A mi María
Y
mi hijita ¿qué hace, allá en el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del
mundo, en saber, en querer, -en saber, para poder querer, -querer con la
voluntad, y querer con el cariño? ¿Se sienta, amorosa, junto a su madre
triste? ¿Se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida,
para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle
de amores, -a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de
unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el
trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la
respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su
hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas,
-esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse , -llaman en el mundo
"amor". Es grande, amor; pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no
la ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y
respeto. -¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí?
Aquí estoy, en Cabo Haitiano; cuando no debía estar aquí. Creí no
tener miedo de escribirte en mucho tiempo, y te estoy escribiendo. Hoy vuelvo a
viajar, y te estoy otra vez diciendo adiós. Cuando alguien me es bueno, y
bueno a Cuba, le enseño tu retrato. Mi anhelo es que vivan muy juntas su madre
y ustedes, y que pases por la vida pura y buena. Espérame, mientras sepas que
yo viva. Conocerás el mundo, antes de darte a él. Elévate, pensando y
trabajando. ¿Quieres ver como pienso en ti, -en ti y en Carmita? Todo me es
razón de hablar de ti, el piano que oigo, el libro que veo, el periódico que
llega. Aquí te mando, en una hoja verde, el anuncio del periódico francés a
que te suscribió Dellundé. El Harper's Young People no lo leíste, pero no
era culpa tuya, sino del periódico, que traía cosas muy inventadas, que no se
sienten ni se ven, y más palabras de las precisas. Este Petit français es
claro y útil. Leélo, y luego enseñarás. Enseñar, es crecer. -Y por el
correo te mando dos libros, y con ellos una tarea, que harás, si me quieres; y
no harás, si no me quieres. -Así, cuando esté en pena, sentiré como una
mano en el hombro, o como un cariño en la frente, o como las sonrisas con que
me entendías y consolabas;-y será que estás trabajando en la tarea, pensando
en mí. Un libro es L'Histoire Générale, un libro muy corto, donde está muy
bien contada, y en lenguaje fácil y limpio, toda la historia del mundo, desde
los tiempos más viejos, hasta lo que piensan e inventan hoy los hombres. Son
180 sus páginas: yo quiero que tú traduzcas, en invierno o en verano, una página
por día; pero traducida de modo que la entiendas, y de que la puedan entender
los demás, porque mi deseo es que este libro de historia quede puesto por ti
en buen español, de manera que se pueda imprimir, como libro de vender, a la
vez que te sirva, a Carmita y a ti, para entender, entero y corto, el
movimiento del mundo, y poderlo enseñar. Tendrás, pues, que traducir el texto
todo, con el resumen que va al fin de cada capítulo, y las preguntas que están
al pie de cada página; pero como éstas son para ayudar al que lee a recordar
lo que ha leído; y ayudar al maestro a preguntar, tú las traducirás de modo
que al pie de cada página escrita sólo vayan las preguntas que corresponden a
esa página. El resumen lo traduces al acabar cada capítulo. -La traducción
ha de ser natural, para que parezca como si el libro hubiese sido escrito en la
lengua a que lo traduces, -que en eso se conocen las buenas traducciones. En
francés hay muchas palabras que no son necesarias en español. Se dice, -tú
sabes-il est, cuando no hay él ninguno, sino para acompañar a es, porque en
francés el verbo no va solo: y en español, la repetición de esas palabras de
persona, -del yo y él y nosotros y ellos,-delante del verbo, ni es necesaria
ni es graciosa. Es bueno que al mismo tiempo que traduzcas, -aunque no por
supuesto a la misma hora, -leas un libro escrito en castellano útil y
sencillo, para que tengas en el oído y en el pensamiento la lengua en que
escribes. Yo no recuerdo, entre los que tú puedes tener a mano, ningún libro
escrito en este español simple y puro. Yo quise escribir así en La Edad de
Oro; para que los niños me entendiesen, y el lenguaje tuviera sentido y música.
Tal vez debas leer, mientras estés traduciendo, La Edad de Oro. -El francés
de "L'Histoire Générale" es conciso y directo, como yo quiero que
sea el castellano de tu traducción; de modo que debes imitarlo al traducir, y
procurar usar sus mismas palabras, excepto cuando el modo de decir francés,
cuando la frase francesa, sea diferente en castellano. -Tengo, por ejemplo, en
la página 19, en el párrafo nº 6, esta frase delante de mí: "Les Grecs
ont les premiers cherché á se rendre compte des choses du monde". -Por
supuesto que no puedo traducir la frase así, palabra por palabra:-"Los
Griegos han los primeros buscado a darse cuenta de las cosas del mundo",
-porque eso no tiene sentido en español. Yo traduciría: "Los griegos
fueron los primeros que trataron de entender las cosas del mundo. " Si
digo: "Los griegos han tratado los primeros", diré mal, porque no es
español eso. Si sigo diciendo "de darse cuenta", digo mal también,
porque eso tampoco es español. Ve, pues, el cuidado con que hay que traducir,
para que la traducción pueda entenderse y resulte elegante, -y para que el
libro no quede, como tantos libros traducidos, en la misma lengua extraña en
que estaba. -Y el libro te entretendrá, sobre todo cuando llegues a los
tiempos en que vivieron los personajes de que hablan los versos y las óperas.
