Historia de los Imperios: Antiguos y Modernos
Analasis de la Poblacion
Analisis de la Economia
Analisis de la Historia
Analisis de la Geografia

/. . .

Estados Unidos Rusia Espania Europa




Rumania Rusia Mexico Canada Eurasia
Austria Estados Unidos Brasil Argentina Francia
Hungria Italia Iran Irak Inglaterra
Gales Europa America Oceania Gales
Asia China Hungria Austria Alemania
Africa Japon Rusia Eurasia Argentina


Inglaterra. Italia RomaEspania



Francia Austria Europa. Eurasia
InglaterraItaliaRomaEspaniaFrancia Austria Europa. Eurasia

Historia de los Imperios: Antiguos y Modernos: Alemania

Alemania Estado de Europa, en la parte central del continente;

356.957 km2, 80.275.000 hab. Cap. Berlín. Limita al N con Dinamarca,

al S con Austria y Suiza, al E con Polonia y la República Checa y al

O con Francia, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos. Se halla bañado al

NO por el mar del Norte y al NE por el mar Báltico.



GEOGR. Geografía Física. En su descripción morfológica hay que

distinguir tres grandes conjuntos paisajísticos: al N, los terrenos

aluviales de la gran llanura germano-polaca; en el centro, los

terrenos hercinianos de las cuencas y macizos del Mittelgebirge; y al

S, el ámbito subalpino y danubiano de los Alpes de Baviera y el

altiplano de Baviera. El Rin (1.326 km, de los cuales 865 km en suelo

alemán) y sus afl. (Mosela, Main, Neckar), así como otros grandes

cursos fluviales como el Elba (1.165 km), el Oder (912 km) y el Weser

-también navegables-, constituyen, en gran medida, el vínculo natural

de unión entre estas tres grandes regiones; por otra parte, un

excelente sistema de canalización comunica desde 1938 un buen número

de estos ríos. El sector septentrional de Alemania forma parte de la

gran llanura europea, que se extiende desde la cuenca de París hasta

los confines de Rusia con las tierras siberianas. La línea costera -

que antiguamente llegaba hasta la altura del archipiélago de Frisia

oriental- ha sido parcialmente recuperada mediante la construcción de

pólders (los Marschen). Importantes puertos se sitúan en los

profundos estuarios fluviales: Emden (en el estuario del Ems),

Bremerhaven y Bremen (en el del Weser). Un relieve característico de

la región son las Geest, mesetas o landas arenosas de origen

cuaternario; también son frecuentes los pantanos y las turberas. Más

al interior, los terrenos limosos de las Börde (la región agrícola

más fértil del país) se extienden desde la cuenca de Münster hasta

Brunswick y separan la gran llanura del norte de la región montañosa

central o Mittelgebirge. Con sus antiguos macizos hercinianos, el

Mittelgebirge conforma el paisaje más típico de Alemania -una

sucesión de suaves elevaciones cubiertas de bosques y con una serie

de depresiones (valles del Rin y de sus afl.) intermedias-,

delimitando en su conjunto la zona más densamente poblada y de mayor

concentración económica del país. El Mittelgebirge se extiende desde

el macizo de Renania, al O, hasta el Erzgebirge y el macizo de

Bohemia, al E (en la frontera con la República Checa); entre otras

formaciones, comprende el Vogelsberg (de origen volcánico), la Selva

Negra (macizo de base cristalina) y el Jura de Suabia (colinas

calcáreas), configurando un complejo conjunto orográfico y geológico.

El valle del Danubio se abre entre el Mittelgebirge y la Alemania más

montañosa. La parte alemana de los Alpes se reduce a una estrecha

franja: en su antepaís, la meseta de Baviera es una fosa ocupada por

sedimentos terciarios procedentes de aquella cordillera, con extensos

terrenos loésicos. La zona propiamente alpina se encuentra en el

extremo meridional -los Prealpes septentrionales o Alpes bávaros-,

con su punto culminante en el Zugspitze (2.964 m de alt.); sus

estribaciones al O son los Alpes de Argovia y al E los de

Berchtesgaden. Las aguas alpinas desaguan en los cursos altos del

Rin, que atraviesa el lago Constanza, y del Danubio, que nace en la

Selva Negra, recibe al Lech y al Inn, entre otros, y atraviesa el

país de O a E en dirección a Austria. En su conjunto, Alemania tiene

un clima de tipo continental, si bien se halla alterado por la

relativa cercanía del océano; la carencia de fronteras naturales en

la costa favorece la penetración de influencias atlánticas, que al

adentrarse en invierno hacia el E sustituyen la nieve por la lluvia.

