Un porta voz de la Organización Internacional Cruz Verde señaló
que en Alemania Federal el tabaco aceleró la muerte de 140.000
personas durante el transcurso de un solo año y durante ese
tiempo se efectuaron 20.000 amputaciones de pierna a causa de problemas
circulatorios ocasionados por el tabaco. También se informó
que los cigarros causaron en ese mismo lapso 40.000 muertes de cáncer
al pulmón y que se hallan internados otros 25.000 fumadores
con el mismo mal.
Estamos sumergidos en una sociedad donde el fumar es una regla y el
no fumar la excepción. Pero si el fumar es un hábito
pernicioso que va en detrimento de la salud y de la longevidad, ¿cuáles
son los motivos por lo que una gran mayoría de personas fuma?
Es que el fumar se ha transformado en un acto intelectual. Todas las
actividades del hombre se jalonan con un cigarro. Parecería
que si no disponían de cigarros entre los dedos no podían
trabajar, comer, entrevistar a nadie, apreciar el arte, iniciar una
discusión, especialmente si transita el camino de lo intelectual.
En suma, parecería que no se puede pensar sin que el humo nos
envuelva es por eso que se busca un tratamiento adicciones.
El consumo de cigarro ha pasado a ser signo de una sociedad heterogénea
que posee cultura y costumbres determinadas con normas ético-morales,
psicológicas y económicas. Para estudiar este hábito
es necesario, entonces recurrir a la medicina, la antropología,
la psicología y la economía.
Pero detengámonos en el aspecto psicológico, que es
el que nos ocupa en este artículo. La gama de fumadores de
cigarros es tan amplia, dada la difusión, que encontramos involucrados
en ella a todos los tipos y caracteres humanos posibles. Es notable
observar que todas las estructuras de la personalidad se hallan implicadas
en el fumador, existiendo motivaciones que van desde la parte más
consciente del hombre hasta aquella más inconsciente y profunda.
Tratamiento
Adicciones: Los cigarros y el vicio
Una
de las razones más evidentes para iniciar el vicio y mantenerlo
es la que los mismos fumadores en los cursos para dejar de fumar llaman
estatus. Durante la adolescencia el fumar crea la ficción de
haber ingresado en el mundo de los adultos. A l adulto, el tener un
cigarro entre los dedos le crea la ficción de compartir un
mismo nivel y al mismo tiempo le brinda seguridad y confianza. Además
existe otra razón: promover la sociabilidad. El cigarro se
constituye en un habito inseparable de toda ocasión en que
no se desea desentonar del comportamiento del grupo social al cual
se pertenece. Un cigarrillo brinda la seguridad que de otra manera
no se obtendría y así, la conversación y las
actitudes en sociedad se hacen fluyentes y amenas. Muchas de esas
personas son fumadores ocasionales que podrían dejar de fumar
si acudieran a un tratamiento adicciones, si no fuera
por lo que para ellos representan los cigarros.
Más allá de estas razones, están los fumadores
que se sienten en un estado de dependencia casi absoluta y que muy
difícilmente podrían dejar de fumar sin ayuda de un
tratamiento adicciones. Muchos de ellos tienen conciencia
de la necesidad de poner término a su vicio. Saben que es perjudicial,
pero si tratan de dejarlo, generalmente fracasan en su intento.
Dentro de este sector tenemos que señalar que la gratificación
de la oralidad es la fuente más importante de motivaciones
en todo fumador. Las primeras experiencias del niño se producen
por la boca y esas impresiones quedan indeleblemente grabadas en el
inconsciente del niño.
Cuando los padres tienden a gratificarlo o consolarlo, ante el llanto,
la intranquilidad o dolores, el chupete se convierte en un elemento
fundamental para tranquilizarlo; en otros, el dedo o las golosinas.
Una psicóloga de tan aguda percepción como Elena G.
de White, dice: “Rara vez se olvidan las primeras lecciones
impresas en la mente del niño”. En otro lugar afirma:
“Las impresiones dejadas precozmente en la mente se ven en los
años subsiguientes. Quizá queden sepultadas, pero rara
vez son raídas”. Por eso esta notable autora insistió
en que los hábitos formados en los primeros meses o años
de vida deciden si un hombre será vencedor o vencido en la
batalla de la vida. El hombre, al nacer, es un ser necesitado. Al
ser colocado en el mundo con su ambiente efectivo éste pasa
a formar parte de lo biológico y afectivo. Esta historia del
hombre está saturada del vicio de los cigarros. Esto es justamente
lo que intentamos señalar cuando afirmamos que el chupete,
el dedo o los dulces, condicionan al individuo para que, ya adulto
al encontrarse en las mismas condiciones de ansiedad, temor e inseguridad
busque superar esa angustia enforma oral. Otro de los factores que
tenemos que señalar son las motivaciones sugeridas en una etapa
posterior de la infancia, cuando ya el niño ha superado la
etapa oral o de amamantamiento y que dan origen a la personalidad
sado-masoquista. El masoquismo es realmente muy frecuente en los grandes
fumadores, existiendo en un grado menor en todos los que conociendo
los daños que pueden producir los cigarros siguen fumando,
lo que es decir, suicidándose.
Otro aspecto que tenemos que señalar es que el cigarrillo sirve
como medio para descargar la tensión emocional. Los movimientos
de las manos, la inhalación y la exhalación respiratorias,
la participación de los labios y de los dientes pueden servir
simultáneamente como breves, pero frecuentes escapes para la
agresión. Al respecto es posible observar cómo muchos
fumadores muerden el cigarro, lo que se ve en prácticamente
todos los fumadores de puros, que se acostumbran a sostenerlo en la
boca con los dientes.
Otra característica tiene que ver con las satisfacciones sustitutivas
de necesidades emocionales. La inhalación y exhalación
respiratorias, pero especialmente la participación de los labios,
sirven como sustitutos para el sentimiento de intimidad y de proximidad
insatisfechos. La persona que sienta sed insaciable de afecto, puede
satisfacer parcialmente esa necesidad. Al mismo tiempo, los sentimientos
de culpa concomitantes que resultan de esa insaciable necesidad de
intimidad, y que la avergüenzan, le permiten castigarse a través
del sistema buco-respiratorio, fumando hasta que la lengua, la bucofaringe
y la faringe lleguen a doler, convirtiéndose así el
cigarrillo en un sistema autopunitivo. Naturalmente, la satisfacción
emocional que resulta del fumar varía con cada individuo y
depende de la estructura de su personalidad. No hay ninguna fórmula
psicológica que sea aplicable a todo individuo.
Otro de los factores es la compensación de la pasividad. Todo
el ritual del fumador: búsqueda del cigarro, encendido, inhalación
y exhalación, movimiento de las manos, se convierten en una
actividad compensatoria de su pasividad. Piénsese que un fumador
que fume 20 cigarrillos diarios, en un año repite ese ritual
7300 veces y en 20 años llega a la increíble cantidad
de 146.000.
A otros fumadores el hábito les permite compensar su soledad.
Un cigarro encendido en el cenicero, o que se consume entre los dedos,
y las volutas de humo que lo acompañan se transforman en un
compañero casi vivo. Recuerdo a una paciente que había
intentado dejar de fumar varias veces. Solamente pudo dejarlo cuando
advirtió en su terapia que para ella el cigarro constituía
el compañero de su soledad.
Otros
fumadores buscan en el cigarrillo una sensación estimulante
o relajante. Las reacciones fisiológicas moderadas del acto
de fumar, como por ejemplo el aumento del ritmo cardíaco y
la vasoconstricción periférica pueden proporcionar un
estímulo, aunque breve, para sostener el estado de vigilia
en un individuo que se encuentra fatigado o en estado de confusión.
De la misma manera el individuo que se encuentra tenso puede encontrar
que similarmente al chupete, al dulce o al caramelo de su infancia,
el cigarro le permite relajarse. Estos sentimientos van acompañados
también por un efecto depresor del cigarro sobre el músculo
cardíaco.
Otros individuos fuman por que son adictos al humo. Estos son los
que no pueden fumar en la oscuridad, ya que para ellos todo el encanto
de la droga reside en observar el humo.
Finalmente debemos señalar a los que fuman simplemente o tal
vez complejamente por que han adquirido el hábito.
Tal vez ésta parezca a algún lector una razón
poco psicológica, pero advirtamos que ese individuo que cumple
7.000 veces o más con el ritual de hábito en un año,
está expresando un personalidad profundamente dependiente,
clásica de aquellos individuos que en su infancia fueron manejados
por padres dominantes que no les permitieron ejercer su propia voluntad.
Adviértase, en suma, que estas clasificaciones que hemos hecho
nos permiten encontrar causas comunes en los grupos de fumadores y
que son un requisito necesario e imprescindible para una terapia adecuada
de tratamiento adicciones. Por eso decíamos
al principio que toda la estructura de la personalidad del fumador
está implicada en su vicio, son motivaciones que van de la
parte consciente a la inconsciente del ser humano.
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