Tema 6
Home Trabajo 1 Trabajo 2 Infografia 1 Trabajo 3 Infografia 2 Foro Infografia 3

 

Pensiones a la medida de su ingreso

preparado por Narciso Roa

En el proceso de transformaciones que experimenta la seguridad social venezolana, el caso del subsistema de pensiones resulta alentador frente a la promesa básica de acabar con las huelgas y protestas de los jubilados del país.

Valga el ácido comercial que el cineasta español Pedro Almodóvar presentara en una escena de una de sus películas más comerciales, en el que compara a los ancianos jubilados de la madre patria ­siempre mendigantes a las puertas del metro­ con sus pares de otros países desarrollados (siempre alegres y bailando en discotecas) para condimentar las bondades de la propuesta que entrará al mercado local: la solución a tan triste problema ­en Venezuela como en España­ es la instrumentación de un sistema de ahorro a largo plazo que garantice un nivel de ingresos suficiente para los trabajadores retirados.

Sin embargo, la normativa trae cola: el primer tropiezo que vislumbran los asesores gerenciales es el alza de los costos, tanto para trabajadores como para patronos. Por otra parte, el obligatorio reconocimiento que hará el Estado de los depósitos ya efectuados por los trabajadores en el proceso de transición tendrá un impacto aún no previsto sobre las cuentas fiscales.

Una tercera observación está vinculada a los aportes y la administración de los fondos del sistema intergeneracional, que permitirá financiar a los pensionados del viejo Seguro Social. Según la nueva ley, los trabajadores activos aportarán un punto porcentual de sus aportes generales, pero estos fondos serán administrados por el Estado a través del Ministerio del Trabajo y de la Seguridad Social, ente que se hará cargo del sistema. Para algunos escépticos cabe preguntarse si esta subdivisión será más de lo mismo.

Según comentó Francisco Vázquez, presidente de KPMG, durante el foro: "Ley Especial del Subsistema de Pensiones" organizado por KPMG y la revista Dinero, el nuevo sistema de pensiones exige un amplio trabajo previo orientado al desarrollo de la confianza. Principalmente porque cuenta con algunos elementos que lucen impopulares. Entre ellos citó, por ejemplo, el encarecimiento en 100 por ciento de los desembolsos del patrono destinados a la seguridad social de cada empleado, al tiempo que el trabajador experimentará un alza de 50 por ciento de los pagos destinados a alimentar su pensión de jubilación.

De acuerdo con Vázquez, otros riesgos destacados en relación a la efectividad de las AFP residen en la necesidad que tienen de operar preferiblemente en entornos económicos estables. Se estima que, en caso de hiperinflación, por ejemplo, el sistema se vería tan afectado como el resto de las instituciones financieras y de inversión presentes en la economía.

Sin embargo, estos riesgos frente al actual sistema lucen minimizados. Especialmente porque la normativa aprobada vía Ley Habilitante establece condiciones de seguridad que garanticen la supervivencia de esta forma de ahorro a largo plazo de los trabajadores.

 

Libre elección

Uno de los aspectos más resaltantes del nuevo sistema de pensiones es la libertad de elección que se deja al trabajador en relación a la oferta de servicios. Sin embargo, no existe la posibilidad de optar entre el actual sistema de repartos y los fondos privados, como ocurre en España, Argentina, Colombia, Uruguay y El Salvador.

En España, por ejemplo, la captación privada cubre 20 por ciento de la población activa, mientras que el resto mantiene sus cuotas de ahorro de largo plazo en manos del Estado. No obstante, algunos países de Europa albergan en fondos privados a 50 por ciento y hasta 100 por ciento de la población ocupada.

 

Inversiones permitidas

Otro aspecto interesante del Decreto con rango de ley apunta a la oferta de seguridad que tienen los depósitos del público. En Venezuela, los fondos de los afiliados sólo podrán ser invertidos, hasta en 70 por ciento, en Títulos Valores de la República; hasta 15 por ciento de los recursos en bonos, depósitos e instrumentos de renta fija a tasa de mercado; hasta 20 por ciento en bonos emitidos por empresas públicas, privadas o de capital mixto; hasta 10 por ciento en acciones; hasta 25 por ciento en bonos extranjeros y hasta 5 por ciento en operaciones destinadas a la cobertura de riesgos financieros de las inversiones del fondo.

Cada nación ha establecido límites a la inversión que realizan las Administradoras de Fondos de Pensión con los recursos depositados por el público. Legalmente, las AFP están obligadas a colocar los dineros en inversiones seguras, para lo cual se han establecido algunas normas más o menos rígidas según el criterio nacional.

Argentina y Chile, países que actualmente cuentan con economías estables, tienen la posibilidad de invertir 50 por ciento de los fondos en títulos del gobierno; mientras que en México, el tercer mercado de mayor volumen en el sector, se permite la colocación del 100 por ciento de estos recursos en este tipo de instrumentos.

La mayoría de los países que tienen fondos privados de pensión permiten la división del riesgo en inversiones como depósitos (entre 25 y 50 por ciento), acciones (entre 35 y 40 por ciento), acciones en el extranjero (entre 6 y 7 por ciento), letras hipotecarias (entre 28 y 50 por ciento), fondos mutuales (entre 14 y 5 por ciento) y en menor medida, opciones y futuros (2 y 9 por ciento). En el caso mexicano, las inversiones permitidas se limitan a Títulos del Gobierno y Bonos Corporativos.

 

Renta garantizada

Los fondos depositados por los trabajadores serán inembargables y formarán parte del valor del fondo de capitalización individual. La Superintendencia del Subsistema de Pensiones fijará el plazo para determinar la rentabilidad nominal, real y riesgo, así como la fecha de referencia para ponderar la rentabilidad de los fondos.

La ley, en su artículo 113, determina que las AFP son responsables de garantizar una rentabilidad real mínima a los depositantes en el plazo que establezca la Superintendencia. Con el objeto de garantizar esta rentabilidad mínima, existirá una reserva de contingencia que será parte del Fondo.

Adicionalmente, las AFP mantendrán un encaje ­inembargable­ de su propiedad que no será menor a uno por ciento del valor del Fondo, con el objeto de responder por la rentabilidad mínima real. La AFP tendrá cinco días hábiles para pagar esta renta.

En caso de que estos recursos no cubran las exigencias de rentabilidad, la AFP será liquidada, fusionada o vendida por la Superintendencia del Subsistema.

Estas administradoras están obligadas a mantener en custodia la totalidad de sus activos de inversión. Los entes custodios serán el Banco Central de Venezuela, las empresas de Cajas de Valores autorizadas por la Comisión Nacional de Valores, así como las instituciones que se rigen por la Ley General de Bancos y el Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo. Igualmente, las AFP no podrán contratar como custodio a una entidad en la que tengan participación accionaria.

 

Modificación de esquemas

El nuevo régimen constituye un cambio estructural que va más allá de la forma de administrar los fondos de pensión; para algunos será un shock, para otros, un alivio el ver sus ahorros en entidades privadas que le reportarán información de sus rendimientos trimestralmente.