También existen notables contrastes entre las tierras altas y las

bajas.Geografía Humana. Resuelta en 1990 la fragmentación en dos

Estados resultante de la II Guerra Mundial, la Alemania reunificada

es el primer país de Europa en pobl., si bien tan sólo ocupa el

quinto lugar por su superf. territorial. Esta doble constatación

explica que la densidad media (225 hab./km2) sea la mayor de Europa

Central y una de las más altas de todo el continente europeo, sólo

inferior a la del Reino Unido, Bélgica y Países Bajos (y a la de los

pequeños Estados como Mónaco, San Marino, Vaticano y Malta, de

extensión mínima). En contrapartida, la evolución demográfica

presenta desde fines de los años sesenta uno de los crecimientos más

bajos del mundo, si no nulo (inferior al 0,5 % en la antigua

República Federal de Alemania y sólo rayando en el 0,1 % en la ex

República Democrática), al haber caído la tasa de natalidad por

debajo del 12 ô y mantenerse la de mortalidad en torno al 11-12 ô, lo

cual refleja el envejecimiento en la pirámide de edades. Tan sólo el

peso de la fuerte inmigración que vivió Alemania Occidental entre

1960 y 1975 ha podido compensar esta tendencia regresiva; pese a

haber disminuido sensiblemente a partir de esta fecha y al retorno de

numerosos contingentes hacia sus respectivos países -al completarse

la reconstrucción económica de la posguerra-, los grupos de otras

nacionalidades asentados en la ex RFA (turcos, griegos, yugoslavos,

italianos y españoles) suman más de 4,5 millones. En otro plano, han

empezado a tomarse medidas para evitar la previsible emigración

desde las naciones del Este, antes comunistas, que desde 1990

presionaba sobre el territorio de la ex RDA. Hoy en día, al haber

aflorado un cúmulo de dificultades socioeconómicas con la

reunificación, estos aportes de pobl. no germana -la mano de obra

barata que contribuyó al llamado milagro alemán de posguerra- son el

blanco de la creciente reacción xenófoba y racista; incluso se ha

hecho extensiva a los ossies (término con que designa a los antiguos

habitantes de la República Democrática), contrapuestos, por su mucho

más bajo nivel de desarrollo, a la supuesta opulencia de los germanos

occidentales. Salvando los casos de los Länder urbanos (Hamburgo,

Bremen), los principales centros urbanos están emplazados en la

Alemania media, sobre todo en Renania Septentrional-Westfalia

(incluyendo el Ruhr), el Sarre y Sajonia, regiones todas ellas

altamente industrializadas. El índice de urbanización llega al 86,4

%, y se concreta en una red de ciudades que forman un tejido bastante

equilibrado. Berlín sobrepasa ampliamente los tres millones de hab.,

Hamburgo el millón y medio y Munich el millón, mientras que Colonia

(Renania del Norte-Westfalia) se aproxima sensiblemente a esa cifra.

Otras nueve urbes superan los 500.000 hab.: en Bremen, su cap.

homón.; en la Baja Sajonia, Hannover; en la cuenca del Ruhr, Dortmund

y Essen; en el valle del Rin, Düsseldorf y Duisburg; en el valle del

Main, Frankfurt; en Baden-Württemberg, Stuttgart; y en Sajonia,

Leipzig, la ciudad más importante de la ex-RDA junto con Dresde, que

casa alcanza esa cifra. Por debajo de ellas, otro medio centenar

aproximadamente -encabezadas por la segunda c. bávara, Nuremberg-

superan los 100.000 hab. y terminan de configurar la compleja trama

urbana de Alemania: unas de carácter esencialmente político-

administrativo (Bonn, antigua cap. de la RFA), otras con gran arraigo

industrial (Mönchengladbach, Bochum, Chemnitz -la antigua Karl-Marx-

Stadt-, Mannheim, Brunswick, Wuppertal, Bielefeld, Gelsenkirchen,

Oberhausen), o con una larga y reconocida historia (Tréveris,

Maguncia. Aquisgrán, Magdeburgo), y también puertos tradicionales

(Lübeck, Karlsruhe) o de más reciente consolidación (Kiel, Rostock).

Geografía Económica. La nueva Alemania, que ha reunido a la economía

más potente de Europa (la de la ex RFA) y al segundo país más

desarrollado del bloque socialista después de la URSS (la ex RDA), se

alza también como un verdadero coloso en el concierto mundial. Si

antes del desplome soviético ocupaba el tercer o cuarto lugar, a

fines del presente siglo se dibuja la pugna con Japón -la otra

potencia ascendente- y, ya a distancia, con Rusia (que atesora gran

parte del potencial económico de la antigua URSS) por desbancar a EE

UU del primer puesto mundial. La agricultura tiene una importancia

relativa: apenas ocupa a un 5 % de la pobl. activa y, no obstante

sus altos rendimientos y grado de mecanización, no llega a satisfacer

la demanda interna; los cultivos principales son los cereales (casi

26 millones de t en 1990), especialmente el trigo (un 40 % del

total), las patatas y la remolacha azucarera. Las cabañas ganaderas

más numerosas son la vacuna y la porcina. En conjunto, la aportación

del sector primario a la renta nacional supone menos del 4 %. En

cambio, el sector secundario da empleo a un 40 % aproximadamente de

la pobl. activa alemana y representa un porcentaje similar en la

estructura del PIB. La pujanza industrial ha partido de recursos

carboníferos notables, que suministran en su casi totalidad las

cuencas del Sarre y del Ruhr; Alemania es el primer productor mundial

de lignito (casi 241 millones de t) y el noveno de hulla (77,5

millones de t). En cambio, son insuficientes sus reservas de hierro,

en la medida en que han de alimentar a la quinta industria

siderúrgica del mundo en volumen de producción. Ésta se localiza no

sólo en las citadas cuencas extractivas del Ruhr y del Sarre

(Oberhausen, Bochum, Mülheim, Duisburg), sino también en Sajonia, el

Alto-Palatinado y la región de Lübeck. Destacan la metalurgia del

plomo (Braubach, Noderham), del estaño (Essen, Duisburg), del

aluminio (Innwerk, Lippwerk), del cobre y del cinc. En la fabricación

de automóviles (Hannover, Wolfsburg, Stuttgart, Colonia), las

acreditadas firmas alemanas (Volkswagen -que por sí sola domina un 13

% del mercado-, Opel, BMW, Daimler-Benz, etc.) aseguran al país el

tercer puesto entre los grandes productores; en la variada gama de

las construcciones mecánicas, sobresalen los capítulos de la

maquinaria agrícola e industrial y el material ferroviario (Munich).

