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Pensiones a la medida de su ingresopreparado
por Narciso Roa
En el proceso de transformaciones que
experimenta la seguridad social venezolana, el caso del subsistema de pensiones
resulta alentador frente a la promesa básica de acabar con las huelgas y
protestas de los jubilados del país. Valga el ácido comercial que el
cineasta español Pedro Almodóvar presentara en una escena de una de sus películas
más comerciales, en el que compara a los ancianos jubilados de la madre patria
siempre mendigantes a las puertas del metro con sus pares de otros países
desarrollados (siempre alegres y bailando en discotecas) para condimentar las
bondades de la propuesta que entrará al mercado local: la solución a tan
triste problema en Venezuela como en España es la instrumentación de un
sistema de ahorro a largo plazo que garantice un nivel de ingresos suficiente
para los trabajadores retirados. Sin embargo, la normativa trae cola: el
primer tropiezo que vislumbran los asesores gerenciales es el alza de los
costos, tanto para trabajadores como para patronos. Por otra parte, el
obligatorio reconocimiento que hará el Estado de los depósitos ya efectuados
por los trabajadores en el proceso de transición tendrá un impacto aún no
previsto sobre las cuentas fiscales. Una tercera observación está vinculada
a los aportes y la administración de los fondos del sistema intergeneracional,
que permitirá financiar a los pensionados del viejo Seguro Social. Según la
nueva ley, los trabajadores activos aportarán un punto porcentual de sus
aportes generales, pero estos fondos serán administrados por el Estado a través
del Ministerio del Trabajo y de la Seguridad Social, ente que se hará cargo del
sistema. Para algunos escépticos cabe preguntarse si esta subdivisión será más
de lo mismo. Según comentó Francisco Vázquez,
presidente de KPMG, durante el foro: "Ley Especial del Subsistema de
Pensiones" organizado por KPMG y la revista Dinero, el nuevo sistema de
pensiones exige un amplio trabajo previo orientado al desarrollo de la
confianza. Principalmente porque cuenta con algunos elementos que lucen
impopulares. Entre ellos citó, por ejemplo, el encarecimiento en 100 por ciento
de los desembolsos del patrono destinados a la seguridad social de cada
empleado, al tiempo que el trabajador experimentará un alza de 50 por ciento de
los pagos destinados a alimentar su pensión de jubilación. De acuerdo con Vázquez, otros riesgos
destacados en relación a la efectividad de las AFP residen en la necesidad que
tienen de operar preferiblemente en entornos económicos estables. Se estima
que, en caso de hiperinflación, por ejemplo, el sistema se vería tan afectado
como el resto de las instituciones financieras y de inversión presentes en la
economía. Sin embargo, estos riesgos frente al
actual sistema lucen minimizados. Especialmente porque la normativa aprobada vía
Ley Habilitante establece condiciones de seguridad que garanticen la
supervivencia de esta forma de ahorro a largo plazo de los trabajadores. Libre elección Uno de los aspectos más resaltantes del
nuevo sistema de pensiones es la libertad de elección que se deja al trabajador
en relación a la oferta de servicios. Sin embargo, no existe la posibilidad de
optar entre el actual sistema de repartos y los fondos privados, como ocurre en
España, Argentina, Colombia, Uruguay y El Salvador. En España, por ejemplo, la captación
privada cubre 20 por ciento de la población activa, mientras que el resto
mantiene sus cuotas de ahorro de largo plazo en manos del Estado. No obstante,
algunos países de Europa albergan en fondos privados a 50 por ciento y hasta
100 por ciento de la población ocupada. Inversiones permitidas Otro aspecto interesante del Decreto con
rango de ley apunta a la oferta de seguridad que tienen los depósitos del público.
En Venezuela, los fondos de los afiliados sólo podrán ser invertidos, hasta en
70 por ciento, en Títulos Valores de la República; hasta 15 por ciento de los
recursos en bonos, depósitos e instrumentos de renta fija a tasa de mercado;
hasta 20 por ciento en bonos emitidos por empresas públicas, privadas o de
capital mixto; hasta 10 por ciento en acciones; hasta 25 por ciento en bonos
extranjeros y hasta 5 por ciento en operaciones destinadas a la cobertura de
riesgos financieros de las inversiones del fondo. Cada nación ha establecido límites a
la inversión que realizan las Administradoras de Fondos de Pensión con los
recursos depositados por el público. Legalmente, las AFP están obligadas a
colocar los dineros en inversiones seguras, para lo cual se han establecido
algunas normas más o menos rígidas según el criterio nacional. Argentina y Chile, países que
actualmente cuentan con economías estables, tienen la posibilidad de invertir
50 por ciento de los fondos en títulos del gobierno; mientras que en México,
el tercer mercado de mayor volumen en el sector, se permite la colocación del
100 por ciento de estos recursos en este tipo de instrumentos. La mayoría de los países que tienen
fondos privados de pensión permiten la división del riesgo en inversiones como
depósitos (entre 25 y 50 por ciento), acciones (entre 35 y 40 por ciento),
acciones en el extranjero (entre 6 y 7 por ciento), letras hipotecarias (entre
28 y 50 por ciento), fondos mutuales (entre 14 y 5 por ciento) y en menor
medida, opciones y futuros (2 y 9 por ciento). En el caso mexicano, las
inversiones permitidas se limitan a Títulos del Gobierno y Bonos Corporativos. Renta garantizada Los fondos depositados por los
trabajadores serán inembargables y formarán parte del valor del fondo de
capitalización individual. La Superintendencia del Subsistema de Pensiones
fijará el plazo para determinar la rentabilidad nominal, real y riesgo, así
como la fecha de referencia para ponderar la rentabilidad de los fondos. La ley, en su artículo 113, determina
que las AFP son responsables de garantizar una rentabilidad real mínima a los
depositantes en el plazo que establezca la Superintendencia. Con el objeto de
garantizar esta rentabilidad mínima, existirá una reserva de contingencia que
será parte del Fondo. Adicionalmente, las AFP mantendrán un
encaje inembargable de su propiedad que no será menor a uno por ciento del
valor del Fondo, con el objeto de responder por la rentabilidad mínima real. La
AFP tendrá cinco días hábiles para pagar esta renta. En caso de que estos recursos no cubran
las exigencias de rentabilidad, la AFP será liquidada, fusionada o vendida por
la Superintendencia del Subsistema. Estas administradoras están obligadas a
mantener en custodia la totalidad de sus activos de inversión. Los entes
custodios serán el Banco Central de Venezuela, las empresas de Cajas de Valores
autorizadas por la Comisión Nacional de Valores, así como las instituciones
que se rigen por la Ley General de Bancos y el Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo.
