Núm 31, II Época  - Abril 2001 - Edita FE-JONS  -  La Falange  


Camus y la rebelión

Julio Ruiz de Alda

      

Tolerarás al inmigrante
Antonio Martín Beaumont

Inmigración sí pero controlada
Emilio L. Sánchez Toro

Editorial FE

Reconciliación
José Mª Gª de Tuñón

Una cuestión de dignidad
Miguel Ángel Loma

Puerto Rico
Redacción

      

Una prez por España
Enrique Olagüe

En noviembre de este año se cumplirán 50 años de la publicación de un libro que sería un escándalo en el mundo intelectual y político de París. Su autor, que pertenecía al bando izquierdista, atacaba las mentiras básicas de las que se alimentaba el mundo intelectual, Albert Camus fue un francés nacido en Argelia, de madre española y padre alsaciano, familia humilde, pudo cursar estudios gracias a los esfuerzos de su maestro que le preparó para poder recibir una beca. Descubrió su talento literario mientras se ganaba la vida como reportero. 
Fue miembro del Partido Comunista hasta que le echan por disidente. Mostró simpatía por los musulmanes y luchó por sus derechos.. Se fue a vivir a Francia y allí le cogió la II Guerra Mundial. Después de cierto tiempo de incertidumbre, se unió a la Resistencia y escribió el periódico Combat para ella. Con el triunfo aliado, su actuación en la Resistencia, y los libros y obras de teatro que había publicado le hicieron una estrella del firmamento intelectual, patrocinado por la izquierda. Siguió publicando y su fama crecía hasta ese 2 de noviembre cuando se atrevió a decir lo que otros sabían y callaban. Este cambio sorprendente para muchos, no era súbito ni inesperado para quienes conocían su trayectoria. En su obra hay una ética constante. Si pinta el nihilismo en obras como El malentendido y Calígula, muestra a lo que lleva. Admitir que se puede matar a cualquiera para alcanzar la felicidad, como hacen las mujeres de El malentendido es admitir que se puede matar al hijo y al hermano. No hay discusión económica en sus novelas, solo posiciones sobre la dignidad humana y la solidaridad. En su novela de la Resistencia, La Peste, el Mal esta representado por una enfermedad, causada por bacilos. No hay “malos” a quienes odiar, sólo protagonistas que descubren su heroísmo mientras luchan por la vida día a día. Su preocupación no es odiar ni buscar culpables, sino la búsqueda de una norma ética con la cual vivir. Su apoyo a los musulmanes argelinos estaba basado en su solidaridad con ellos como seres humanos, no como abstracciones de teorías. Después de la liberación, pidió la conmutación de la sentencia de muerte a Robert Brasillach, porque su disgusto con la pena capital debía abarcar aun a hombres de opuestas ideas. Medio español de parte de la madre, reivindicó siempre su herencia. Tradujo el mismo La Devoción de la Cruz de Calderón de la Barca, y la montó en su propio teatro (más tarde se inspiraría en Calderón para su drama El Estado de Sitio). Ateo, nunca mostró el burdo anti-clericalismo de muchos izquierdistas. Paneloux de La Peste es una figura digna y heroica, que simplemente no puede aportar las respuestas que pide el Doctor Rieux. Incapaz de tener fe, Camus, muchas veces desearía tenerla, y lo lamenta. En cuanto a sus preferencias políticas, estuvo cerca de los anarcosindicalistas exiliados de España, y les ayudó siempre. En sus conversaciones con ellos, llegó a expresar que España tenia el destino de crear una revolución ética para el mundo. Cuando por fin se sentó a escribir El Hombre Rebelde, todo eso salió a la superficie. Él había ya dicho a sus amigos que si los que aprendieron de Nietzsche y Marx confesasen que estaban equivocados, y que los valores morales eran importantes, eso podría servir de ayuda. Puesto a escribir reivindicó esos valores morales desde los primeros párrafos, sin los cuales nada podía tener sentido ni importancia. De allí pasó a definir la rebelión, como un valor positivo contra la injusticia, porque es capaz de imaginar una existencia justa, y cuyo impulso inicial es generoso. Afirma que la rebelión debe reconocer limites en ella