Según la ley, el trabajador realizará aportes de 12 por ciento de sus ingresos, hasta cuatro salarios mínimos para su fondo de pensión individual, que serán depositados por el patrono en la AFP elegida por el trabajador en un lapso máximo, posterior a la contratación, de 48 horas.

Del total de recursos que significan estos doce puntos porcentuales, 75 por ciento lo cancelará el empleador y 25 por ciento el trabajador. Algunos asesores han calculado que estos porcentajes representan 100 por ciento de incremento en los aportes para el patrono y 50 por ciento de alza en sus aportes para el trabajador.

Un punto porcentual será destinado al Sistema Intergeneracional, administrado por el Estado, destinado a la capitalización de las pensiones de los actuales jubilados del antiguo sistema. Se estima que este esquema subsistirá alrededor de 30 años, mientras sea necesario auxiliar a los mayores que actualmente no pueden acceder a una pensión mínima vital, e incluye principalmente a los actuales jubilados e invalidados del actual Seguro Social Obligatorio.

El Ministerio del Trabajo y de la Seguridad Social contará con superintendencias específicas para la administración del fondo intergeneracional y la vigilancia del sistema individual de pensiones.

Cuando los ingresos sean superiores a cuatro salarios mínimos, los aportes serán de 13 por ciento de los ingresos; en este caso, los aportes al Sistema Intergeneracional serán de dos puntos porcentuales; la relación 75 por ciento de aporte patronal y 25 por ciento de aporte laboral se mantiene.

Los trabajadores independientes, al carecer de patrono, deberán asumir la totalidad de sus aportes al Fondo Individual de Pensión.

 

Requisitos y prohibiciones

Toda AFP deberá evitar conceder créditos con los fondos de los pensionados o conceder en prenda sus activos. Asimismo, evitará prácticas que afecten la libre escogencia del afiliado, tales como provocar su renuncia, aplicar mecanismos discriminatorios de afiliación, entre otras.

La Superintendencia podrá aplicar medidas preventivas cuando sospeche, fundamentadamente, que está en peligro la liquidez de la AFP; cuando cese el pago de sus obligaciones contractuales o cuando incurran en infracciones recurrentes y graves a las normas propuestas por la ley.

 

Dudas legales

Según destacó Jesús Sol Gil, socio de KPMG escritorio jurídico, en el marco del foro realizado recientemente sobre el tema, la ley que rige al subsistema de fondos de pensiones presenta un "océano" de dudas y disyuntivas en relación a su interpretación.

Este abogado explica que tales fallas fueron ocasionadas por una rápida aprobación ­sin mayores correcciones­ del proyecto de ley en apenas 45 días. Tal situación, a su juicio, es la verdadera causa de que este decreto ley hoy sea tan discordante y genere ciertas polémicas.

"La primera disyuntiva que se presenta tiene que ver con cuál es el salario que se va a tomar como base para el cálculo de las cotizaciones. Si bien es cierto que en febrero de 1998 aumentó el salario mínimo de 75 mil a 100 mil bolívares, también lo es que la unidad de medición para aportes sociales sigue siendo de 75 mil bolívares. Por lo tanto, nos encontramos fente a un aumento del salario mínimo, pero no del factor de medición", aclara.

Agrega que existen dudas sobre la definición del salario normal a la hora de establecer cotizaciones, pues deben incluirse necesariamente todas las remuneraciones establecidas en la Ley Orgánica del Trabajo (LOT), como utilidades y bono vacacional.

Por otro lado, Sol Gil reitera que existe una aplicación directa del Código Orgánico Tributario (COT) que está por encima de leyes especiales ­como la ley del Subsistema de Pensiones, por ejemplo­ y que contiene normas fundamentales que deben regir cualquier relación jurídico-tributaria.

"Al respecto, hay disposiciones nulas por vicios de inconstitucionalidad en lo que respecta a sanciones privativas de libertad para las personas que cotizan y las administradoras de fondos de pensiones y de salud, que no tienen ningún tipo de validez porque el COT ya las contiene", expresa.

Recuerda que existe una impugnación de la ley a través de un recurso introducido ante la Corte Suprema de Justicia (CSJ), porque no se sabe a ciencia cierta si su espíritu responde a un carácter social o a un carácter financiero.

"Si la CSJ dictamina que Ley de Subsistema de Pensiones es de carácter social, la Ley Habilitante ejecutada por el Presidente de la República pasaría a ser nula, porque este tipo de mecanismo no puede ser aprobado de ninguna manera a través de la vía de los decretos leyes", puntualiza.

 

 


Administradoras del futuro

 

En el espíritu de la ley que regula el Subsistema de Pensiones quedó claro que las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) deberán constituirse bajo la figura de sociedades públicas, privadas o mixtas, que tendrán como objetivo principal administrar las cotizaciones y otros beneficios que establece el nuevo régimen de seguridad social en Venezuela.

Ante las polémicas surgidas por varios sectores en relación a la exclusividad del ámbito de competencia de las AFP, la ley pretende que la naturaleza de las mismas sea unidireccional, para así poder garantizar una administración eficiente de la recaudación de prestaciones sociales y de su acreditación a las cuentas individuales de las personas afiliadas al sistema.

Asimismo, las AFP deberán abrigar criterios de inversión en una amplia gama de instrumentos financieros, que les permitan obtener un alto nivel de rentabilidad en el manejo de los fondos. Los expertos estiman que será el mismo mercado el que determinará hacia dónde se canalizarán las inversiones efectuadas por tales instituciones.

También se prevé que las AFP que sean realmente exitosas a la hora de manejar su portafolio de inversiones, cobrarán los mejores honorarios y trabajarán a base de mayores volúmenes. Mientras tanto, las administradoras menos exitosas, de seguro tendrán problemas en su estructuración y costos, con lo cual les será difícil remontar la cuesta en un mercado caracterizado por la competitividad.

 


Profides: la pionera

En materia de administración de pensiones, Profides lleva la batuta a nivel nacional. Esta institución, creada en 1993, maneja actualmente 18 mil afiliados y administra recursos por el orden de 3 mil millones de bolívares, tanto en sus cuentas por concepto de prestaciones sociales como en las correspondientes a pensiones por jubilación.

Jaime Tredinick, vicepresidente ejecutivo de Profides, explica que esta es una institución fiduciaria respaldada por el sistema financiero, por lo que no desaparecerá con la entrada en vigencia del nuevo sistema de pensiones.

"Además, Profides cuenta ya con una amplia experiencia en el mercado venezolano, que será una de sus ventajas a la hora de unir esfuerzos con otros consorcios que deseen asociarse a la institución, para así ingresar juntos al nuevo sistema de pensiones", indica.

Tredinick asegura que sus mayores clientes provienen del sector salud, de la educación privada, del pequeño comercio y de la PYMI. También la institución posee afiliados en Caracas, Barquisimeto, Mérida, Valencia y Maracay.

Asimismo, como representante de Venezuela ante la Asociación Internacional de Administradoras de Fondos de Pensión, Tredenick asegura que el mercado nacional no resiste más de 10 AFP, pues esto implicaría una competencia adicional en publicidad que se traduciría en mayores costos para tales instituciones.