Igualmente, las AFP no podrán contratar como custodio a una entidad en la que
tengan participación accionaria. Modificación de esquemas El nuevo régimen constituye un cambio
estructural que va más allá de la forma de administrar los fondos de pensión;
para algunos será un shock, para otros, un alivio el ver sus ahorros en
entidades privadas que le reportarán información de sus rendimientos
trimestralmente. Según la ley, el trabajador realizará
aportes de 12 por ciento de sus ingresos, hasta cuatro salarios mínimos para su
fondo de pensión individual, que serán depositados por el patrono en la AFP
elegida por el trabajador en un lapso máximo, posterior a la contratación, de
48 horas. Del total de recursos que significan
estos doce puntos porcentuales, 75 por ciento lo cancelará el empleador y 25
por ciento el trabajador. Algunos asesores han calculado que estos porcentajes
representan 100 por ciento de incremento en los aportes para el patrono y 50 por
ciento de alza en sus aportes para el trabajador. Un punto porcentual será destinado al
Sistema Intergeneracional, administrado por el Estado, destinado a la
capitalización de las pensiones de los actuales jubilados del antiguo sistema.
Se estima que este esquema subsistirá alrededor de 30 años, mientras sea
necesario auxiliar a los mayores que actualmente no pueden acceder a una pensión
mínima vital, e incluye principalmente a los actuales jubilados e invalidados
del actual Seguro Social Obligatorio. El Ministerio del Trabajo y de la
Seguridad Social contará con superintendencias específicas para la
administración del fondo intergeneracional y la vigilancia del sistema
individual de pensiones. Cuando los ingresos sean superiores a
cuatro salarios mínimos, los aportes serán de 13 por ciento de los ingresos;
en este caso, los aportes al Sistema Intergeneracional serán de dos puntos
porcentuales; la relación 75 por ciento de aporte patronal y 25 por ciento de
aporte laboral se mantiene. Los trabajadores independientes, al
carecer de patrono, deberán asumir la totalidad de sus aportes al Fondo
Individual de Pensión. Requisitos y prohibiciones Toda AFP deberá evitar conceder créditos
con los fondos de los pensionados o conceder en prenda sus activos. Asimismo,
evitará prácticas que afecten la libre escogencia del afiliado, tales como
provocar su renuncia, aplicar mecanismos discriminatorios de afiliación, entre
otras. La Superintendencia podrá aplicar
medidas preventivas cuando sospeche, fundamentadamente, que está en peligro la
liquidez de la AFP; cuando cese el pago de sus obligaciones contractuales o
cuando incurran en infracciones recurrentes y graves a las normas propuestas por
la ley. Dudas legales Según destacó Jesús Sol Gil, socio de
KPMG escritorio jurídico, en el marco del foro realizado recientemente sobre el
tema, la ley que rige al subsistema de fondos de pensiones presenta un "océano"
de dudas y disyuntivas en relación a su interpretación. Este abogado explica que tales fallas
fueron ocasionadas por una rápida aprobación sin mayores correcciones del
proyecto de ley en apenas 45 días. Tal situación, a su juicio, es la verdadera
causa de que este decreto ley hoy sea tan discordante y genere ciertas polémicas. "La primera disyuntiva que se
presenta tiene que ver con cuál es el salario que se va a tomar como base para
el cálculo de las cotizaciones. Si bien es cierto que en febrero de 1998 aumentó
el salario mínimo de 75 mil a 100 mil bolívares, también lo es que la unidad
de medición para aportes sociales sigue siendo de 75 mil bolívares. Por lo
tanto, nos encontramos fente a un aumento del salario mínimo, pero no del
factor de medición", aclara. Agrega que existen dudas sobre la
definición del salario normal a la hora de establecer cotizaciones, pues deben
incluirse necesariamente todas las remuneraciones establecidas en la Ley Orgánica
del Trabajo (LOT), como utilidades y bono vacacional. Por otro lado, Sol Gil reitera que
existe una aplicación directa del Código Orgánico Tributario (COT) que está
por encima de leyes especiales como la ley del Subsistema de Pensiones, por
ejemplo y que contiene normas fundamentales que deben regir cualquier relación
jurídico-tributaria. "Al respecto, hay disposiciones
nulas por vicios de inconstitucionalidad en lo que respecta a sanciones
privativas de libertad para las personas que cotizan y las administradoras de
fondos de pensiones y de salud, que no tienen ningún tipo de validez porque el
COT ya las contiene", expresa. Recuerda que existe una impugnación de
la ley a través de un recurso introducido ante la Corte Suprema de Justicia
(CSJ), porque no se sabe a ciencia cierta si su espíritu responde a un carácter
social o a un carácter financiero. "Si la CSJ dictamina que Ley de
Subsistema de Pensiones es de carácter social, la Ley Habilitante ejecutada por
el Presidente de la República pasaría a ser nula, porque este tipo de
mecanismo no puede ser aprobado de ninguna manera a través de la vía de los
decretos leyes", puntualiza. Administradoras
del futuro En el espíritu de la ley que regula el
Subsistema de Pensiones quedó claro que las Administradoras de Fondos de
Pensiones (AFP) deberán constituirse bajo la figura de sociedades públicas,
privadas o mixtas, que tendrán como objetivo principal administrar las
cotizaciones y otros beneficios que establece el nuevo régimen de seguridad
social en Venezuela. Ante las polémicas surgidas por varios
sectores en relación a la exclusividad del ámbito de competencia de las AFP,
la ley pretende que la naturaleza de las mismas sea unidireccional, para así
poder garantizar una administración eficiente de la recaudación de
prestaciones sociales y de su acreditación a las cuentas individuales de las
personas afiliadas al sistema. Asimismo, las AFP deberán abrigar
criterios de inversión en una amplia gama de instrumentos financieros, que les
permitan obtener un alto nivel de rentabilidad en el manejo de los fondos. Los
expertos estiman que será el mismo mercado el que determinará hacia dónde se
canalizarán las inversiones efectuadas por tales instituciones. También se prevé que las AFP que sean
realmente exitosas a la hora de manejar su portafolio de inversiones, cobrarán
los mejores honorarios y trabajarán a base de mayores volúmenes. Mientras
tanto, las administradoras menos exitosas, de seguro tendrán problemas en su
estructuración y costos, con lo cual les será difícil remontar la cuesta en
un mercado caracterizado por la competitividad. Profides: la pionera En materia de administración de
pensiones, Profides lleva la batuta a nivel nacional. Esta institución, creada
en 1993, maneja actualmente 18 mil afiliados y administra recursos por el orden
de 3 mil millones de bolívares, tanto en sus cuentas por concepto de
prestaciones sociales como en las correspondientes a pensiones por jubilación. Jaime Tredinick, vicepresidente
