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Efectos
Psico Sociales del Desempleo
(Preparado
por: Joel Suárez)
PSICOPATOLOGÍA
DEL DESEMPLEO EL
tema del desempleo se está convirtiendo en algo tan usual que corre el riesgo
de dejar de ser noticia y objeto de atención de los profesionales
de la
información como consecuencia
de un
sentimiento más o menos generalizado de que se trata de un fenómeno
económico-social con el que estamos condenados a convivir. A este riesgo de
insensibilización se añade el hecho de que su tratamiento y su interés
parecen vincularse de un modo casi exclusivo con cuestiones de tipo económico:
se habla de millones de desempleados, de miles de millones en subsidios de
desempleo y podríamos hablar también de billones en pérdidas derivadas de la
no producción de estas personas. La
manera habitual de considerar
cuestiones de trabajo y no-trabajo, producción
y no-producción en nuestra cultura occidental.
Parece como
si partiéramos erróneamente
del hecho incuestionable e indiscutible de que el costo de un trabajador en
desempleo se redujera a la suma de las cantidades que percibe por el subsidio de
desempleo, más lo que deja de producir, más la aportación que no hace al
erario público. Ciertamente éste es un tratamiento necesario del tema, pero
pretender reducirla a sólo esto es, además de políticamente miope y
humanamente injusto, incorrecto económicamente tal como se podrá deducir
posteriormente. Comprender
el fenómeno
del desempleo laboral en sus dimensiones humana, social y económica
requiere un análisis profundo de lo que significa <<estar en
desempleo>> en nuestra sociedad actual,
significado que sólo se nos revela, por otra parte, si analizamos lo que
signifca <<tener trabajo>> . <<Estar en desempleo>> y
<tener trabajo>> son dos experiencias de una misma realidad
sociocultural con efectos divergentes,
cuando no opuestos, sobre el
bienestar de la persona y, aunque dejen de ser noticia para los medios de
comunicación social, deben focalizar cada vez más la atención de los
estudiosos del comportamiento humano, tal como ocurrió en los años 30, ya que
sus efectos no sólo pueden conducir a individuos y colectividades, sino también
a los propios sistemas culturales, a
situaciones insospechadas y de muy
probable signo negativo.
El trabajo se ha convertido en un medio esencial para la satisfacción de
muchas necesidades. Algunas solemos calificarlas
de básicas, pero existen otras que
pocas veces se toman en consideración y que algunos autores no dudan en
calificar también de básicas. Se trata de necesidades con un elevado
componente sociocultural que, debido precisamente a la inseparabilidad real y
profunda que se da entre lo biológico y lo socio-cultural, que tanto
caracteriza al ser humano adulto y socializado, se han vuelto tan básicas y tan
primarias como muy pocos se hubieran podido imaginar jamás. Me estoy refiriendo
a necesidades como la autoestima, la necesidad de respeto por parte de los
otros, la necesidad de actividad creadora, etcétera.
El trabajo es también una manifestación de la propia capacidad creadora
y una plataforma fundamental para el establecimiento de relaciones sociales.
Todo ello ha llevado a un importante cambio en la concepción del
significado del trabajo: de ser considerado como una maldición o, en el menos
malo de los casos, como un deber, ha pasado a ser tratado como un derecho que la
propia legalidad ha de proteger. Pero
hay algo que a mí me preocupa excepcionalmente:
cada vez es más frecuente identificar a las personas y establecer con
ellas una relación no en base a quiénes
son , sino en base a qué hacen. Es
decir, el trabajo que se desempeña ejerce una evidente función de
reconocimiento y de identificación social que, en último término, configurará
la propia identidad personal de cada cual. La ordenación y estructuración
laboral se caracterizan por una elaboradísima jerarquía de status, recompensas
y prestigio asociados
a las distintas posiciones y
que se transmiten a quienes las ocupan. Tal es así, que resulta correcto
afirmar que si la persona hace y caracteriza un conjunto de tareas que
denominamos “su trabajo”, éste,
también hace y caracteriza a la persona, pudiendo hablar en sentido
estricto de una verdadera “personalidad
laboral”. El
significado del desempleo. Todo
esto y mucho más significa el trabajo, pero ¿qué significa el desempleo?
