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Historia de los Imperios: Antiguos y Modernos: Alemania
Alemania Estado de Europa, en la parte central del continente;
356.957 km2, 80.275.000 hab. Cap. Berlín. Limita al N con Dinamarca,
al S con Austria y Suiza, al E con Polonia y la República Checa y al
O con Francia, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos. Se halla bañado al
NO por el mar del Norte y al NE por el mar Báltico.
GEOGR. Geografía Física. En su descripción morfológica hay que
distinguir tres grandes conjuntos paisajísticos: al N, los terrenos
aluviales de la gran llanura germano-polaca; en el centro, los
terrenos hercinianos de las cuencas y macizos del Mittelgebirge; y al
S, el ámbito subalpino y danubiano de los Alpes de Baviera y el
altiplano de Baviera. El Rin (1.326 km, de los cuales 865 km en suelo
alemán) y sus afl. (Mosela, Main, Neckar), así como otros grandes
cursos fluviales como el Elba (1.165 km), el Oder (912 km) y el Weser
-también navegables-, constituyen, en gran medida, el vínculo natural
de unión entre estas tres grandes regiones; por otra parte, un
excelente sistema de canalización comunica desde 1938 un buen número
de estos ríos. El sector septentrional de Alemania forma parte de la
gran llanura europea, que se extiende desde la cuenca de París hasta
los confines de Rusia con las tierras siberianas. La línea costera -
que antiguamente llegaba hasta la altura del archipiélago de Frisia
oriental- ha sido parcialmente recuperada mediante la construcción de
pólders (los Marschen). Importantes puertos se sitúan en los
profundos estuarios fluviales: Emden (en el estuario del Ems),
Bremerhaven y Bremen (en el del Weser). Un relieve característico de
la región son las Geest, mesetas o landas arenosas de origen
cuaternario; también son frecuentes los pantanos y las turberas. Más
al interior, los terrenos limosos de las Börde (la región agrícola
más fértil del país) se extienden desde la cuenca de Münster hasta
Brunswick y separan la gran llanura del norte de la región montañosa
central o Mittelgebirge. Con sus antiguos macizos hercinianos, el
Mittelgebirge conforma el paisaje más típico de Alemania -una
sucesión de suaves elevaciones cubiertas de bosques y con una serie
de depresiones (valles del Rin y de sus afl.) intermedias-,
delimitando en su conjunto la zona más densamente poblada y de mayor
concentración económica del país. El Mittelgebirge se extiende desde
el macizo de Renania, al O, hasta el Erzgebirge y el macizo de
Bohemia, al E (en la frontera con la República Checa); entre otras
formaciones, comprende el Vogelsberg (de origen volcánico), la Selva
Negra (macizo de base cristalina) y el Jura de Suabia (colinas
calcáreas), configurando un complejo conjunto orográfico y geológico.
El valle del Danubio se abre entre el Mittelgebirge y la Alemania más
montañosa. La parte alemana de los Alpes se reduce a una estrecha
franja: en su antepaís, la meseta de Baviera es una fosa ocupada por
sedimentos terciarios procedentes de aquella cordillera, con extensos
terrenos loésicos. La zona propiamente alpina se encuentra en el
extremo meridional -los Prealpes septentrionales o Alpes bávaros-,
con su punto culminante en el Zugspitze (2.964 m de alt.); sus
estribaciones al O son los Alpes de Argovia y al E los de
Berchtesgaden. Las aguas alpinas desaguan en los cursos altos del
Rin, que atraviesa el lago Constanza, y del Danubio, que nace en la
Selva Negra, recibe al Lech y al Inn, entre otros, y atraviesa el
país de O a E en dirección a Austria. En su conjunto, Alemania tiene
un clima de tipo continental, si bien se halla alterado por la
relativa cercanía del océano; la carencia de fronteras naturales en
la costa favorece la penetración de influencias atlánticas, que al
adentrarse en invierno hacia el E sustituyen la nieve por la lluvia.
También existen notables contrastes entre las tierras altas y las
bajas.Geografía Humana. Resuelta en 1990 la fragmentación en dos
Estados resultante de la II Guerra Mundial, la Alemania reunificada
es el primer país de Europa en pobl., si bien tan sólo ocupa el
quinto lugar por su superf. territorial. Esta doble constatación
explica que la densidad media (225 hab./km2) sea la mayor de Europa
Central y una de las más altas de todo el continente europeo, sólo
inferior a la del Reino Unido, Bélgica y Países Bajos (y a la de los
pequeños Estados como Mónaco, San Marino, Vaticano y Malta, de
extensión mínima). En contrapartida, la evolución demográfica
presenta desde fines de los años sesenta uno de los crecimientos más
bajos del mundo, si no nulo (inferior al 0,5 % en la antigua
República Federal de Alemania y sólo rayando en el 0,1 % en la ex
República Democrática), al haber caído la tasa de natalidad por
debajo del 12 ô y mantenerse la de mortalidad en torno al 11-12 ô, lo
cual refleja el envejecimiento en la pirámide de edades. Tan sólo el
peso de la fuerte inmigración que vivió Alemania Occidental entre
1960 y 1975 ha podido compensar esta tendencia regresiva; pese a
haber disminuido sensiblemente a partir de esta fecha y al retorno de
numerosos contingentes hacia sus respectivos países -al completarse
la reconstrucción económica de la posguerra-, los grupos de otras
nacionalidades asentados en la ex RFA (turcos, griegos, yugoslavos,
italianos y españoles) suman más de 4,5 millones. En otro plano, han
empezado a tomarse medidas para evitar la previsible emigración
desde las naciones del Este, antes comunistas, que desde 1990
presionaba sobre el territorio de la ex RDA. Hoy en día, al haber
aflorado un cúmulo de dificultades socioeconómicas con la
reunificación, estos aportes de pobl. no germana -la mano de obra
barata que contribuyó al llamado milagro alemán de posguerra- son el
blanco de la creciente reacción xenófoba y racista; incluso se ha
hecho extensiva a los ossies (término con que designa a los antiguos
habitantes de la República Democrática), contrapuestos, por su mucho
más bajo nivel de desarrollo, a la supuesta opulencia de los germanos
occidentales. Salvando los casos de los Länder urbanos (Hamburgo,
Bremen), los principales centros urbanos están emplazados en la
Alemania media, sobre todo en Renania Septentrional-Westfalia
(incluyendo el Ruhr), el Sarre y Sajonia, regiones todas ellas
altamente industrializadas. El índice de urbanización llega al 86,4
%, y se concreta en una red de ciudades que forman un tejido bastante
equilibrado. Berlín sobrepasa ampliamente los tres millones de hab.,
Hamburgo el millón y medio y Munich el millón, mientras que Colonia
(Renania del Norte-Westfalia) se aproxima sensiblemente a esa cifra.
