This page hosted by
Get your own Free Home Page
A nadie le puede resultar extraña una noticia de discriminación racial en el noticiero de las nueve de la noche. Tampoco puede resultar raro escuchar a una ex compañera de clases comentar que no la aceptaron en el trabajo por ser mujer, por ser casada, por tener hijos o, peor aún por las tres razones. Tal vez sus piernas no eran tan bonitas o toda ella no era tan agraciada. Hasta ese punto, imponer una tasa porcentual de empleados que pertenezcan a las minorías en empresas puede ser discutible aunque quizá poco efectiva como podría suceder en los Estados Unidos.
Sin embargo, toda discusión sobre imponer un porcentaje mínimo de participación de mujeres en el Congreso de la República está fuera de lugar. El supuesto de igualdad de hombres y mujeres se pone en juego con proposiciones como las que se han venido presentando al Congreso en los últimos meses. Por ejemplo, un porcentaje mínimo de participación de mujeres del 25%, probablemente implique que un 75% quizás menos pero en este caso no más, sean hombres congresistas. Esto significaría que nosotros los hombres tenemos tres veces más derecho a ser congresistas que las mujeres. El problema radica fundamentalmente y entre otros problemas, en imponer una condición más a un proceso de elección que pertenece enteramente al pueblo. Las mujeres que defienden esta posición (del mínimo porcentaje de mujeres) no comprenden que están poniendo en juego su derecho a participar en igualdad de condiciones en una elección popular, una elección de trabajo o cualquier otra "competencia", igualmente las mujeres como la gente de color y latinos en los Estados Unidos, incluso los discapacitados o los portadores del VIH que suelen ser metidos en un mismo saco llamado "minorías".
Que los porcentajes sean pares, es decir 50% para cada sexo tampoco sería lo más conveniente, pero porqué no decir también que dependería de las características demográficas del país, de la ciudad o incluso del distrito y como se dividen en porcentajes, ¿el alcalde de una ciudad debe ser mujer por que en ella hay más mujeres que hombres? Las poblaciones de negros, blancos, chinos, mestizos y dentro de ellos como se dividen en mujeres, hombres y hasta ancianos, adultos, adultos jóvenes, jóvenes. Además en el Perú ¿Cómo podríamos distinguir a los chinos de los blancos, a los cholos de los mestizos? La diversidad y la mezcla de las "razas" hace imposible esta separación en países como el nuestro. Podríamos hallar un sin fin de criterios de división, pero lo que estaríamos obteniendo como resultado sería eso mismo, "dividir".
Si el pueblo considera que la mayoría de congresistas deben ser hombres y lo expresa así a través de su voto personal, ninguna disposición legal podrá hacer que cambie de parecer, igualmente a un Gerente de Recursos Humanos en una empresa sea esta grande o pequeña, nadie podrá convencerlo de cambiar su forma de pensar mediante un Decreto Legislativo, simplemente lo cumplirá por cumplirlo y por evitarse pagar una multa. Por otro lado la participación de la mujer en la vida política y empresarial se estaría condicionando sólo al echo de ser mujer (igualmente los negros, los discapacitados y toda persona que considere que las características que comparte con un grupo mayor son objeto de discriminación) y no a su capacidad como ser humano y al mismo tiempo se estaría afirmando la superioridad del típico hombre blanco al resaltar la necesidad de las mujeres (igualmente en los casos ya mencionados) de contar con una ventaja legal para poder siquiera alcanzar una parte de lo que poseen los no discriminados.
Las preguntas están claramente indicadas, ¿Cómo llegar a una mejor situación?, ¿De qué forma podemos lograr que la participación sea justa e igual para todos? Y, la más importante: ¿Qué queremos decir con justicia e igualdad?. Al parecer, aún no encontramos una manera eficiente de medir la igualdad, por ejemplo, si en una empresa que opera en Lima el 90%, 95% o 100% de los trabajadores son hombres blancos menores de 50 años ¿podríamos llegar a la conclusión de que el empleador es una persona injusta con las "minorías"? Acaso no está en pleno derecho de contratar a quien él crea más conveniente contratar. Por último, las leyes del mercado están cambiando y la contratación de personal está girando sobre las capacidades intelectuales y la inteligencia emocional y no sobre características externas que no agregan mayor valor al cliente que una cara agradable o mejor dicho, familiar. Las minorías llenan universidades enteras donde el acceso a esas habilidades no se les cerrará nunca más. Así que la "igualdad" en la competencia no depende del Estado, depende hoy de los competidores. Las puertas de la educación ya están abiertas, esa guerra ya se ganó y en el corto plazo, aquel que no contrate por habilidades no tendrá un futuro promisorio.
Operativamente, la vida de una persona que sufre un ataque al corazón no depende del sexo o del color del paramédico que lo atiende, depende únicamente (aparte de su condición) de su capacidad como salvavidas, de su habilidad para pensar con la cabeza fría y su preparación. Para terminar, aunque el artículo tiene un subtítulo machista, la condición de las minorías depende casi en su totalidad de ellas mismas y de la ruptura de los paradigmas que durante siglos rigen nuestra visión a manera de filtros que separan a los hombres blancos de los demás, aunque su aplicación puede variar de acuerdo a la cultura, la fuerza de los valores y el nacionalismo de un país o territorio determinado, una proposición como esta encierra a las personas en un porcentaje mínimo y resalta en amarillo su condición de "minoría".
FIN
Correo electronico y criticas al autor:
bbv-mm@blockbuster.com.pe
You are at: / Te encuentras en:
This Page has been visited by:
Esta Página ha sido visitada: