(Nota: la mayoría de los links llevan a las correspondientes fotos, con comentarios en tres idiomas)

Capítulo 0: Introducción

La primera pregunta a hacerse, para refrescar un poco la memoria --porque creo que le conté a todo el mundo la larga historia de la beca que me concedieron-- es: ¿qué hace JAUI en Japón?

Bueno, pues un buen día, allá por Febrero del 98, paseaba yo por mi querida Escuela de Minas, cuando me tropecé con un papelito de esos que pegan por ahi, que contaba muy por encima sobre una beca patrocinada por la UE llamada Vulcanus que consiste en pasar un año en Japón.

No sé muy bien por qué, pero me entusiasmé con aquel proyecto desde aquel mismo momento, y estuve luchando por conseguir una plaza a pesar de que fui rechazado la primera vez (Vulcanus 98-99, de lo cual, por cierto, me alegro MUCHO, puesto que ese año fue muy especial para mí).

Tras un largo proceso, me comunicaron muy a última hora que sí, que me habían elegido, junto a otros 9 chavales (otro español incluído) para la tercera promoción del programa Vulcanus. En una reunión que tuvimos en Bruselas a mediados de Julio (un día antes de la lectura de mi proyecto de fin de carrera) nos explicaron con más detalle de qué iba todo eso: Resumiendo, estudiar japonés durante cuatro meses, y hacer unas prácticas en las empresas que nos habían elegido a cada uno de nosotros (a mí, JAPC -Japan Atomic Power Company-) durante ocho meses más. Total; un año en Japón.

La verdad es que me acojoné un poco, a pesar de que me hacía tanta ilusión... es un viaje muy diferente a los que estoy acostumbrado a hacer, siempre de placer o para asistir a algún cursillo (que es casi lo mismo, pues aprender cosas nuevas en sitios nuevos siempre es un placer), pero en cualquier caso, menos de un mes. Así que pasé bastante tiempo preparando el viaje (fiestas de despedida incluidas), por no decir de mi proyecto de fin de carrera, cuya finalización tuve que acelerar (a decir verdad, ya había dado por perdida la beca esta, y contaba con tomármelo con más calma).

Una reunión más en Bruselas, esta vez con los estudiantes que volvían de la edición anterior, y avión con escala en Frankfurt hacia Tokyo, donde viviría en el dormitorio de mi empresa, hasta el fin de la primera parte...


Capítulo 1: Clases de Japonés en el EU-Japan Center

De nuestro programa de intercambio (porque también van estudiantes japoneses de ingeniería a Europa) y de muchos otros programas dirigidos a empresarios, se encarga el Centro Euro-Japonés para la Cooperación Industrial. En la oficina que hay en Tokyo dispusieron una u otra sala (según las circunstancias) para que asistiéramos a las clases de japonés todos los días, de 10 a 17:30.

Todo el personal del Centro es gente encantadora, que siempre estuvo dispuesta a echarnos una mano en todo lo que pudiéramos necesitar (y puedo asegurar que nada más llegar, hasta que te acostumbras a la nueva forma de vida, esa ayuda es como una bendición), además de organizar para nosotros multitud de actividades culturales (Sumo, Ceremonia del Té, fiestas, conciertos, homestay, exposiciones, y hasta una barbacoa -bueno, este plan lo organizaron los profesores de japonés-). Aún hoy recibo e-mails con nuevas propuestas interesantes... (qué gusto el sentirse cuidado)

Para completar este ambiente casi hogareño, teníamos la sala con sillones, ordenadores y cafetera a nuestra disposición, y la verdad es que hicimos buen uso de todo ello (no sé cómo es que Sam y yo no pillamos una intoxicación de tanto té que llegamos a prepararnos)

No tengo foto para incluir en el apartado de cosas que me sorprendieron, pero la verdad es que resultaba muy curioso el hecho de que cada dos por tres alguna de las oficinas de nuestro edificio estuviera de mudanzas; y entonces la decoración cambiaba, quedando todo el camino entre la puerta principal y la oficina en cuestión (ascensor incluído) forrado con cartones o algún plástico especial para proteger suelo y paredes de posibles golpes.