Otras nueve urbes superan los 500.000 hab.: en Bremen, su cap.
homón.; en la Baja Sajonia, Hannover; en la cuenca del Ruhr, Dortmund
y Essen; en el valle del Rin, Düsseldorf y Duisburg; en el valle del
Main, Frankfurt; en Baden-Württemberg, Stuttgart; y en Sajonia,
Leipzig, la ciudad más importante de la ex-RDA junto con Dresde, que
casa alcanza esa cifra. Por debajo de ellas, otro medio centenar
aproximadamente -encabezadas por la segunda c. bávara, Nuremberg-
superan los 100.000 hab. y terminan de configurar la compleja trama
urbana de Alemania: unas de carácter esencialmente político-
administrativo (Bonn, antigua cap. de la RFA), otras con gran arraigo
industrial (Mönchengladbach, Bochum, Chemnitz -la antigua Karl-Marx-
Stadt-, Mannheim, Brunswick, Wuppertal, Bielefeld, Gelsenkirchen,
Oberhausen), o con una larga y reconocida historia (Tréveris,
Maguncia. Aquisgrán, Magdeburgo), y también puertos tradicionales
(Lübeck, Karlsruhe) o de más reciente consolidación (Kiel, Rostock).
Geografía Económica. La nueva Alemania, que ha reunido a la economía
más potente de Europa (la de la ex RFA) y al segundo país más
desarrollado del bloque socialista después de la URSS (la ex RDA), se
alza también como un verdadero coloso en el concierto mundial. Si
antes del desplome soviético ocupaba el tercer o cuarto lugar, a
fines del presente siglo se dibuja la pugna con Japón -la otra
potencia ascendente- y, ya a distancia, con Rusia (que atesora gran
parte del potencial económico de la antigua URSS) por desbancar a EE
UU del primer puesto mundial. La agricultura tiene una importancia
relativa: apenas ocupa a un 5 % de la pobl. activa y, no obstante
sus altos rendimientos y grado de mecanización, no llega a satisfacer
la demanda interna; los cultivos principales son los cereales (casi
26 millones de t en 1990), especialmente el trigo (un 40 % del
total), las patatas y la remolacha azucarera. Las cabañas ganaderas
más numerosas son la vacuna y la porcina. En conjunto, la aportación
del sector primario a la renta nacional supone menos del 4 %. En
cambio, el sector secundario da empleo a un 40 % aproximadamente de
la pobl. activa alemana y representa un porcentaje similar en la
estructura del PIB. La pujanza industrial ha partido de recursos
carboníferos notables, que suministran en su casi totalidad las
cuencas del Sarre y del Ruhr; Alemania es el primer productor mundial
de lignito (casi 241 millones de t) y el noveno de hulla (77,5
millones de t). En cambio, son insuficientes sus reservas de hierro,
en la medida en que han de alimentar a la quinta industria
siderúrgica del mundo en volumen de producción. Ésta se localiza no
sólo en las citadas cuencas extractivas del Ruhr y del Sarre
(Oberhausen, Bochum, Mülheim, Duisburg), sino también en Sajonia, el
Alto-Palatinado y la región de Lübeck. Destacan la metalurgia del
plomo (Braubach, Noderham), del estaño (Essen, Duisburg), del
aluminio (Innwerk, Lippwerk), del cobre y del cinc. En la fabricación
de automóviles (Hannover, Wolfsburg, Stuttgart, Colonia), las
acreditadas firmas alemanas (Volkswagen -que por sí sola domina un 13
% del mercado-, Opel, BMW, Daimler-Benz, etc.) aseguran al país el
tercer puesto entre los grandes productores; en la variada gama de
las construcciones mecánicas, sobresalen los capítulos de la
maquinaria agrícola e industrial y el material ferroviario (Munich).
Por lo que respecta a la industria química, de tan larga tradición
como enormes dimensiones, se concentra sobre todo en dos áreas: una
que se extiende desde Colonia-Leverkusen hasta el Ruhr, y la otra
desde Mannheim hasta Frankfurt-am-Main y Höchst. La industria textil
tiene sus grandes centros en la región renana (Bonn, Aquisgrán,
Münster), la cuenca del Neckar (Esslingen, Reutlingen) y, en Sajonia,
el triángulo Plauen-Leipzig-Zittau. Tradicional industria fotográfica
en Dresde y óptica en Jena. Mecánica de precisión en Berlín, Dresde y
Munich. Tienen asimismo un peso relevante la transformación de los
productos alimentarios, la producción de electrodomésticos (aparatos
de radio, televisores) y los astilleros (Hamburgo, Bremen, Kiel). El
progreso de la economía alemana se ha visto apoyado por un gran
desarrollo de las infraestructuras en comunicación por carretera
(casi 11.000 km de autopistas) y por vía férrea (más de 44.000 km),
complementadas por la gran importancia del tráfico fluvial. El
transporte aéreo cuenta con uno de los aeropuertos más importantes de
Europa, el de Frankfurt-am-Main, mientras que los puertos de
Hamburgo, Bremen (Bremerhaven), Rostock y Wilhelmshaven concentran la
mayor parte de la actividad comercial y pesquera del país. La balanza
comercial de Alemania es positiva, ya que el peso de sus
exportaciones (bienes de equipo: vehículos, maquinaria industrial,
productos químicos) supera al de sus importaciones (petróleo,
minerales, productos agrícolas y bienes de consumo). Tomando datos
bastante ilustrativos (los de la antigua RFA para el año 1990), el
total de las exportaciones ascendió a unos 671.000 millones de marcos
de las importaciones. La mitad del comercio exterior se efectúa con
los países de la UE, siendo Francia el primer cliente y proveedor
comercial del país. El gran reto ante el s. XXI es, sin duda, la
integración de las dos Alemanias en una sola y equilibrada, sin que
el coste social que se deba pagar por ello sea de tal magnitud que
pueda favorecer la aceptación mayoritaria de movimientos totalitarios
de muy reciente e infausto recuerdo.