Por lo que respecta a la industria química, de tan larga tradición

como enormes dimensiones, se concentra sobre todo en dos áreas: una

que se extiende desde Colonia-Leverkusen hasta el Ruhr, y la otra

desde Mannheim hasta Frankfurt-am-Main y Höchst. La industria textil

tiene sus grandes centros en la región renana (Bonn, Aquisgrán,

Münster), la cuenca del Neckar (Esslingen, Reutlingen) y, en Sajonia,

el triángulo Plauen-Leipzig-Zittau. Tradicional industria fotográfica

en Dresde y óptica en Jena. Mecánica de precisión en Berlín, Dresde y

Munich. Tienen asimismo un peso relevante la transformación de los

productos alimentarios, la producción de electrodomésticos (aparatos

de radio, televisores) y los astilleros (Hamburgo, Bremen, Kiel). El

progreso de la economía alemana se ha visto apoyado por un gran

desarrollo de las infraestructuras en comunicación por carretera

(casi 11.000 km de autopistas) y por vía férrea (más de 44.000 km),

complementadas por la gran importancia del tráfico fluvial. El

transporte aéreo cuenta con uno de los aeropuertos más importantes de

Europa, el de Frankfurt-am-Main, mientras que los puertos de

Hamburgo, Bremen (Bremerhaven), Rostock y Wilhelmshaven concentran la

mayor parte de la actividad comercial y pesquera del país. La balanza

comercial de Alemania es positiva, ya que el peso de sus

exportaciones (bienes de equipo: vehículos, maquinaria industrial,

productos químicos) supera al de sus importaciones (petróleo,

minerales, productos agrícolas y bienes de consumo). Tomando datos

bastante ilustrativos (los de la antigua RFA para el año 1990), el

total de las exportaciones ascendió a unos 671.000 millones de marcos

de las importaciones. La mitad del comercio exterior se efectúa con

los países de la UE, siendo Francia el primer cliente y proveedor

comercial del país. El gran reto ante el s. XXI es, sin duda, la

integración de las dos Alemanias en una sola y equilibrada, sin que

el coste social que se deba pagar por ello sea de tal magnitud que

pueda favorecer la aceptación mayoritaria de movimientos totalitarios

de muy reciente e infausto recuerdo.



HIST. Las etapas prehistóricas y la antigua Germania. Su territorio

ofrece restos de las culturas paleolíticas más antiguas (mandíbula de

Mauer) y su primera cultura neolítica, con cerámica de bandas, data

del VI milenio a.J.C. Desde finales del s. X a.J.C. se desarrolló en

el S de Alemania y Alta Austria la primera civilización de la Edad

del Hierro europea, la cultura de Hallstatt, dentro del ámbito celta.

Su continuación, la cultura de La Tène, ya es plenamente céltica,

aunque con influencias escitas y griegas: se extendió por el S de

Alemania hasta el s. III a.J.C., cuando germanos del N de Europa,

huyendo de un enfriamiento climático, reemplazaron y se mezclaron con

ese sustrato céltico y pasaron a ocupar todo el territorio de la

actual Alemania. El mundo romano tuvo las primeras noticias de los

germanos por el ataque de cimbrios y teutones, derrotados por Mario

en Aix-en-Provence y Vercelli (102 y 101 a.J.C.); las primeras

descripciones fiables provienen de Julio César, quien, tras conquistar

la Galia, estableció la frontera de Roma en el Rin (51 a.J.C.). Los

emperadores de la dinastía Julia-Claudia intentaron avanzarla hasta

el río Elba, pero la derrota de las legiones mandadas por Varo en el

bosque de Teutoburgo (9 d.J.C.) a manos del jefe germano Arminio fue

el preludio del definitivo retroceso hacia el Rin, donde se fortificó

el limes del Imperio romano; su defensa obligó a repetidas campañas a

todo lo largo de la época imperial. La continuada presión de las

tribus germanas -descritas sobre todo por Plinio el Viejo y Tácito-

sobre esa frontera tomó la forma de invasiones ya incontenibles en el

s. V, en sucesivas oleadas generadas, en parte, por el empuje de los

hunos (s. IV a.J.C.) y otros pueblos. En algunos de los espacios que

habían dejado semivacíos en Germania se aposentaron tribus eslavas

(wendos, abodritas).La Edad Media y el Sacro Imperio. Entre 490 y 560

los francos impusieron su dominio sobre los alamanes, turingios y

bávaros que vivían en Alemania, pero la decadencia merovingia

conllevó que Alemania siguiese dividida y sin evangelizar, con

escasas innovaciones. A principios del s. X los carolingios ocuparon

y cristianizaron Germania, fundando numerosos monasterios e

incorporándola a la cultura europea. Cuando el Tratado de Verdún

(843) desmembró el bloque territorial forjado por Carlomagno, surgió

en Alemania un Reino Oriental (843-911) regido por miembros de su

dinastía (desde Luis el Germánico), pero los ataques normandos,

magiares y eslavos no consolidaron el poder real, sino la

feudalización de la sociedad y la creación de marcas. Al extinguirse

la rama carolingia, los grandes señores se dieron su propio rey,

Conrado I de Franconia (911-919). Él y sus sucesores de la casa de

Sajonia apuntalaron las bases del Sacro Imperio romano germánico

(creado en 962 por Otón I), cuyos soberanos se apoyaron en la

Iglesia, la pequeña nobleza y sus victorias sobre los invasores:

derrota de los húngaros en Lechfeld (955) por Otón I, que también

contuvo a daneses y eslavos. Desde el s. XI la prosperidad agrícola y

comercial y las concesiones a la gran nobleza durante la pugna de las

investiduras con el Papado fueron debilitando el poder de los

emperadores, cuya elección era muy conflictiva. Enrique V puso fin a

la lucha de las investiduras en el Concordato de Worms (1122), pero

significó la pérdida del control de la Iglesia alemana, el más firme

soporte de la autoridad imperial. Durante ese siglo comenzó la

colonización del E, que supuso el exterminio o el sometimiento de los

grupos residuales eslavos, y en el siguiente se creó la Hansa, una

liga de ciudades con finalidad comercial y defensiva cuya actividad

(comercio de trigo, lana, pieles y arenques) llegaba de Londres a

Novgorod. Federico I Barbarroja (1152-1190) restableció su supremacía

gracias a que el Papado recurrió a él frente a los normandos

establecidos en Sicilia, pero Enrique VI fracasó en sus intentos de

hacer hereditarios a los emperadores. A su muerte (1197) se produjo

el Gran Interregno (1250-1273), durante el cual no hubo emperador

reconocido, poniendo en evidencia que el poder nobiliario se había

impuesto al poder imperial. Cuando Rodolfo de Habsburgo (1273-1291)

accedió al trono, su poder efectivo se limitaba a los territorios

propios de los Habsburgo. El s. XIII fue de crisis profunda: hambres

(1315-1317), peste (1348) y conflictos sociales en las ciudades (1332-

1384). Carlos IV de Luxemburgo limitó la capacidad electiva (Bula de

Oro, 1356) a los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris, los

príncipes de Bohemia, Brandeburgo, Sajonia y el conde palatino. Estos

siete príncipes electores tuvieron en su mano, de modo hereditario,

la designación del emperador que, aunque era la autoridad suprema,

sólo podía imponer su voluntad gracias a sus recursos patrimoniales.

