UN LARGO HILO QUE NOS UNE

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un largo hilo que nos une
1998 el dia de los vivos
2002 Lorella Giudici
2002 R. Borghi
2002 J.C.Aldama
M. Y. Andrade B.
2005 Dafne
2005 D. Airoldi
2005 Librertad
2005 N. Morosi
Merry Mac Masters
Un largo hilo que nos une.

Antonella Prota Giurleo trabaja desde hace años para expresar con el lenguaje de las artes visuales el pensamiento político propiamente femenino que las ha ayudado a ser más libres.

Para ello crea situaciones en las que se hacen visibles la importancia de las relaciones, la singularidad, la evasión de una misma, la relación de la madre con la genealogía, la disparidad. Palabras estas, que a través de la práctica y el concepto de la diferencia, se revelan como elementos de la simbología que conduce el comportamiento de muchas mujeres.

He aquí pues la idea de la performance Fili di donne – Fili di Vita (Hilos de mujeres – Hilos de vida) en la Galería Quinto Cortile de Milán.

Antes de todo la relación con Mavi Ferrando, la galerista.

Y después con las mujeres invitadas, cada una de ellas diferente, relacionadas con la artista de alguna forma pero sin ser un grupo: todas vienen a la convocatoria porque la conocen, con diferentes expectativas de lo que se va a hacer.

La galería es un viejo edificio al que se accede atravesando diferentes patios, uno tras otro, una parte casi desconocida del Milán popular del s. XIX: callejuelas empedradas, desviaciones laterales, una escuela de arte, gente incapaz de darte direcciones. La sensación de no llegar a tiempo se vence gracias a la fe depositada en aquella que nos ha invitado.

En una habitación con el suelo de madera y una única venta que da un jardín invernal, unas mujeres en círculo escuchan a Antonella.

"Mientras no exista un fuerte hilo de amor sin interrupción, de aprobación y de ejemplo de madre a hija, de mujer a mujer, de generación en generación, las mujeres continuaremos vagando en un territorio hostil".

El extracto de Nacido de una mujer, de Addrienne Rich, había despertado en Antonella, desde hacía años, el deseo de utilizar hilos de colores y ovillos como estímulo para acciones que involucraran a diferentes mujeres que ya se encontraban en un terreno de investigación similar al suyo.

"Pero las mujeres ya no vagan más, ni el territorio parece tan hostil, porque está marcado por el camino de muchas otras", añade Antonella, y propone que cojamos un ovillo de hilo de una bolsa, atemos un extremo donde queramos, y lo deshagamos; ella fotografiará mientras tanto.

Y ahora, desovillamos nuestras vidas, desenrollamos nuestros hilos, entrelazamos.

Cojo mi ovillo de la bolsa de tela: un útero rojo que ha atravesado el océano. La vida me ha sido dada, la libertad de acoger mi condición de mujer y llenarla de deseos y significado aquí y ahora.

Con el hilo gris azulado en mi mano me anclo a una pequeña cadena que cuelga de la ventana: he nacido, vengo a la luz. Como yo, las demás admiran a Antonella, y todos los hilos se desenrollan a mí alrededor.

Busco los enredos: ato estrellas de hilo y creo lazos.

Me muevo por la sala, quiero explorarla toda.

El hilo verde de la imperdonable niña se enreda con el mío: me cruzo de nuevo con ella al igual que en nuestra amistad. No conozco a muchas de las mujeres, de otras sólo conozco un poco. Observo sus movimientos, sus colores: rosa, blanco, el verde de Nadia, azul, un collar grande de musgo, una boina, bufandas al cuello.

Antonella nos ha llamado, nos ha reunido y ahora se mueve recogiendo imágenes. Muevo mis hilos creando espacios y corredores. Caminamos en una elasticidad sutil multicolor.

Entonces comenzamos a ovillar nuestros hilos: la necesidad de los recuerdos. Los recorridos hacia atrás ya no son los mismos: nuevos encuentros en el tiempo que avanza.

Unimos los ovillos de hilo: ¿entusiasmo de la eficiencia o fragilidad de soluciones divergentes?

Formamos dos grandes bolas, podemos jugar. No queremos unirlas: queremos que entre nosotras exista la diferencia. Todas las manos se avecinan.

Con un hilo roto, dos de nosotras volvemos al juego de los enredos sobre los dedos. Vuelvo a ser una niña, y como entonces, incapaz de desplazar el enredo de mis dedos a los suyos. Otra chica se une. Me divierto viendo la danza de los dedos y de los hilos que se mueven de una a la otra.