La democracia del escorpión
Efectivamente, la jornada electoral que vivimos el pasado 2 de julio detonó una erupción en la que vienen discutiéndose diversos elementos: la equidad electoral, los medios de comunicación, los proyectos de país, la legalidad y la justicia, entre otros. En gran medida ésta es una erupción anunciada; México ha sido desde hace ya algunas décadas “el volcán que humea”, o la “fábrica de volcanes”. Las diversas contradicciones y presiones se polarizaron y condensaron en un proceso electoral que las contuvo esperando un desenlace institucional que no se ha verificado aún. En tanto no ocurra, los diversos conflictos se concatenan detrás de un resultado electoral que ya se percibe limitado ante la efervescencia social y política que vivimos, y ante la sospecha propiciada por la actuación de diversos actores políticos.
Muchas preguntas se agolpan atrás de la ensordecedora disputa por los resultados: ¿han sido rebasados los partidos políticos?, ¿La clase política tiene una vocación democrática real?, ¿existe una fortaleza institucional para encauzar las diferencias hacia el respeto de la voluntad ciudadana?
En nuestra ciudad la población vuelve a tomar las calles; muchos de ellos son los mismos que salieron en el 85 para atender la emergencia del terremoto, y en el 88 para protestar por el robo electoral. Un millón de personas salen a exigir claridad en el proceso electoral, a contrapelo del discurso enunciado por los medios de comunicación y el gobierno federal, demandando explicaciones por la perturbación del voto que tal vez las autoridades electorales ya no podrán responder.
Todavía cabe la posibilidad de esperar una solución digna de hombres de estado, si las altas autoridades electorales optan por recuperar la confianza de la población tomando medidas para el rescate de la voluntad de la ciudadanía.
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