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Historia de los Imperios: Antiguos y Modernos:
América Latina o Latinoamérica Sector del continente americano que
integra todos los territorios continentales e insulares que se hallan
por debajo del río Grande del Norte, aunque no hayan sido objeto de
la colonización latina.
GEOGR. ECON. La población latinoamericana, que supera los 400
millones de hab., se encuentra repartida de manera muy desigual,
tanto en las grandes regiones naturales como en los propios Estados
que la integran. Así, contrasta la densidad inferior a 1 hab./km2 de
la gran región interior tropical con los 200 y 300 hab./km2 que se
registran en ciertas áreas de las cuencas de los Andes, desde
Colombia hasta Bolivia. Estos desequilibrios se han acentuado en los
últimos tiempos, debido al espectacular auge demográfico que se ha
registrado en una serie de ciudades, las cuales han acogido un éxodo
rural masivo (Ciudad de México, de 8 a 9 millones de hab.; São Paulo
y Buenos Aires, de 9 a 10 millones; Río de Janeiro, de 6 a 7
millones). Por encima de las diferencias regionales y nacionales,
existe un elemento definitorio del campo latinoamericano: la
polarización entre latifundio y minifundio. Las cifras son muy
reveladoras al respecto: mientras que cerca de la mitad de las
tierras de cultivo está en manos del 2 % de propietarios, el 70 % de
agricultores controla tan sólo el 2,5 % de aquéllas. Otra de las
características fundamentales de la agricultura de estos países es el
gran peso que tienen las plantaciones en régimen de monocultivo
(café, cacao, tabaco, azúcar), orientadas a la exportación, con
tecnología moderna y a menudo bajo dominio de compañías extranjeras.
En cuanto al proceso de industrialización, se ha llevado a cabo a
ritmos muy distintos según las áreas, de modo que cabe distinguir
varios estadios: en primer término estarían Brasil (40 % de la
producción industrial latinoamericana), México (más del 20 %) y
Argentina (más del 15 %), con una amplia gama de industrias de base y
productoras de bienes de consumo duradero; en un segundo nivel se
encontrarían Colombia, Venezuela, Chile, Uruguay y Paraguay, países
en que predominan las industrias ligeras. El último peldaño lo
ocuparían Bolivia, Perú y los países centroamericanos, con unos
niveles de industrialización bastante discretos. América Latina
dispone en su subsuelo de una riqueza nada despreciable: petróleo en
Venezuela y México; hierro en Brasil y Venezuela; cobre en Chile;
estaño en Bolivia, entre otros ejemplos.
Aembargo, la voluntad emancipadora seguía viva. El
patriota venezolano Simón Bolívar consiguió derrotar a los españoles
y convocar el congreso de Angostura (1819), que proclamó la República
de Colombia integrada en Nueva Granada y Venezuela. Mientras tanto,
el argentino San Martín logró liberar con su ejército expedicionario
Chile (1818) y Perú (1821). En México, la alianza de todos los
sectores nacionalistas permitió finalmente proclamar la independencia
en 1821. En Brasil, la emancipación se consiguió de manera pacífica
en 1822, después de que Pedro II, hijo del rey de Portugal,
proclamara la independencia del país y fuese nombrado emperador. La
estructura federativa adoptada por Brasil permitió al país conservar
la unidad de todos sus territorios.Los nuevos Estados. A partir de la
independencia, la trayectoria política y económica de EE UU ha sido
muy diferente de las de los países de América Latina. En la primera
mitad del s. XIX, EE UU pudo llevar a cabo su proyecto de ampliar sus
fronteras hasta el océano Pacífico. Se ocuparon las praderas, se
compró Florida a España y Alaska a Rusia, se incorporó Texas y se
anexionaron otros territorios mexicanos. La estabilidad política
lograda gracias al consenso plasmado en la aceptación por todos de la
Constitución liberal sólo se vería truncada momentáneamente por la
guerra de Secesión (1861-1865) que enfrentó a los estados del N y del
S. El país se recuperó y, con la llegada masiva de emigrantes
europeos, emprendió un rápido desarrollo económico, pasando de ser un
país predominantemente agrícola a convertirse en una de las potencias
industriales del mundo.En cambio, la consolidación de los Estados
nacionales de América Latina no se produjo hasta la década de 1880.