Es imposible entender una ópera bien, -o la romanza de Hildegonda, por
ejemplo, -si no se conocen los sucesos de la historia que la ópera cuenta, y
si no se sabe quién es Hildegonda, y dónde y cuándo vivió, y qué hizo. -Tu
música no es así, mi María; sino la música que entiende y siente. -Estudia,
mi María;-trabaja, -y espérame. Y cuando tengas bien traducida L'Histoire
Générale, en letra clara, a
renglones iguales y páginas de buen margen, nobles y limpias ¿cómo no habrá
quien imprima;-y venda para ti, venda para tu casa, -este texto claro y
completo de la historia del hombre, mejor, y más atractivo y ameno, que todos
los libros de enseñar historia que hay en castellano? La página al día,
pues: mi hijita querida. Aprende de mí. Tengo la vida a un lado de la mesa, y
la muerte a otro, y un pueblo a las espaldas:-y ve cuántas páginas te
escribo. El otro libro es para leer y enseñar: es un libro de 300 páginas,
ayudado de dibujos, en que está, María mía, lo mejor-y todo lo cierto-de lo
que se sabe de la naturaleza ahora. Ya tú leíste, o Carmita leyó antes que tú,
las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más corto, más
alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como que se lo ve. Lee
el último capítulo. La Physiologie Végétale,-la vida de las plantas, y verás
qué historia tan poética y tan interesante. Yo la leo, y la vuelvo a leer, y
siempre me parece nueva. Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o
exagerados, y dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin
fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad. Donde yo
encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en
el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y
su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, -y en
la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y
reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día. Es hermoso,
asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar,
mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén
de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente
inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen
gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, -la grande y verdadera, -está
en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al
cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de
las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco
afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo
poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza
prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre,
y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y
quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no
pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero,
en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea
más que la flor. -Y esa naturalidad, y verdadero modo de vivir, con piedad
para los vanos y pomposos, se aprende con encanto en la historia de las
criaturas de la tierra. -Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert: a los dos o
tres meses; vuelvan a leerlo: léanlo otra vez, y ténganlo cerca siempre, para
una página u otra, en las horas perdidas. Así sí serán maestras, contando
esos cuentos verdaderos a sus discípulas, en vez de tanto quebrado y tanto
decimal, y tanto nombre inútil de cabo y de río, que se ha de enseñar sobre
el mapa como de casualidad, para ir a buscar el país de que se cuenta el
cuento, o donde vivió el hombre de que habla la historia. - Y cuentas, pocas,
sobre la pizarra, y no todos los días. Que las discípulas amen la escuela, y
aprendan en ella cosas agradables y útiles.
Porque ya yo las veo este invierno, a ti y a Carmita, sentadas en su
escuela, de 9 a 1 del día, trabajando las dos a la vez, si las niñas son de
edades desiguales, y hay que hacer dos grupos, o trabajando una después de
otra, con una clase igual para todas. Tú podrías enseñar piano y lectura, y
español tal vez, después de leerlo un poco más;-y Carmita una clase nueva de
deletreo y composición a la vez, que sería la clase de gramática, enseñada
toda en las pizarras, al dictado, y luego escribiendo lo dictado en el
pizarrón,
vigilando porque las niñas corrijan sus errores, -y una clase de geografía,
que fuese más geografía física que de nombres, enseñando como está hecha
la tierra, y lo que alrededor la ayuda a ser, y de la otra geografía, las
grandes divisiones, y esas bien, sin mucha menudencia, ni demasiados detalles
yankees, -y una clase de ciencias, que sería una conversación de Carmita,
como un cuento de veras, en el orden en que está el libro de Paul Bert, si
puede entenderlo bien ya, y si no, en el que mejor pueda idear, con lo que sabe
de las cartillas, y la ayuda de lo que en Paul Bert entienda, y astronomía.
Para esa clase le ayudarían mucho un libro de Arabella Buckley, que se llama
"The Fairy-Land of Science", y los libros de John Lubbock, y sobre
todo dos, "Fruits, Flowers and Leaves" y "Ants, Bees and Wasps".
Imagínate a Carmita contando a las niñas las amistades de las abejas y las
flores, y las coqueterías de la flor con la abeja, y la inteligencia de las
hojas, que duermen y quieren y se defienden, y las visitas y los viajes de las
estrellas, y las casas de las hormigas. Libros pocos, y continuo hablar. -Para
historia, tal vez sean aún muy nuevas las niñas. Y el viernes, una clase de
muñecas, -de cortar y coser trajes para muñecas, y repaso de música, y clase
larga de escritura, y una clase de dibujo. -Principien con dos, con tres, con
cuatro niñas. Las demás vendrán. En cuanto sepan de esa escuela alegre y útil,
y en inglés, los que tengan en otra escuela hijos, se los mandan allí: y si
son de nuestra gente, les enseñan para más halago, en una clase de lectura
explicada-explicando el sentido de las palabras-el español: no más gramática
que esa: la gramática la va descubriendo el niño en lo que lee y oye, y esa
es la única que le sirve. -¿Y si tú te esforzaras, y pudieras enseñar francés
como te lo enseñé yo a ti, traduciendo de libros naturales y agradables?-Si
yo estuviera donde tú no me pudieras ver, o donde ya fuera imposible la
vuelta, sería orgullo grande el mío, y alegría grande, si te viera desde allí,
sentada, con tu cabecita de luz, entre las niñas que irían así saliendo de
tu alma, -sentada, libre del mundo, en el trabajo independiente. -Ensáyense en
verano: empiecen en invierno. Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu
alma es tu seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber
venido de esa mujer al mundo. Que cuando mires dentro de ti, y de lo que haces,
te encuentres como la tierra por la mañana, bañada de luz. Siéntete limpia y
ligera, como la luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe, y
pasa. Y si no me vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de
Frank Sorzano: pon un libro, -el libro que te pido, -sobre la sepultura. O
sobre tu pecho, porque ahí estaré enterrado yo si muero donde no lo sepan los
hombres. -Trabaja. Un beso. Y espérame.
Tu
J. Martí
|