misma para no traicionarse, si no se convierte en tiranía e injusticia. De allí pasa a estudiar cómo esa rebelión se traicionó tanto en los movimientos literarios que la reivindicaron como en las rebeliones históricas. Marca el valor del Cristianismo en la idea de la rebelión, y aun sin ser creyente, comprende el significado de Cristo; con la era cristiana la rebelión se convierte en un valor positivo, siempre en peligro de olvidar sus orígenes. Primero va a la literatura (la parte más débil del libro de acuerdo con los críticos) Luego pasa a trazar la historia de la la rebelión tal como se encuentra en la literatura. Va primero a Sade, donde encuentra las consecuencias de la traición a los orígenes de la revuelta. De allí pasa los románticos, con los que tienen palabras duras por haber traído conceptos tales como el fatalismo, el frenesí, y el sentido apocalíptico, todos enemigos de la rebelión. Pasa por la negación de Dios, empezando por el caso de Ivan Los hermanos Karamazov, que lleva a un callejón sin salida. Pasa al gran nihilista, Nietzsche. Reconoce todo lo que hay de positivo en él, aun así comprende que significa otra traición a la rebelión, que lleva al fatalismo y a la negación del amor, la compasión y los valores morales sin los cuales la rebelión no puede existir sin traicionarse. Lo compara con Marx, quien es igualmente traidor en sus ojos. De allí pasa a los surrealistas, una nueva edición de los románticos que ahonda mas la traición a la rebelión. Pasa a los surrealistas, una nueva edición de los románticos, aunque van más hondo todavía en la traición a la rebelión. De allí pasa a la revuelta histórica. Empieza con la Revolución Francesa, que categoriza desde el punto de vista ideológico. Ella plantea el problema de lo que es una revolución, y si es un valor positivo u otra traición mas, basada en el asesinato. Se enfrenta al nuevo Dios al que adora la Revolución Francesa, la Voluntad General, de Rousseau, y fríamente encuentra que es la raíz de los sistemas totalitarios que se desencadenaron en el Siglo XX. Los términos en que la juzga son curiosamente familiares, incluso la observación que la tiranía de la Voluntad General no da siquiera derecho a quejarse de ella. Pasa de allí a estudiar las revueltas que ahondan aun más en la “traición”. Va al pensamiento de Hegel, quien trató de corregir los errores de la Revolución Francesa, y que solo consiguió, en su juicio, esclavizar a los hombres a la Historia, y decirles que su única libertad es aceptarla, una enseñanza que transmite a su discípulo Marx. Después va a estudiar el terrorismo tal como se desarrollo en Rusia y traza la contradicción de aquellos que no creyendo en nada y siguiendo las modas filosóficas modernistas aun no pueden negar su amor a los hombres y su rebelión ante su sufrimiento. A pesar de sus filosofías, los nihilistas rusos no pueden negar ese amor y pasan a la acción. Pero una acción que ha cortado sus amarras con los valores morales les lleva a la misma traición; la destrucción y la tiranía sin limites, y muestra como se justifica oprimir a los hombres en el presente, para hacer felices los hombres del futuro. Pasa de allí al terrorismo de Estado, porque no pasa mucho tiempo sin que los dos se junten. Empieza con el Nazismo (y el fascismo) como parte de la triste panoplia de rebeliones traicionadas, y encuentra en ellos el rechazo del Cristianismo y sus valores. Y de allí va a la sección más extensa, el comunismo, para mostrar las equivocaciones del Marx, y la naturaleza del régimen soviético, donde las masas, prometida la liberación, se encontraron esclavizadas a una nueva clase intelectual sin escrúpulos tenerlos era contra-revolucionario. Abandonando la política, pasa al debate sobre Arte, y los esfuerzos que se hacían para negar su valor intrínseco y hacerlo servir una causa, cualquiera que fuese. El Arte, es la rebelión pura, y por eso es enemigo de aquellos que traicionan la rebelión. El acto de creación debe sustraerse al nihilismo, y a las tentaciones opuestas de la estilización