ejecutivo de Profides, explica que esta es una institución fiduciaria
respaldada por el sistema financiero, por lo que no desaparecerá con la entrada
en vigencia del nuevo sistema de pensiones. "Además, Profides cuenta ya con
una amplia experiencia en el mercado venezolano, que será una de sus ventajas a
la hora de unir esfuerzos con otros consorcios que deseen asociarse a la
institución, para así ingresar juntos al nuevo sistema de pensiones",
indica. Tredinick asegura que sus mayores
clientes provienen del sector salud, de la educación privada, del pequeño
comercio y de la PYMI. También la institución posee afiliados en Caracas,
Barquisimeto, Mérida, Valencia y Maracay. Asimismo, como representante de
Venezuela ante la Asociación Internacional de Administradoras de Fondos de
Pensión, Tredenick asegura que el mercado nacional no resiste más de 10 AFP,
pues esto implicaría una competencia adicional en publicidad que se traduciría
en mayores costos para tales instituciones. "Por esta razón, los 27 grupos,
incluyendo a la mitad de los bancos y las principales compañías de seguros
presentes en Venezuela, que ya han manifestado interés por participar en la
administración de fondos de pensiones deberán conformar consorcios que
permitan la búsqueda de objetivos comunes", destaca. Tredinick considera que las AFP que se
constituyan en Venezuela tendrán que tomar en consideración que el mercado de
trabajadores informales y profesionales en libre ejercicio representa la mitad
de la población económicamente activa y que generará pérdidas porque
generalmente se suscriben al sistema por primera vez, pero sólo la mitad de
esos trabajadores efectúa sus aportes regularmente. "También las administradoras
tienen que analizar que en Venezuela no hay una conducta creciente de las
remuneraciones, lo que ha producido un efecto negativo con respecto a la
disminución de las prestaciones sociales. Si a esto se suma que la ley ha
llegado en un mal momento, donde la capacidad de ahorro es inferior, entonces la
etapa de transición al nuevo sistema resultará muy traumática", asegura. No obstante, Tredenick sostiene que
conforme vayan pasando los años el sistema se irá consolidando para poder
garantizar mejores pensiones a sus afiliados, sobre todo para aquellos que
empezaron a cotizar con el inicio del nuevo régimen. Al respecto, Profides estima que en el
quinto año de operaciones habrá en el país por lo menos 10 instituciones de
este tipo, que agruparán a 4 millones y medio de afiliados y manejarán
recursos por el orden de 3 billones de bolívares. Mayor diversidad y menor riesgo El criterio de poco riesgo y alto
beneficio debe constituirse en el norte que tienen que seguir las AFP si desean
garantizar un nivel alto de rentabilidad en las inversiones que realizarán para
desarrollarse en el país. Así lo sostiene Miguel Chacón,
director de Velutini y Asociados, quien asegura que las AFP requerirán un
manejo bien riguroso del riesgo, con el objeto de determinar las mejores
alternativas a la hora de invertir los recursos generados por las cotizaciones
individuales de los fondos de pensión. "Por lo tanto, desde un punto de
vista jurídico, las inversiones no se pueden canalizar hacia los bienes reales
como los inmuebles propiamente dichos, sino más bien hacia bienes financieros,
tales como papeles, títulos y valores en el mercado de capitales", acota. Por esto, Chacón sostiene que se deben
examinar las estructuras jurídicas en el mercado de capitales de Venezuela, que
cuenta con dimensiones modestas y ofrece un abanico escuálido de posibilidades
de inversión. "También hay que considerar que la
ley establece un inventario restringido de posibilidades de inversión, tanto
por sectores de actividad económica como en lo que respecta al peso
proporcional de cada inversión. Por lo tanto, la inversión se orientará hacia
donde haya un menor riesgo y una rentabilidad alta", comenta. A tales efectos, recomienda que se
establezca una estructura jurídica que sugiera y precise la diversificación
del portafolio de inversiones. A su vez, aconseja a las futuras AFP que sigan la
vieja premisa de "no colocar todos los huevos en una misma cesta". "De no ser así, habrá un peligro
de concentración en la oferta de papeles comerciales y la potenciación de la
demanda de las AFP pudiera arbitrar el ascenso de precios ficticios",
acota. Esta situación, a juicio de Chacón, le
daría un ambiente complejo a las inversiones de las AFP, que pueden desviar la
canalización de recursos en opciones fuera del territorio nacional, con lo cual
lejos de colaborar al desarrollo nacional propendería al crecimiento de economías
exógenas. "Este es el caso peruano, donde las
administradoras de fondos de pensión mueven una suma de mil 500 millones de dólares
y la inversión en el extranjero ha resultado exitosa para alcanzar excelentes
rendimientos", resalta. Puntualiza que se necesita de un cambio
de cultura de parte de los empresarios nacionales, para poder estimular la
participación de sus compañías en el mercado de capitales, lo cual por un
lado favorece la diversificación del mercado y por el otro estimula el
desarrollo de la economía nacional. Comisiones establecidas
Características de las AFP
Fuente: Trabajo de grado "Los
fondos de pensiones y su impacto en el sector inmobiliario". Postgrado de
Gerencia Inmobiliaria. Unimet. Autores: Roberto Palma y Virgilio Paz. Tutor:
Miguel Chacón. Funciones de las calificadoras de riesgo
Analizar el factor referente a la
liquidez, pues no cabe duda que las AFP tenderán a efectuar sus inversiones en
empresas que gocen de una elevada bursatilidad. Requisitos para constitución de las AFP
Tener como mínimo 5 accionistas, sean personas naturales o jurídicas,
nacionales o extranjeras. Los temas que plantea La transición de las mujeres a la jubilación
difiere de la de los hombres por su distinta posición en el mercado del
trabajo. Las tasas de empleo para las mujeres mayores son todavía más bajas
que las de los hombres de sus mismas edades, aunque las de éstos han bajado
considerablemente debido a las políticas de jubilación anticipada. Por otra
parte, las tasas de empleo de las jóvenes han aumentado sustancialmente. A
causa de sus responsabilidades familiares, las mujeres tienden más que los
hombres a interrumpir temporalmente sus carreras profesionales; están también
mayoritariamente representadas en el sector de servicios, con una elevada
proporción de empleos a tiempo parcial y otras formas de empleo flexible. Lo
que significa que para ellas es más difícil acceder a las pensiones, que
habitualmente están basadas en un trabajo continuado y a jornada completa. Las cuantías de las pensiones son asimismo
inferiores para las mujeres que para las hombres, y en los planes de jubilación
anticipada su representación es también menor de la que les correspondería.