HIST. Las etapas prehistóricas y la antigua Germania. Su territorio
ofrece restos de las culturas paleolíticas más antiguas (mandíbula de
Mauer) y su primera cultura neolítica, con cerámica de bandas, data
del VI milenio a.J.C. Desde finales del s. X a.J.C. se desarrolló en
el S de Alemania y Alta Austria la primera civilización de la Edad
del Hierro europea, la cultura de Hallstatt, dentro del ámbito celta.
Su continuación, la cultura de La Tène, ya es plenamente céltica,
aunque con influencias escitas y griegas: se extendió por el S de
Alemania hasta el s. III a.J.C., cuando germanos del N de Europa,
huyendo de un enfriamiento climático, reemplazaron y se mezclaron con
ese sustrato céltico y pasaron a ocupar todo el territorio de la
actual Alemania. El mundo romano tuvo las primeras noticias de los
germanos por el ataque de cimbrios y teutones, derrotados por Mario
en Aix-en-Provence y Vercelli (102 y 101 a.J.C.); las primeras
descripciones fiables provienen de Julio César, quien, tras conquistar
la Galia, estableció la frontera de Roma en el Rin (51 a.J.C.). Los
emperadores de la dinastía Julia-Claudia intentaron avanzarla hasta
el río Elba, pero la derrota de las legiones mandadas por Varo en el
bosque de Teutoburgo (9 d.J.C.) a manos del jefe germano Arminio fue
el preludio del definitivo retroceso hacia el Rin, donde se fortificó
el limes del Imperio romano; su defensa obligó a repetidas campañas a
todo lo largo de la época imperial. La continuada presión de las
tribus germanas -descritas sobre todo por Plinio el Viejo y Tácito-
sobre esa frontera tomó la forma de invasiones ya incontenibles en el
s. V, en sucesivas oleadas generadas, en parte, por el empuje de los
hunos (s. IV a.J.C.) y otros pueblos. En algunos de los espacios que
habían dejado semivacíos en Germania se aposentaron tribus eslavas
(wendos, abodritas).La Edad Media y el Sacro Imperio. Entre 490 y 560
los francos impusieron su dominio sobre los alamanes, turingios y
bávaros que vivían en Alemania, pero la decadencia merovingia
conllevó que Alemania siguiese dividida y sin evangelizar, con
escasas innovaciones. A principios del s. X los carolingios ocuparon
y cristianizaron Germania, fundando numerosos monasterios e
incorporándola a la cultura europea. Cuando el Tratado de Verdún
(843) desmembró el bloque territorial forjado por Carlomagno, surgió
en Alemania un Reino Oriental (843-911) regido por miembros de su
dinastía (desde Luis el Germánico), pero los ataques normandos,
magiares y eslavos no consolidaron el poder real, sino la
feudalización de la sociedad y la creación de marcas. Al extinguirse
la rama carolingia, los grandes señores se dieron su propio rey,
Conrado I de Franconia (911-919). Él y sus sucesores de la casa de
Sajonia apuntalaron las bases del Sacro Imperio romano germánico
(creado en 962 por Otón I), cuyos soberanos se apoyaron en la
Iglesia, la pequeña nobleza y sus victorias sobre los invasores:
derrota de los húngaros en Lechfeld (955) por Otón I, que también
contuvo a daneses y eslavos. Desde el s. XI la prosperidad agrícola y
comercial y las concesiones a la gran nobleza durante la pugna de las
investiduras con el Papado fueron debilitando el poder de los
emperadores, cuya elección era muy conflictiva. Enrique V puso fin a
la lucha de las investiduras en el Concordato de Worms (1122), pero
significó la pérdida del control de la Iglesia alemana, el más firme
soporte de la autoridad imperial. Durante ese siglo comenzó la
colonización del E, que supuso el exterminio o el sometimiento de los
grupos residuales eslavos, y en el siguiente se creó la Hansa, una
liga de ciudades con finalidad comercial y defensiva cuya actividad
(comercio de trigo, lana, pieles y arenques) llegaba de Londres a
Novgorod. Federico I Barbarroja (1152-1190) restableció su supremacía
gracias a que el Papado recurrió a él frente a los normandos
establecidos en Sicilia, pero Enrique VI fracasó en sus intentos de
hacer hereditarios a los emperadores. A su muerte (1197) se produjo
el Gran Interregno (1250-1273), durante el cual no hubo emperador
reconocido, poniendo en evidencia que el poder nobiliario se había
impuesto al poder imperial. Cuando Rodolfo de Habsburgo (1273-1291)
accedió al trono, su poder efectivo se limitaba a los territorios
propios de los Habsburgo. El s. XIII fue de crisis profunda: hambres
(1315-1317), peste (1348) y conflictos sociales en las ciudades (1332-
1384). Carlos IV de Luxemburgo limitó la capacidad electiva (Bula de
Oro, 1356) a los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris, los
príncipes de Bohemia, Brandeburgo, Sajonia y el conde palatino. Estos
siete príncipes electores tuvieron en su mano, de modo hereditario,
la designación del emperador que, aunque era la autoridad suprema,
sólo podía imponer su voluntad gracias a sus recursos patrimoniales.
