El
destino del último de los
Ramsés fue, sin duda triste. A pesar de
que había llevado el nombre de su Gran Antepasado, Egipto se dislocó
ante sus ojos. Perdió el control de
Tebas, de
Per-Ramsés, de
Menfis...
no fue capaz de mantener unidas las Dos Tierras, y a pesar de que su
morada de eternidad fue la última en ser excavada en el Valle
de los Reyes, casi con total seguridad que fue enterrado fuera de Tebas.
El
hipogeo es como un gran pozo, en el que se han hallado numerosos
fragmentos de objetos de un ajuar funerario datado en la XXII Dinastía.
Hay indicios que señalan un incendio. Allí se trataron momias reales
en mal estado, objetos destinados a rituales y procesiones. Pero lo más
caótico fue que los cristianos la utilizaron como cocinas y
establo. La morada de Ramsés XI es el último suspiro de la montaña
sagrada, lugar de reposo para los reyes de tres dinastías. Al pié
del valle, los martillos y los cinceles dejaron de sonar. Ya no se
volvieron a escuchar cánticos en honor al rey difunto. Las plañideras
no volvieron a recorrer aquel trayecto, así como tampoco lo hicieron
los artesanos de Set Maat. Con el abandono del Valle de los Reyes, un
trozo de Egipto sucumbió ante el tan temido caos.
La
Morada de Eternidad de Ramsés XI tiene una longitud de 93
metros. La anchura del corredor es de 3.18 y 3.30 metros.
La altura del corredor es de 4.10 metros. La altura de las
puertas es de 2.80 y 2.86 metros.