<<Estar desempleado>> no es simplemente <<no trabajar>>.
Aparte del estado de déficit que experimenta la persona que lo sufre, como
consecuencia de la no satisfacción de las necesidades vinculadas con el
trabajo, nuestra sociedad ha previsto un status social para el que trabaja, pero
no así para el que está en desempleo . La
relevancia social de <<tener trabajo>> es tal que la consecución
del primer empleo puede considerarse como el <<equivalente capitalista al
rito de iniciación en las sociedades primitivas>> , lo que significaría
que el desempleado joven, que no ha encontrado el primer empleo, no formaría
parte de la sociedad adulta y que quien lo perdió retrocedería a aquella etapa
no deseada. Probablemente
nuestro sistema social no ha previsto la existencia de desempleados y,
consecuentemente, el desempleado no sabe cuál es su posicionamiento en la red
de relaciones sociales. Es un status nuevo, caracterizado por la indefinición
en el que el individuo que lo ocupa se encuentra cognitivamente desestructurado.
Pierde los criterios que subyacían a los patrones aprendidos de comportamiento
o, dicho en palabras comunes, se le desvanecen las
guías que regían sus acciones, los criterios con relación a los cuales
se estaba conduciendo. No se trata de que el individuo se los haya saltado de un
modo más o menos voluntario, porque en este caso se trataria de una sustitución
que, aunque socialmente no fuese aceptada, cumpliría una importante función a
nivel individual. No se trata tampoco de un descarrilamiento más o menos
accidental que permita una recuperación en poco tiempo.
Se trata, siguiendo con esta metáfora, de
un desvanecimiento
gradual, progresivo e incontenible de esas guías, al tiempo que el
individuo no puede detenerse. Se siente impelido a seguir sin guías, a
comportarse de un modo para el que ya no posee
criterios. En
todo este proceso va a jugar un importantísimo papel el proceso de atribución
causal, es decir, las razones por las que el individuo cree que se encuentra en
su situación actual; al comienzo las razones serán fundamentalmente externas y
fuera del control del individuo, pero, por un proceso que no conocemos con
precisión, esas causas se van internalizando hasta llegar un momento en que el
antiguo trabajador se considera a sí mismo, si no totalmente, sí muy
responsable de la situación
que sufre
actualmente. Como
consecuencia, la autoestima, el respeto por parte de los demás, la necesidad de
actividad y de actividad creadora, etc., no se satisfacen ni siquiera en sus
niveles mínimos para que el sentimiento de autoidentidad pueda preservarse.
Pero hay algo más todavía: por una parte, el trabajador que llega a la situación
de desempleo laboral sigue viviendo en un entorno social en el que el éxito y
el prestigio profesional se priman hasta lo inimaginable; por otra, el individuo
<<observa>> que
los demás lo perciben como
responsable, hasta
cierto punto, de la situación que padece. Estos dos factores constituyen
dos tensores extremos de una situación caracterizada por la debilidad, la
fragilidad, la desorientación. el desánimo, el temor, la indefensión ,y todo
ello configura una autoimagen negativa, una persona sin autoestima progresiva de
la autoidentidad. Trabajo,
desempleo y bienestar . A
partir de lo anterior no parece difícil concluir que es posible establecer una
relación entre trabajo, desempleo y bienestar. No pensando en el bienestar económico,
aunque tampoco se excluye. Se refiere fundamentalmente a un estado de bienestar
personal, de integración de la propia personalidad, a una valoración positiva
del propio individuo, a una autoidentidad definida. En una palabra, se refiero
al bienestar psicológico. La
escasa investigación realizada en la década de los 70 en comparación con la
de los años 30, también caracterizada por una fuerte recesión económica, fue
una consecuencia lógica de una asunción errónea relativa a que la no
existencia de deprivación alimentaria y asistencial,
como ocurrió en
los años 30, daría lugar, en todo caso, a mínimas repercusiones
sociales y psicológicas. Sólo a partir de finales de los 70 se despierta una
notable inquietud investigativa al comprobarse, mediante algunos estudios
exploratorios y tentativos, que existen efectos importantes, que Warr( 1983 y
1984) denominó globalmente <<reducción
del bienestar psicológico>>.