Para llegar al Centro, chico afortunado, sólo debía pasar unos 30 minutos en el metro, mas "paseíto" de cuarto de hora del dormitorio a la estación (Otros de los estudiantes pasaban más de una hora en el tren para llegar a clase). ¡Ah! Mis compañeros...

Así por encima, sus nombres y nacionalidades

Nos dispusieron en dos grupos de cuatro alumnos (las cuentas no cuadran porque los franceses ya sabían algo de japonés y en vez de ir al Centro, fueron a la academia de donde venían los profesores a darnos las clases (KAI School), en otra zona de Tokyo), y cada cierto tiempo cambiaban los miembros de cada grupo, de forma que pude compartir las lecciones con casi todos los chicos y chicas de esta lista de aquí arriba (ellos pueden decir que sufrieron mi compañía, porque, de hecho, alguna vez lo han dicho medio de coña... Lo comprendo... a veces me pongo pedante (hasta por escrito) ¿verdad?

Estas clases resultaron ser un auténtico placer, principalmente debido a los profesores, que siempre supieron mantener el buen humor y la paciencia, además de contar con una gran cantidad de originales recursos para enseñarnos las cosas (los comienzos fueron divertidísimos, haciendo cantidad de juegos, cual niños pequeños, que además fueron efectivos). Aunque hay que reconocer que al final del curso estábamos todos un poco quemados, porque es MUY intensivo, y resultaba imposible que no se acumulara la presión día a día. Aun con eso, estoy seguro de que todos guardamos muy buen recuerdo de esta etapa, que, además de estar repleta de horas de estudio, exámenes y deberes sin hacer, tambié lo estuvo de risas y salidas por ahi...


Capitulo 2: Saliendo por Tokyo

Los "Vulcanianos" no tardamos en organizarnos para salir por ahi a descubrir la impresionante ciudad que nos acogía y sus alrededores: Los jardines del palacio imperial, el parque de Ueno, los rascacielos de Shinjuku, la lujosa zona de Ebisu y de Aoyama... Tokyo tiene el encanto de ser una ciudad fea y bonita a la vez, paradójica, diría yo; el verde natural y el gris artificial, los templos y los rascacielos...

Yo creo que supimos combinar con destreza la juerga nocturna de los viernes por la noche con las visitas a los lugares de interés (concierto de KOTO, ceremonia del té, SUMO, etc.), y la naturaleza, que tanto puede llegar a echarse de menos estando en esa gran metrópolis (hicimos nuestras escapadas a Sawai (un bello paraje junto al río), Yokohama (hace falta más de medio día para visitar esa ciudad), el monte Takao, etc. etc... aunque, mirando hacia atrás, creo que podíamos haber aprovechado más aún los fines de semana)

Personalmente, me gustaba pasear por esa ciudad, que siempre me sorprendió por sus contrastes (creo que cuando vuelva a Madrid me va a parecer aburrido, sin tanto anuncio de neon por todas partes, ni gente disfrazada por la calle (ver Harajuku, que es, sin ninguna duda, mi barrio favorito), ni ese no-sé-qué que tiene Tokyo que tanto me gusta, sobre todo ahora, que voy allí de pascuas a ramos), además, la tranquilidad de saberme a salvo de problemas (atracos, robos, etc.) hace que pasee mucho más a gusto. Si bien es cierto que hay peleas callejeras, también lo es que el que la busca la encuentra (y por lo tanto lo contrario también), por lo que Anders, ha podido presenciar unas cuantas, sin llegar a estar involucrado en ninguna.

Bueno, bueno, y qué más decir de Tokyo, a parte de lo caro que resulta TODO (electrónica incluída) lo que no esté en los mercadillos... pues no sé, ahora no se me ocurre nada más... si eso, pasamos al siguiente capítulo, ¿vale?