Es cierto que en algunos países la edad establecida para tener derecho a una
pensión sigue siendo menor para las mujeres que la fijada para los hombres;
pero en otros están en curso reformas para igualar la edad de jubilación para
ambos sexos. Sin embargo harán falta cambios mucho más profundos en las normas
que rigen sus pensiones para conseguir la igualdad de derechos de pensión entre
hombres y mujeres. En algunos países las mujeres reciben un trato
preferente en cuanto a la edad a la que pueden jubilarse y recibir una pensión
estatal. Históricamente, la pensión de jubilación se concedía con un
criterio familiar; el padre era, normalmente, quien aportaba ingresos a la
familia, mientras que la madre cuidaba del hogar y de la familia. Si esto era así,
¿por qué las mujeres accedían a las pensiones a una edad de jubilación más
temprana? Tal vez para compensarlas de los años que pasaban fuera del mercado
del trabajo cuidando de sus hijos. O quizá también por el prejuicio
"tradicional" de que las mujeres mayores son físicamente más débiles
que los hombres. Pudiera ser incluso una forma de compensar a las mujeres del
hecho de que, en anteriores generaciones, su empleo les procuraba menos
satisfacciones debido a la naturaleza de los trabajos a que tenían acceso. Hoy,
sin embargo, las están más dispuestas a trabajar fuera de sus hogares y
desempeñan tareas cada vez más atractivas. En otras palabras, que no parece
que exista ya ningún motivo razonable que justifique diferentes edades de
jubilación para los hombres y las mujeres. En el pasado, la participación de las mujeres en
los planes de jubilación anticipada ha sido baja en relación con su proporción
en el total de la mano de obra. Durante la década de 1970, la edad de jubilación
estuvo fijada generalmente en los 60 años. Los programas de jubilación
anticipada se dirigieron a las industrias manufactureras en declive, cuya mano
de obra estaba integrada predominantemente por hombres. Así, aun cuando las
condiciones de edad no impedían que las mujeres pudieran acogerse a los planes
gubernamentales de jubilación anticipada, el hecho de estar orientados a
aquellas industrias los hacía poco asequibles para ellas. En algunos países se ha logrado la equiparación
elevando la edad de jubilación de las mujeres hasta la de los hombres. Pero,
aun así, las mujeres siguen encontrando dificultades para acceder a los planes
de pensiones porque, como se ha dicho, sus pautas de actividad laboral, que
alternan periodos de trabajo retribuido con periodos de trabajo en el hogar no
retribuido, no se ajustan a esa participación larga y continuada en el trabajo
retribuido que se toma como base para regular los derechos de los trabajadores a
los citados planes de pensiones. Por regla general, en efecto, tanto en los planes
nacionales promovidos por el estado o los empleadores, como en los que mantienen
los empleadores en sus empresas, se requiere un periodo mínimo de afiliación
para poder gozar de derechos. Esto sitúa en desventaja a las mujeres, al igual
que a la hora de tomar el salario de referencia sobre el que se basan las
prestaciones. Por ejemplo, si una mujer concluye su carrera profesional como
trabajadora a tiempo parcial y su salario en este último trabajo es el que se
utiliza como referencia para el cálculo de su pensión, verá drásticamente
reducidas las prestaciones que le corresponden. En algunos países existen normas que compensan a
las mujeres por las dificultades con que tropiezan para acceder a unas
provisiones de pensión adecuadas. Algunas de esas normas se fijan en el sexo,
en el estado marital o en una combinación de los dos. Las disposiciones de este
tipo abarcan diferentes edades de jubilación, prestaciones para el cónyuge
sobreviviente, subsidios por dependencia y transmisión de derechos. Otras
normas incluyen prestaciones especiales para quienes tienen personas a su cargo. La ventaja de todas estas disposiciones dentro de un
sistema de pensiones es que capacitan a las mujeres (y a los hombres) que
carecen de un historial de trabajo a tiempo completo y bien remunerado para
poder contar con unos ingresos adecuados en concepto de pensión de jubilación.
Sin embargo, la compensación por los años dedicados a prestar cuidados a otros
no protege la posición cara a obtener una pensión de los trabajadores (mujeres
y hombres) empleados a tiempo parcial, con discontinuidades laborales, con
remuneraciones bajas. La expansión de las formas flexibles de empleo hace
prever que en los años futuros el número de estos trabajadores crecerá en
lugar de disminuir, con lo que aumentará asimismo el número de personas con
derechos inciertos o inadecuados a recibir una pensión. ¿Qué se puede hacer? Por un lado parece sensato, como respuesta racional
al problema del envejecimiento, invertir la tendencia actual hacia la jubilación
anticipada. Pero, por otra parte, restringir el acceso a la jubilación
anticipada y seguir manteniendo las actuales políticas de despidos en la estela
de la mundialización, formación de grandes consorcios, adquisiciones de
empresas y reestructuraciones, pudiera simplemente llevanos a un mayor desempleo
al final de toda una vida de trabajo.
La
presente comunicación se centra en los principales resultados obtenidos en
nuestra reciente investigación La transición a la jubilación en el proceso
de envejecimiento de las mujeres (1996). El objetivo general fue el análisis
del tránsito de las personas mayores, en especial de las mujeres mayores, a la
jubilación y las consecuencias que conlleva esta situación. Se puso especial
énfasis en el significado y actitudes hacia el envejecimiento y la jubilación,
y sobre los distintos factores que contribuyen a explicar el impacto diferencial
de estos procesos: género, trayectoria laboral, nivel de ingresos, situación
de salud/enfermedad, relaciones sociales, actividades, uso del tiempo y otras
dimensiones. Se subraya la doble cara del envejecimiento: por una parte, las
personas mayores como perceptoras pasivas de servicios; y por otro lado, los
mayores como población con un potencial elevado de colaboración y participación
en la comunidad. METODO En
esta investigación se aplicaron diferentes técnicas de investigación, tanto
de carácter cuantitativo como cualitativo. En relación al método
cuantitativo, la principal técnica utilizada fue el análisis de datos
secundarios procedentes de diferentes encuestas realizadas en nuestro país en
los últimos años como es la encuesta sobre Tercera Edad (CIS, 1993.
Muestra: 2500 personas mayores de 65 años) y la encuesta Los mayores
(CIRES, 1995. Muestra 1800 personas mayores de 18 años). La
fase cualitativa del estudio se llevó a cabo mediante la realización de seis
grupos de discusión (18 mujeres y 15 hombres participantes) y diecinueve
entrevistas en profundidad (12 mujeres y 7 hombres). Los criterios empleados
para el diseño y selección de la fase cualitativa fueron: sexo, edad (de 55 a
75 años), situación laboral actual (también se seleccionaron pre-jubilados/as
para contrastar discursos pre y post-jubilación), estatus socio-económico
(nivel de estudios y cuantía de ingresos; medio-alto o medio-bajo), situación
de pareja (con o sin pareja) y hábitat (Madrid-ciudad y otras zonas urbanas de
Madrid). La muestra total utilizada en la fase cualitativa del estudio fue de 52
personas. Recordemos que no se buscaba la representatividad estadística, sino
que se trataba de abarcar la gama más diversa de discursos de la gente mayor
respecto a la jubilación y al proceso de envejecimiento. RESULTADOS La
conclusión más genérica a la que hemos llegado en nuestro estudio es que la
experiencia de la jubilación y de esta etapa de la vida depende de la
interrelación de los distintos factores y aspectos que aquí vamos a resumir.
En el caso de los pre-jubilados/as, obviamente, sus análisis fueron tratados
con perspectiva de futuro (que aquí no desarrollaremos) pues aún no han
vivenciado el paso a la jubilación. De manera concreta y concisa se recapitularán
las conclusiones más relevantes. 1.