Como los Habsburgo eran los que poseían mayores posesiones, lograron

ocupar el trono imperial de forma continuada desde Alberto II (1438-

1439) hasta la época contemporánea. La debilidad del poder monárquico

en la Baja Edad Media permitió el desarrollo de guerras privadas

entre nobles, la creación de ligas de ciudades, la existencia del

tribunal secreto de la Vehme para la represión del bandidaje

nobiliario, la derrota de la orden Teutónica -que había sido uno de

los agentes principales de la expansión hacia el E- en Grundwald

(1410) ante los polacos y la revuelta de los husitas en Bohemia. Pero

estos problemas políticos no impidieron la afirmación de la

influencia alemana en la Europa Central y oriental, un sentido deseo

de reforma religiosa (fruto en parte del desprestigio que había

reportado al Papado el Cisma de Occidente) y un gran desarrollo de

las ciudades renanas y bálticas, con el consiguiente auge de una

cultura burguesa y urbana que condujo a la creación de las

universidades de Praga (1348) y de Viena (1365).Edad Moderna. Las

condiciones que se habían creado en esas centurias y el impacto del

nuevo horizonte cultural y económico del Renacimiento en la burguesía

urbana abonaron la aparición de numerosos predicadores que buscaban

en la Biblia la confirmación de sus aspiraciones de cambio y, aún en

mayor grado, las críticas de Lutero (1517) al Papado, hasta desembocar

en la cristalización de una nueva doctrina religiosa. La Edad

Moderna se inició en Alemania con una época de convulsiones políticas

y religiosas conocida como la Reforma. Ésta dio origen a revueltas

radicales y sociales (1523-1524) de los campesinos y de los

anabaptistas de Tomas Münster (1533-1534), que fueron vencidas por la

nobleza. La alta nobleza la aprovechó para enfrentarse al emperador

Carlos, centralista y católico, y apoderarse de los bienes de la

Iglesia. Después del fracaso de la Dieta de Worms (1522), el

emperador, en guerra con Francia, no pudo hacer frente de forma clara

a Lutero hasta el Tratado de Madrid (1526), pero su intervención tuvo

que contener a la Liga de Smalkalda (1531) de los nobles

protestantes, apoyada por Francia desde 1534 y derrotada en Mühlberg

(1547). La Paz de Augsburgo (1555) consagró el principio cuius regio

eius religio, que obligaba a los habitantes de Alemania a tener la

religión de su señor, y se limitó a reconocer la división del país

(sólo Austria, los obispados y Baviera del lado católico) y las

secularizaciones. En el S, Austria fue incapaz de frenar el avance

turco: desastre de Mohács (1526) y sitio de Viena (1529); en el N se

produjo la guerra de liberación de Holanda desde 1572. Todo ello se

agravó por la expansión del calvinismo y el comienzo de la

Contrarreforma, dirigida desde Austria y Baviera y apoyada por los

jesuitas. La guerra de los Treinta Años, que comenzó con la

defenestración de Praga (1618), fue una guerra religiosa y política

con intervención de daneses, suecos, franceses y españoles que asoló

y despobló el país. La Paz de Westfalia (1648), que puso fin a esa

guerra, consagró la división del imperio en 350 estados prácticamente

independientes y el intervencionismo francés y sueco. El emperador se

concentró en extender sus territorios fuera de las fronteras alemanas

(los turcos fueron rechazados de Viena en 1683). Prusia surgió de

Westfalia como la potencia rival de Austria y aumentó sus territorios

e influencia con la repoblación del E y, sobre todo, con los

conflictos bélicos del s. XVIII: Federico I en la guerra de Sucesión

española, Federico II el Grande, que ocupó Silesia (1740) en la

guerra de Sucesión austríaca y en la guerra de los Siete Años (1756-

1763), cuando aliado a la Gran Bretaña hizo frente a Austria, Rusia y

Francia. Prusia fue un Estado protestante, con una excelente

organización civil y militar abierto a las nuevas ideas del despotismo

ilustrado, mientras que Austria era un imperio católico, basado en

la economía agropecuaria y las tradiciones. En la última década del

s. XVIII, tanto Austria como Prusia participaron en los repartos de

Polonia, con lo que acrecieron su extensión territorial.Edad

Contemporánea hasta la creación del II Reich. El liberalismo de la

Revolución Francesa se extendió a Alemania, aunque sus ilustrados

rechazaron pronto su radicalismo y los Estados de Austria y Prusia se

opusieron militarmente. Sus derrotas ante las tropas francesas,

ratificadas en los tratados de Basilea (1795), Campoformio (1797) y

Lunéville (1801), llevaron las fronteras francesas hasta el Rin, y la

paz de Presburgo (1805), que puso fin a la tercera coalición

antinapoleónica, significó el fin del Sacro Imperio. En 1806 se creó

la Confederación del Rin, bajo protectorado francés, como contrapeso

a Austria y Prusia, y Francisco II reconoció el fin del Imperio

alemán y se proclamó emperador de Austria. El Tratado de Tilsit

(1807) dejó a Federico Guillermo III una Prusia reducida, cuyos

territorios en parte sirvieron para crear el ducado de Varsovia. La

influencia de Francia y las reformas que promovió en la política

alemana contribuyeron a difundir el liberalismo y el nacionalismo,

este último como reacción contra la ocupación. El Congreso de Viena

(1815), que fijó el mapa de la Europa de la Restauración, creó la

Confederación Germánica. Estuvo formada por 39 estados y estableció

la Dieta de Frankfurt con poderes reducidos. Austria y Prusia habían