"Por esta razón, los 27 grupos, incluyendo a la mitad de los bancos y las principales compañías de seguros presentes en Venezuela, que ya han manifestado interés por participar en la administración de fondos de pensiones deberán conformar consorcios que permitan la búsqueda de objetivos comunes", destaca.

Tredinick considera que las AFP que se constituyan en Venezuela tendrán que tomar en consideración que el mercado de trabajadores informales y profesionales en libre ejercicio representa la mitad de la población económicamente activa y que generará pérdidas porque generalmente se suscriben al sistema por primera vez, pero sólo la mitad de esos trabajadores efectúa sus aportes regularmente.

"También las administradoras tienen que analizar que en Venezuela no hay una conducta creciente de las remuneraciones, lo que ha producido un efecto negativo con respecto a la disminución de las prestaciones sociales. Si a esto se suma que la ley ha llegado en un mal momento, donde la capacidad de ahorro es inferior, entonces la etapa de transición al nuevo sistema resultará muy traumática", asegura.

No obstante, Tredenick sostiene que conforme vayan pasando los años el sistema se irá consolidando para poder garantizar mejores pensiones a sus afiliados, sobre todo para aquellos que empezaron a cotizar con el inicio del nuevo régimen.

Al respecto, Profides estima que en el quinto año de operaciones habrá en el país por lo menos 10 instituciones de este tipo, que agruparán a 4 millones y medio de afiliados y manejarán recursos por el orden de 3 billones de bolívares.

 

Mayor diversidad y menor riesgo

El criterio de poco riesgo y alto beneficio debe constituirse en el norte que tienen que seguir las AFP si desean garantizar un nivel alto de rentabilidad en las inversiones que realizarán para desarrollarse en el país.

Así lo sostiene Miguel Chacón, director de Velutini y Asociados, quien asegura que las AFP requerirán un manejo bien riguroso del riesgo, con el objeto de determinar las mejores alternativas a la hora de invertir los recursos generados por las cotizaciones individuales de los fondos de pensión.

"Por lo tanto, desde un punto de vista jurídico, las inversiones no se pueden canalizar hacia los bienes reales como los inmuebles propiamente dichos, sino más bien hacia bienes financieros, tales como papeles, títulos y valores en el mercado de capitales", acota.

Por esto, Chacón sostiene que se deben examinar las estructuras jurídicas en el mercado de capitales de Venezuela, que cuenta con dimensiones modestas y ofrece un abanico escuálido de posibilidades de inversión.

"También hay que considerar que la ley establece un inventario restringido de posibilidades de inversión, tanto por sectores de actividad económica como en lo que respecta al peso proporcional de cada inversión. Por lo tanto, la inversión se orientará hacia donde haya un menor riesgo y una rentabilidad alta", comenta.

A tales efectos, recomienda que se establezca una estructura jurídica que sugiera y precise la diversificación del portafolio de inversiones. A su vez, aconseja a las futuras AFP que sigan la vieja premisa de "no colocar todos los huevos en una misma cesta".

"De no ser así, habrá un peligro de concentración en la oferta de papeles comerciales y la potenciación de la demanda de las AFP pudiera arbitrar el ascenso de precios ficticios", acota.

Esta situación, a juicio de Chacón, le daría un ambiente complejo a las inversiones de las AFP, que pueden desviar la canalización de recursos en opciones fuera del territorio nacional, con lo cual lejos de colaborar al desarrollo nacional propendería al crecimiento de economías exógenas.

"Este es el caso peruano, donde las administradoras de fondos de pensión mueven una suma de mil 500 millones de dólares y la inversión en el extranjero ha resultado exitosa para alcanzar excelentes rendimientos", resalta.

Puntualiza que se necesita de un cambio de cultura de parte de los empresarios nacionales, para poder estimular la participación de sus compañías en el mercado de capitales, lo cual por un lado favorece la diversificación del mercado y por el otro estimula el desarrollo de la economía nacional.

 

Comisiones establecidas

El artículo 22 de la Ley de Subsistema de Pensiones se establece que las AFP percibirán por la prestación de sus servicios una retribución por concepto de comisión.
No obstante, la ley establece el cobro de comisiones por los siguientes servicios:
Por la administración de las cuentas de capitalización individual y contratación de seguros de sobrevivencia, nupcialidad, asistencia funeraria, invalidez e incapacidad parcial permanente, se podrá cobrar una comisión no mayor 3,75 por ciento sobre la base de cotización.
Por la administración y erogación de una renta temporal nivelada o creciente, contratada con un seguro de renta vitalicia, la comisión sólo podrá establecerse sobre la base de un porcentaje de la pensión mensual que no podrá exceder de 1,5 por ciento del valor mensual de la misma.
Por gastos de administración de cuentas de capitalización individual, inactivas por más de 9 meses ininterrumpidos y con saldos superiores a 20 salarios mínimos, se podrá descontar hasta 5 por ciento de la rentabilidad anual de la cuenta, descuento que no deberá superar en todo caso 1,5 por ciento de la base de cotización.

 


Características de las AFP

Pueden ser una sociedad anónima privada.
Tienen fines de lucro.
Sus únicos ingresos son las comisiones que cobra por administrar el Fondo de Pensiones.
Sus gastos derivan de la administración del Fondo de Pensiones como remuneraciones, alquileres, publicidad, etc.
Actúan en competencia unas con otras.
No es propietaria del Fondo de Pensiones, sólo lo administra.

Fuente: Trabajo de grado "Los fondos de pensiones y su impacto en el sector inmobiliario". Postgrado de Gerencia Inmobiliaria. Unimet. Autores: Roberto Palma y Virgilio Paz. Tutor: Miguel Chacón.

 

Funciones de las calificadoras de riesgo

Estudiar el comportamiento del mercado de capitales, estableciendo los condicionamientos de la oferta y la demanda en los diversos sectores de inversión.
Examinar las condiciones financieras, principalmente de las estructuras de endeudamiento y plazos y tasas de interés.
Analizar la gerencia de las empresas donde las AFP invierten, para así asignar recursos de una manera óptima y lograr una diferenciación entre las empresas.

Analizar el factor referente a la liquidez, pues no cabe duda que las AFP tenderán a efectuar sus inversiones en empresas que gocen de una elevada bursatilidad.

 


Requisitos para constitución de las AFP

Constituirse bajo la forma de sociedades mercantiles.
Tener como objeto social exclusivo la realización de la actividad administradora de los recursos provenientes de las cotizaciones.
Acreditar inicialmente y mantener un capital mínimo de 450 mil unidades tributarias, o su equivalente en bolívares, totalmente suscrito y pagado en dinero efectivo.
Emitir acciones nominativas de una misma clase no convertibles al portador.

Tener como mínimo 5 accionistas, sean personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras.

 Los temas que plantea

La transición de las mujeres a la jubilación difiere de la de los hombres por su distinta posición en el mercado del trabajo. Las tasas de empleo para las mujeres mayores son todavía más bajas que las de los hombres de sus mismas edades, aunque las de éstos han bajado considerablemente debido a las políticas de jubilación anticipada. Por otra parte, las tasas de empleo de las jóvenes han aumentado sustancialmente. A causa de sus responsabilidades familiares, las mujeres tienden más que los hombres a interrumpir temporalmente sus carreras profesionales; están también mayoritariamente representadas en el sector de servicios, con una elevada proporción de empleos a tiempo parcial y otras formas de empleo flexible. Lo que significa que para ellas es más difícil acceder a las pensiones, que habitualmente están basadas en un trabajo continuado y a jornada completa.