Trayectoria vital y laboral de los mayores.
De
forma general, la coyuntura socio-económica de la Postguerra (crisis, emigración,
etc.) afecta indiscutiblemente sobre el modo de vida de los/as mayores. La
trayectoria laboral pasada, aspecto en el que nos hemos centrado en relación a
su pasado, es un indicativo claro de la vivencia positiva o negativa de la
jubilación actual. La
heterogeneidad de nuestros/as mayores se explica, en parte, por la complejidad
de los itinerarios laborales que las personas mayores han recorrido. El pasado
laboral de los hombres ha seguido una linealidad y uniformidad, aunque,
distinguiendo por estatus socio-económico unos han disfrutado de mejores
condiciones de trabajo que otros. Todo ello convierte, luego, siguiendo la Teoría
de la Continuidad de Atchley (1976), la experiencia de la jubilación en una
vivencia con tintes positivos o negativos según la vida activa, la ocupación y
el estatus anteriores. Otro
factor que influye es el lugar que ocupa el trabajo, pues cuanto más central ha
sido el aspecto laboral, y menos se hayan desarrollado otro tipo de actividades,
el/la jubilado/a puede sentirse más desadaptado. En los/as jubilados/as de
nivel medio bajo encontramos menos posibilidades de adaptarse a la nueva situación
de jubilado/a, aunque la satisfacción/insatisfacción en esta etapa estará
influida por otros factores como veremos inmediatamente. Si
las condiciones de trabajo han sido desfavorables y el valor hacia el trabajo
fue más instrumental, y fundado en recompensas extrínsecas al trabajo, aunque
haya sido un valor central, la jubilación es más deseada. En cambio si el
trabajo ha sido central pero además se ha acompañado de valores más
expresivos e intrínsecos (más característico del nivel medio-alto) el retiro
puede ser temido y no deseado. Por tanto, la actitud ante la jubilación
dependerá de la actitud que se tuviera anteriormente hacia el trabajo/empleo. A
los análisis que nos ofrece el estatus socio-económico, se suman las
diferencias intergénero que aún son más acusadas. El análisis de la jubilación
y envejecimiento femeninos resulta más complicado porque su pasado también ha
sido más diversificado. Ante un intento de establecer una categorización de
perfiles de mujeres mayores según la jubilación y el envejecimiento observamos
la complejidad del asunto (veáse apartado de "discusión/a modo de reflexión"). Hemos
percibido que las amas de casa cuyo rol central ha sido desempeñar las tareas
consideradas típicamente femeninas (tareas domésticas, crianza de los/as
hijos/as, otros cuidados) tienen la sensación de que no se jubilan nunca, pues
nunca abandonarán el papel que siempre les ha conferido identidad personal y
social. Además, soportan las jubilaciones de sus parejas con las consecuencias
que ello conlleva. Se encuentran diferencias según el estatus socio-económico
de las amas de casa. Las de nivel medio-bajo y bajo son las que muestran una
peor experiencia de la vejez, y más aún si a su estatus se añade la condición
de "sin pareja", con bajos ingresos, estado de salud deteriorado,
pocas relaciones sociales, etc. Este perfil de mujeres es uno de los más
negativos que hemos observado en nuestro estudio. Este colectivo de mujeres
debería ser considerado en futuras medidas y propuestas sociales, no desde un
punto de vista caritativo, compasivo y paternalista, sino desde el punto de
vista de la justicia social. Pero
tampoco las mujeres trabajadoras de estatus medio-bajo presentan una situación
muy halagüeña: su pasado fue terrible intentando compaginar varios roles
(remunerados y no remunerados), que además nunca han sido considerados ni
prestigiados socialmente. Su papel de trabajadora ante el hombre siempre fue
secundario, complementario y trabajó por necesidades instrumentales y
recompensas extrínsecas al trabajo. Ello repercute, con el tiempo, en una
ligera satisfacción al jubilarse porque se descargan de los múltiples roles,
pero también pierden esos ingresos que le aportaban un mayor bienestar. La
vivencia de la nueva etapa en estas mujeres también resulta ser muy problemática
desde el punto de vista económico, familiar y psico-social. En
cambio, en el otro polo nos encontramos con las mujeres mayores que han
trabajado de manera continua, y cuyo valor del trabajo ha sido más expresivo
(se concentran casi todas en el nivel medio-alto). Ellas no sienten tanta
satisfacción ante el tránsito a la etapa postlaboral pues con ello abandonan a
sus compañeros/as de trabajo, un empleo que las autorrealizaba, y experimentan
la "vuelta al hogar a tiempo completo" de manera estrepitosa. Sin
embargo, otras se sienten satisfechas al estar liberadas de esa sobrecarga y
estrés (empleo + tareas del hogar + cuidados) de la etapa laboral . 2.
La edad de jubilación. El
momento de jubilarse y los motivos por los que se llega a la misma hemos
comprobado que son fundamentales para entender la experiencia de la jubilación.
Las personas que se jubilan de forma obligatoria (la mayoría) tienen más
posibilidad de no adaptarse adecuadamente a esta etapa. Los/as que se jubilan a
una edad demasiado temprana (jubilación anticipada) también tienen mayor
riesgo de aceptar de forma negativa el retiro laboral. De nuevo, encontramos
diferencias por estatus socio-económico, pues los/as de nivel medio-alto han
tenido más posibilidad de prever su momento de la jubilación y por ello este
factor no les incidirá de forma negativa como les ocurre los/as de estatus
medio-bajo que en muchos casos se han jubilado (mejor dicho "les" han
jubilado) de manera obligatoria y repentina. La
asociación entre jubilación y vejez, que ya había comenzado a complejizarse
con el aumento de la esperanza de vida, tiende a desaparecer a medida que
aumenta el porcentaje de personas jubiladas a los 55 años. Tanto desde un punto
de vista económico como desde un punto de vista psicosocial, muchas de las
jubilaciones anticipadas tienen las mismas características que las situaciones
de desempleo. En nuestra investigación, hemos observado que aquellas personas
que muestran una actitud más negativa ante la jubilación son, precisamente,
las que han sido jubiladas de forma anticipada a una edad a la que todavía se
sienten capacitadas y "obligadas" a trabajar. Aunque
el paso del trabajo a la jubilación es abrupto, recordemos que este tránsito
pasa por varias etapas cada una con sus correspondientes peculiaridades. 3.