Previamente, numerosos países se habían visto envueltos en guerras
civiles, que en unos casos respondían a intentos independentistas de
territorios incluidos en Estados más amplios y en otros a luchas por
el poder entre facciones políticas (liberales y conservadores). En
los últimos decenios del s. XIX, la mayor estabilidad política y la
llegada de capitales extranjeros permitió a los países
latinoamericanos una mayor expansión económica. En este período se
intensificó la articulación del mercado mundial, en el que América
Latina tenía el cometido de abastecer de materias primas a los países
capitalistas, mientras que su desarrollo industrial era bastante
limitado. América Latina exportaba sobre todo minerales (cinc, plomo,
estaño y petróleo) y productos alimentarios (café, azúcar, trigo,
plátanos, carne). Todo ello favoreció la penetración de los intereses
estadounidenses en el entramado económico y político de América
Latina: esto se hizo patente en la intervención de EE UU en los
procesos de independencia de Cuba y Puerto Rico (1898) primero y en
la secesión de Panamá de Colombia (1903) para poder construir el
canal que atravesaría el istmo. Posteriormente los estadounidenses
seguirían manteniendo un control sobre el área caribeña con acciones
como la ocupación de la República Dominicana (1905) y Nicaragua
(1912). La expansión de la economía latinoamericana originada por la
I Guerra Mundial, sobre todo en Argentina, Brasil y México, favoreció
el desarrollo de un sector urbano propicio a las reformas
democráticas. Por otra parte, las desigualdades sociales en las zonas
rurales habían provocado el estallido de movimientos revolucionarios,
como el mexicano (1910-1917). Para EE UU la intervención en la
primera y sobre todo en la II Guerra Mundial significó el fin de su
política internacional aislacionista. Después de la victoria sobre el
nazismo EE UU se había convertido en la primera potencia mundial. La
denominada «guerra fría» con la desaparecida Unión Soviética y sus
aliados del Pacto de Varsovia marcó la política norteamericana hasta
el derrumbe de los regímenes comunistas a finales de la década de los
ochenta, acentuando aún más su control sobre su área de influencia
americana. La II Guerra Mundial supuso también un nuevo impulso para
la industrialización de algunos países latinoamericanos como
Argentina, Chile, Brasil y México. La agitación social surgida en los
años posteriores a la guerra sería canalizada por movimientos
populistas, alguno de ellos de corte fascista, como el peronismo. El
triunfo de un movimiento guerrillero en Cuba (1959), inicialmente
nacionalista y después marxista, supuso un nuevo impulso para los
movimientos revolucionarios del continente. La reacción anticomunista
de EE UU y sus aliados propició tanto intervenciones norteamericanas
indirectas y directas (República Dominicana) como la instauración de
dictaduras militares en muchos países como única respuesta ante las
demandas populares. En otros casos se trató de canalizar esas
reivindicaciones a través de movimientos moderados como la democracia
cristiana (Venezuela, Chile). En 1973, un golpe de estado militar
encabezado por A. Pinochet acabó con la nueva vía política abierta
por el triunfo electoral de la Unidad Popular liderada por Salvador
Allende (1970). En 1976 la dictadura militar se implantaba también en
Argentina, después de un nuevo fracaso del peronismo. Por el
contrario, en 1979 una revolución armada encabezada por los
sandinistas derribaba la dictadura somocista, asentada en el país
desde 1933 con la ayuda norteamericana. Centroamérica entró así en
una época de gran inestabilidad por el cerco estadounidense al nuevo
régimen de Nicaragua y la extensión de los enfrentamientos armados a
El Salvador y Guatemala. Desde comienzos de los años ochenta, se han
ido reinstaurando regímenes democráticos en la mayoría de los países
latinoamericanos (Bolivia 1982, Argentina 1983, Uruguay 1984, Brasil
1985). A comienzos de los años noventa se llevaban a cabo con éxito
procesos pacificadores en Nicaragua y El Salvador. Sin embargo, las
jóvenes democracias latinoamericanas se enfrentan a una situación
económica y social inestable, originada sobre todo por el peso de la
deuda externa y por la penuria que viven grandes sectores populares.
Ello ha provocado ciertos síntomas inquietantes, como el giro
autoritario dado por el presidente Fujimori al régimen político
peruano o los intentos de asonada en Venezuela o el golpe de estado
de Guatemala. A ello se ha de añadir la especial situación de Cuba
que, tras el hundimiento de los regímenes comunistas en Europa, ha de
afrontar en solitario el bloqueo estadounidense, incrementado en 1996
a raíz de la promulgación por parte de la Casa Blanca de la ley Helms-
Burton, que persigue la obstaculización del comercio y la inversión
de terceros países en la isla caribeña.
( Ver tabla )
Aembargo, la voluntad emancipadora seguía viva. El
patriota venezolano Simón Bolívar consiguió derrotar a los españoles
y convocar el congreso de Angostura (1819), que proclamó la República
de Colombia integrada en Nueva Granada y Venezuela. Mientras tanto,
el argentino San Martín logró liberar con su ejército expedicionario
Chile (1818) y Perú (1821). En México, la alianza de todos los
sectores nacionalistas permitió finalmente proclamar la independencia
en 1821. En Brasil, la emancipación se consiguió de manera pacífica
en 1822, después de que Pedro II, hijo del rey de Portugal,
proclamara la independencia del país y fuese nombrado emperador. La
estructura federativa adoptada por Brasil permitió al país conservar
la unidad de todos sus territorios.Los nuevos Estados. A partir de la
independencia, la trayectoria política y económica de EE UU ha sido
muy diferente de las de los países de América Latina. En la primera
mitad del s. XIX, EE UU pudo llevar a cabo su proyecto de ampliar sus
fronteras hasta el océano Pacífico. Se ocuparon las praderas, se
compró Florida a España y Alaska a Rusia, se incorporó Texas y se
anexionaron otros territorios mexicanos. La estabilidad política
lograda gracias al consenso plasmado en la aceptación por todos de la
Constitución liberal sólo se vería truncada momentáneamente por la
guerra de Secesión (1861-1865) que enfrentó a los estados del N y del
S. El país se recuperó y, con la llegada masiva de emigrantes
europeos, emprendió un rápido desarrollo económico, pasando de ser un
país predominantemente agrícola a convertirse en una de las potencias
industriales del mundo.En cambio, la consolidación de los Estados
nacionales de América Latina no se produjo hasta la década de 1880.