Las cuantías de las pensiones son asimismo inferiores para las mujeres que para las hombres, y en los planes de jubilación anticipada su representación es también menor de la que les correspondería. Es cierto que en algunos países la edad establecida para tener derecho a una pensión sigue siendo menor para las mujeres que la fijada para los hombres; pero en otros están en curso reformas para igualar la edad de jubilación para ambos sexos. Sin embargo harán falta cambios mucho más profundos en las normas que rigen sus pensiones para conseguir la igualdad de derechos de pensión entre hombres y mujeres.

En algunos países las mujeres reciben un trato preferente en cuanto a la edad a la que pueden jubilarse y recibir una pensión estatal. Históricamente, la pensión de jubilación se concedía con un criterio familiar; el padre era, normalmente, quien aportaba ingresos a la familia, mientras que la madre cuidaba del hogar y de la familia. Si esto era así, ¿por qué las mujeres accedían a las pensiones a una edad de jubilación más temprana? Tal vez para compensarlas de los años que pasaban fuera del mercado del trabajo cuidando de sus hijos. O quizá también por el prejuicio "tradicional" de que las mujeres mayores son físicamente más débiles que los hombres. Pudiera ser incluso una forma de compensar a las mujeres del hecho de que, en anteriores generaciones, su empleo les procuraba menos satisfacciones debido a la naturaleza de los trabajos a que tenían acceso. Hoy, sin embargo, las están más dispuestas a trabajar fuera de sus hogares y desempeñan tareas cada vez más atractivas. En otras palabras, que no parece que exista ya ningún motivo razonable que justifique diferentes edades de jubilación para los hombres y las mujeres.

En el pasado, la participación de las mujeres en los planes de jubilación anticipada ha sido baja en relación con su proporción en el total de la mano de obra. Durante la década de 1970, la edad de jubilación estuvo fijada generalmente en los 60 años. Los programas de jubilación anticipada se dirigieron a las industrias manufactureras en declive, cuya mano de obra estaba integrada predominantemente por hombres. Así, aun cuando las condiciones de edad no impedían que las mujeres pudieran acogerse a los planes gubernamentales de jubilación anticipada, el hecho de estar orientados a aquellas industrias los hacía poco asequibles para ellas.

En algunos países se ha logrado la equiparación elevando la edad de jubilación de las mujeres hasta la de los hombres. Pero, aun así, las mujeres siguen encontrando dificultades para acceder a los planes de pensiones porque, como se ha dicho, sus pautas de actividad laboral, que alternan periodos de trabajo retribuido con periodos de trabajo en el hogar no retribuido, no se ajustan a esa participación larga y continuada en el trabajo retribuido que se toma como base para regular los derechos de los trabajadores a los citados planes de pensiones.

Por regla general, en efecto, tanto en los planes nacionales promovidos por el estado o los empleadores, como en los que mantienen los empleadores en sus empresas, se requiere un periodo mínimo de afiliación para poder gozar de derechos. Esto sitúa en desventaja a las mujeres, al igual que a la hora de tomar el salario de referencia sobre el que se basan las prestaciones. Por ejemplo, si una mujer concluye su carrera profesional como trabajadora a tiempo parcial y su salario en este último trabajo es el que se utiliza como referencia para el cálculo de su pensión, verá drásticamente reducidas las prestaciones que le corresponden.

En algunos países existen normas que compensan a las mujeres por las dificultades con que tropiezan para acceder a unas provisiones de pensión adecuadas. Algunas de esas normas se fijan en el sexo, en el estado marital o en una combinación de los dos. Las disposiciones de este tipo abarcan diferentes edades de jubilación, prestaciones para el cónyuge sobreviviente, subsidios por dependencia y transmisión de derechos. Otras normas incluyen prestaciones especiales para quienes tienen personas a su cargo.

La ventaja de todas estas disposiciones dentro de un sistema de pensiones es que capacitan a las mujeres (y a los hombres) que carecen de un historial de trabajo a tiempo completo y bien remunerado para poder contar con unos ingresos adecuados en concepto de pensión de jubilación. Sin embargo, la compensación por los años dedicados a prestar cuidados a otros no protege la posición cara a obtener una pensión de los trabajadores (mujeres y hombres) empleados a tiempo parcial, con discontinuidades laborales, con remuneraciones bajas. La expansión de las formas flexibles de empleo hace prever que en los años futuros el número de estos trabajadores crecerá en lugar de disminuir, con lo que aumentará asimismo el número de personas con derechos inciertos o inadecuados a recibir una pensión.

 

¿Qué se puede hacer?

Por un lado parece sensato, como respuesta racional al problema del envejecimiento, invertir la tendencia actual hacia la jubilación anticipada. Pero, por otra parte, restringir el acceso a la jubilación anticipada y seguir manteniendo las actuales políticas de despidos en la estela de la mundialización, formación de grandes consorcios, adquisiciones de empresas y reestructuraciones, pudiera simplemente llevanos a un mayor desempleo al final de toda una vida de trabajo.

 

Políticas recomendadas

Las empresa deberían garantizar una formación adecuada para sus trabajadores de mayor edad, ajustada a sus particulares necesidades
El trabajo con horario flexible y el trabajo compartido pueden resolver también las necesidades de productividad y de oferta de un trabajo decente
Habría que convencer a los empleadores de que les interesa mantener en sus puestos a los trabajadores mayores
Los gobiernos deberían proporcionar incentivos a las empresas que retengan a sus trabajadores de mayor edad y les den formación
Habría que elaborar planes cuidadosamente estudiados para sistemas de jubilación progresiva, que permitan a los trabajadores trabajar a tiempo parcial en los últimos años de su vida laboral, sin perder por ello sus derechos plenos a una pensión
A los trabajadores a tiempo parcial que hayan pasado por condiciones de trabajo difíciles, así como a los que han contribuido durante largos periodos, no se les debería negar la posibilidad de jubilarse anticipadamente

La presente comunicación se centra en los principales resultados obtenidos en nuestra reciente investigación La transición a la jubilación en el proceso de envejecimiento de las mujeres (1996). El objetivo general fue el análisis del tránsito de las personas mayores, en especial de las mujeres mayores, a la jubilación y las consecuencias que conlleva esta situación. Se puso especial énfasis en el significado y actitudes hacia el envejecimiento y la jubilación, y sobre los distintos factores que contribuyen a explicar el impacto diferencial de estos procesos: género, trayectoria laboral, nivel de ingresos, situación de salud/enfermedad, relaciones sociales, actividades, uso del tiempo y otras dimensiones. Se subraya la doble cara del envejecimiento: por una parte, las personas mayores como perceptoras pasivas de servicios; y por otro lado, los mayores como población con un potencial elevado de colaboración y participación en la comunidad.

