Núm 26, II Época  - Septiembre 2000 - Edita FE-JONS  -   

Director: Gustavo Morales


Libros

FE 26

La estulticia de los débiles 

Este verano que acabamos de pasar, independientemente de un tiempo de horror y terror producido por la carroña marxista etarra, un periódico de la región murciana insertaba un pequeño suelto sobre el pintor falangista Ignacio Zuluaga que, por su contumaz interpretación de la realidad ideológica de la Falange, desvela tal vez sin quererlo, la perversa intención con que mucha prensa de hoy se manifiesta contra el movimiento político que fundara José Antonio.
Declara, el autor, al que no pongo ni nombre ni título porque no se merece nada de esto, que el buen pintor vasco y también falangista, Ignacio Zuluaga, no era un correcto artista (esto venía a decir más o menos) y que –esto es lo más grave-, ni él ni los pintores falangistas donde no citaba a nadie ni siquiera a Pancho Cossío, habían aportado nada especial al universo de la pintura; o sea vino a proclamar, que la Falange no creó un tipo o un modelo singular para el arte. Con lo cual, quería desprender un cierto olor minorativo.
Y claro que lo decía desde un cierto sentido crítico negativo, o despectivo, si se quiere; simplemente, porque lejos de crear la pintura que hacían, con un apellido falangista, como se dijo por ejemplo de la arquitectura socialista, o de la escultura marxista, o de la literatura y la filosofía, tal y como pensaba el ideólogo italiano Gramsci, en su afán por ofrecer la revolución desde una culturización universal marxista, resulta que a signo contrario, argumenta quizá sin quererlo, el mejor razonamiento para alejar de la Falange cualquier adjetivo fascista, pues el fascismo entre otras premisas, asentaba su existencia en la ideologización de toda actividad humana, igual que lo quería el comunismo, por ejemplo, se habla así de una música fascista, de una literatura fascista, o de una pintura fascista.
Evidentemente cuando el periódico La Verdad, de Murcia, niega al pintor Zuluaga, y a los pintores falangistas, cualquier adjetivo ideológico, o político, aunque sea para disminuirlo, nos está dando la razón a quienes como yo mismo, mantengo una pugna cerrada por defender la intransigencia falangista respecto a cualquier clase de fascismo. Por supuesto que acepto que Ignacio Zuluaga, o Pancho Cossío, o Toledo Puche, entre otros muchos, no formen parte de un arte “falangista”, de una pintura falangista, sino de un arte sin etiquetas y tan sólo prestigiada por su calidad y su belleza. No sólo lo acepto sino que me congratulo de que se exponga así por otros, y desde luego, nos alegramos de veras de que un medio de comunicación de hoy, se reconozca al fin que la Falange, en oposición a fascismo y marxismos, nunca haya dado nombre a ninguna de las manifestaciones culturales que los hombres y las mujeres han ofrecido a la sociedad a lo largo del tiempo.
Y es que, en serio, la Falange no tuvo jamás vocación de estructuralizar nada. Creo que la intención del periodista que envió ese pequeño artículo al diario, no era precisamente el de descargar a la Falange de ninguna pesada carga, pero ¡caramba!, le ha salido mal la operación, porque a veces la estulticia de los débiles, despeja caminos impensables. 

Eduardo López Pascual