Donatella Airoldi
Rasgones de libertad

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un largo hilo que nos une
1998 el dia de los vivos
2002 Lorella Giudici
2002 R. Borghi
2002 J.C.Aldama
M. Y. Andrade B.
2005 Dafne
2005 D. Airoldi
2005 Librertad
2005 N. Morosi
Merry Mac Masters

Desunir las manos y anudar los sentimientos, Antonella Prota Giurleo nos acerca a una complejidad existencial, a veces rebosante de oro y de adornos, a veces de afligidos fragmentos de tejidos maltratados o de verde esmeralda bordados.

Hay que manejar con habilidad el cuchillo de la vida: frases suaves que se acunan en refinadas telas que nunca quieren estar tendidas. Correr, pararse y

correr; esta vida metropolitana hecha de tiras cálidas y húmedas nos pide un pensamiento hecho de contrastes, laceraciones, impulsos de esperanza y de

rescate.

La de la artista es una visión del mundo sólo en apariencia solar que nos llega a través de instalaciones que vuelven a conducir siempre a una dimensión saturada de miradas oblicuas y de rasgones ya no reducibles.

Las obras presentadas, que se refieren todas a una variada manera de leer, abrazan simbólicamente unos de los aspectos más significativos de la existencia, en particular de las mujeres, que van desde el cotidiano

hasta el sueño, desde la muerte hasta la utopía.

La actitud, el significado subtendido, la inducción de pensamiento son las ataduras fuertes que unen entre ellos estos trabajos hasta formar un gran fresco alegórico sobre la vida.

La artista nos hace comprender como unos rasgones en el papel o en un lienzo puedan encontrar un equilibrio y una alegría tal de vivir de manera de que van a definir una interlocución terminada con la duda de la verdad. Nos acompaña en los sitios interiores, entreteniendo el aliento, tratando de agarrar en silencio los secretos de unos momentos escondidos, deslumbrando momentos de intimidad con suavidad y con discreción. Un conjunto de mapas coloradas, de hilos, de telas que hablan de vividos sutiles, de cursos subterráneos, casi fueran galerías vietnamitas tan pequeñas y escondidas que impiden, con inteligencia, al enemigo de poder entrar en ellas. Son mapas del corazón que se mueven con líneas aparentemente complejas y retorcidas, enlaces que tienen un sentido remoto, cruzados que jamás podrá evitar.

En la instalación llamada "Leer, pasión femenina - La colada" las protagonistas son sábanas tendidas al sol o a la sombra de un pinar solar, son signos acrílicos firmes y marcados. Son pedazos de telas que cuentan sus dóciles secretos, signos silenciosos, soldados en trinchera que luchan en el lodo profundo, secándose la cara conscientes de que el próximo imprudente aliento podría ser fatal. Son lienzos mojados de llanto, marcados por la sangre de tantas mujeres que no hablan, que encarcelan sentimientos ancestrales en sitios obscuros, los retienen en sus cuerpos heridos. Estos lienzos nos hablan de heridas que se cicatrizan imprimiendo, clavada en el acrílico, su indeleble memoria. "Aquí en la frontera estaré toda mi vida" (Carla Lonzi)

Pero "La colada" es también un trabajo que vive de aire y de luz, con un movimiento suyo, alcanza a mostrar antiguas mujeres que charlaban tendiendo sus sábanas al sol, cantaban y desbordaban de inocente sabiduría, coloraban el mundo con su riqueza interior bordando la atmósfera de maravillas.

La presencia de sentimientos opuestos aquí se representa claramente: alegría y dolor, expansión y repliegue, llanto y risa. Y los objetos, en su significado simbólico, se vuelven palabras y cuentos, casi inagotables en sus devoluciones

asociativas.

La performance "El testamento de Maria Helena" es la lectura de un texto poético con interacciones entre actores y publico. "La agonía es la suprema noche obscura de la cual hasta los perfectos necesitan para la pureza absoluta, y por eso es mejor que sea amarga. Después una agonía perfectamente y puramente amarga el ser desaparezca en una explosión de alegría perfecta y pura alegría". (Simone Weil)

Lo que pasa después de la lectura del testamento es exactamente una explosión de alegría hecha de papel y de papeles colorados que, como el arroz que en Italia se lanza a los esposos en el día de su boda afuera de la iglesia, que acoge al público que se ha quedado en silencio hasta entonces. Después, el regalo es inesperado, inmerecido, milagroso, es como si la muerte produjera renacimiento, el sentimiento y el luto se volvieran en júbilo.

¿Exorcismo o fe? El señal enviado es fuerte, todo el mundo se contamina y se turba en su propias dudas.

La artista nos lleva aún más al fondo en el mundo de la lectura. Con "El color de la lectura" y "Donde leen las mujeres" liga y desliga lazos de vida de jóvenes mujeres escondidas en las letras de los libros, las descubre, trata de exponerlas en superficie, a veces les oculta bajo la tela encontrando refugio y abrigo contra los reflectores de la futilidad. Antonella Prota Giurleo no quiere prefigurar un recorrido ordenado, sino nos lleva en lugares que huelen a mujeres, en sus castillos, en sus riquezas, en sus palpitaciones de murciélago encajadas en los diamantes. Excava el leer de las mujeres como si el alfabeto, en lugar de ser el latino, fuera un avanzar de pensamientos meta comunicantes en los cuales obligatoriamente ocurre sumir la mente hasta escuchar las gotas de tinta que caen sobre el papel. "Hay verdades que ya no se pueden exprimir en fórmulas, sino en formas; y para llegar a estas verdades no se tiene que utilizar métodos lógicos sino se necesita recurrir a procesos intuitivos, enteramente similares a aquellos que vienen tradicionalmente reconocidos típicos procesos estéticos." (G.C. Argan)

Como en un anfiteatro griego, elementos simples perfectamente iguales llevan la gravedad de composiciones fotográficas, cada una cargada de imágenes de mujeres que leen, ojean curiosamente la lectura, se inundan de la hermosura en el pozo infinito de palabras escritas. Un pupitre central con un libro abierto es como un compendio, como una espera clarificadora de los colores de la lectura. Las páginas están interpuestas por pedazos de telas escarlatas, pinceladas de colores que están entre las páginas de existencias que pasan con rapidez. Colores y raso se insertan en las tortuosidades de las palabras, en los espacios blancos, en los espacios negros, tratando de coser y retener los momentos felices de una existencia que no se puede despreciar.

Y por lo tanto las historias contadas se vuelven anclas de estabilidad por excelencia en puertos encendidos donde la realidad en la marea de las palabras escritas puede, precisamente porque concebida, sin duda existir.

"Lo hermoso encierra, entre otras unidades de opuestos, las del instantáneo y del eterno." (Simone Weil)

Y la alegoría es completa.