El nivel de ingresos. El
aspecto económico, que junto con el nivel educativo configura el estatus
socio-económico, constituye un factor crucial en la vivencia de la jubilación
y de la vejez. Las personas que tienen un elevado nivel de ingresos, de forma
general, podrán vivir de forma más cómoda el tránsito a la jubilación. Sin
embargo, un bajo nivel de ingresos hará la jubilación, y posteriormente el
envejecimiento, más dificultosos. Recordemos la situación más desfavorable de
las mujeres que están solas, que no han trabajado, dependientes de la pensión
del marido, y cuyo estado de salud es desfavorable. De
todos modos, no siempre el nivel de ingresos por sí mismo garantiza una mejor
vivencia de la jubilación. Influyen otros aspectos como el nivel de apoyo
social y la capacidad de ocio, por ejemplo. El
discurso de nuestros mayores, además de mostrarnos las situaciones más
deplorables en la clase media-baja, transmiten unas opiniones basadas en la
resignación, conformidad, ahorro. En muchas ocasiones, a pesar de la
"feminización de la pobreza" (concentrada en las mujeres mayores), y
la "pobreza envejecida" (por ser más acusada la pobreza en este
segmento de población) estas personas se sienten satisfechos/as, o mejor dicho,
conformados/as y resignados/as. 4.
La situación de salud/enfermedad. El
nivel de salud percibida y real influyen sobre la forma en que se vive la
jubilación y el envejecimiento. En nuestro estudio, el nivel de salud favorable
observado en casi todos/as nuestros/as mayores (sin distinción por estatus y
por género) hace que este factor sea más una preocupación de futuro que un
problema del presente. De
todas maneras, las mujeres manifiestan tener peor estado de salud, aunque en
este caso se limita a los primeros achaques y dolencias característicos del
proceso de envejemiento inevitable. En muchos/as mayores, sobre todo hombres, se
observa un empeoramiento o mejoría en el estado de salud en el tránsito a la
jubilación pero esto no lo hemos percibido de forma clara en nuestro estudio. 5.
Relaciones sociales. Este
factor es decisivo en la forma de vivir la etapa postlaboral. Los/as mayores que
disponen de un mejor y mayor apoyo social y familiar en esta etapa se muestran más
adaptados/as. Las
personas de estatus socio-económico medio-alto parece que se relacionan más
con su familia y compañeros de trabajo y amistades. Los/as mayores de estatus
medio-bajo amplian más sus relaciones hacia otros grupos (sobre todo hacia los
Hogares de mayores) además de mantener (o aumentar en el caso de los hombres)
las relaciones familiares. También
encontramos diferencias intergénero, pues, las mujeres se centran más en las
relaciones familiares (sobre todo con las hijas), de amistad y vecindario; los
hombres aumentan sus relaciones familiares y cambian las relaciones con sus
iguales, al no seguir el contacto con los/as compañeros/as de trabajo. Las
relaciones de pareja sufren cambios, sean positivos o negativos, al igual que
ocurre con las relaciones filiales que suelen experimentar un cambio positivo.
La mayoría experimentan el rol de abuelo/a de forma positiva y entrañable. Las
relaciones con otros familiares (hermanos/as, familia de la pareja, sobrinos/as,
etc.) son menos frecuentes y se manifiestan en un segundo plano. 6.
Actividades y uso del tiempo. Como
hemos analizado a lo largo del informe, la capacidad de permanecer activo/a es
una de las condiciones del éxito en la jubilación, tal como apuntaban
Havighurst, Neugarten y Tobin (1968) en su "teoría de la Actividad".
Por tanto, pensamos que "la teoría de la Desvinculación" defendida
por Cumming y Henry (1961) se cumplirá quizás para los/as mayores de más edad
y con determinadas condiciones de dependencia física y social, pero este no es
el caso de los mayores de nuestro estudio. Respecto
al ámbito doméstico, aunque los hombres aumentan sus actividades en este
espacio, casi siempre en tareas tradicionalmente masculinas, son las mujeres las
que siguen siendo responsables de todas estas tareas. Se perpetúan las
diferencias intergénero en cuanto al "no reparto" del trabajo doméstico.
Todas se quejan de esta postura sexista en el ámbito familiar, de la separación
de roles y de la sobrecarga de tareas. No existe igualdad en este espacio a
pesar de que la incorporación de la mujer al trabajo remunerado (también en
mujeres adultas) está siendo imparable. También
encontramos diferencias intragénero. Las mujeres de estatus más alto disponen,
muchas veces, de asistenta; en cambio, las mujeres de nivel medio-bajo siguen
desempeñando todas las tareas del hogar y cuidados. En general, ayudan a sus
hijos/as (sobre todo a las hijas) en el trabajo doméstico y en otras tareas típicamente
femeninas (cuidado nietos/as, etc). También
percibimos diferencias intergénero en la realización de actividades de ocio.
Las mujeres se centran en actividades relacionadas con el hogar y más
"feminizadas" (costura, jardinería, etc), y los hombres en otro tipo
de hobbies (deporte, leer, etc.), aunque hay muchos hobbies que son practicados
de forma equiparable por ambos sexos (televisión, pasear, leer, viajar, bailar,
juegos de mesa, etc.). En general es un tipo de ocio pasivo y poco partipativo a
nivel social. Las
diferencias por estatus socio-económico también son bastante claras: los de
mayor estatus viajan más y asisten en mayor medida a espectáculos. Los de
nivel medio-bajo también viajan, gracias a los programas del INSERSO y asisten
al Hogar del Jubilado, p.e. 7.
Actitudes hacia la jubilación. La
forma de percibir el paso a la etapa postlaboral también es decisiva. A la hora
de analizar las actitudes hacia la jubilación, se han observado diferencias
importantes asociadas al género. En el caso de los hombres, se puede decir que
las actitudes observadas se ajustan a las tipologías elaboradas por otros
autores: "madurez", "pasividad" o "actividad". Sin
embargo, en el caso de las mujeres éstas tipologías resultan claramente
insuficientes, ya que están elaboradas partiendo del modelo masculino de
trabajo, en el que sólo se considera el trabajo para el mercado laboral (veáse
"Discusión. A modo de reflexión final"). Las mujeres siguen
conservando el rol de amas de casa y este hecho debe ser tenido en cuenta a la
hora de describir sus actitudes ante la jubilación. Por ejemplo, para las
mujeres podemos hablar de varios "tipos de jubilación": jubilación
laboral, familiar, psicológica, social, entre otras. Hay mujeres que sufren
casi todos los tipos de jubilación, en cambio otras solo sentirán el retiro en
algunas facetas de la vida. 8.
Estado de ánimo. Si
alguna conclusión podemos extraer de la presente investigación es que la
jubilación no es una experiencia homogénea, ni desde el punto de vista de las
condiciones objetivas a las que deben adaptarse las personas, ni desde el punto
de mira de su forma de percibirla. Aunque el estado de ánimo durante la etapa
de la jubilación depende de una multiplicidad de factores individuales, que
hacen que la experiencia de cada persona sea única, se puede decir, partiendo
de los discursos de nuestro estudio, que hay una serie de factores que inciden
en ella de forma general. Resumiendo
todos los factores anteriormente comentados se puede afirmar que los ingresos
económicos, el nivel de salud, las relaciones sociales o la forma en que se
llena el tiempo, en sentido positivo o negativo, están afectando sobre el
estado de ánimo y el bienestar psicológico en esta etapa de la vida. Es una
idea generalizada entre las personas que han participado en esta investigación
la de que los hombres se enfrentan peor a la jubilación que las mujeres. El rol
de ama de casa sirve a éstas de "colchón" que amortigua los efectos
de la jubilación en el bienestar psicológico. No obstante, esto no implica que
se enfrenten mejor al envejecimiento. Como una de las participantes en este
estudio señalaba "las tareas del hogar te quitan el aburrimiento pero no
la depresión". A
la hora de hablar del bienestar psicológico, hay que mencionar obligatoriamente
que las mujeres, de manera general, muestran un estado de ánimo más negativo.