Como los Habsburgo eran los que poseían mayores posesiones, lograron
ocupar el trono imperial de forma continuada desde Alberto II (1438-
1439) hasta la época contemporánea. La debilidad del poder monárquico
en la Baja Edad Media permitió el desarrollo de guerras privadas
entre nobles, la creación de ligas de ciudades, la existencia del
tribunal secreto de la Vehme para la represión del bandidaje
nobiliario, la derrota de la orden Teutónica -que había sido uno de
los agentes principales de la expansión hacia el E- en Grundwald
(1410) ante los polacos y la revuelta de los husitas en Bohemia. Pero
estos problemas políticos no impidieron la afirmación de la
influencia alemana en la Europa Central y oriental, un sentido deseo
de reforma religiosa (fruto en parte del desprestigio que había
reportado al Papado el Cisma de Occidente) y un gran desarrollo de
las ciudades renanas y bálticas, con el consiguiente auge de una
cultura burguesa y urbana que condujo a la creación de las
universidades de Praga (1348) y de Viena (1365).Edad Moderna. Las
condiciones que se habían creado en esas centurias y el impacto del
nuevo horizonte cultural y económico del Renacimiento en la burguesía
urbana abonaron la aparición de numerosos predicadores que buscaban
en la Biblia la confirmación de sus aspiraciones de cambio y, aún en
mayor grado, las críticas de Lutero (1517) al Papado, hasta desembocar
en la cristalización de una nueva doctrina religiosa. La Edad
Moderna se inició en Alemania con una época de convulsiones políticas
y religiosas conocida como la Reforma. Ésta dio origen a revueltas
radicales y sociales (1523-1524) de los campesinos y de los
anabaptistas de Tomas Münster (1533-1534), que fueron vencidas por la
nobleza. La alta nobleza la aprovechó para enfrentarse al emperador
Carlos, centralista y católico, y apoderarse de los bienes de la
Iglesia. Después del fracaso de la Dieta de Worms (1522), el
emperador, en guerra con Francia, no pudo hacer frente de forma clara
a Lutero hasta el Tratado de Madrid (1526), pero su intervención tuvo
que contener a la Liga de Smalkalda (1531) de los nobles
protestantes, apoyada por Francia desde 1534 y derrotada en Mühlberg
(1547). La Paz de Augsburgo (1555) consagró el principio cuius regio
eius religio, que obligaba a los habitantes de Alemania a tener la
religión de su señor, y se limitó a reconocer la división del país
(sólo Austria, los obispados y Baviera del lado católico) y las
secularizaciones. En el S, Austria fue incapaz de frenar el avance
turco: desastre de Mohács (1526) y sitio de Viena (1529); en el N se
produjo la guerra de liberación de Holanda desde 1572. Todo ello se
agravó por la expansión del calvinismo y el comienzo de la
Contrarreforma, dirigida desde Austria y Baviera y apoyada por los
jesuitas. La guerra de los Treinta Años, que comenzó con la
defenestración de Praga (1618), fue una guerra religiosa y política
con intervención de daneses, suecos, franceses y españoles que asoló
y despobló el país. La Paz de Westfalia (1648), que puso fin a esa
guerra, consagró la división del imperio en 350 estados prácticamente
independientes y el intervencionismo francés y sueco. El emperador se
concentró en extender sus territorios fuera de las fronteras alemanas
(los turcos fueron rechazados de Viena en 1683). Prusia surgió de
Westfalia como la potencia rival de Austria y aumentó sus territorios
e influencia con la repoblación del E y, sobre todo, con los
conflictos bélicos del s. XVIII: Federico I en la guerra de Sucesión
española, Federico II el Grande, que ocupó Silesia (1740) en la
guerra de Sucesión austríaca y en la guerra de los Siete Años (1756-
1763), cuando aliado a la Gran Bretaña hizo frente a Austria, Rusia y
Francia. Prusia fue un Estado protestante, con una excelente
organización civil y militar abierto a las nuevas ideas del despotismo
ilustrado, mientras que Austria era un imperio católico, basado en
la economía agropecuaria y las tradiciones. En la última década del
s. XVIII, tanto Austria como Prusia participaron en los repartos de
Polonia, con lo que acrecieron su extensión territorial.Edad
Contemporánea hasta la creación del II Reich. El liberalismo de la
Revolución Francesa se extendió a Alemania, aunque sus ilustrados
rechazaron pronto su radicalismo y los Estados de Austria y Prusia se
opusieron militarmente. Sus derrotas ante las tropas francesas,
ratificadas en los tratados de Basilea (1795), Campoformio (1797) y
Lunéville (1801), llevaron las fronteras francesas hasta el Rin, y la
paz de Presburgo (1805), que puso fin a la tercera coalición
antinapoleónica, significó el fin del Sacro Imperio. En 1806 se creó
la Confederación del Rin, bajo protectorado francés, como contrapeso
a Austria y Prusia, y Francisco II reconoció el fin del Imperio
alemán y se proclamó emperador de Austria. El Tratado de Tilsit
(1807) dejó a Federico Guillermo III una Prusia reducida, cuyos
territorios en parte sirvieron para crear el ducado de Varsovia. La
influencia de Francia y las reformas que promovió en la política
alemana contribuyeron a difundir el liberalismo y el nacionalismo,
este último como reacción contra la ocupación. El Congreso de Viena
(1815), que fijó el mapa de la Europa de la Restauración, creó la
Confederación Germánica. Estuvo formada por 39 estados y estableció
la Dieta de Frankfurt con poderes reducidos. Austria y Prusia habían
aumentado sus territorios en Italia y en el Rin (la futura región
industrial), respectivamente. Ambos Estados reprimieron los brotes
nacionalistas y liberales en Alemania, de acuerdo con las ideas de la
Restauración, ya que el miedo a la revolución era aún muy intenso
entre la aristocracia. La unificación alemana vino propiciada por la
industrialización e impulsada por la burguesía. La unificación del
mercado nacional fue apoyada por Prusia, que en 1818 abolió sus
barreras aduaneras interiores; en 1834 se estableció el Zollverein,
unión aduanera de los estados del N de Alemania que excluía a
Austria. En esta época comenzó el tendido sistemático de
ferrocarriles, la explotación de las minas del Ruhr y del Sarre y
surgieron las ciudades manufactureras del Rin. La revolución
nacionalista y liberal de 1848 consiguió que se proclamasen efímeras
Constituciones y se convocase una Asamblea Nacional constituyente
que, sin tener en cuenta la opinión de los príncipes, proclamó
regente a Juan de Habsburgo; pero este proceso revolucionario de tipo
burgués carecía de fuerza real y del apoyo de las clases populares.
