14.- La Vda. de Grau recibe espada de Europa
A fines de 1880, cuando
todo el sur del Perú a partir de Moquegua y Tacna estaban en
poder de los chilenos y éstos se aprestaban a dar su golpe
contra Lima, Doña Dolores Cabero Vda. de Grau recibió una
artística y costosa espada adquirida por colecta de damas
peruanas radicadas en Europa.
La comunicación con la
cual se enviaba la espada, fue la siguiente:
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Empuñadura de oro y de piedras preciosas de la
espada que damas peruanas en Europa regalaron a la
viuda de Grau |
París, Agosto 10 de 1880.
A la Señora Viuda de
Grau.- Lima.
Señora.
Las peruanas residentes
en Europa, para quienes la ausencia y la distancia no han
servido sino para acrecentar, si cabe, el dolor que les
causan las desgracias de su Patria, habían organizado una
suscripción con el objeto de ofrecer a vuestro digno esposo,
un testimonio de su profunda y sincera admiración por las
glorias nacionales debidas a su pericia, bizarría y
heroísmo, émulo de Nelson, Churruca y de Gravina.
Desgraciadamente, la
muerte que nada respeta y que a veces se complace en
arrebatar a la Patria en peligro, el apoyo de sus mejores,
más leales y valerosos hijos, vino en hora nefasta a
tronchar harta prematuramente la vida del esclarecido
marino, que ha inmortalizado las aguas del Pacífico con sus
legendarias proezas y su mejor estoicismo.
Ese infortunio nacional,
cuyo eco ha llegado hasta el fondo de nuestras almas, nos ha
privado de la dulce satisfacción, que nos hubiera
proporcionado, el ver entre las valerosas manos de vuestro
malogrado esposo, la espada de honor, que en nuestro
legítimo orgullo de peruanos, le teníamos destinada como
símbolo del temple acerado de su espíritu y de la firmeza de
su esforzado, noble, cuanto generoso corazón.
Pero ya que la
Providencia en sus inescrutables designios no ha permitido
que se cumplan todos nuestros patrióticos deseos, las que
suscriben, en nombre de todas sus asociadas y en el suyo
propio, os suplican, señora, que os dignéis aceptar la
espada que una muerte tan gloriosa, no permitió a vuestro
esposo, esgrimir en defensa de la Patria; y esperan, además,
que la conservéis como gajes de nuestra admiración y respeto
hacia la memoria del insigne repúblico, cuya irremediable
pérdida, llora con vos la Patria reconocida, y cuyo
extraordinario heroísmo el mundo entero proclama.
Recibidla señora, y
transmitidla a vuestros amados hijos, como un modesto, pero
elocuente testimonio de los triunfos conquistados por su
valeroso y venerable padre..
Con sentimientos del más
acendrado afecto, tenemos el honor de suscribirnos vuestras
atentas amigas y obsecuentes servidoras.
Juana de Goyeneche,
Clotilde de Candamo, Luisa de Canevaro, M.C. de Bryce,
Carmen de Goyeneche, Josefa de Goyeneche, María de Althaus,
Luisa de Dreiffus, Amalia de Barreda, Augusta de Marco Del
Pont, Rosa y Josefa Barreda, Josefa de Cisneros, Francisca
de Canevaro, Virginia de Herren, Juana A de Dammert, Jesús
de Paredes, Manuela de Iturregui; Juana de Zelaya, Josefa de
Corzo, María del Solar, Pina de la Barreda, Josefina
Debarbiere y Vila de Olano.
La espada era una
verdadera joya. La hoja estaba confeccionada en acero
toledano. La empuñadura de oro había sido ejecutada por el
orfebre francés Mauricie Forment, con profusión de labrados
y repujados. El arco de la empuñadura lo conformaba un ángel
apoyado en ramas de laurel y con las manos sosteniendo una
corona de olivo. Entre la empuñadura y la hoja, hay un
escudo peruano y un sol radiante. Una argolla sirvía para
amarrar en ella una cintilla con los colores patrios. La
empuñadura estaba esmaltada y tenía perlas engastadas.
En la actualidad se
encuentra en el Museo Naval del Perú en una muy segura
bóveda de cristal, pues su valor espiritual y material es
muy alto. Una réplica de ella está en la Casa Museo Grau de
Piura.