METODO

En esta investigación se aplicaron diferentes técnicas de investigación, tanto de carácter cuantitativo como cualitativo. En relación al método cuantitativo, la principal técnica utilizada fue el análisis de datos secundarios procedentes de diferentes encuestas realizadas en nuestro país en los últimos años como es la encuesta sobre Tercera Edad (CIS, 1993. Muestra: 2500 personas mayores de 65 años) y la encuesta Los mayores (CIRES, 1995. Muestra 1800 personas mayores de 18 años).

La fase cualitativa del estudio se llevó a cabo mediante la realización de seis grupos de discusión (18 mujeres y 15 hombres participantes) y diecinueve entrevistas en profundidad (12 mujeres y 7 hombres). Los criterios empleados para el diseño y selección de la fase cualitativa fueron: sexo, edad (de 55 a 75 años), situación laboral actual (también se seleccionaron pre-jubilados/as para contrastar discursos pre y post-jubilación), estatus socio-económico (nivel de estudios y cuantía de ingresos; medio-alto o medio-bajo), situación de pareja (con o sin pareja) y hábitat (Madrid-ciudad y otras zonas urbanas de Madrid). La muestra total utilizada en la fase cualitativa del estudio fue de 52 personas. Recordemos que no se buscaba la representatividad estadística, sino que se trataba de abarcar la gama más diversa de discursos de la gente mayor respecto a la jubilación y al proceso de envejecimiento.

RESULTADOS

La conclusión más genérica a la que hemos llegado en nuestro estudio es que la experiencia de la jubilación y de esta etapa de la vida depende de la interrelación de los distintos factores y aspectos que aquí vamos a resumir. En el caso de los pre-jubilados/as, obviamente, sus análisis fueron tratados con perspectiva de futuro (que aquí no desarrollaremos) pues aún no han vivenciado el paso a la jubilación. De manera concreta y concisa se recapitularán las conclusiones más relevantes.

1. Trayectoria vital y laboral de los mayores.

De forma general, la coyuntura socio-económica de la Postguerra (crisis, emigración, etc.) afecta indiscutiblemente sobre el modo de vida de los/as mayores. La trayectoria laboral pasada, aspecto en el que nos hemos centrado en relación a su pasado, es un indicativo claro de la vivencia positiva o negativa de la jubilación actual.

La heterogeneidad de nuestros/as mayores se explica, en parte, por la complejidad de los itinerarios laborales que las personas mayores han recorrido. El pasado laboral de los hombres ha seguido una linealidad y uniformidad, aunque, distinguiendo por estatus socio-económico unos han disfrutado de mejores condiciones de trabajo que otros. Todo ello convierte, luego, siguiendo la Teoría de la Continuidad de Atchley (1976), la experiencia de la jubilación en una vivencia con tintes positivos o negativos según la vida activa, la ocupación y el estatus anteriores.

Otro factor que influye es el lugar que ocupa el trabajo, pues cuanto más central ha sido el aspecto laboral, y menos se hayan desarrollado otro tipo de actividades, el/la jubilado/a puede sentirse más desadaptado. En los/as jubilados/as de nivel medio bajo encontramos menos posibilidades de adaptarse a la nueva situación de jubilado/a, aunque la satisfacción/insatisfacción en esta etapa estará influida por otros factores como veremos inmediatamente.

Si las condiciones de trabajo han sido desfavorables y el valor hacia el trabajo fue más instrumental, y fundado en recompensas extrínsecas al trabajo, aunque haya sido un valor central, la jubilación es más deseada. En cambio si el trabajo ha sido central pero además se ha acompañado de valores más expresivos e intrínsecos (más característico del nivel medio-alto) el retiro puede ser temido y no deseado. Por tanto, la actitud ante la jubilación dependerá de la actitud que se tuviera anteriormente hacia el trabajo/empleo.

A los análisis que nos ofrece el estatus socio-económico, se suman las diferencias intergénero que aún son más acusadas. El análisis de la jubilación y envejecimiento femeninos resulta más complicado porque su pasado también ha sido más diversificado. Ante un intento de establecer una categorización de perfiles de mujeres mayores según la jubilación y el envejecimiento observamos la complejidad del asunto (veáse apartado de "discusión/a modo de reflexión").

Hemos percibido que las amas de casa cuyo rol central ha sido desempeñar las tareas consideradas típicamente femeninas (tareas domésticas, crianza de los/as hijos/as, otros cuidados) tienen la sensación de que no se jubilan nunca, pues nunca abandonarán el papel que siempre les ha conferido identidad personal y social. Además, soportan las jubilaciones de sus parejas con las consecuencias que ello conlleva. Se encuentran diferencias según el estatus socio-económico de las amas de casa. Las de nivel medio-bajo y bajo son las que muestran una peor experiencia de la vejez, y más aún si a su estatus se añade la condición de "sin pareja", con bajos ingresos, estado de salud deteriorado, pocas relaciones sociales, etc. Este perfil de mujeres es uno de los más negativos que hemos observado en nuestro estudio. Este colectivo de mujeres debería ser considerado en futuras medidas y propuestas sociales, no desde un punto de vista caritativo, compasivo y paternalista, sino desde el punto de vista de la justicia social.

Pero tampoco las mujeres trabajadoras de estatus medio-bajo presentan una situación muy halagüeña: su pasado fue terrible intentando compaginar varios roles (remunerados y no remunerados), que además nunca han sido considerados ni prestigiados socialmente. Su papel de trabajadora ante el hombre siempre fue secundario, complementario y trabajó por necesidades instrumentales y recompensas extrínsecas al trabajo. Ello repercute, con el tiempo, en una ligera satisfacción al jubilarse porque se descargan de los múltiples roles, pero también pierden esos ingresos que le aportaban un mayor bienestar. La vivencia de la nueva etapa en estas mujeres también resulta ser muy problemática desde el punto de vista económico, familiar y psico-social.

En cambio, en el otro polo nos encontramos con las mujeres mayores que han trabajado de manera continua, y cuyo valor del trabajo ha sido más expresivo (se concentran casi todas en el nivel medio-alto). Ellas no sienten tanta satisfacción ante el tránsito a la etapa postlaboral pues con ello abandonan a sus compañeros/as de trabajo, un empleo que las autorrealizaba, y experimentan la "vuelta al hogar a tiempo completo" de manera estrepitosa. Sin embargo, otras se sienten satisfechas al estar liberadas de esa sobrecarga y estrés (empleo + tareas del hogar + cuidados) de la etapa laboral .

2. La edad de jubilación.

El momento de jubilarse y los motivos por los que se llega a la misma hemos comprobado que son fundamentales para entender la experiencia de la jubilación. Las personas que se jubilan de forma obligatoria (la mayoría) tienen más posibilidad de no adaptarse adecuadamente a esta etapa. Los/as que se jubilan a una edad demasiado temprana (jubilación anticipada) también tienen mayor riesgo de aceptar de forma negativa el retiro laboral. De nuevo, encontramos diferencias por estatus socio-económico, pues los/as de nivel medio-alto han tenido más posibilidad de prever su momento de la jubilación y por ello este factor no les incidirá de forma negativa como les ocurre los/as de estatus medio-bajo que en muchos casos se han jubilado (mejor dicho "les" han jubilado) de manera obligatoria y repentina.