Federico Guillermo de Prusia rechazó la oferta de esa corona por las
presiones de Austria y Rusia y por estar condicionado a una carta
constitucional. Tras estos fracasos, la burguesía se orientó a evitar
los procesos revolucionarios populares y se alineó con el modelo de
unificación dirigido por Prusia, impulsado por el desarrollo
industrial y jalonado por el expansionismo que facilitaba su fuerte
dispositivo militar. En 1864 Austria y Prusia vencieron a Dinamarca
en la guerra de los Ducados y le arrebataron Schleswig y Holstein,
poblados por alemanes. La alianza duró hasta 1866, en que se
produjeron la guerra entre ambas potencias germánicas y la victoria
de Prusia en Sadowa (1866), que permitió la constitución en 1867 de
la Confederación de la Alemania del Norte (Austria excluida), a cuyo
frente se encontraba el reino prusiano. El triunfo de la nueva
potencia alemana hizo recelar a los estados católicos y agrarios del
S del país y la Francia de Napoleón III exigió compensaciones
territoriales para restablecer el equilibrio, sin tener en cuenta la
opinión de su población. Ello permitió a Bismarck presentar a Prusia
como el brazo armado de la nación alemana y agrupar a todo el país
tras él. Las tropas francesas fueron vencidas en la batalla de Sedán
(1870), Guillermo I fue proclamado káiser del II Reich en Versalles
(1871) y se anexó Alsacia y Lorena.El II Reich. La Constitución de
1871 extendió, con variantes y cierta autonomía legislativa, a los 26
estados las normas que presidían la Confederación y creó un
legislativo federal de dos cámaras. El principal apoyo político del
nuevo régimen prusiano fue la nobleza terrateniente (junkers),
favorecida por el proteccionismo comercial. El canciller Bismarck
procuró la consolidación del Estado frente al autonomismo de los
antiguos estados católicos del S e impulsó el crecimiento económico.
La enseñanza y el matrimonio laico le enfrentaron no sólo con la
Santa Sede, sino también con la jerarquía católica y una considerable
masa de población en el interior (sus diversas formas de resistencia
se englobaron con el nombre de Kulturkampf). La socialdemocracia,
pujante tras el congreso de unificación de Gotha (1875) y favorecida
por la industrialización, tuvo un gran ascenso electoral y consiguió
reformas sociales y el sufragio universal. Bismarck creó diversos
sistemas de alianzas europeos para aislar a Francia, que
cristalizaron en la Triple Alianza con Italia y Austria (1882), y
evitó enfrentamientos directos con Gran Bretaña al renunciar a una
política colonial que aún no necesitaba, dado que la construcción del
mercado interior alemán era suficiente por lo reciente de su
consecución. Cuando Guillermo II subió al trono en 1868, dirigió
personalmente una política más agresiva; una vez hubo prescindido del
viejo canciller (1890), se fijó el objetivo de una expansión
imperialista (un lugar bajo el sol) que permitiera la continuación de
un desarrollo industrial necesariamente conectado con la exigencia de
más mercados; esta expansión fue primero comercial antes que política
y se proyectó sobre la Europa oriental antes que en las colonias
ultramarinas. A finales del s. XIX Alemania se había convertido en
una gran potencia europea y mundial en abierta rivalidad con Gran
Bretaña. El costo fueron las duras condiciones de vida de la clase
trabajadora, que llevarían al Partido Socialdemócrata a ser el más
fuerte de Europa y el más numeroso del Reichstag. El s. XX reveló los
graves problemas de esta expansión: rivalidad colonial con Gran
Bretaña, carrera de armamentos (rearme naval acelerado, dirigido por
Von Tirpitz) y cerco diplomático. Francia había mantenido su
hostilidad, agudizada por las tensiones coloniales y apoyada por Gran
Bretaña y Rusia, que abandonaba su aislamiento político. Sólo quedaba
como aliado el Imperio austrohúngaro, anclado en sus arcaicas
estructuras y cada vez más amenazado por el desarrollo del
nacionalismo. Los pactos secretos, las tensiones coloniales y el
conflicto balcánico condujeron a la I Guerra Mundial (1914-1918), en
la que los Imperios centrales (Alemania, Austria y Turquía) fueron
derrotados tras un mortífero desgaste en el doble frente occidental y
oriental y el bloqueo marítimo. El fin de la guerra fue propiciado
por una revolución interior que obligó a pedir el armisticio en 1918.