Capítulo 3: Morioka

Un buen día, estando en el Centro, tras la clase, nos pasaron un mensaje de un antiguo participante del programa Vulcanus en Europa. Su Universidad había organizado con motivo de las fiestas de esa universidad (la de Iwate, a unos 500km al Nor-Este de Tokyo), entre muchas otras actividades, una conferencia sobre las prácticas de los estudiantes en empresas del sector relativo a su campo de estudios; las llamadas "Internship".

En principio nos invitaban a dos de nosotros a participar en el foro que formaba parte de la conferencia, para dar nuestra opinión sobre este tema, ya que en Japón las internship no son tan habituales como en Europa. Para estos dos "conferenciantes", ofrecían unas dietas de viaje que cubrirían el billete de tren i/v. Pero como nuestro sentido de grupo es bastante fuerte y nos pareció una oportunidad única para conocer otra cara diferente de este país, les propusimos ir todos nosotros y pagar de nuestro bolsillo las diferencias.

Tras largas negociaciones (me imagino que por el tema del alojamiento) en las que Nacho fue nuestro portavoz -después de aquella historia, le ha tocado bastante a menudo organizar y coordinar al grupo, por lo cual le estaremos siempre agradecidos- quedamos en ir siete de nosotros (Antoine, Florian, Marc, Nacho, Oscar, Sam y yo -los demás tenían otros compromisos para ese fin de semana) en bus nocturno, y pasar el sábado con los estudiantes que estaban a cargo del evento.

Fue así que llegamos a Morioka el 2 de Octubre, a las siete de la mañana, y encontramos (tras un pequeño incidente por bajarnos en la parada que no era, resuelto gracias a los teléfonos móviles) a un grupo de gente simpatiquísima con la que compartimos un findesemana maravilloso.

Lo primero que hicieron fue llevarnos en sus coches a unas fuentes termales (OFURO a cielo abierto) en mitad de las montañas. Por el camino flipé con la increíble belleza del paisaje... no recuerdo haber visto colores otoñales tan hermosos en toda mi vida...

Después fuimos a un gran parque para desayunar las cosillas que habíamos comprado poco antes en un 7eleven (los COMBINI -del inglés CONVINIENCE STORE, abundan, mucho no, muchííííísimo en este país; y son realmente prácticos). Y de allí, al Centro de Artesanía de Morioka, un bonito lugar, donde la gente conserva (hay maestros que enseñan a los que serán la próxima generación de artesanos, conferencias y talleres abiertos al público) ciertas tradiciones ya casi perdidas (¡en cualquier parte del mundo es igual!) en cuanto a confección de juguetes de madera, teñido de prendas, hilado de tela y paja, fabricación de utensilios domésticos de fundición, etc. Allí hicimos nuestras propias NAMBU SEMBEE, una especie de galletas muy ricas.

La tarde se nos echaba encima y aún quedaba un buen trecho hasta el lugar donde nos alojaríamos esa noche: Una especie de enorme Hostal localizado en mitad de las montañas donde la Universidad aloja a profesores y estudiantes durante las jornadas, conferencias y cursos de verano que organizan regularmente.

Tras escuchar el discurso del director (?) del lugar, donde nos explicaba las normas a seguir, así como la forma correcta de colocar el FUTÓN donde dormiríamos a partir de las once (no más tarde), tomamos posesión de las habitaciones (estilo tradicional, sin nada más que el TATAMI -un parqué elevado hecho de paja- sobre el que dormir) y nos dirigimos a una casona antigua (muy antigua) que había en la finca, donde cenamos, bebimos (nos pusimos las botas), charlamos y jugamos... hasta el toque de queda...

A la mañana siguiente, madrugón, desayuno (tradicional, pescado a la plancha, NATTO, arroz y sopa de MISO -hecho con las legumbres de la soja) y viajecito hasta la Universidad, donde comemos algo en los puestecillos que se han montado y terminamos los ultimos preparativos del aula donde tuvo lugar la conferencia.

Espero de veras que aquel intento de promover las prácticas de estudiantes en empresas dé buenos frutos, y que pronto puedan beneficiarse todos de este concepto que amplía y complementa los estudios universitarios.

