Los más ancianos aseguran que en el verano de 1780, Mariano Caro Inca, vecino del pueblo de San Fernando, regresaba de la Cordillera cuando una tormenta lo obligó a refugiarse en unos peñascales. Estaban a la orilla del Salar de Maricunga y allí encuentra una piedra plana, grabada, de unos 14 cms. de alto, con la imagen de la virgen llevando en brazos al Niño. Caro Inca, lleno de respetuoso fervor, tomó la imagen entre sus manos, llamó a sus compañeros para participarles del hallazgo y luego de colocarla cuidadosamente en la alforja de su mulo, siguieron el camino. El 2 de febrero de 1780, día consagrado a la Purificación de la Virgen, llegó Mariano Caro Inca a San Fernando. Mientras el arreglaba el altar para venerar a la imagen con el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria, los arrieros del lugar divulgaron la noticia del encuentro. Año tras año, Mariano Caro Inca celebró novenas en honor a la Virgen. Los rezos del último día eran presididos por un padre franciscano. A su muerte, su esposa Josefa Guzmán, continuó con la devoción, y levantó un pequeño Oratorio para cumplir con el testamento de su marido.
 
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