La paz llegó con la descomposición del régimen político, provocada
por la sublevación espartaquista (1918-1919) -influida por la
Revolución soviética-, la proclamación de la República Socialista de
Baviera y la huida del káiser. El socialdemócrata moderado Ebert
subió al poder y aplastó la revolución pactando con el ejército y con
los sectores conservadores (muerte de Karl Liebknecht y Rosa
Luxemburg en 1919).La República de Weimar. La Paz de Versalles (1919)
impuso cesiones territoriales de Alemania a todos sus vecinos, la
ocupación de Renania, enormes reparaciones de guerra y la reducción
de su ejército. Esa humillante paz pesó negativamente sobre la
consolidación de la nueva República, donde la antigua clase dirigente
continuaba controlando los resortes del poder (burocracia, jueces y
ejército). La inestabilidad continuó durante la posguerra: en 1923 el
general Ludendorff dio un fracasado golpe de estado nacionalista en
Munich que condujo a prisión a Hitler, donde escribió Mi lucha. El
relativo equilibrio conseguido desde mediados los años veinte, pese a
todas estas dificultades, acabó en la depresión de los años treinta,
con sus secuelas de paro y empobrecimiento (la cifra de parados
ascendió a 6 millones en 1932). La continua sangría de las
reparaciones de guerra llevó a un rápido auge del nacionalismo, que
favoreció al Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP) -
segundo partido del país en las elecciones de 1930 (que le depararon
el 18,3 % de los votos) y ya mayoritario en el Parlamento desde 1932
(37,4 % del total)-, apoyado por los grandes industriales y el
ejército. En 1933 Hitler fue nombrado canciller, en coalición con el
Partido Católico de centro y bajo la presidencia nominal del mariscal
Hindenburg.El III Reich. Al obtener Hitler plenos poderes del
Parlamento (1933), prohibió los sindicatos, salvo el Frente del
Trabajo (correa de transmisión de las directrices nacionalsocialistas
en el plano laboral), e inició una campaña antisemita y de
persecución de socialdemócratas y comunistas. También ilegalizó todos
los partidos que no fueran el nazi, al que depuró del sector
izquierdista (las SA) con la matanza llamada noche de los cuchillos
largos (1934), y a la muerte de Hindenburg asumió la presidencia y
abandonó progresivamente cualquier apariencia residual de
parlamentarismo. Desarrolló una política de protección de los
intereses de la burguesía, a la que libró de sus temores al comunismo
, y la compaginó con las vertientes populistas del nacionalsocialismo
; consiguió el pleno empleo merced a las obras públicas y el rearme,
y para ello convirtió al Estado en el director de la economía y
favoreció el corporativismo. En política exterior, estableció una
alianza con Italia y Japón, el Pacto Antikomintern, y desde 1935 se
dedicó a anular los efectos del Tratado de Versalles: recuperó el
Sarre mediante un plebiscito, impuso el servicio militar obligatorio,
remilitarizó Renania (1936) y anexó Austria y los Sudetes (1938). La
invasión de Polonia y su reparto con la URSS desencadenó la II Guerra
Mundial, que tuvo unos inicios fulgurantes para Alemania, pues en
1940 ocupó Francia, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda y
Luxemburgo. La expansión prosiguió hasta 1942 (Yugoslavia, Grecia y
URSS) y proporcionó grandes recursos a su esfuerzo bélico (expoliación
de las naciones ocupadas, campos de trabajos forzados y política
racista). La derrota de Stalingrado (1943) y los desembarcos aliados
en Italia y Normandía marcaron el declive de Alemania, superada por
la industria de los EE UU y la ofensiva de la URSS, y destrozada por
los bombardeos aéreos, hasta la consumación de la derrota en mayo de
1945.Alemania tras la II Guerra Mundial. El país fue mutilado en su
territorio y dividido en cuatro zonas de ocupación: británica,
francesa, estadounidense y soviética. Su reconstrucción comenzó con
la asimilación de unos nueve millones de repatriados y el pago de
reparaciones. Los vencedores impusieron cambios democráticos y el
proceso en Nuremberg (1945-1947) de los principales jefes de la
Alemania nazi por crímenes de guerra. La situación política y
económica mejoró con el Plan Marshall y el comienzo de la guerra
fría, originada por la rivalidad entre EE UU y URSS y el bloqueo
soviético de Berlín durante 11 meses en 1948 (abastecido mediante un
puente aéreo). En 1949 aparecieron dos Estados alemanes: la República
Federal de Alemania en las tres zonas de ocupación de los países
occidentales y la República Democrática de Alemania en la soviética.
La RFA proclamó su Constitución en 1949 y tuvo como canciller a
Adenauer (1949-1963), bajo cuyo gobierno el país vivió el milagro
económico (propiciado por la obligada inexistencia de gastos de
defensa), ingresó en la OTAN (1954), creó su propio ejército, se
libró de la ocupación militar (1955) y se adhirió a la CEE (1957); en
1963 Adenauer fue sustituido por el también cristianodemócrata
Erhard. El socialdemócrata Willy Brandt gobernó en coalición con los
liberales desde 1969, impulsó la Ostpolitik -que significó la
normalización de las relaciones con los países del Este, incluida la
RDA (1972)- y fue el precursor de la reunificación. En 1974 Brandt
dimitió por un escándalo de espionaje y le sucedió Helmut Schmidt, al
cual sustituyó en 1982 el cristianodemócrata Helmut Kohl, quien en
octubre de 1994 fue reelegido canciller por quinta vez consecutiva.
La renovada pujanza industrial convirtió a la RFA en una gran
potencia económica, que atrajo mano de obra de toda Europa. La
reunificación con la RDA en 1990 y el fin de la confrontación entre
bloques plantearon la redefinición de su política exterior y una
costosa integración socioeconómica. La RDA fue fundada en 1949 como
un Estado de tipo socialista, bajo protección de las tropas
soviéticas. Su reconstrucción se basó en planes quinquenales que
impusieron la reforma agraria (destrucción de los junkers
tradicionales), nacionalizaciones y la primacía de la industria
pesada, pero sin conseguir igualar el nivel de vida de la RFA; en
1953 se recurrió a las tropas soviéticas para sofocar la protesta
generada por las deficiencias económicas. En política exterior, se
integró en el Pacto de Varsovia y en 1961 edificó el llamado muro de
Berlín para impedir el contacto con Occidente, sin que se evitara la
huida de los sectores más jóvenes y dinámicos de su población. A
partir de 1962 subió el nivel de vida en la RDA y se convirtió en el
país más industrializado de la Europa del Este, aunque siguió
gobernado por un régimen de partido único de tipo totalitario
dirigido por Walter Ulbricht (1949-1971) y Eric Honecker (hasta
1989). La Ostpolitik condujo a la firma (1972) del tratado de amistad
con la RFA. El creciente descontento popular y el descenso de la
influencia de la URSS produjeron el fin del régimen de partido único
y la unificación de las dos mitades del país, adoptando la
Constitución e instituciones de la RFA (Tratado de Unión en 1990).