Previamente, numerosos países se habían visto envueltos en guerras
civiles, que en unos casos respondían a intentos independentistas de
territorios incluidos en Estados más amplios y en otros a luchas por
el poder entre facciones políticas (liberales y conservadores). En
los últimos decenios del s. XIX, la mayor estabilidad política y la
llegada de capitales extranjeros permitió a los países
latinoamericanos una mayor expansión económica. En este período se
intensificó la articulación del mercado mundial, en el que América
Latina tenía el cometido de abastecer de materias primas a los países
capitalistas, mientras que su desarrollo industrial era bastante
limitado. América Latina exportaba sobre todo minerales (cinc, plomo,
estaño y petróleo) y productos alimentarios (café, azúcar, trigo,
plátanos, carne). Todo ello favoreció la penetración de los intereses
estadounidenses en el entramado económico y político de América
Latina: esto se hizo patente en la intervención de EE UU en los
procesos de independencia de Cuba y Puerto Rico (1898) primero y en
la secesión de Panamá de Colombia (1903) para poder construir el
canal que atravesaría el istmo. Posteriormente los estadounidenses
seguirían manteniendo un control sobre el área caribeña con acciones
como la ocupación de la República Dominicana (1905) y Nicaragua
(1912). La expansión de la economía latinoamericana originada por la
I Guerra Mundial, sobre todo en Argentina, Brasil y México, favoreció
el desarrollo de un sector urbano propicio a las reformas
democráticas. Por otra parte, las desigualdades sociales en las zonas
rurales habían provocado el estallido de movimientos revolucionarios,
como el mexicano (1910-1917). Para EE UU la intervención en la
primera y sobre todo en la II Guerra Mundial significó el fin de su
política internacional aislacionista. Después de la victoria sobre el
nazismo EE UU se había convertido en la primera potencia mundial. La
denominada «guerra fría» con la desaparecida Unión Soviética y sus
aliados del Pacto de Varsovia marcó la política norteamericana hasta
el derrumbe de los regímenes comunistas a finales de la década de los
ochenta, acentuando aún más su control sobre su área de influencia
americana. La II Guerra Mundial supuso también un nuevo impulso para
la industrialización de algunos países latinoamericanos como
Argentina, Chile, Brasil y México. La agitación social surgida en los
años posteriores a la guerra sería canalizada por movimientos
populistas, alguno de ellos de corte fascista, como el peronismo. El
triunfo de un movimiento guerrillero en Cuba (1959), inicialmente
nacionalista y después marxista, supuso un nuevo impulso para los
movimientos revolucionarios del continente. La reacción anticomunista
de EE UU y sus aliados propició tanto intervenciones norteamericanas
indirectas y directas (República Dominicana) como la instauración de
dictaduras militares en muchos países como única respuesta ante las
demandas populares. En otros casos se trató de canalizar esas
reivindicaciones a través de movimientos moderados como la democracia
cristiana (Venezuela, Chile). En 1973, un golpe de estado militar
encabezado por A. Pinochet acabó con la nueva vía política abierta
por el triunfo electoral de la Unidad Popular liderada por Salvador
Allende (1970). En 1976 la dictadura militar se implantaba también en
Argentina, después de un nuevo fracaso del peronismo. Por el
contrario, en 1979 una revolución armada encabezada por los
sandinistas derribaba la dictadura somocista, asentada en el país
desde 1933 con la ayuda norteamericana. Centroamérica entró así en
una época de gran inestabilidad por el cerco estadounidense al nuevo
régimen de Nicaragua y la extensión de los enfrentamientos armados a
El Salvador y Guatemala. Desde comienzos de los años ochenta, se han
ido reinstaurando regímenes democráticos en la mayoría de los países
latinoamericanos (Bolivia 1982, Argentina 1983, Uruguay 1984, Brasil
1985). A comienzos de los años noventa se llevaban a cabo con éxito
procesos pacificadores en Nicaragua y El Salvador. Sin embargo, las
jóvenes democracias latinoamericanas se enfrentan a una situación
económica y social inestable, originada sobre todo por el peso de la
deuda externa y por la penuria que viven grandes sectores populares.
Ello ha provocado ciertos síntomas inquietantes, como el giro
autoritario dado por el presidente Fujimori al régimen político
peruano o los intentos de asonada en Venezuela o el golpe de estado
de Guatemala. A ello se ha de añadir la especial situación de Cuba
que, tras el hundimiento de los regímenes comunistas en Europa, ha de
afrontar en solitario el bloqueo estadounidense, incrementado en 1996
a raíz de la promulgación por parte de la Casa Blanca de la ley Helms-
Burton, que persigue la obstaculización del comercio y la inversión
de terceros países en la isla caribeña.
( Ver tabla )
DiegoyGabriel@aol.com