Antes de regresar a Tokyo (la mitad del grupo eligió el famoso SHINKANSEN para poder dormir bien en sus dormitorios, mientras que Sam, Marc y yo optamos por volver en bus nocturno -no estaba nada mal, después de todo), pasamos por Azumaya Soba Shop, donde sirven el famoso Wanko Soba de Morioka.


Capítulo 4: Cosas que me sorprenden de Japón

Me imagino que lo primero que sorprende al visitante que llega a Japón es que, al igual que en Gran Bretaña, Tailandia, Australia y otros lugares más, se conduce por la izquierda, (¡pero con unidades internacionales (km/h)!)

Así pues, fijándonos en el tráfico, tenemos:

  • Los semáforos con las luces dispuestas en horizontal, (ojo, que al verde lo llaman azul).
  • Tres turnos para algunos cruces. Dos para coches y uno para peatones.
  • Atascos a las cuatro de la madrugada, donde el 95% de los coches son taxis.
  • Ah, los taxis... ademá de ser carísimos, llevan sistema GPS de navegacion (con mapa de carreteras) y abren las puertas de forma automática cuando te vas a subir o a bajar de él. La luz verde indica que está ocupado, la roja, que está libre.
  • Hace poco aprendí que, cuando hombres de negocios suben a un taxi, el lugar de preferencia para la persona más importante es el que está detrás del conductor, dejándose el puesto de "copiloto" a la persona de menos categoría, por ser, estadísticamente, el asiento más peligroso.
  • Señales especiales pintadas en el suelo... VER