aumentado sus territorios en Italia y en el Rin (la futura región

industrial), respectivamente. Ambos Estados reprimieron los brotes

nacionalistas y liberales en Alemania, de acuerdo con las ideas de la

Restauración, ya que el miedo a la revolución era aún muy intenso

entre la aristocracia. La unificación alemana vino propiciada por la

industrialización e impulsada por la burguesía. La unificación del

mercado nacional fue apoyada por Prusia, que en 1818 abolió sus

barreras aduaneras interiores; en 1834 se estableció el Zollverein,

unión aduanera de los estados del N de Alemania que excluía a

Austria. En esta época comenzó el tendido sistemático de

ferrocarriles, la explotación de las minas del Ruhr y del Sarre y

surgieron las ciudades manufactureras del Rin. La revolución

nacionalista y liberal de 1848 consiguió que se proclamasen efímeras

Constituciones y se convocase una Asamblea Nacional constituyente

que, sin tener en cuenta la opinión de los príncipes, proclamó

regente a Juan de Habsburgo; pero este proceso revolucionario de tipo

burgués carecía de fuerza real y del apoyo de las clases populares.

Federico Guillermo de Prusia rechazó la oferta de esa corona por las

presiones de Austria y Rusia y por estar condicionado a una carta

constitucional. Tras estos fracasos, la burguesía se orientó a evitar

los procesos revolucionarios populares y se alineó con el modelo de

unificación dirigido por Prusia, impulsado por el desarrollo

industrial y jalonado por el expansionismo que facilitaba su fuerte

dispositivo militar. En 1864 Austria y Prusia vencieron a Dinamarca

en la guerra de los Ducados y le arrebataron Schleswig y Holstein,

poblados por alemanes. La alianza duró hasta 1866, en que se

produjeron la guerra entre ambas potencias germánicas y la victoria

de Prusia en Sadowa (1866), que permitió la constitución en 1867 de

la Confederación de la Alemania del Norte (Austria excluida), a cuyo

frente se encontraba el reino prusiano. El triunfo de la nueva

potencia alemana hizo recelar a los estados católicos y agrarios del

S del país y la Francia de Napoleón III exigió compensaciones

territoriales para restablecer el equilibrio, sin tener en cuenta la

opinión de su población. Ello permitió a Bismarck presentar a Prusia

como el brazo armado de la nación alemana y agrupar a todo el país

tras él. Las tropas francesas fueron vencidas en la batalla de Sedán

(1870), Guillermo I fue proclamado káiser del II Reich en Versalles

(1871) y se anexó Alsacia y Lorena.El II Reich. La Constitución de

1871 extendió, con variantes y cierta autonomía legislativa, a los 26

estados las normas que presidían la Confederación y creó un

legislativo federal de dos cámaras. El principal apoyo político del

nuevo régimen prusiano fue la nobleza terrateniente (junkers),

favorecida por el proteccionismo comercial. El canciller Bismarck

procuró la consolidación del Estado frente al autonomismo de los

antiguos estados católicos del S e impulsó el crecimiento económico.

La enseñanza y el matrimonio laico le enfrentaron no sólo con la

Santa Sede, sino también con la jerarquía católica y una considerable

masa de población en el interior (sus diversas formas de resistencia

se englobaron con el nombre de Kulturkampf). La socialdemocracia,

pujante tras el congreso de unificación de Gotha (1875) y favorecida

por la industrialización, tuvo un gran ascenso electoral y consiguió

reformas sociales y el sufragio universal. Bismarck creó diversos

sistemas de alianzas europeos para aislar a Francia, que

cristalizaron en la Triple Alianza con Italia y Austria (1882), y

evitó enfrentamientos directos con Gran Bretaña al renunciar a una

política colonial que aún no necesitaba, dado que la construcción del

mercado interior alemán era suficiente por lo reciente de su

consecución. Cuando Guillermo II subió al trono en 1868, dirigió

personalmente una política más agresiva; una vez hubo prescindido del

viejo canciller (1890), se fijó el objetivo de una expansión

imperialista (un lugar bajo el sol) que permitiera la continuación de

un desarrollo industrial necesariamente conectado con la exigencia de

más mercados; esta expansión fue primero comercial antes que política

y se proyectó sobre la Europa oriental antes que en las colonias

ultramarinas. A finales del s. XIX Alemania se había convertido en

una gran potencia europea y mundial en abierta rivalidad con Gran

Bretaña. El costo fueron las duras condiciones de vida de la clase

trabajadora, que llevarían al Partido Socialdemócrata a ser el más

fuerte de Europa y el más numeroso del Reichstag. El s. XX reveló los

graves problemas de esta expansión: rivalidad colonial con Gran

Bretaña, carrera de armamentos (rearme naval acelerado, dirigido por

Von Tirpitz) y cerco diplomático. Francia había mantenido su

hostilidad, agudizada por las tensiones coloniales y apoyada por Gran

Bretaña y Rusia, que abandonaba su aislamiento político. Sólo quedaba

como aliado el Imperio austrohúngaro, anclado en sus arcaicas

estructuras y cada vez más amenazado por el desarrollo del

nacionalismo. Los pactos secretos, las tensiones coloniales y el

conflicto balcánico condujeron a la I Guerra Mundial (1914-1918), en

la que los Imperios centrales (Alemania, Austria y Turquía) fueron

derrotados tras un mortífero desgaste en el doble frente occidental y

oriental y el bloqueo marítimo. El fin de la guerra fue propiciado

por una revolución interior que obligó a pedir el armisticio en 1918.