Esta
situación se refleja principalmente en la descripción del desempleado como una
persona vulnerable, solitaria y deprimida, cuyo nivel general de motivación
disminuye progresivamente con el paso del tiempo, así como la moral y la
autoestima. Bakke
( 1933) y Harrison ( 1976) describìeron el proceso secuencial que lleva al
desempleado a una menor autoestima y a una mayor depresión,
distinguiendo cuatro fases que van desde el <<shock>> inicial
pasando por el optimismo y el pesimismo, hasta el fatalismo. En esta última
fase la persona experimenta un sentimiento
de impotencia y falta de control
sobre los eventos, estado que se corresponderia con el de <<indefensión
aprendida>> de Seligman (1970), según el cual la experiencia del
desempleo se centraría no tanto en la falta de dinero cuanto en la de control
sobre los eventos que lo rodean. No
podemos olvidar
tampoco que estos
efectos probablemente están
mediatizados por variables de personalidad
(Gurney, 1981 ; 0'Brien y
Kabanoff, 1979) y por factores como la edad de la persona, la duración del
desempleo (War y Jackson, 1984), el hecho de que se haya tenido o no algún
empleo (Tiggemann y Winefeld,
1984), etcétera, pero las
investigaciones que contemplan estas variables mediadoras son todavía
muy escasas para poder obtener conclusiones definitivas. Directamente vinculada
con estas cuestiones está aquélla referida a la relación entre
trabajo-desempleo-salud. En los tiempos actuales ya no cabe dudar de las
influencias mutuas entre las distintas dimensiones o componentes de la persona:
el biólogo, el psicólogo y el social. Cualquiera de ellos
afecta y es afectado por los demás de modo que cabe esperar que una
alteración positiva o negativa de un componente
influirá sobre
los otros. Dado que en los
individuos en desempleo se produce toda una compleja gama de alteraciones psicológicas,
psico-sociales y sociales es de esperar que
origienen alteraciones
en el componente biológico.
Esto es así, como veremos en seguida, pero es suficiente que se produzca un
estado de malestar en alguno de los
tres componentes referidos
para que no podamos hablar de salud. Tengamos presente que la OMS define la
salud como <<estado de bienestar físico, psíquico y social>> y es
evidente que esto no se da en el sujeto desempleado. No queremos decir que el
mero hecho de trabajar sea por sí mismo generador de bienestar y salud. Todos
sabemos que muchas situaciones de trabajo son patógenas, pero ello no se debe
al trabajo mismo, sino a las condiciones en que se lleva a cabo. Comportamiento
y salud del desempleado. No
deja de resultar extraño que un fenómeno de tan amplias resonancias haya sido
tan poco investigado desde el punto de vista comportamental
y de
sanidad. Los pocos estudios
realizados muestran que tiene numerosos efectos negativos, pero no se ha
sistematizado la indagación sobre el progresivo deterioro a que están
expuestos quienes lo sufren de un modo directo y prólongado. Si la situación
de desempleo laboral (obligado, se entiende) es una situación patógena,
podemos preguntarnos cuáles son sus manifestaciones. Una investigación
realizada en España, en 1982 (<<Consulta Médica>>, 1982) nos
muestra que la situación de desempleo laboral parece incidir en muy diversos
factores que, en grado notable, constituyen un perfl patológico del desempleado
y en el que
están presentes, además de numerosas alteraciones
comportamentales, un
amplio espectro de trastornos psicosomáticos como cefaleas, alteraciones
del peso, palpitaciones, hiper e hipotensión, náuseas, vómitos, dolores
abdominales, inapetencia, impotencia sexual, frigidez y eyaculación precoz, etcétera.
En
cuanto a las alteraciones del comportamiento el cuadro no es menos
preocupante y
demuestra por sí mismo la necesidad urgente de
investigar profundarnente el
mundo del desempleo laboral . Otros
efectos del desempleo laboral.
