Monstruos coreanos
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Feliz Año... o eso creia yo hasta que los reyes magos me trajeron un regalo que en principio seria la alegria de cualquier casa pero a mi me ha hecho reflexionar sobre cuan perjudicial puede llegar a ser el sexo. En metro
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De todos es conocido mi gran amor por los niños sino, que levante la mano el que sepa que alguna vez haya matado a alguno. O mejor... que meta los dedos en el enchufe quien alguna vez haya presenciado semejante crimen (mejor acabar con los testigos limpia y rápidamente). Bromas aparte, antes de llegar a Corea, con sus mejores y peores momentos de odio contra algún mocoso repelente, se podía decir que me gustaban los niños, especialmente los ajenos que les puedes hacer gracias durante un rato y luego devolvérselos a los padres cuando ya te has cansado de ellos para que les riñan por haberte ganado en la ultima partida de la oca.

Después de cuatro meses en Corea, los momentos de más son los menos y si alguna posibilidad había de que yo entablara relación digamos "más que amistosa" con un coreano, en vista de lo que puede surgir de ella, creo que paso. Adoptar un cuervo y criarlo seria sin duda tarea mejor pagada.

Tras semejante introducción os estaréis imaginando hordas de niños salvajes montados en tanques rescatados de algún de estos museos de la paz llenos de cosas de guerra y dispuestos a dilapidar el mundo. No os preocupéis que no es tanto porque hasta los 20 no pueden conducir. Aunque algunos coreanos algo más mayores cuando pueden parece que tengan una regresión a la infancia pero eso es otro tema para otro día.

Antes de que llegue el momento "en que desearías habértelos comido" y cuando están para comérselos, dos elementos llaman la atención. El primero, es el pelo o mejor dicho su repartición. La mayor parte de los bebes coreanos pierden el abundante pelo con el que nacen, pero solo la mitad y les tarda bastante en crecer. Sé que esto es un fenómeno habitual en todo el mundo pero jamás había visto tanto bebe medio-pelón como he visto aquí.

El segundo, es su resistencia infinita al dolor. Los niños no lloran. Los he visto pegarse trompazos infinitos, caerse, rodar, pelearse por juguetes y nada. Como si les estuvieran filmando para Videos de Primera y no quisieran darle el gustazo a su padre de poder enviar el vídeo del hijo maltratado o en la persecución de un premio mayor con un vídeo de multiporrazos. Incluso cuando van a la espalda de la madre atados con una toalla a la cintura (es la forma tradicional y aun hoy habitual de sacar a paseo a los niños pequeños) y en la oscuridad de la manta que les tapa la cabeza para que no se mojen si llueve o nieva ellos van tan tranquilos. Yo creo que empiezan a llorar cuando se dan cuenta de que lo puede usar como forma de conseguir juguetes y es que, por mucho euro e historias, no hay modo de cobro más internacional que un buen berrinche.

En este punto los que tienen hermanos pequeños (gran bendición) o han estado al cuidado de niños dirán que no es tanto así, pues con negarles los caprichos se darán cuenta que llorando no consiguen nada. ¡Ahá! Ahí llegamos. Con ese tipo de educación estoy yo de acuerdo pero el resto de la gente que vive a mi alrededor o por decirlo menos egocéntricamente, el resto del país donde yo vivo, no comparte mi opinión. Aquí un niño es sagrado y si le da por tocar todos los objetos frágiles de una tienda, dejar sus marcas indelebles en un museo o hacer el pino contra la estatua de un Buda pues ¡qué rico es el niño que sabe llegar al nirvana cabeza abajo! Por suerte, esto ultimo normalmente lo impiden los monjes que seguramente tomaron los hábitos en previsión de que el camino familiar podía ser peor. En general, que para la edad de siete u ocho años están tan mal criados que no hay quien los aguante. Para los doce, te plantearais empezar un holocausto pero basándote en la edad y para cuando llega la edad del pavo... ni te cuento. Además a esto hay que sumarle que los pavos en este país gozan de una vida muy larga y si a los chicos el pavo se lo quita el servicio militar, más de una chica he conocido que lo conserva a lo largo de la carrera (no la universitaria, no os vayáis a creer, me refiero a la carrera familiar hasta que sus hijos les toman el relevo)Y de esto los niños no tienen la culpa, eso que conste, que en general suelen ser bastante monos e inocentes antes de ser malcriados por los padres. Y es que, ¿cómo se puede esperar que no existan los hi-commandos con tanto padre que se queda embobado mirando a cualquier extranjero que hay por la calle si no le da claro por obligar a su hijo a que use contigo el ingles que ha aprendido en las clases de la tarde?

Para los que se estén preguntando que es un hi-commando, es un nombre la mar de adecuado que le puso un amigo a un grupo cualquiera de doceañeros que te puedas encontrar por la calle. La situación es la siguiente: El grupo en cuestión esta parado en la calle, ya sea un semáforo o una parada de autobús o una tienda de chucherías. En esto, el más alto avista un/a extranjero/a y da el grito de aviso "ueuin, ueuin" (extranjero, extranjero). Hacen un rápido consenso en el que se elige al más temerario para la ardua empresa que van a realizar. Con este en la cabeza se dirigen hacia donde el extranjero despistado se sitúa. Cuando se llega a su altura y antes de que el sujeto en cuestión levante la cabeza mosqueado por esos momentos de calma que preceden un vendaval, el elegido grita "hi" y antes de poder contestar se van todos corriendo. Una operación rápida y eficaz, sin bajas. Aun no tengo muy claro porque dan más puntos, si por conseguir que el extranjero se asuste o que conteste.

Y eso también se ve en clase no creas. Porque los alumnos no solo se duermen en clase cada dos por tres (con el beneplácito del profesor: "pobrecitos toda la noche estudiando... nuevas claves para pasar a la pantalla siguiente del ultimo juego de ordenador") si no que tienen el morro de soltarte (con toda tranquilidad) "me aburro" o "no me apetecía estudiar" o similares. Tanta fama de educación estricta y poco estimulante de la imaginación: para hacerte la vida imposible si que son creativos.

Y todo este descargo de furia (si en el fondo, los niños me gustan) viene provocado porque mi residencia (la misma que dirige la cafetería de la comida coreana) ha decidido habilitar la cuarta planta (de la que me echaron para ahorrar electricidad) para un grupo (numeroso) de niños y niñas de middle school (unos 12 años) que hacen no sé que programa de ciencias. Así, ahora, cada mañana a las 8, una manada de elefantes con aspecto de niños bajan en estampida por la escalera despertando a todo el mundo, me toca escuchar lo de "ueuin" casi hasta en la ducha (de la que salgo congelada porque dejan la puerta abierta y paso un frío que te mueres) y además se ha abierto la veda del "Mando a distancia: parte 1, telenovela vs dibujos animados". Aquí no se puede ni dormir, ni estudiar ni nada de nada: solo aprender a odiar un poco más a esos animalillos y a los que los maleducan. Por eso tan mal humor (y tantas ojeras) llevo encima pero uno de los próximos mails intentare decir algo positivo de este país, que aunque yo lo critique para descargar adrenalina tiene muchas cosas buenas.