La paz llegó con la descomposición del régimen político, provocada

por la sublevación espartaquista (1918-1919) -influida por la

Revolución soviética-, la proclamación de la República Socialista de

Baviera y la huida del káiser. El socialdemócrata moderado Ebert

subió al poder y aplastó la revolución pactando con el ejército y con

los sectores conservadores (muerte de Karl Liebknecht y Rosa

Luxemburg en 1919).La República de Weimar. La Paz de Versalles (1919)

impuso cesiones territoriales de Alemania a todos sus vecinos, la

ocupación de Renania, enormes reparaciones de guerra y la reducción

de su ejército. Esa humillante paz pesó negativamente sobre la

consolidación de la nueva República, donde la antigua clase dirigente

continuaba controlando los resortes del poder (burocracia, jueces y

ejército). La inestabilidad continuó durante la posguerra: en 1923 el

general Ludendorff dio un fracasado golpe de estado nacionalista en

Munich que condujo a prisión a Hitler, donde escribió Mi lucha. El

relativo equilibrio conseguido desde mediados los años veinte, pese a

todas estas dificultades, acabó en la depresión de los años treinta,

con sus secuelas de paro y empobrecimiento (la cifra de parados

ascendió a 6 millones en 1932). La continua sangría de las

reparaciones de guerra llevó a un rápido auge del nacionalismo, que

favoreció al Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP) -

segundo partido del país en las elecciones de 1930 (que le depararon

el 18,3 % de los votos) y ya mayoritario en el Parlamento desde 1932

(37,4 % del total)-, apoyado por los grandes industriales y el

ejército. En 1933 Hitler fue nombrado canciller, en coalición con el

Partido Católico de centro y bajo la presidencia nominal del mariscal

Hindenburg.El III Reich. Al obtener Hitler plenos poderes del

Parlamento (1933), prohibió los sindicatos, salvo el Frente del

Trabajo (correa de transmisión de las directrices nacionalsocialistas

en el plano laboral), e inició una campaña antisemita y de

persecución de socialdemócratas y comunistas. También ilegalizó todos

los partidos que no fueran el nazi, al que depuró del sector

izquierdista (las SA) con la matanza llamada noche de los cuchillos

largos (1934), y a la muerte de Hindenburg asumió la presidencia y

abandonó progresivamente cualquier apariencia residual de

parlamentarismo. Desarrolló una política de protección de los

intereses de la burguesía, a la que libró de sus temores al comunismo

, y la compaginó con las vertientes populistas del nacionalsocialismo

; consiguió el pleno empleo merced a las obras públicas y el rearme,

y para ello convirtió al Estado en el director de la economía y

favoreció el corporativismo. En política exterior, estableció una

alianza con Italia y Japón, el Pacto Antikomintern, y desde 1935 se

dedicó a anular los efectos del Tratado de Versalles: recuperó el

Sarre mediante un plebiscito, impuso el servicio militar obligatorio,

remilitarizó Renania (1936) y anexó Austria y los Sudetes (1938). La

invasión de Polonia y su reparto con la URSS desencadenó la II Guerra

Mundial, que tuvo unos inicios fulgurantes para Alemania, pues en

1940 ocupó Francia, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda y

Luxemburgo. La expansión prosiguió hasta 1942 (Yugoslavia, Grecia y

URSS) y proporcionó grandes recursos a su esfuerzo bélico (expoliación

de las naciones ocupadas, campos de trabajos forzados y política

racista). La derrota de Stalingrado (1943) y los desembarcos aliados

en Italia y Normandía marcaron el declive de Alemania, superada por

la industria de los EE UU y la ofensiva de la URSS, y destrozada por

los bombardeos aéreos, hasta la consumación de la derrota en mayo de

1945.Alemania tras la II Guerra Mundial. El país fue mutilado en su

territorio y dividido en cuatro zonas de ocupación: británica,

francesa, estadounidense y soviética. Su reconstrucción comenzó con

la asimilación de unos nueve millones de repatriados y el pago de

reparaciones. Los vencedores impusieron cambios democráticos y el

proceso en Nuremberg (1945-1947) de los principales jefes de la

Alemania nazi por crímenes de guerra. La situación política y

económica mejoró con el Plan Marshall y el comienzo de la guerra

fría, originada por la rivalidad entre EE UU y URSS y el bloqueo

soviético de Berlín durante 11 meses en 1948 (abastecido mediante un

puente aéreo). En 1949 aparecieron dos Estados alemanes: la República

Federal de Alemania en las tres zonas de ocupación de los países

occidentales y la República Democrática de Alemania en la soviética.

La RFA proclamó su Constitución en 1949 y tuvo como canciller a

Adenauer (1949-1963), bajo cuyo gobierno el país vivió el milagro

económico (propiciado por la obligada inexistencia de gastos de

defensa), ingresó en la OTAN (1954), creó su propio ejército, se

libró de la ocupación militar (1955) y se adhirió a la CEE (1957); en

1963 Adenauer fue sustituido por el también cristianodemócrata

Erhard. El socialdemócrata Willy Brandt gobernó en coalición con los

liberales desde 1969, impulsó la Ostpolitik -que significó la

normalización de las relaciones con los países del Este, incluida la

RDA (1972)- y fue el precursor de la reunificación. En 1974 Brandt

dimitió por un escándalo de espionaje y le sucedió Helmut Schmidt, al

cual sustituyó en 1982 el cristianodemócrata Helmut Kohl, quien en

octubre de 1994 fue reelegido canciller por quinta vez consecutiva.

La renovada pujanza industrial convirtió a la RFA en una gran

potencia económica, que atrajo mano de obra de toda Europa. La

reunificación con la RDA en 1990 y el fin de la confrontación entre

bloques plantearon la redefinición de su política exterior y una

costosa integración socioeconómica. La RDA fue fundada en 1949 como

un Estado de tipo socialista, bajo protección de las tropas

soviéticas. Su reconstrucción se basó en planes quinquenales que

impusieron la reforma agraria (destrucción de los junkers

tradicionales), nacionalizaciones y la primacía de la industria

pesada, pero sin conseguir igualar el nivel de vida de la RFA; en

1953 se recurrió a las tropas soviéticas para sofocar la protesta

generada por las deficiencias económicas. En política exterior, se

integró en el Pacto de Varsovia y en 1961 edificó el llamado muro de

Berlín para impedir el contacto con Occidente, sin que se evitara la

huida de los sectores más jóvenes y dinámicos de su población. A

partir de 1962 subió el nivel de vida en la RDA y se convirtió en el

país más industrializado de la Europa del Este, aunque siguió

gobernado por un régimen de partido único de tipo totalitario

dirigido por Walter Ulbricht (1949-1971) y Eric Honecker (hasta

1989). La Ostpolitik condujo a la firma (1972) del tratado de amistad

con la RFA. El creciente descontento popular y el descenso de la

influencia de la URSS produjeron el fin del régimen de partido único

y la unificación de las dos mitades del país, adoptando la

Constitución e instituciones de la RFA (Tratado de Unión en 1990).