La asociación entre jubilación y vejez, que ya había comenzado a complejizarse con el aumento de la esperanza de vida, tiende a desaparecer a medida que aumenta el porcentaje de personas jubiladas a los 55 años. Tanto desde un punto de vista económico como desde un punto de vista psicosocial, muchas de las jubilaciones anticipadas tienen las mismas características que las situaciones de desempleo. En nuestra investigación, hemos observado que aquellas personas que muestran una actitud más negativa ante la jubilación son, precisamente, las que han sido jubiladas de forma anticipada a una edad a la que todavía se sienten capacitadas y "obligadas" a trabajar.

Aunque el paso del trabajo a la jubilación es abrupto, recordemos que este tránsito pasa por varias etapas cada una con sus correspondientes peculiaridades.

3. El nivel de ingresos.

El aspecto económico, que junto con el nivel educativo configura el estatus socio-económico, constituye un factor crucial en la vivencia de la jubilación y de la vejez. Las personas que tienen un elevado nivel de ingresos, de forma general, podrán vivir de forma más cómoda el tránsito a la jubilación. Sin embargo, un bajo nivel de ingresos hará la jubilación, y posteriormente el envejecimiento, más dificultosos. Recordemos la situación más desfavorable de las mujeres que están solas, que no han trabajado, dependientes de la pensión del marido, y cuyo estado de salud es desfavorable.

De todos modos, no siempre el nivel de ingresos por sí mismo garantiza una mejor vivencia de la jubilación. Influyen otros aspectos como el nivel de apoyo social y la capacidad de ocio, por ejemplo.

El discurso de nuestros mayores, además de mostrarnos las situaciones más deplorables en la clase media-baja, transmiten unas opiniones basadas en la resignación, conformidad, ahorro. En muchas ocasiones, a pesar de la "feminización de la pobreza" (concentrada en las mujeres mayores), y la "pobreza envejecida" (por ser más acusada la pobreza en este segmento de población) estas personas se sienten satisfechos/as, o mejor dicho, conformados/as y resignados/as.

4. La situación de salud/enfermedad.

El nivel de salud percibida y real influyen sobre la forma en que se vive la jubilación y el envejecimiento. En nuestro estudio, el nivel de salud favorable observado en casi todos/as nuestros/as mayores (sin distinción por estatus y por género) hace que este factor sea más una preocupación de futuro que un problema del presente.

De todas maneras, las mujeres manifiestan tener peor estado de salud, aunque en este caso se limita a los primeros achaques y dolencias característicos del proceso de envejemiento inevitable. En muchos/as mayores, sobre todo hombres, se observa un empeoramiento o mejoría en el estado de salud en el tránsito a la jubilación pero esto no lo hemos percibido de forma clara en nuestro estudio.

5. Relaciones sociales.

Este factor es decisivo en la forma de vivir la etapa postlaboral. Los/as mayores que disponen de un mejor y mayor apoyo social y familiar en esta etapa se muestran más adaptados/as.

Las personas de estatus socio-económico medio-alto parece que se relacionan más con su familia y compañeros de trabajo y amistades. Los/as mayores de estatus medio-bajo amplian más sus relaciones hacia otros grupos (sobre todo hacia los Hogares de mayores) además de mantener (o aumentar en el caso de los hombres) las relaciones familiares.

También encontramos diferencias intergénero, pues, las mujeres se centran más en las relaciones familiares (sobre todo con las hijas), de amistad y vecindario; los hombres aumentan sus relaciones familiares y cambian las relaciones con sus iguales, al no seguir el contacto con los/as compañeros/as de trabajo.

Las relaciones de pareja sufren cambios, sean positivos o negativos, al igual que ocurre con las relaciones filiales que suelen experimentar un cambio positivo. La mayoría experimentan el rol de abuelo/a de forma positiva y entrañable. Las relaciones con otros familiares (hermanos/as, familia de la pareja, sobrinos/as, etc.) son menos frecuentes y se manifiestan en un segundo plano.

6. Actividades y uso del tiempo.

Como hemos analizado a lo largo del informe, la capacidad de permanecer activo/a es una de las condiciones del éxito en la jubilación, tal como apuntaban Havighurst, Neugarten y Tobin (1968) en su "teoría de la Actividad". Por tanto, pensamos que "la teoría de la Desvinculación" defendida por Cumming y Henry (1961) se cumplirá quizás para los/as mayores de más edad y con determinadas condiciones de dependencia física y social, pero este no es el caso de los mayores de nuestro estudio.

Respecto al ámbito doméstico, aunque los hombres aumentan sus actividades en este espacio, casi siempre en tareas tradicionalmente masculinas, son las mujeres las que siguen siendo responsables de todas estas tareas. Se perpetúan las diferencias intergénero en cuanto al "no reparto" del trabajo doméstico. Todas se quejan de esta postura sexista en el ámbito familiar, de la separación de roles y de la sobrecarga de tareas. No existe igualdad en este espacio a pesar de que la incorporación de la mujer al trabajo remunerado (también en mujeres adultas) está siendo imparable.

También encontramos diferencias intragénero. Las mujeres de estatus más alto disponen, muchas veces, de asistenta; en cambio, las mujeres de nivel medio-bajo siguen desempeñando todas las tareas del hogar y cuidados. En general, ayudan a sus hijos/as (sobre todo a las hijas) en el trabajo doméstico y en otras tareas típicamente femeninas (cuidado nietos/as, etc).

También percibimos diferencias intergénero en la realización de actividades de ocio. Las mujeres se centran en actividades relacionadas con el hogar y más "feminizadas" (costura, jardinería, etc), y los hombres en otro tipo de hobbies (deporte, leer, etc.), aunque hay muchos hobbies que son practicados de forma equiparable por ambos sexos (televisión, pasear, leer, viajar, bailar, juegos de mesa, etc.). En general es un tipo de ocio pasivo y poco partipativo a nivel social.

Las diferencias por estatus socio-económico también son bastante claras: los de mayor estatus viajan más y asisten en mayor medida a espectáculos. Los de nivel medio-bajo también viajan, gracias a los programas del INSERSO y asisten al Hogar del Jubilado, p.e.

7. Actitudes hacia la jubilación.

La forma de percibir el paso a la etapa postlaboral también es decisiva. A la hora de analizar las actitudes hacia la jubilación, se han observado diferencias importantes asociadas al género. En el caso de los hombres, se puede decir que las actitudes observadas se ajustan a las tipologías elaboradas por otros autores: "madurez", "pasividad" o "actividad". Sin embargo, en el caso de las mujeres éstas tipologías resultan claramente insuficientes, ya que están elaboradas partiendo del modelo masculino de trabajo, en el que sólo se considera el trabajo para el mercado laboral (veáse "Discusión. A modo de reflexión final"). Las mujeres siguen conservando el rol de amas de casa y este hecho debe ser tenido en cuenta a la hora de describir sus actitudes ante la jubilación. Por ejemplo, para las mujeres podemos hablar de varios "tipos de jubilación": jubilación laboral, familiar, psicológica, social, entre otras. Hay mujeres que sufren casi todos los tipos de jubilación, en cambio otras solo sentirán el retiro en algunas facetas de la vida.