Pero son las mujeres de menores ingresos las que muestran un mayor nivel de
deterioro emocional. Por tanto, no debemos olvidar que si bien el género es un
factor de desigualdad, el nivel socioeconómico hace que ésta se acentúe. DISCUSION.
A MODO DE REFLEXION FINAL A
modo de comentarios finales podemos decir que atrás quedaron los años en los
que las personas mayores eran consideradas de forma homogénea -cuando ya su
cuerpo no les permitía trabajar- como seres dependientes, pasivos y
desenganchados de la sociedad. La heterogeneidad que hoy muestran las personas
mayores en sus vivencias de la jubilación y la vejez, experiencias distintas
pero relacionadas, resulta patente. Siguen
manteniéndose las representaciones e imágenes negativas que los medios de
comunicación y la sociedad en general transmiten. Sin embargo, muchos de los
mitos y estereotipos vigentes hasta hoy, vemos que se están diluyendo. Parece
que va quedando claro que no todos los mayores son iguales; los mayores tampoco
están aislados, despreocupados e indiferentes ante la sociedad; no son todos
pasivos; el mito de la "improductividad" de los mayores se empieza a
resquebrajar; el mito de la "inflexibilidad" y conservadurismo se pone
en tela de juicio, etc. (Agulló y Garrido, 1997c; veáse Edwardh (1992) para
los mitos y estereotipos del envejecimiento en Iberoamérica y otras
referencias). Como
hemos visto en nuestro estudio, la mejora de las condiciones de salud y el
aumento de la esperanza de vida han hecho que la vejez deje de ser una
experiencia individual para convertirse en el criterio definitorio de un grupo
social que cada vez representa a un mayor porcentaje de la población. El hecho
de que cada vez sean más las personas que cumplen los 65 años con un nivel de
salud aceptable y con muchos años de vida por delante, ha hecho que la asociación
entre jubilación y vejez, tan indisoluble en un pasado no muy lejano, comience
a difuminarse. De hecho, la jubilación es un fenómeno relativamente nuevo
desde un punto de vista histórico. Hasta hace poco tiempo, las personas seguían
trabajando hasta que su salud se lo permitía. Las personas que han participado
en esta investigación han recordado que sus mayores "morían en el
tajo". La situación ha cambiado radicalmente en la actualidad. Esto ha
hecho crecer el interés por la forma en que las personas mayores se enfrentan,
tanto a la jubilación como al envejecimiento. Nuestro estudio sigue abierto y
enmarcado en la línea de investigación encaminada a obtener un mayor
conocimiento de los mayores como actores, agentes participativos, tal como
apuntan los enfoques más recientes (veáse "Referencias Bibliográficas").
Recordar
aquí que el ciclo laboral hasta nuestros días trancurría de forma lineal en
torno al trabajo. La primera etapa de la vida se dedicaba casi plenamente a la
formación; la segunda a la actividad, y la tercera al descanso. En cambio, las
fronteras y funciones de cada etapa del ciclo empiezan a estar más difusas. La
fusión de roles en una misma etapa, debido al desarrollo de la "sociedad
de ocio y formación" para los que las personas mayores no están
preparadas (pero tampoco lo estamos los más jóvenes), está conviviendo con la
"sociedad del trabajo" que sigue predominando hasta hoy. Las
transformaciones que estamos percibiendo, pues, tienden hacia la necesidad de
(re)construir esta nueva etapa de la vejez, de tal forma que sea percibida como
una etapa integrada en las demás, con sus propias definiciones y sus propios
roles y no como mera pérdida de las definiciones y roles que proporciona el
trabajo remunerado. Al fin y al cabo, si tenemos en cuenta que el ingreso en el
mercado de trabajo es cada vez más tardío y la salida más temprana y si, además,
añadimos que un gran porcentaje de la población, como son las amas de casa no
trabajan en el mercado laboral, no tiene sentido seguir pivotando en torno al
mismo. En
fin, las nuevas situaciones se resisten a ser definidas con los viejos
conceptos. El término jubilación es un término propuesto desde la perspectiva
del mercado laboral. Pero, como se comentó en nuestro informe, si miramos la
situación desde la perspectiva del trabajo que se realiza en los hogares, cuya
dimensión económica es evidente, jubilación no significa retiro de la
actividad económica (inactividad) sino llegada o continuación de otros
tipos de actividades. Se
ha demostrado que no se puede tratar el tránsito a la jubilación sólo desde
la perspectiva de la pérdida roles, la cual presupone que estamos limitando el
análisis al valor central de trabajo partiendo del arquetipo tradicionalmente
masculino de jubilación. Para analizar la situación más compleja de las
mujeres debemos basarnos en otro modelo, reconstruir otra base que considere el
trabajado remumerado (en el que cada vez hay más mujeres) pero también que
permita indagar sobre las transiciones de las trabajadoras esporádicas, las
amas de casa, etc. Esta mayor heterogeneidad en el sexo femenino exige una
revisión conceptual y teórica. Con todo ello es necesario revalorizar las
aportaciones de las mujeres, que constituyen la auténtica vejez de nuestro país,
no sólo desde la cantidad sino de la calidad humana, pues su papel invisible de
apoyo es indiscutible y debe ser desenmascarado. Con ello se podrá lograr que
la mayor longevidad de estas mujeres no se convierta, paradójicamente, en un
"handicap" en sus vidas. En
el caso de los hombres, se puede decir que las actitudes observadas se ajustan a
las tipologías elaboradas por algunos autores: "autoagresivos",
"coléricos", "maduros", "pasivos" o
"activos" (Reichard, Livson y Peterson, 1962; Moragas, 1991; ENDESA,
1989; Mishara y Riedel, 1986). Sin embargo, en el caso de las mujeres esta
tipología de actitudes resulta claramente insuficiente, ya que están
elaboradas partiendo del modelo masculino de trabajo, en el que sólo se
considera el trabajo remunerado y oficial. Las mujeres siguen conservando el rol
de amas de casa y este hecho debe ser tenido en cuenta a la hora de describir
sus posturas ante la jubilación. El
perfil más frecuentemente observado entre los hombres jubilados, tanto si
pertenecen a un estatus socioeconómico medio-alto o medio-bajo, es el que viene
definido por la adopción de una actitud pasiva. La jubilación no se vive como
una etapa en la que hay que buscar actividades encaminadas al desarrollo
personal, sino más bien como una etapa en la que la persona se dedica a
actividades de tipo pasivo. La incidencia de este tipo de actitudes en el estado
de ánimo es heterogénea. Mientras que para algunos hombres la disminución de
las actividades supone un problema psicológico importante, para otros es
equiparable a un merecido descanso después de toda una vida de dedicación al
trabajo. Las
tipologías tradicionalmente utilizadas por los geróntologos sociales resultan
claramente insuficientes para describir las diferentes respuestas de las mujeres
ante la jubilación. No se ha observado, ni en este estudio ni en otros
consultados, las actitudes "coléricas, autoagresivas o pasivas" entre
las mujeres; pero si tienen que enfrentarse a otro tipo de marginación y
"retiro" que no la eximen de un determinado malestar psico-social.