Tras la unificación, los antiguos habitantes de la RDA han sufrido el

paro producido por el cierre de la mayoría del aparato productivo y

la desorganización que supone la introducción brusca de la economía

de mercado.En 1994 fue elegido presidente el democristiano Roman

Herzog, en la primera elección presidencial realizada en el histórico

Parlamento berlinés tras la reunificación. Unos meses más tarde tuvo

lugar la retirada definitiva del territorio alemán de las últimas

tropas aliadas. En las elecciones de septiembre de 1998 resultó

elegido nuevo canciller Gerhard Schröder, del Partido Socialdemócrata

(SPD), con lo que finalizaba la llamada "era Kohl".



LIT. Las primeras producciones literarias en lengua alemana se

remontan al s. VIII: se trata de poemas de tipo heroico, basados en

las leyendas germánicas, el más antiguo de los cuales es el Cantar de

Hildebrando. De forma paralela, la épica cortesana y la poesía lírica

de los minnesänger recibieron influencias francesas y provenzales; en

la primera, destacan H. von Aue y G. von Strassburg y, en la segunda,

W. von der Vogelweide. La lírica perdió su acento cortesano hacia

mediados del s. XIII y empezó a transmitir las aspiraciones de la

burguesía ascendente. En el siglo siguiente, floreció la poesía

mística en las obras de Eckart, Suso y Taulero. El Renacimiento, como

consecuencia del movimiento reformista, se caracterizó por el

predominio de la literatura religiosa; la traducción de la Biblia al

alemán hecha por Lutero es considerada como el inicio de la lengua

moderna. Otra tendencia importante fue la de la literatura realista y

burguesa, cuyos precursores fueron el Till Eulenspiegel, de origen

legendario, y La nave de los locos, de Brandt, y cuyos autores más

destacados fueron H. Sachs y J. Fischart. Por influencia de la

Contrarreforma, en la segunda mitad del s. XVI, el gusto literario y

artístico se orientó hacia la estética barroca. Los máximos

representantes de esta nueva estética fueron Grimmelshausen y

Gryphius, el poeta y dramaturgo más importante del Barroco alemán. A

partir de 1680, las obras de J.Ch. Gottsched marcaron el inicio de la

Aufklärung (Ilustración), cuyos máximos representantes fueron G.E

Lessing, Ch.M. Wieland y G.Ch. Lichtenberg; al margen de la tendencia

hacia el racionalismo ilustrado, las Odas religiosas de F.G.

Klopstock anunciaron una literatura sentimental y pietista. Hacia

1770 surgió, como reacción contra el racionalismo de la Ilustración,

el Sturm und Drang (tormenta e ímpetu). Su principal exponente, J.G.

Herder, opuso a la imitación de los clásicos una literatura basada en

lo popular. Este movimiento cambió de orientación a partir de 1775,

bajo la influencia del clasicismo griego propuesto como modelo por

J.J. Winckelmann; los autores más destacados de esta tendencia fueron

K.Ph. Moritz, W. von Humboldt, J.W. Goethe y F. Schiller, cuyo

entramado filosófico y estético tuvo en las obras de F. Hölderlin,

J.P. Richter y H. von Kleist su más elevada expresión. De forma

paralela al movimiento anterior, a partir de 1790 surgió un

movimiento romántico en torno al pensamiento de Fichte y de la

revista Athenäum (1798-1800). La primera escuela romántica, integrada

por L. Tieck, los hermanos Schlegel, Novalis y F. Schleiermacher, se

caracterizó por un exaltado panteísmo. A principios del s. XIX, la

segunda generación romántica se dividió en dos grupos: el de

Heidelberg (C. Brentano, A. von Arnim y los hermanos Grimm) y el de

Berlín (La Motte-Fouqué, E.T.A. Hoffman y A. von Chamisso); este

segundo romanticismo sintió una fascinación por lo misterioso y lo

oculto y fue sensible a la tradición popular. Hacia 1825-1830, el

movimiento realista de la «Joven Alemania» se alejó del romanticismo

e incorporó elementos políticos; destacan las obras de H. Heine, L.

Börne y H. Laube. Esta orientación se prolongó en el «realismo

poético» de B. Auerbach y de F. Hebbel, en la novela psicológica de

Th. Fontane y en el naturalismo de G. Hauptmann. En la última década

del s. XIX, Stefan George, H. von Hofmannsthal y R.M. Rilke marcaron

el inicio de la poesía alemana contemporánea. Papel similar

desempeñaron, en el ámbito de la novela, T. Mann, H. Hesse y R.

Musil. Hacia 1910 surgió el expresionismo, cuyos autores más

destacados fueron, en poesía, E. Lasker-Schüler y G. Benn; en teatro,

H. Johst y B. Brecht, y, en novela, K. Edschmid y A. Döblin. La I

Guerra Mundial impuso un realismo que destacaba los aspectos más

brutales del mundo moderno («la nueva objetividad»). Mención aparte

merecen las obras de F. Kafka y las reflexiones sobre la guerra de

E.M. Remarque y de E. Jünger. Tras la II Guerra Mundial, las

consecuencias morales y materiales del conflicto constituyeron el

motivo de escritura de novelistas (S. Andres y H. Böll) y de poetas

(G. Eich y H.E. Holthusen); de forma paralela, surgieron el «realismo

mágico» (E. Kreuder) y una tendencia autocrítica (P. Celan y G.

Grass). En las últimas décadas, cabe señalar las aportaciones del

poeta H.M. Enzensberger, del dramaturgo P. Weiss y de los novelistas

R. Walser, Ch. Wolf, de los suizos M. Frisch y F. Dürrenmatt y de los

austríacos P. Handke y T. Bernhard.



ARTE. Una de las principales características del arte alemán es su

evolución discontinua; sin embargo, por debajo de sus variaciones,

con frecuencia debidas a las circunstancias políticas, permanece un

espíritu germánico, que oscila entre la austeridad y la inquietud y

que se interesa más por la expresión que por la armonía. Carlomagno

dio un notable impulso a la arquitectura, a la iluminación de

manuscritos y a la orfebrería. El arte carolingio, sin olvidar sus

orígenes bárbaros, acusa un retorno al clasicismo y una influencia

del arte bizantino. La capilla Palatina, construida por Carlomagno en

Aquisgrán hacia 805, adopta la planta central de las iglesias

bizantinas; de la misma época data la planta del monasterio de Saint-

Gall, cuya basílica presenta un rasgo muy común en el arte germánico:

dos coros, situados uno frente a otro, en cada extremo de la planta.

En la iluminación de manuscritos, debemos citar el Evangeliario de la

Coronación (Viena), el Evangeliario de Godescalco (París) y el

Evangeliario de Ada (Tréveris), cuya decoración arquitectónica tiene

resonancias orientales. Bajo la dinastía de los emperadores otones,

en los ss. X y XI, se acentuó la influencia bizantina. Destacan las

catedrales de Magdeburgo, Maguncia y Worms, cuyos vestigios se

conservan en los edificios construidos con posterioridad. La pintura

siguió su auge en los conventos (maestros de la isla de Reichenau y

frescos de Oberzell). La escultura en bronce produjo una obra

maestra: las puertas de la iglesia de San Bernardo en Hildesheim

(1015). A partir del s. XI, el arte románico se extendió por las

riberas del Rin. La arquitectura, derivada de la otónica, cuenta con

las catedrales de Spira y de Maguncia y con la iglesia abacial de

Maria Laach. El gótico, llegado de Francia, penetró en los países

germánicos muy vinculado al estilo románico. Sólo la catedral de

Colonia, terminada en el s. XIX, puede compararse por sus dimensiones

con las grandes catedrales de Francia. La escultura gótica alcanzó su

madurez con la escuela sajona del s. XIII y con un importante grupo

de escultores del s. XV (Jörg Syrlin el Viejo, Erasmus Grasser,

Michael Pacher, Gregor Erhart, Adam Krafft). El s. XVI fue uno de los

períodos más importantes en la historia del arte alemán, salvo para

la arquitectura, cuya evolución fue muy lenta. La pintura estuvo

dominada por Alberto Durero, Hans Holbein el Joven, Lucas Cranach el

Viejo, Matthias Grünewald y Albercht Altdorfer. En escultura, como lo

demuestran las obras de la escuela de Nuremberg, perduró el espíritu

gótico. La Alemania posterior a la guerra de los Treinta Años no

favoreció el desarrollo de las artes, que tuvieron que esperar hasta

el s. XVIII para alcanzar el vigor de sus épocas más brillantes. La

arquitectura alcanzó su plenitud en palacios e iglesias, en los que

se aprecia una renovada influencia italiana y francesa; destacan la

abadía de Melk, de J. Prandtauer (1702), las edificaciones vienesas

de F. von Erlach y L. von Hildebrandt, la iglesia de San Juan

Nepomuceno en Munich, de los hermanos Asam (1733-1746), y los

castillos de Brühl, Münster, Pommersfelden y Ludwigsburg, de J.B.

Neumann. La pintura y la escultura, a pesar de su supeditación a la

arquitectura, cuentan con notables y originales aportaciones: las

fuentes vienesas de R. Donner y las decoraciones pictóricas de F.A.

Maulbertsch. A fines del s. XVIII se aprecia el inicio de

orientaciones neoclásicas. La arquitectura se inspiró en los cánones

griegos, romanos y renacentistas; son dignas de mención la Gliptoteca

y la Antigua pinacoteca (1816), construidas en Munich por L. von

Klenze y la Ópera de Dresde (1838), edificada por G. Semper. El s. XIX

, a pesar de las aportaciones de J.G. Schadow y Ch.D. Rauch, no fue

una época brillante para la escultura. Por el contrario, la pintura

desarrolló todas las tendencias y búsquedas características del

siglo: el neoclasicismo de A. Carstens, el simbolismo de Ph.O. Runge,

el romanticismo de C.D. Friedrich, la religiosidad neogótica de los

Nazarenos (F. Pforr, J.F. Overbeck, J. Schnorr von Carolsfeld), el

realismo de G. von Dillis, J.C. Dahl y A. von Menzel y el

impresionismo de M. Slevogt y L. Corinth. Con la llegada del s. XX,

la utilización del hierro, del acero y del hormigón posibilitó el

desarrollo del funcionalismo de P. Behrens y de la escuela de la

Bauhaus, bajo la dirección de W. Gropius y de Mies van der Rohe; tras

la II Guerra Mundial, los arquitectos más importantes fueron E.

Eiermann, H. Scharoun, F. Otto y H. Hentrich. Los grandes movimientos

plásticos de las dos primeras décadas del s. XX son: el modernismo

del Jugendstil berlinés; el expresionismo del grupo Die Brücke,

fundado en 1905 por los pintores E.L. Kirchner, E. Heckel, K. Schmidt-

Rottluff y O. Mueller, y la abstracción del Blaue Reiter, asociación

constituida en 1911 por V. Kandinsky, F. Marc, A. Macke, J. von

Jawlensly y P. Klee. Tras la I Guerra Mundial, el arte alemán siguió

los pasos de las principales vanguardias europeas: la nueva

objetividad (M. Beckmann, O. Dix), el dadaísmo (K. Schwitters) y el

surrealismo (M. Ernst). Movimientos que motivaron la reacción del

régimen nazi, cuyas teorías estéticas supusieron un empobrecimiento

de las actividades artísticas. Después de la II Guerra Mundial, los

pintores se orientaron hacia la abstracción lírica (E. Wilhelm Nahy),

el realismo fantástico (B. Schulze), el neofigurativismo (H. Antes) y

el neoexpresionismo. Los escultores más destacados de este período

son E. Cimiotti, G. Haese, N. Kricke y B. Meier-Denninghoff.





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