LOS
AÑOS DE SU FORMACION
Pero el defensor más
tenaz y lúcido que iba a tener el Imperio en el curso de su
decadencia era, sólo en parte, un típico conservador británico.
Su origen familiar, no menos que su lugar de nacimiento, parecían
predestinarlo en tal sentido: Winston Leonard Spencer Churchill nació
el 30 de noviembre de 1874 en el castillo de Blenheim, cerca de
Oxford, que su gran antepasado John Churchill, duque de Marlborough,
jefe de las fuerzas inglesas en la guerra de la sucesión española,
había hecho edificar en el terreno donado por la reina Ana para
recompensarlo por las victorias militares que habían dificultado a
Luis XIV establecer su hegemonía en el continente europeo.
Precisamente de una de esas victorias tomó su nombre. Provenía,
pues, de una de las más grandes familias aristocráticas de
Inglaterra. Pero este mismo origen familiar contenía otras
tendencias contrapuestas. Su madre, la bellísima Jenny Jerome, no
provenía de las filas de la aristocracia inglesa: era hija de
Leonard Jerome, el afortunado propietario-director del "New
York Times"; y su padre, Randolph Churchill, durante su breve
pero tumultuoso aparición en la política inglesa, se había hecho
famoso por su carácter rebelde y difícil; en efecto, como
Canciller del Tesoro en el Ministerio presidido por Lord Salisbury,
personificó la tendencia de la democracia tory, esto es, de la
corriente del partido conservador favorable a una alianza con
algunos estratos de la clase obrera, con el fin de arrancar de las
manos de los liberales la causa de las reformas. Si de su familia
materna y del contacto directo con su madre -que fue durante mucho
tiempo su consejera- el joven Churchill pareció heredar el
desprecio por las convenciones y el espíritu de aventura, de las
aversiones que su padre había recogido en el curso de su carrera
política- hasta ser excluido de ella con una desilusión que pronto
lo llevó a la tumba- Churchill conservó, más que una sombra en el
recuerdo, el impulso de una extraordinaria combatividad.
Estos aspectos
personales de su origen familiar se acentuaron, en lugar de
atenuarse, en el curso de 1a formación intelectual y la experiencia
política del joven Churchill.
Y ello porque su
educación fue diferente de la recibida por la mayoría de los hijos
de la aristocracia británica. Como él mismo explicó en sus
memorias de los años juveniles, ninguna de las enseñanzas
fundamentales que caracterizaban a esta educación le era realmente
afín. Ni la de las lenguas antiguas -latina o griega- de las cuales
los jóvenes diputados de la Cámara de los Comunes solían extraer
citas con las que adornaban sus discursos parlamentarios; ni la del
cricket, el ornamento mundano más difundido de esa educación.
El joven Churchill
sobresalía más bien en la equitación y la esgrima; entre las
disciplinas intelectuales, se aplicaba en particular al estudio de
inglés. La carrera militar parecía, por lo tanto, 1a canalización
necesaria de estas aptitudes; y poco después de los veinte años,
Churchill egresó de la Academia de Sandhurst como subteniente de húsares.
En segundo lugar, el mismo aprendizaje militar de Churchill, entre
1895 y 1900, fue una mezcla de guerras y de aventuras, vividas en un
clima hecho en parte de nostalgia por las guerras que el mundo parecía
haber dejado atrás desde hacía algunos decenios, y en parte, de búsqueda
de emociones en regiones exóticas y lejanas. El joven oficial inglés
recibió su bautismo de fuego en Cuba, donde tomó parte en 1895
como observador, en una expedición de las tropas españolas
destinada a doblegar la resistencia de los cubanos, sublevados bajo
la conducción de Martí para afirmar su independencia nacional.
Pero de esa experiencia no parece haberle quedado mucho, fuera de la
confusa y desagradable sensación de que existían otros hombres y
otras naciones para los cuales su propio "imperio" era tan
sagrado como para los ingleses y para Inglaterra, el Imperio Británico,
o el hábito -que conservó toda la vida- de fumar grandes cigarros.
En cambio, muy distinto peso tuvo en su formación la participación
en campañas militares en la India, Sudán y África meridional, ya
como oficial de caballería, ya como corresponsal de diarios
ingleses, o como ambas cosas a la vez; unión característica, esta
última, de este guerrero que iba al encuentro de la guerra sin
hacer ostentación de su coraje, pero que trataba también de
conseguir de ella los medios para asegurarse la tranquilidad
financiera de que carecía un segundón de familia aristocrática.
En la India, participó en una serie de operaciones enfrentando a
tribus rebeldes que habitaban tierras montañosas de los confines
noroccidentales. En el Sudán, tomó parte en la carga del
regimiento 21º de Lanceros durante la batalla de Ondurmán, con la
cual las tropas angloegipcias conducidas por Lord Kitchener pusieron
fin al reino de los derviches. Más compleja fue su experiencia
durante la guerra anglo-boer. Enviado como corresponsal por el
"Morning Post" de Londres al Africa meridional, intervino
por espíritu de aventura en una empresa bélica y fue hecho
prisionero por los boers. Internado en Pretoria, logró huir,
eludiendo la vigilancia y sustrayéndose también a la jugosa
recompensa que los boers habían puesto a su cabeza.
La fuga de la prisión,
con el relieve que le dieron los diarios y con la feliz narración
que el mismo Churchill hizo de ella en un libro, le abrieron las
puertas de la política.
En 1899, antes de
esa aventura, se había presentado, como candidato por el Partido
Conservador, en las elecciones para ocupar vacantes de la Cámara de
los Comunes en el distrito de Oldham, en Lancaster, pero había sido
derrotado. Poco más de un año después, en una elección parcial,
el mismo distrito de Oldham lo elige como representante suyo.
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