formalística, y el realismo sin imaginación. Sus conclusiones son que la rebelión si no ha de ser traicionada, no debe pasar ciertos limites, que al frenesí de la lógica germánica, debe oponerse un sentido de la medida que el llama “mediterráneo”. Sin ese sentido de los límites, sin el saber que hay cosas que no se hacen, no importa que, que la libertad no incluye la libertad de matar ni de oprimir al prójimo, la rebelión sirve a la muerte y la mentira en vez de la verdad y la vida. En sus paginas sobre el terrorismo, escribe una elegía sobre Kaliayev y sus compañeros, quienes no creían que su “causa” conllevaba el sacrificio del honor, y que rehusaban tirar una bomba sobre un enemigo porque ese hombre estaba acompañado por sus hijos. (sobre Kaliayev escribió también una obra de teatro, Los Justos. No todo esta permitido. Hay valores morales. Hay limites que no se deben pasar. No hay que buscar una salvación lejana, y sacrificar a los hombres que existen para beneficio de los que vendrán. Hay que mejorar el mundo en la medida de lo posible, poco a poco. La rebelión deben basarse en el amor, no el resentimiento. Una revuelta que olvida de sus orígenes generosos y busca la revancha se traiciona a sí misma. Debe apoyarse en realidades concretas y subordinarse a esas realidades. Como el mismo dice, basada en las realidades de la comuna y del sindicato. La publicación de ese libro le convirtió en paria para la gran mayoría dela izquierda, quienes no querían perder sus ilusiones sobre el Comunismo. Incomodo con la derecha por su pasado colaboracionista, su apoyo a Franco, u otras posiciones que encontraba repugnantes, se encontró en “tierra de nadie”. Los jóvenes, que le leyeron, hicieron culto de él, aunque muchas veces sin comprenderle. Desgarrado por sus contradicciones. Adorado como un Dios o un santo, conocía bien sus pecadillos sexuales y el dolor que causaban a su mujer. Quería luchar por un mundo mejor, pero también quería ser escritor, y perderse en el simple placer de crear, y en la belleza que encontraba en la literatura. Daba lo que podía de su dinero y tiempo, pero lamentaba lo que sufría su escritura por eso. Quería la justicia, y tenía que transaccional con el mundo tal como era. Dijo que se estaba peleando contra la Mentira no con la Verdad, sino con una media Verdad, o con un cuarto de Verdad. Con humildad, reconoció que el luchar contra la Peste no significaba tener una cura, sino afirmar que existía una cura, y que se descubriría con esfuerzo. La guerra de Argelia le destrozo aun más. Él conocía demasiado bien las injusticias y la miseria de los árabes, pero no podía aceptar el terrorismo, ni la solución de expulsar a los colonos franceses, su propia familia entre ellos, muchos de los cuales eran trabajadores pobres, a quienes el Estado francés siempre había tratado como peones de ajedrez. El Premio Nóbel no le sino la sensación de haberse convertido en una momia de museo. No había futuro para él. Sin embargo siguió escribiendo, e interviniendo en lo posible en los casos de injusticia en que él podía ayudar. Y fue cuando ya estaba revisando el manuscrito de su ultima novela cuando un simple accidente de auto le robó la vida. Para un hombre que había estudiado el problema del Absurdo, su muerte era emblemática. Nada más absurdo que morir en un accidente de trafico. Y así murió él. Hoy en día se ven las debilidades de El Hombre Rebelde. No era un filósofo, y sus intentos en esa dirección son ingenuos y superficiales. No dejó un sistema, ni grandes definiciones. Pero no es como filosofía que hay que leerlo. Es un grito de protesta, de ultraje a los valores humanos, a la Verdad, al asalto a la dignidad humana por aquellos que tenían una filosofía más desarrollada, y que sólo la usaban para degradar al hombre. No dejó una respuesta, sólo los jalones de su búsqueda incesante por ella. Un critico le describió, despectivamente, como “una alondra que creyó ser águila.” Sí, fue una alondra. Y cantó su canción de alondra, y ¡qué hermosa canción fue!

Patricia Bell

Inmigración