Tras la unificación, los antiguos habitantes de la RDA han sufrido el
paro producido por el cierre de la mayoría del aparato productivo y
la desorganización que supone la introducción brusca de la economía
de mercado.En 1994 fue elegido presidente el democristiano Roman
Herzog, en la primera elección presidencial realizada en el histórico
Parlamento berlinés tras la reunificación. Unos meses más tarde tuvo
lugar la retirada definitiva del territorio alemán de las últimas
tropas aliadas. En las elecciones de septiembre de 1998 resultó
elegido nuevo canciller Gerhard Schröder, del Partido Socialdemócrata
(SPD), con lo que finalizaba la llamada "era Kohl".
LIT. Las primeras producciones literarias en lengua alemana se
remontan al s. VIII: se trata de poemas de tipo heroico, basados en
las leyendas germánicas, el más antiguo de los cuales es el Cantar de
Hildebrando. De forma paralela, la épica cortesana y la poesía lírica
de los minnesänger recibieron influencias francesas y provenzales; en
la primera, destacan H. von Aue y G. von Strassburg y, en la segunda,
W. von der Vogelweide. La lírica perdió su acento cortesano hacia
mediados del s. XIII y empezó a transmitir las aspiraciones de la
burguesía ascendente. En el siglo siguiente, floreció la poesía
mística en las obras de Eckart, Suso y Taulero. El Renacimiento, como
consecuencia del movimiento reformista, se caracterizó por el
predominio de la literatura religiosa; la traducción de la Biblia al
alemán hecha por Lutero es considerada como el inicio de la lengua
moderna. Otra tendencia importante fue la de la literatura realista y
burguesa, cuyos precursores fueron el Till Eulenspiegel, de origen
legendario, y La nave de los locos, de Brandt, y cuyos autores más
destacados fueron H. Sachs y J. Fischart. Por influencia de la
Contrarreforma, en la segunda mitad del s. XVI, el gusto literario y
artístico se orientó hacia la estética barroca. Los máximos
representantes de esta nueva estética fueron Grimmelshausen y
Gryphius, el poeta y dramaturgo más importante del Barroco alemán. A
partir de 1680, las obras de J.Ch. Gottsched marcaron el inicio de la
Aufklärung (Ilustración), cuyos máximos representantes fueron G.E
Lessing, Ch.M. Wieland y G.Ch. Lichtenberg; al margen de la tendencia
hacia el racionalismo ilustrado, las Odas religiosas de F.G.
Klopstock anunciaron una literatura sentimental y pietista. Hacia
1770 surgió, como reacción contra el racionalismo de la Ilustración,
el Sturm und Drang (tormenta e ímpetu). Su principal exponente, J.G.
Herder, opuso a la imitación de los clásicos una literatura basada en
lo popular. Este movimiento cambió de orientación a partir de 1775,
bajo la influencia del clasicismo griego propuesto como modelo por
J.J. Winckelmann; los autores más destacados de esta tendencia fueron
K.Ph. Moritz, W. von Humboldt, J.W. Goethe y F. Schiller, cuyo
entramado filosófico y estético tuvo en las obras de F. Hölderlin,
J.P. Richter y H. von Kleist su más elevada expresión. De forma
paralela al movimiento anterior, a partir de 1790 surgió un
movimiento romántico en torno al pensamiento de Fichte y de la
revista Athenäum (1798-1800). La primera escuela romántica, integrada
por L. Tieck, los hermanos Schlegel, Novalis y F. Schleiermacher, se
caracterizó por un exaltado panteísmo. A principios del s. XIX, la
segunda generación romántica se dividió en dos grupos: el de
Heidelberg (C. Brentano, A. von Arnim y los hermanos Grimm) y el de
Berlín (La Motte-Fouqué, E.T.A. Hoffman y A. von Chamisso); este
segundo romanticismo sintió una fascinación por lo misterioso y lo
oculto y fue sensible a la tradición popular. Hacia 1825-1830, el
movimiento realista de la «Joven Alemania» se alejó del romanticismo
e incorporó elementos políticos; destacan las obras de H. Heine, L.
Börne y H. Laube. Esta orientación se prolongó en el «realismo
poético» de B. Auerbach y de F. Hebbel, en la novela psicológica de
Th. Fontane y en el naturalismo de G. Hauptmann. En la última década
del s. XIX, Stefan George, H. von Hofmannsthal y R.M. Rilke marcaron
el inicio de la poesía alemana contemporánea. Papel similar
desempeñaron, en el ámbito de la novela, T. Mann, H. Hesse y R.
Musil. Hacia 1910 surgió el expresionismo, cuyos autores más
destacados fueron, en poesía, E. Lasker-Schüler y G. Benn; en teatro,
H. Johst y B. Brecht, y, en novela, K. Edschmid y A. Döblin. La I
Guerra Mundial impuso un realismo que destacaba los aspectos más
brutales del mundo moderno («la nueva objetividad»). Mención aparte
merecen las obras de F. Kafka y las reflexiones sobre la guerra de
E.M. Remarque y de E. Jünger. Tras la II Guerra Mundial, las
consecuencias morales y materiales del conflicto constituyeron el
motivo de escritura de novelistas (S. Andres y H. Böll) y de poetas
(G. Eich y H.E. Holthusen); de forma paralela, surgieron el «realismo
mágico» (E. Kreuder) y una tendencia autocrítica (P. Celan y G.
Grass). En las últimas décadas, cabe señalar las aportaciones del
poeta H.M. Enzensberger, del dramaturgo P. Weiss y de los novelistas
R. Walser, Ch. Wolf, de los suizos M. Frisch y F. Dürrenmatt y de los
austríacos P. Handke y T. Bernhard.