8. Estado de ánimo.

Si alguna conclusión podemos extraer de la presente investigación es que la jubilación no es una experiencia homogénea, ni desde el punto de vista de las condiciones objetivas a las que deben adaptarse las personas, ni desde el punto de mira de su forma de percibirla. Aunque el estado de ánimo durante la etapa de la jubilación depende de una multiplicidad de factores individuales, que hacen que la experiencia de cada persona sea única, se puede decir, partiendo de los discursos de nuestro estudio, que hay una serie de factores que inciden en ella de forma general.

Resumiendo todos los factores anteriormente comentados se puede afirmar que los ingresos económicos, el nivel de salud, las relaciones sociales o la forma en que se llena el tiempo, en sentido positivo o negativo, están afectando sobre el estado de ánimo y el bienestar psicológico en esta etapa de la vida. Es una idea generalizada entre las personas que han participado en esta investigación la de que los hombres se enfrentan peor a la jubilación que las mujeres. El rol de ama de casa sirve a éstas de "colchón" que amortigua los efectos de la jubilación en el bienestar psicológico. No obstante, esto no implica que se enfrenten mejor al envejecimiento. Como una de las participantes en este estudio señalaba "las tareas del hogar te quitan el aburrimiento pero no la depresión".

A la hora de hablar del bienestar psicológico, hay que mencionar obligatoriamente que las mujeres, de manera general, muestran un estado de ánimo más negativo. Pero son las mujeres de menores ingresos las que muestran un mayor nivel de deterioro emocional. Por tanto, no debemos olvidar que si bien el género es un factor de desigualdad, el nivel socioeconómico hace que ésta se acentúe.

DISCUSION. A MODO DE REFLEXION FINAL

A modo de comentarios finales podemos decir que atrás quedaron los años en los que las personas mayores eran consideradas de forma homogénea -cuando ya su cuerpo no les permitía trabajar- como seres dependientes, pasivos y desenganchados de la sociedad. La heterogeneidad que hoy muestran las personas mayores en sus vivencias de la jubilación y la vejez, experiencias distintas pero relacionadas, resulta patente.

Siguen manteniéndose las representaciones e imágenes negativas que los medios de comunicación y la sociedad en general transmiten. Sin embargo, muchos de los mitos y estereotipos vigentes hasta hoy, vemos que se están diluyendo. Parece que va quedando claro que no todos los mayores son iguales; los mayores tampoco están aislados, despreocupados e indiferentes ante la sociedad; no son todos pasivos; el mito de la "improductividad" de los mayores se empieza a resquebrajar; el mito de la "inflexibilidad" y conservadurismo se pone en tela de juicio, etc. (Agulló y Garrido, 1997c; veáse Edwardh (1992) para los mitos y estereotipos del envejecimiento en Iberoamérica y otras referencias).

Como hemos visto en nuestro estudio, la mejora de las condiciones de salud y el aumento de la esperanza de vida han hecho que la vejez deje de ser una experiencia individual para convertirse en el criterio definitorio de un grupo social que cada vez representa a un mayor porcentaje de la población. El hecho de que cada vez sean más las personas que cumplen los 65 años con un nivel de salud aceptable y con muchos años de vida por delante, ha hecho que la asociación entre jubilación y vejez, tan indisoluble en un pasado no muy lejano, comience a difuminarse. De hecho, la jubilación es un fenómeno relativamente nuevo desde un punto de vista histórico. Hasta hace poco tiempo, las personas seguían trabajando hasta que su salud se lo permitía. Las personas que han participado en esta investigación han recordado que sus mayores "morían en el tajo". La situación ha cambiado radicalmente en la actualidad. Esto ha hecho crecer el interés por la forma en que las personas mayores se enfrentan, tanto a la jubilación como al envejecimiento. Nuestro estudio sigue abierto y enmarcado en la línea de investigación encaminada a obtener un mayor conocimiento de los mayores como actores, agentes participativos, tal como apuntan los enfoques más recientes (veáse "Referencias Bibliográficas").

Recordar aquí que el ciclo laboral hasta nuestros días trancurría de forma lineal en torno al trabajo. La primera etapa de la vida se dedicaba casi plenamente a la formación; la segunda a la actividad, y la tercera al descanso. En cambio, las fronteras y funciones de cada etapa del ciclo empiezan a estar más difusas. La fusión de roles en una misma etapa, debido al desarrollo de la "sociedad de ocio y formación" para los que las personas mayores no están preparadas (pero tampoco lo estamos los más jóvenes), está conviviendo con la "sociedad del trabajo" que sigue predominando hasta hoy. Las transformaciones que estamos percibiendo, pues, tienden hacia la necesidad de (re)construir esta nueva etapa de la vejez, de tal forma que sea percibida como una etapa integrada en las demás, con sus propias definiciones y sus propios roles y no como mera pérdida de las definiciones y roles que proporciona el trabajo remunerado. Al fin y al cabo, si tenemos en cuenta que el ingreso en el mercado de trabajo es cada vez más tardío y la salida más temprana y si, además, añadimos que un gran porcentaje de la población, como son las amas de casa no trabajan en el mercado laboral, no tiene sentido seguir pivotando en torno al mismo.

En fin, las nuevas situaciones se resisten a ser definidas con los viejos conceptos. El término jubilación es un término propuesto desde la perspectiva del mercado laboral. Pero, como se comentó en nuestro informe, si miramos la situación desde la perspectiva del trabajo que se realiza en los hogares, cuya dimensión económica es evidente, jubilación no significa retiro de la actividad económica (inactividad) sino llegada o continuación de otros tipos de actividades.

Se ha demostrado que no se puede tratar el tránsito a la jubilación sólo desde la perspectiva de la pérdida roles, la cual presupone que estamos limitando el análisis al valor central de trabajo partiendo del arquetipo tradicionalmente masculino de jubilación. Para analizar la situación más compleja de las mujeres debemos basarnos en otro modelo, reconstruir otra base que considere el trabajado remumerado (en el que cada vez hay más mujeres) pero también que permita indagar sobre las transiciones de las trabajadoras esporádicas, las amas de casa, etc. Esta mayor heterogeneidad en el sexo femenino exige una revisión conceptual y teórica. Con todo ello es necesario revalorizar las aportaciones de las mujeres, que constituyen la auténtica vejez de nuestro país, no sólo desde la cantidad sino de la calidad humana, pues su papel invisible de apoyo es indiscutible y debe ser desenmascarado. Con ello se podrá lograr que la mayor longevidad de estas mujeres no se convierta, paradójicamente, en un "handicap" en sus vidas.

En el caso de los hombres, se puede decir que las actitudes observadas se ajustan a las tipologías elaboradas por algunos autores: "autoagresivos", "coléricos", "maduros", "pasivos" o "activos" (Reichard, Livson y Peterson, 1962; Moragas, 1991; ENDESA, 1989; Mishara y Riedel, 1986). Sin embargo, en el caso de las mujeres esta tipología de actitudes resulta claramente insuficiente, ya que están elaboradas partiendo del modelo masculino de trabajo, en el que sólo se considera el trabajo remunerado y oficial. Las mujeres siguen conservando el rol de amas de casa y este hecho debe ser tenido en cuenta a la hora de describir sus posturas ante la jubilación.

