medio que podía emplear por su propio calado, traté de ganarle el barlovento para obligarlo a salir afuera, o retroceder. Esto último lo conseguí en la primera caleta de la bahía de  Cheurañate, por lo cual puse proa al norte, haciendo fuego con el costado del estribor, pero la  “Covadonga” volvió a dirigirse al sur, metiéndose de caleta en caleta y tuve que continuar el combate siguiendo al buque enemigo, que barajaba la costa metiéndose entre las rompientes y en fondo insuficiente para la “Independencia”, maniobrando en distintas direcciones. 

Fragata "Independencia"

Habían transcurrido desde entonces más de tres horas de combate y viendo lo incierto de los tiros de nuestros cañones, por falta de ejercicio, pues toda la tripulación era nueva, y el efecto que producían las ametralladoras  y nutrido fuego de fusilería, que el enemigo hacía sobre la dotación de la fragata, que se encontraba sobre cubierta, en gran parte por haberse estrechado tanto la distancia, acometí con el espolón por dos veces, cuando la circunstancia me lo permitía, pero encontrando poco fondo, tuve que retroceder, lo que dio tiempo al enemigo para ganar el sur. 

Resolví por tercera vez embestirla con el ariete, pegándome a la punta Gruesa, para impedirle la salida de la bahía estrechándola en la última caleta, cuando los sondajes repetidos marcaban de ocho a nueve brazas de agua, y siendo limpia la bahía según las cartas. En este momento, notando que se pegaba más a las rompientes de la punta, ordené poner la caña a babor para poder rebasarla y atacar así con ventaja por el otro lado, lo que no pudo realizarse con la rapidez necesaria por haber sido en ese momento heridos tres timonéles, por el fuego nutrido de ametralladoras y fusilería, que el enemigos nos hacía desde las cofas, mandé dar atrás con toda la fuerza de la máquina contando durante todo este tiempo los timoneles el mismo sondaje anterior, es decir de nueve brazas de agua. 

En este instante, y cuando tocaba con el ariete a la “Covadonga” se sintió un gran choque y quedó detenida la fragata. El golpe había sido sobre una roca que no está marcada en la carta, pues se encuentra al norte del último bajo que aparece en ella. 

Por consecuencia de este choque, se llenó completamente de agua el buque, se apagaron los fuegos y suspendiéronse las calderas, hasta la caja de humo; y en segundo y tercer choque se inundaron completamente las otras secciones. El buque cayó sobre su costado de estribor, entrando el agua por las portas de la batería. No obstante esta desgracia, al pasar la “Covadonga” por el costado de estribor haciéndonos fuego con su artillería, nuestros cañones contestaron cuando el agua casi los cubrían, continué el fuego con las ametralladoras de las cofas y con la tripulación que mandé subir a cubierta, armada de rifles y revólveres, hasta que se agotaron las municiones que no podían ser repuestas, pues el buque estaba inundado casi por completo, como lo digo anteriormente. La Covadonga seguía haciendo fuego de cañón ya a mansalva y una de cuyas bombas rompió el pico de mesana donde estaba izado el pabellón. Inmediatamente mandé poner otro en otra driza. Después del choque mandé a sondar todo el contorno del buque marcando  la sonda por todos los lados de cinco y media a seis brazas; lo que prueba que la roca en que chocó la fragata es aislada y a distancia de los arrecifes de la punta. 

Cuando me convencí de que todo esfuerzo por salvar el buque era infructuoso, ordené que se prendiera fuego a la santabárbara, orden que bajó a cumplir el oficial encargado de ella, pero ya era tarde, pues el agua a torrentes entraba a bordo, lo  impidió. Siendo casi toda la tripulación de hombres que no están acostumbrados  al servicio de buques de guerra, embarcados pocos días antes de nuestra salida del Callao,  fue imposible evitar que se arrojasen al agua, corriendo el riesgo de perecer ahogados; mandé arriar todas las embarcaciones para mandar la gente a tierra, haciendo colocar en la primera  a todos los heridos, yendo cada bote a cargo de dos oficiales para que regresaran por el resto de gente.  

En el último mandé al 2ª Jefe comandante Raygada para que organizara la gente en tierra, e hiciera regresar algunas embarcaciones que hubieran llegado a tierra, lo cual no pudo verificar, pues  las rompientes las destruyeron todas al llegar a la costa. Sin embargo, casi  toda la tripulación estaba ya salvada, quedando sólo conmigo a bordo cerca de 20 personas, entre ellas los tenientes  primeros graduados don Pedro Gárezon y don Melchor Ulloa y el 2ª don Alfredo de la Haza, el alférez de fragata don Ricardo Herrera, el guardia marina don Carlos Elespuru, el corresponsal de “El Comercio” don José Rodolfo del Campo, el Dr. Enrique Basadre y el primer maquinista don Tomás Wilkins con su segundo, más tarde se aproximó a nosotros el buque al mando de Ud. y mandó tres embarcaciones para trasbordarnos a los que aún quedábamos en la fragata, lo que no hice hasta no prender fuego al buque, inutilizando los cañones y arrojar al agua las armas que no podían servir. 

Adjunto a Ud. una relación de los muertos y heridos habidos en la fragata a mi mando durante el combate. 

Réstame sólo poner en conocimiento de Ud. que todos los jefes, oficiales  y tripulación del buque se han comportado dignamente, mostrando valor y serenidad en todo el combate, sin separarse un solo instante de los puestos que tenían señalados. 

Al 2ª jefe le tenía encargado, recorrer todo el buque durante el combate, al tercer jefe el cuidado de las baterías, y como quedara fuera de combate a los primeros disparos del enemigo, ordené que la reemplazara el capitán de fragata don José Sánchez Logomarcino que se encontraba en el fuerte como jefe de la columna Constitución, que hasta ese momento permaneció a mi lado, junto con el teniente 1ª don Narciso García y García, el oficial de señales don Fortunato Salaverry y mi ayudante el teniente 2ª don Enrique Palacios.

No concluiré, sin manifestar a Ud. que uno de los últimos tiros de rifle del enemigo, mató súbitamente al alférez de fragata Guillermo García y García uno de los más inteligentes oficiales de marina, Dios guarde a Ud. Juan G. More.