ECONOMÍA
DEL CONOCIMIENTO:
¿VALORA EL MERCADO EL CONOCIMIENTO?
Por
Lic. Gabriel Leandro, MBA
Economista
En la actualidad la
información y el conocimiento se han convertido
en base esencial para el crecimiento y desarrollo de
las economías, factores estratégicos para
las empresas, pues constituyen un factor productivo
más y uno de sus activos más valiosos.
Esto se ha dado a tal nivel que hasta se ha llegado
a hablar de que este tiempo es la “era de la información”.
No es necesario argumentar
demasiado para concluir que el conocimiento es sumamente
valioso, pero el problema aparece ahí mismo,
¿cuánto vale ese conocimiento y cómo
debe ser distribuido ese conocimiento entre los distintos
individuos de la sociedad? Este problema se vuelve evidente
cuando se observan los actuales debates sobre las patentes
de medicamentos, las discusiones sobre el software libre,
la piratería de libros, películas, música,
entre otros puntos que generan importantes polémicas
alrededor del mundo.
En este sentido aparecen
diferentes posiciones. Algunos como Richard Stallman,
líder de la Free Software Foundation, defienden
radicalmente el software libre y atacan fuertemente
las patentes de programas. Para Stallman las patentes
son perjudiciales pues benefician sólo a las
grandes compañías y perjudican a los países
más pobres. Para otros, como Manuel Patarroyo,
un distinguido científico colombiano creador
de una vacuna contra la malaria, “el conocimiento
debe ser abierto y universal”, ya que a su juicio
no es patentable. Este científico no admite que
las multinacionales ganen millones de dólares
mientras mueren los que no pudieron pagar.
Sin embargo, al otro
lado de la cerca están aquellos que defienden
los derechos de propiedad intelectual protegida, principalmente,
a través de la existencia de patentes y derechos
de autor. Así los productores de la información
(y muchos otros productos) podrán patentar sus
“innovaciones”, lo que les concede un derecho
exclusivo sobre su producción, y de esa manera
“protegen” al propietario de la patente,
pues se evita que otros la empleen sin compensar a su
“creador” original. Se argumenta que si
este mecanismo no existiera entonces desaparecería
el incentivo a crear y desarrollar nuevos productos,
de este tipo y de muchos otros.
Estas patentes confieren
al productor original la exclusividad en la explotación
de su invención, constituyéndose así
en un monopolio. Este punto de vista concuerda con la
conocida hipótesis de Schumpeter de que vale
la pena fomentar la creación de monopolios, si
de esta manera se promueve la innovación.
¿Por
qué el mercado no resuelve bien este problema?
La respuesta se relaciona
con el hecho de que el conocimiento genera una serie
de “beneficio externos”, los cuales no siempre
son considerados por las personas a la hora de tomar
sus decisiones y por tanto el mercado no los refleja
apropiadamente.
Las actividades económicas
generan costos y beneficios, los cuales pueden ser privados
o externos. Por ejemplo, una persona que estudia en
una universidad obtiene un beneficio para sí
mismo, por ejemplo un mejor salario. Ese es el beneficio
privado. Pero también se generan una serie de
beneficios externos, es decir, beneficios que recaen
sobre alguna otra persona. Por ejemplo, la posibilidad
de ser mejor ciudadano, de mejorar la comunicación
y el desempeño de las personas en la sociedad,
de generar nuevas soluciones a los distintos problemas
humanos, entre muchos otros.
Para ilustrar este
problema de valoración de la información
y el conocimiento se empleará un ejemplo sencillo,
pero que tal vez es una situación común.
Suponga que usted estudia en una universidad y tiene
un examen la próxima semana. La materia de esa
evaluación es bastante amplia y complicada. Sin
embargo, gracias a sus horas de estudio y sacrificio,
usted logra esquematizar todos los temas del examen
en una página, logrando desarrollar así
una herramienta clave para obtener una buena calificación
en dicha prueba. Cuando usted llega a clase y sus compañeros
ven la hoja que usted a creado y querrán sacarle
fotocopia. Si usted tiene 25 compañeros, muy
probablemente todos sacarán la copia de la hoja
y usted habrá contribuido a que todos saquen
una mejor nota. Pero usted también habrá
obtenido pérdidas económicas, o sea que
si usted no fuera estudiante jamás habría
hecho ese trabajo. ¿Por qué? Las fotocopias
que sus compañeros han obtenido valen por la
información que contienen, pero ¿cuánto
pagaron por esa hoja?, ¿cuánto pagaron
por la información? La verdad es que pagaron
sólo por la fotocopia y no pagaron nada por la
información en sí misma. Usted no obtuvo
ninguna retribución a cambio de su trabajo. Por
eso usted no se dedicaría a eso, excepto que
pueda obtener alguna compensación por los costos
incurridos.
Una manera en que usted
podría generarse un ingreso que compense su esfuerzo
es patentar la hoja, y luego venderla según su
demanda. La patente garantizaría que podrá
limitar su uso, sólo usted tendrá derecho
de copiarla y venderla. Esto le permitiría cubrir
sus costos e incluso obtener ganancias, las cuales le
incentivaría a seguir creando productos de este
tipo, pero a la vez el número de personas beneficiadas
por su hoja se reducirá, con lo que también
se reduce el bienestar general del grupo. ¡Tal
vez no todos los compañeros logren una buena
nota!
¿Qué
hacer?
Para la mayoría
de los productores de industrias como la farmacéutica,
biotecnológica, musical, software, entre otras,
la posibilidad de que los países cuenten con
fuertes mecanismos que protejan la propiedad intelectual
es fundamental para promover su crecimiento y desarrollo
a corto y largo plazo. Pero, por otro lado, también
es cierto que estos mecanismos en los países
de bajos ingresos podrían tener efectos adversos
sobre su crecimiento y bienestar, pues gran parte de
la población no tendría la capacidad para
pagar por esos bienes y servicios.
Tal como se explicó
anteriormente, el mercado no ofrece una solución
apropiada. Es necesaria entonces la intervención
del gobierno. Así la participación del
gobierno debe encaminarse a hacer valer los derechos
de propiedad en forma efectiva, pero a la vez crear
los mecanismos que permitan un acceso equitativo a los
beneficios del desarrollo tecnológico y científico.
Algunas posibilidades
son a través de la participación conjunta
tanto del sector público como del sector privado
en proyectos de investigación, en los cuales
se puedan compartir tanto los costos como los beneficios.
También a través de subsidios a universidades
y centros de investigación, o por medio de incentivos
fiscales para aquellas empresas que desarrollen proyectos
de impacto social, como sería la donación
de medicinas a hospitales públicos, software
a escuelas públicas, etc. A su vez el estado
puede regular los precios cobrados por los productores,
los cuales muchas veces constituyen monopolios. A estas
es posible agregar otras posibilidades adicionales,
dependiendo de la situación y del tipo de bien.
Sólo
de esta forma se puede, aunque sea un poco, alcanzar
la eficiencia y la equidad, ya que hasta ahora muchos
no pueden pagar por la información y el conocimiento,
precisamente los que más lo necesitan para mejorar
sus condiciones de vida.