El perfil más frecuentemente observado entre los hombres jubilados, tanto si pertenecen a un estatus socioeconómico medio-alto o medio-bajo, es el que viene definido por la adopción de una actitud pasiva. La jubilación no se vive como una etapa en la que hay que buscar actividades encaminadas al desarrollo personal, sino más bien como una etapa en la que la persona se dedica a actividades de tipo pasivo. La incidencia de este tipo de actitudes en el estado de ánimo es heterogénea. Mientras que para algunos hombres la disminución de las actividades supone un problema psicológico importante, para otros es equiparable a un merecido descanso después de toda una vida de dedicación al trabajo.

Las tipologías tradicionalmente utilizadas por los geróntologos sociales resultan claramente insuficientes para describir las diferentes respuestas de las mujeres ante la jubilación. No se ha observado, ni en este estudio ni en otros consultados, las actitudes "coléricas, autoagresivas o pasivas" entre las mujeres; pero si tienen que enfrentarse a otro tipo de marginación y "retiro" que no la eximen de un determinado malestar psico-social. Pensemos que las divergencias intergénero son debidas a diversos factores: mayor discontinuidad y precariedad en las trayectorias laborales femeninas (peores condiciones de trabajo, salarios menores, por ejemplo), sobrecarga de roles en las mujeres mayores (papel de ama de casa, de empleada, de cuidadora familiar, principalmente), menor estatus socio-económico (pensiones inferiores, menor nivel de estudios), etc. Estos hechos diferenciales reclaman, pues, nuevos modelos de análisis que no se centren exclusivamente en el punto de vista masculino (Arber y Ginn, 1991; Brown y Laskin, 1993; Bernard y Meade, 1993; Freixas, 1993) y en la consideración del trabajo desde la perspectiva del mercado laboral. La mujer que no ha trabajado puede estar viviendo lo que hemos denominado en otras ocasiones (Agulló y Garrido, 1997a) varios tipos de "jubilación o envejecimiento": jubilación corporal-fisiológica, jubilación filial (nido vacío), jubilación de la pareja, ama de casa mayor, jubilación laboral, jubilada estresada-sobrecargada, jubilada madura, jubilación psicológica, jubilación social, ultima etapa.

Otra área que que no puede dejar de preocuparse y ofrecer nuevas propuestas para una mejor calidad de vida en las personas mayores son los servicios sociales y la psicología comunitaria. Resaltemos que la interacción psico-social entre las personas mayores y la sociedad tiene que ser más cercana. El envejecimiento tiene dos caras: la gente mayor como perceptora pasiva y dependiente; y por otra parte, el envejecer de forma más activa y participativa (enfoques más recientes que nosotras defendemos). Recordemos, de forma general, las aportaciones de nuestras sociedades a la gente mayor: aportaciones desde el entorno familiar (Funciones instrumentales y materiales: vivienda, vigilancia, seguridad. Funciones domésticas: tareas del hogar, alimentación. Funciones asistenciales: cuidados personales, higiene, atención primaria. Funciones psico-sociales: apoyo emocional, compañía, afecto y diálogo, relaciones intergeneracionales e intrageneracionales, posibilidad de ocio activo, etc.), prestaciones desde los organismos públicos (prestaciones económicas o pensiones, asistencia sanitaria, servicios sociales -relacionados con la vivienda, actividades de ocio, formación, asociacionismo, etc.-) y contribuciones desde otros tipo de instituciones (ONG´s, Fundaciones, Empresas, universidades, que ofrecen una amplia gama de servicios sociales) . Desde nuestro punto de vista, esta parte del envejecimiento debera ser cada vez más perfeccionada y atender a las distintas situaciones y necesidades de los mayores.

Pero no podemos englobar a toda la gente mayor en el mismo "bloque" pues también pueden ser colaboradoras de todos esos servicios sociales. Sus aportaciones pueden ser y vienen siendo: aportaciones al entorno familiar (Funciones materiales: apoyo a los hijos. Asistencia: cuidado de nietos/as, mayores o enfermos, necesidades urgentes. Funciones domésticas: compra, limpieza hogar, alimentación, gestiones. Funciones socio-educativas: educación nietos/as, fomento relaciones intergeneracionles, etc.), contribuciones al ámbito social (en asociaciones, voluntariado y otros organismos: asesoramiento, conservar memoria colectiva y tradiciones populares, colaborar en problemas de toda índole, mayor participación social, etc.). Esta segunda línea, en la que se sitúan las políticas y acciones más novedosas de los países más avanzados (Hanley y Hodge, 1984; Harper, 1991; NN.UU., 1992; INSERSO, 1995) es en la que deberíamos situarnos para conseguir el fin último del consenso intergeneracional. Pero eso sí, sin olvidar la faz de dependencia y más necesitada de asistencia social. Los mayores no sólo son perceptores sino que pueden ser, cada día más, activos y decididos aportadores de servicios a la comunidad.

Con esta participación de los mayores y de cada uno de los agentes sociales (familia, centros educativos, mass media, organismos públicos o privados) podrán frenarse los incipientes brotes de discriminación por la edad o "edadismo" (traducción literal del término anglosajón "ageism") para que el factor edad y la fecha de nacimiento no se conviertan en una herramienta de marginación y discriminación.

Una de las claves del éxito en la jubilación y la vejez hemos concluido que era el "estar activo", que no tiene que implicar estar sobreexplotado/a como en la edad adulta ni asistido como al final de la vejez. Resultaría absurdo echar por la borda la experiencia y bagaje vital que nuestros/as mayores tienen. Sin embargo, queremos señalar que los mayores no deben constituir intrusismo en las empresas, ni competencia desleal, ni "mano de obra barata" mediante el voluntariado, etc. Pero, entonces, ¿hasta qué punto merece la pena que los/s mayores permanezcan activos cuando las generaciones más jóvenes están sufriendo el desempleo? Por ello, hay que buscar -considerando sus demandas- un papel social a los/as mayores que no choque con la juventud, que no plantee conflictos intergeneracionales, sino que ese papel, aporte al mayor y a la sociedad un mayor bienestar psico-social y, por ende, una mayor calidad de vida.

Entonces, si empezábamos nuestro estudio con varios interrogantes, ahora cabe preguntarnos otro más genérico, tampoco fácil de responder, y que habrá que ir desentrañando cara al nuevo milenio. Y sobre todo ello mucho tienen que decir y aportar las ciencias sociales. En definitiva, todas las transformaciones que estamos viviendo con el fenómeno del envejecimiento y la jubilación están desembocando en grandes repercusiones sobre la familia, las relaciones intergeneracionales, el mercado de trabajo, el nivel económico de nuestro país, la calidad de vida de todos, etc. Con todas estas transformaciones ¿se está construyendo una sociedad mejor o una sociedad más problemática que antaño? Ello dependerá de las actitudes, valores y conductas que cada uno de nosotros/as adoptemos ante estos fenómenos "nuevos" en los que todos/as estamos implicados/as y por tanto debemos ser partícipes.

 

http://www.cinterfor.org.uy/public/spanish/region/ampro/cinterfor/temas/gender/doc/cinter/pacto/cue_gen/jubil.htm

http://copsa.cop.es/congresoiberoa/base/social/soct86.htm