  • Desde que me he mudado al interior (por no decir al campo), he descubierto muchas más cosas sobre los coches japoneses...
    • ... son, para muchos, la niña de sus ojos... se gastan un pastón, no sólo en comprar un modelo deportivo o familiar bien chulo, sino que luego lo equipan con dos millones de pijadas (navegador incluido, que de verdad, que es muy impresionante) -desde muñequitos hasta turbo extra especial, llantas ultra-modernas, alerones, etc.-
    • Pero no sólo los coches... parece ser que tras estar de moda una pelí de los '70 llamada "TORAKKU YAROO", muchos conductores optaron por hacer como el protagonista, e invertir en la imagen de su camión, de forma que es habitual cruzarse por la carretera con auténticas ferias sobre ruedas, llenas de luces multicolor, plataformas y otras protuberancias niqueladas...
    • Evidentemente, alguien que adore a su coche, exige un buen servicio en todo lo que lo afecte, y así pues, en las gasolineras, se mantienen las viejas costumbres de limpiar los cristales mientras se reposta (¡hasta te dan un trapito húmedo para que los limpies tú también por dentro!), y, lo mejor de todo... te acompañan hasta la salida y te facilitan volver a la carretera.
Tokyo: En esta gran ciudad, donde, como ya he dicho, destacan los contrastes, me llaman la atención:
  • Sus millones de luces, de cuervos y de máquinas expendedoras (de refrescos y tabaco principalmente, aunque dicen que se puede encontrar casi de todo), y la ausencia de papeleras y árboles (es que en Madrid hay un montón).
  • Te regalan clínex por la calle, con publicidad de alguna tienda o empresa.
  • En los restaurantes te reciben en la mesa con una toallita húmeda para que te laves las manos, y un vaso de agua fresca. Allí no te faltarán palillos ni salsa de soja, pero servilletas... sólo en algunos (por eso es bueno guardar los clínex que has recibido antes).
  • En los escaparátes de la mayoría de los restaurantes, hay comida de plástico representando el menú (esto viene de antiguo, cuando se ponía comida de verdad -como hacen todavía en el comedor de JAPC en Tokai- y la verdad es que es de lo más útil para extranjeros que, como nosotros, no podemos leer el menú).
  • Hablando de escaparates, no me cabe la menor duda que, si no fuera porque la igualdad todavía no es una realidad -incluída la típica reducción de precio para entrar en las discotecas-, este sería un paraíso para las mujeres, ya que tienen toda la moda del mundo y tiendas para aburrirse, la comida japonesa -que es casi dietética, aunque ahora que lo pienso, también he visto cantidad de niñ@s bien rellenit@as... vale, retiro lo dicho- y además hay muchos salary-men que ganan una pasta, solteros...
  • Centros para practicar béisbol y golf abiertos incluso de madrugada (y llenos de gente los fines de semana).
  • Cuando alguien coge un resfriado es común el uso de una mascarilla blanca para impedir el contagio a los demás ciudadanos.
  • Mucha gente duerme la siesta en el asiento de su coche (y muchos de estos, con el motor encendido -sobre todo en invierno).
  • Hay gente junto a ciertas estaciones que te lee el futuro en la palma de la mano... pero no van de pobres, sino de profesionales, encorbatadísimos.
  • Los niños (todos de uniforme, y los más pequeños con un gorro amarillo -más monos...) van al colegio los siete días de la semana. Siendo sábado y domingo para las actividades deportivas.
  • Hombres y mujeres usan paraguas-sombrilla para protegerse un poco del sofocante calorazo del sol cuando caminan por la calle.
  • La música que suena a las seis de la tarde por los altavoces que hay en la calle, cerca de las oficinas, indicando que es la hora de volver a casa.
  • El metro. Que enlaza a su vez con una impresionante red de ferrocarriles, públicos y privados.
    • Es caro y apenas tiene descuento para los que lo usan con frecuencia (un 5 % para pases trimestrales). No hay zonas, como en el de Madrid, sino distancias, a tantos km recorridos, tantas pelas, y si tu abono va de tal estación a tal estación, pagas la diferencia si vas a cualquier otro lado fuera de ese recorrido.
    • Los túneles del metro conforman toda una ciudad subterránea donde hay tiendas, restaurantes y chavales en las esquinas cantando y tocando la guitarra (no para sacar dinero, sino para ser escuchados, eso es algo que me ENCANTA de Japón).
    • Los trenes son largos, larguísimos...
    • ... y paran exactamente donde las marcas que hay en el andén señalan donde están las puertas, de forma que la inmensa multitud de gente pueda entrar y salir ordenadamente.
    • Esta multitud de gente es de lo más variopinto, desde los enrolladísimos chavales con el pelo teñido, hasta los salary-man enfundados en su traje oscuro con camisa blanca -es tremendo verles totalmente borrachos al caer la noche-, pasando por mujeres en kimono y hasta luchadores de sumo...
    • Hay baño hasta en la estación más pequeña.
Y hablando de cuartos de baño...
  • Nuestro señor ROCA, aquí se llama TOTO.
  • El retrete normal está situado a nivel del suelo (o subido a un pequeño escalón).
  • Muchas cisternas llevan incorporado un grifo para que, al tirar de la cadena, puedas lavarte las manos en el lavabo que hay como tapadera (ya lo sé... ¡tengo que hacer una foto!
  • Otros retretes (los de lujo), llamados "de estilo occidental", tienen el asiento climatizado, y un sistema que, como algunos vidés, te suelta un chorrito de agua (de intensidad y a veces hasta temperatura regulables) para limpiarse, y luego el chorro de aire para secarse... ¡Toda una experiencia!
  • En cualquier hogar, la bañera está diseñada para preparar por la noche el OFURO; es decir, llenarla hasta arriba de agua bien caliente (entre 40 y 50 grados). Los miembros de la familia pasan en riguroso órden de categoría a lavarse antes de dormir. Junto a la bañera hay una sillita y la ducha, donde uno se enjabona y aclara, de forma que en el ofuro no haya nunca espuma.
  • En hoteles, dormitorios de empresa y "balnearios", estos ofuro son públicos, y la bañera es más bien una piscinita de poca profundidad. (en ciertos sitios también hay ofuro en el cuarto de baño, y es como el de una casa cualquiera)
Para terminar, un par de tonterías que más que sorprenderme, me parecen eso, graciosas...