Núm 29, II Época  - Diciembre 2000 - Edita FE-JONS  -  La Falange  


Navidad...y tú, ¿qué celebras?

Julio Ruiz de Alda

Arriba España
Cristina de Asturias

Puerto Rico
Redacción

Cartas a Napoleón       elite
Emilio L. Sánchez
 

Mujeres
Redacción
      

Una mirada de Quebec a España
Otazú

Dignidad
Miguel Ángel Loma

César Vidal
José Mª Gª de Tuñón

Editorial FE

Atentado en Cantabria
Néstor Pérez

La deuda exterior
David Ferrer

Irreverencia danesa
José M. Cansino

Tras una monstruosa ingesta de empalagosos dulces, pantagruélicas comidas de compañerismo, interminables cenas familiares y haber destilar cantidades industriales de alcohol, nos levantaremos el día siete de enero con resaca de cava/roscón y daremos por finalizadas las fiestas de Navidad. Habrá sido un largo mes desde que los grandes almacenes dieron el pistoletazo de salida para sumergirnos en un desenfrenado consumismo y, durante esos treinta días, habremos deseado Paz y Amor a nuestros semejantes como no se nos ocurre hacerlo durante el resto del año. Y así, hasta el año que viene. 
Recuerdo las Navidades de mi infancia, allá donde se encuentra mi Patria, que dijo el poeta. Celebrábamos que había nacido el Niño Jesús, aunque esto ahora a la juventud le suene a cursilería trasnochada. Cantábamos, alrededor del humilde portal donde había nacido, villancicos que hablaban de su Santa Familia (familia, palabra hoy casi en desuso) y nos prometíamos ser buenos durante el nuevo año. Era el ejemplo, Paz y Amor, que Dios había dado a los hombres y, por eso, recordábamos su cumpleaños. 
Ahora, cuando desde el balcón de la nostalgia me asomo a mi Navidad, percibo que en la sociedad actual no hay conciencia de lo que realmente significan estas fiestas. Si miramos alrededor, veremos que las Navidades son cuatro puentes, sin trabajar, que sirven para huir hacia delante y dejar atrás, por unos días, la cruda realidad que atenaza la mayoría de nuestras vidas. Los deseos de Paz y Amor se transforman en una tradicional frase que pronunciamos cual si fuese una triste letanía. Mirar el estado de las cuentas corrientes nos sume en una depresión que se hará patente cuando llegue la cuesta de Enero. Y al final, ¿qué hemos celebrado? 
Como falangista, y salvando las lógicas distancias, al aproximarse un veinte de Noviembre pienso casi lo mismo que cuando llega la Navidad. La celebración del nacimiento de Cristo no suponen sino unos días distracción y no la concienciación de que vino a la tierra para enseñarnos a amar a nuestros iguales. La conmemoración de la muerte de José Antonio se nutre de un sinfín de cenas, actos, presentaciones de libros, etc... sin que seamos conscientes que murió porque quería que los españoles alcanzasen, en Paz y Amor, la Patria y la Justicia de que eran merecedores. 
Y, mientras eso no se consiga, seguir a José Antonio es continuar la obra política que inició y, conmemorar su fusilamiento, recordar que aún no se ha recogido el fruto que sembró la semilla de su muerte. Del mismo modo, y reitero lo de las distancias, que celebrar la Navidad debe ser honrar a quien, hace dos mil años, bajó a la tierra para enseñarnos a vivir en pacífica convivencia y, después de tanto tiempo, aún no lo hemos aprendido.

Santiago Casero