Contrariamente
a lo que pudiera parecer, las consecuencias del desempleo no sólo afectan a
quienes lo sufren personalmente. El hombre, debido a su capacidad de participación,
puede sufrirlo como amenaza. Es así como el miedo al desempleo provoca una
serie de efectos (búsqueda y reserva de otro puesto de trabajo antes de tiempo,
una psicosis colectiva de desempleo, tolerancia de máximas injusticias en el
contexto laboral ante el temor a perder el puesto), aun cuando no se
sufra directamente. La importancia del miedo al desempleo es tal que
algunos autores han llegado a decir que el
presentimiento del mismo (épocas de reestructuración o
de reconversión industrial
como la actual) puede afectar tan o más negativamente que
la propia situación de desempleo real.
Cuando el individuo sufre la situación de desempleo existe una primera
fase en que el individuo está ocupado en la tramitación de asuntos burocráticos
para la percepción del subsicio, iridemnizaciones, etc., y .se dedica a buscar
un nuevo empleo. Es con posterioridad a esta fase cuando se pone en marcha todo
el proceso de patologización propiamente dicho (ansiedad, depresión,
agresividad, rigidez, reacciones inconscientes,
alteraciones psicosomáticas, alteración
de las relaciones familiares, pérdida
de la autoestima, sentimiento de culpabilidad por un proceso de autoatribución
de responsabilidad, pérdida de autoidentidad, alcoholismo, toxicomanías, apatía,
abandono e indiferencia o intentos de suicidio, etc.) que conduce a un deterioro
del individuo y que repercute negativamente en la potencialidad de los recursos
humanos destinados
al trabajo. Se deterioran las capacidades personales, las habilidades
sociales, la capacidad
profesional..., y esto también debe incluirse en el cómputo global del costo
real del desempleo. El
desempleado crónico termina por convertirse en un incapacitado permanente.
Dice González
Duro (1982) que <<el desempleado, desmovilizado, aislado, protegido
y controlado por el seguro de desempleo pierde, inevitablemente, conciencia de
clase, se despolitiza y queda convertido en un ser desplazado y marginado, que
ha de luchar en solitario, con pocos recursos y escasas esperanzas, por la
supervivencia propia y la de su familia. Vive obstinado en conseguir trabajo,
como sea, de lo que sea, en lo que sea. Busca y busca, pero no encuentra nada y
acaba por no buscar nada. Y así cae en la desesperación, en el desánimo, en
el aburrimiento, en la resignación>>. <<... Al vivir su situación
de forma personal y subjetiva se sentirá inseguro, fracasado, culpable y
hastiado. Sufrirá depresión, llegando, incluso, a suicidarse>>.
Termino haciendo una breve referencia a un tema que es preciso tomar muy
en consideración: los hijos de los desempleados. Hoy día podemos hablar con
propiedad de los <<hijos del desempleo>>. Los niños que pertenecen
a familias desempleadas recogen y reelaboran mensajes de crisis y conflictos
familiares fundamentalmente por medio de las actividades lúdicas en las que
proyectan los roles de los padres, de los hermanos, de los familiares y
conocidos. En muchos de estos juegos se refleja la división social del trabajo
familiar, pero la situación de desempleo crea unas actividades distintas en el
grupo familiar; criticando negativamente los sistemas de valores sociales, políticos,
económicos y religiosos vigentes en su entorno. Esto, a su vez, constituye una
nueva cultura que ya algunos bautizaron como
la <<cultura del desempleo>> y cuyos efectos se están
empezando a notar en una tremenda disminución de la motivación de logro que
repercutirá también en el rendimiento laboral. Este
ambiente familiar es propicio y hasta generador de una serie de patologías
infantiles de un costo humano,
social y
también económico verdaderamente enormes.
En conclusión, pues, es incorrecto cifrar los costos del desempleo
laboral en lo que parecen ser los costos más directos. Existe toda una variada
gama de efectos que es preciso tomar en consideración. Son muy difíciles de
evaluar, ya que sus repercusiones son indirectas y a medio y largo plazo, pero
lo que no podemos hacer es ignorarlos y querer creer que no existen. Muy
probablemente tienen razón Westley ( 1979) y Jahoda ( 1982) cuando sugieren que
un empleo es mejor que el desempleo,
tanto psicológica como rentísticamente.
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