ARTE. Una de las principales características del arte alemán es su
evolución discontinua; sin embargo, por debajo de sus variaciones,
con frecuencia debidas a las circunstancias políticas, permanece un
espíritu germánico, que oscila entre la austeridad y la inquietud y
que se interesa más por la expresión que por la armonía. Carlomagno
dio un notable impulso a la arquitectura, a la iluminación de
manuscritos y a la orfebrería. El arte carolingio, sin olvidar sus
orígenes bárbaros, acusa un retorno al clasicismo y una influencia
del arte bizantino. La capilla Palatina, construida por Carlomagno en
Aquisgrán hacia 805, adopta la planta central de las iglesias
bizantinas; de la misma época data la planta del monasterio de Saint-
Gall, cuya basílica presenta un rasgo muy común en el arte germánico:
dos coros, situados uno frente a otro, en cada extremo de la planta.
En la iluminación de manuscritos, debemos citar el Evangeliario de la
Coronación (Viena), el Evangeliario de Godescalco (París) y el
Evangeliario de Ada (Tréveris), cuya decoración arquitectónica tiene
resonancias orientales. Bajo la dinastía de los emperadores otones,
en los ss. X y XI, se acentuó la influencia bizantina. Destacan las
catedrales de Magdeburgo, Maguncia y Worms, cuyos vestigios se
conservan en los edificios construidos con posterioridad. La pintura
siguió su auge en los conventos (maestros de la isla de Reichenau y
frescos de Oberzell). La escultura en bronce produjo una obra
maestra: las puertas de la iglesia de San Bernardo en Hildesheim
(1015). A partir del s. XI, el arte románico se extendió por las
riberas del Rin. La arquitectura, derivada de la otónica, cuenta con
las catedrales de Spira y de Maguncia y con la iglesia abacial de
Maria Laach. El gótico, llegado de Francia, penetró en los países
germánicos muy vinculado al estilo románico. Sólo la catedral de
Colonia, terminada en el s. XIX, puede compararse por sus dimensiones
con las grandes catedrales de Francia. La escultura gótica alcanzó su
madurez con la escuela sajona del s. XIII y con un importante grupo
de escultores del s. XV (Jörg Syrlin el Viejo, Erasmus Grasser,
Michael Pacher, Gregor Erhart, Adam Krafft). El s. XVI fue uno de los
períodos más importantes en la historia del arte alemán, salvo para
la arquitectura, cuya evolución fue muy lenta. La pintura estuvo
dominada por Alberto Durero, Hans Holbein el Joven, Lucas Cranach el
Viejo, Matthias Grünewald y Albercht Altdorfer. En escultura, como lo
demuestran las obras de la escuela de Nuremberg, perduró el espíritu
gótico. La Alemania posterior a la guerra de los Treinta Años no
favoreció el desarrollo de las artes, que tuvieron que esperar hasta
el s. XVIII para alcanzar el vigor de sus épocas más brillantes. La
arquitectura alcanzó su plenitud en palacios e iglesias, en los que
se aprecia una renovada influencia italiana y francesa; destacan la
abadía de Melk, de J. Prandtauer (1702), las edificaciones vienesas
de F. von Erlach y L. von Hildebrandt, la iglesia de San Juan
Nepomuceno en Munich, de los hermanos Asam (1733-1746), y los
castillos de Brühl, Münster, Pommersfelden y Ludwigsburg, de J.B.
Neumann. La pintura y la escultura, a pesar de su supeditación a la
arquitectura, cuentan con notables y originales aportaciones: las
fuentes vienesas de R. Donner y las decoraciones pictóricas de F.A.
Maulbertsch. A fines del s. XVIII se aprecia el inicio de
orientaciones neoclásicas. La arquitectura se inspiró en los cánones
griegos, romanos y renacentistas; son dignas de mención la Gliptoteca
y la Antigua pinacoteca (1816), construidas en Munich por L. von
Klenze y la Ópera de Dresde (1838), edificada por G. Semper. El s. XIX
, a pesar de las aportaciones de J.G. Schadow y Ch.D. Rauch, no fue
una época brillante para la escultura. Por el contrario, la pintura
desarrolló todas las tendencias y búsquedas características del
siglo: el neoclasicismo de A. Carstens, el simbolismo de Ph.O. Runge,
el romanticismo de C.D. Friedrich, la religiosidad neogótica de los
Nazarenos (F. Pforr, J.F. Overbeck, J. Schnorr von Carolsfeld), el
realismo de G. von Dillis, J.C. Dahl y A. von Menzel y el
impresionismo de M. Slevogt y L. Corinth. Con la llegada del s. XX,
la utilización del hierro, del acero y del hormigón posibilitó el
desarrollo del funcionalismo de P. Behrens y de la escuela de la
Bauhaus, bajo la dirección de W. Gropius y de Mies van der Rohe; tras
la II Guerra Mundial, los arquitectos más importantes fueron E.
Eiermann, H. Scharoun, F. Otto y H. Hentrich. Los grandes movimientos
plásticos de las dos primeras décadas del s. XX son: el modernismo
del Jugendstil berlinés; el expresionismo del grupo Die Brücke,
fundado en 1905 por los pintores E.L. Kirchner, E. Heckel, K. Schmidt-
Rottluff y O. Mueller, y la abstracción del Blaue Reiter, asociación
constituida en 1911 por V. Kandinsky, F. Marc, A. Macke, J. von
Jawlensly y P. Klee. Tras la I Guerra Mundial, el arte alemán siguió
los pasos de las principales vanguardias europeas: la nueva
objetividad (M. Beckmann, O. Dix), el dadaísmo (K. Schwitters) y el
surrealismo (M. Ernst). Movimientos que motivaron la reacción del
régimen nazi, cuyas teorías estéticas supusieron un empobrecimiento
de las actividades artísticas. Después de la II Guerra Mundial, los
pintores se orientaron hacia la abstracción lírica (E. Wilhelm Nahy),
el realismo fantástico (B. Schulze), el neofigurativismo (H. Antes) y
el neoexpresionismo. Los escultores más destacados de este período
son E. Cimiotti, G. Haese, N. Kricke y B. Meier-Denninghoff.
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