Pensemos que las divergencias intergénero son debidas a diversos factores:
mayor discontinuidad y precariedad en las trayectorias laborales femeninas
(peores condiciones de trabajo, salarios menores, por ejemplo), sobrecarga de
roles en las mujeres mayores (papel de ama de casa, de empleada, de cuidadora
familiar, principalmente), menor estatus socio-económico (pensiones inferiores,
menor nivel de estudios), etc. Estos hechos diferenciales reclaman, pues, nuevos
modelos de análisis que no se centren exclusivamente en el punto de vista
masculino (Arber y Ginn, 1991; Brown y Laskin, 1993; Bernard y Meade, 1993;
Freixas, 1993) y en la consideración del trabajo desde la perspectiva del
mercado laboral. La mujer que no ha trabajado puede estar viviendo lo que hemos
denominado en otras ocasiones (Agulló y Garrido, 1997a) varios tipos de
"jubilación o envejecimiento": jubilación corporal-fisiológica,
jubilación filial (nido vacío), jubilación de la pareja, ama de casa mayor,
jubilación laboral, jubilada estresada-sobrecargada, jubilada madura, jubilación
psicológica, jubilación social, ultima etapa. Otra
área que que no puede dejar de preocuparse y ofrecer nuevas propuestas para una
mejor calidad de vida en las personas mayores son los servicios sociales y la
psicología comunitaria. Resaltemos que la interacción psico-social entre
las personas mayores y la sociedad tiene que ser más cercana. El envejecimiento
tiene dos caras: la gente mayor como perceptora pasiva y dependiente; y por otra
parte, el envejecer de forma más activa y participativa (enfoques más
recientes que nosotras defendemos). Recordemos, de forma general, las
aportaciones de nuestras sociedades a la gente mayor: aportaciones desde el
entorno familiar (Funciones instrumentales y materiales: vivienda, vigilancia,
seguridad. Funciones domésticas: tareas del hogar, alimentación. Funciones
asistenciales: cuidados personales, higiene, atención primaria. Funciones
psico-sociales: apoyo emocional, compañía, afecto y diálogo, relaciones
intergeneracionales e intrageneracionales, posibilidad de ocio activo, etc.),
prestaciones desde los organismos públicos (prestaciones económicas o
pensiones, asistencia sanitaria, servicios sociales -relacionados con la
vivienda, actividades de ocio, formación, asociacionismo, etc.-) y
contribuciones desde otros tipo de instituciones (ONG´s, Fundaciones, Empresas,
universidades, que ofrecen una amplia gama de servicios sociales) . Desde
nuestro punto de vista, esta parte del envejecimiento debera ser cada vez más
perfeccionada y atender a las distintas situaciones y necesidades de los
mayores. Pero
no podemos englobar a toda la gente mayor en el mismo "bloque" pues
también pueden ser colaboradoras de todos esos servicios sociales. Sus
aportaciones pueden ser y vienen siendo: aportaciones al entorno familiar
(Funciones materiales: apoyo a los hijos. Asistencia: cuidado de nietos/as,
mayores o enfermos, necesidades urgentes. Funciones domésticas: compra,
limpieza hogar, alimentación, gestiones. Funciones socio-educativas: educación
nietos/as, fomento relaciones intergeneracionles, etc.), contribuciones al ámbito
social (en asociaciones, voluntariado y otros organismos: asesoramiento,
conservar memoria colectiva y tradiciones populares, colaborar en problemas de
toda índole, mayor participación social, etc.). Esta segunda línea, en la que
se sitúan las políticas y acciones más novedosas de los países más
avanzados (Hanley y Hodge, 1984; Harper, 1991; NN.UU., 1992; INSERSO, 1995) es
en la que deberíamos situarnos para conseguir el fin último del consenso
intergeneracional. Pero eso sí, sin olvidar la faz de dependencia y más
necesitada de asistencia social. Los mayores no sólo son perceptores sino que
pueden ser, cada día más, activos y decididos aportadores de servicios a la
comunidad. Con
esta participación de los mayores y de cada uno de los agentes sociales
(familia, centros educativos, mass media, organismos públicos o
privados) podrán frenarse los incipientes brotes de discriminación por la edad
o "edadismo" (traducción literal del término anglosajón
"ageism") para que el factor edad y la fecha de nacimiento no se
conviertan en una herramienta de marginación y discriminación. Una
de las claves del éxito en la jubilación y la vejez hemos concluido que era el
"estar activo", que no tiene que implicar estar sobreexplotado/a como
en la edad adulta ni asistido como al final de la vejez. Resultaría absurdo
echar por la borda la experiencia y bagaje vital que nuestros/as mayores tienen.
Sin embargo, queremos señalar que los mayores no deben constituir intrusismo en
las empresas, ni competencia desleal, ni "mano de obra barata"
mediante el voluntariado, etc. Pero, entonces, ¿hasta qué punto merece la pena
que los/s mayores permanezcan activos cuando las generaciones más jóvenes están
sufriendo el desempleo? Por ello, hay que buscar -considerando sus demandas- un
papel social a los/as mayores que no choque con la juventud, que no plantee
conflictos intergeneracionales, sino que ese papel, aporte al mayor y a la
sociedad un mayor bienestar psico-social y, por ende, una mayor calidad de vida. Entonces,
si empezábamos nuestro estudio con varios interrogantes, ahora cabe
preguntarnos otro más genérico, tampoco fácil de responder, y que habrá que
ir desentrañando cara al nuevo milenio. Y sobre todo ello mucho tienen que
decir y aportar las ciencias sociales. En definitiva, todas las transformaciones
que estamos viviendo con el fenómeno del envejecimiento y la jubilación están
desembocando en grandes repercusiones sobre la familia, las relaciones
intergeneracionales, el mercado de trabajo, el nivel económico de nuestro país,
la calidad de vida de todos, etc. Con todas estas transformaciones ¿se está
construyendo una sociedad mejor o una sociedad más problemática que antaño?
Ello dependerá de las actitudes, valores y conductas que cada uno de
nosotros/as adoptemos ante estos fenómenos "nuevos" en los que
todos/as estamos implicados/as y por tanto debemos ser partícipes. http://copsa.cop.es/congresoiberoa/base/social/soct86.htm
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