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La dialéctica y el ex gobernador Jaúregui
Cuando el recientemente asesinado por ETA
Juan M. Jaúregui tomo posesión del gobierno civil de Guipúzcoa, en su discurso abominó de la “dialéctica de los puños y las pistolas”, en referencia a ETA, recurriendo a una frase, de fortuna insospechada por su autor, de
José Antonio.
De ser un tanto crueles, dicho personaje, amigo de atberzales más allà de lo personal, defensor de la negociación, indulgente con los chicos de la
kale borroca, zancadilleador junto con el juez Belloch, y su viceministra pequeñaja, que luego le auparían, de la labor de la Guardia Civil, mereció la muerte un poquito más que quienes, como los guardias a los que no apoyó, estuvieron siempre frente al nacionalismo y su brazo armado.
Pero no es de paradójicas y crueles justicias de los que nos queremos ocupar, si no de la profunda injusticia que se hace al autor de la frase dichosa, y de la profunda ignorancia que denotó quien le cita.
Pocos rechazarían de plano el concepto de “dialéctica de los puños y las pistolas” si lo leyesen en su contexto gramatical “cuando se ofende a la justicia o a la Patria”, o histórico; los falangistas estaban siendo cazados como conejos, hasta el punto de reprobarse desde
ABC la resignación franciscana de lo que llamó el diario dinástico “Funeraria Española”, y decidieron pasar a defenderse.
Quizá eso mismo es lo que han tratado de evitar los sucesivos gobiernos de Madrid y Vitoria; que, al modo irlandés, argelino etc., alguien se defienda en el norte de España. Lo timorato y monjil de las manifestaciones de repulsa, contra el ¡fascismo!, ¡pobre
Mussolini!, manos blancas, minutos de silencio y así, lo estudiado y canalizado en la reacción popular a la muerte de Miguel A. Blanco..., todo ello induce a pensar que a las autoridades públicas les preocupa más el surgimiento de una reacción defensiva espontánea, perfectamente justificable desde el concepto moral de la “Justicia Supletoria”, que la derrota y aniquilación del movimiento terrorista, del cual, los liberados de pistola son sólo su primer, o último escalón.
En cuanto a la ignorancia filosófica del asesinado, me refiero al citante, que el citado también lo fue, precisamente por un gobierno del partido de aquel, pero de ignorante, nada, ésta reside en erróneo uso de la palabra “dialéctica” en el contesto vasco. Dialéctica hace referencia a un contraste por colisión de ideas, tesis y antítesis, que redunda en una conclusión temporal o síntesis. El marxismo aplica con categorías materialistas la dialéctica hegeliana. Se trata de una mecánica que aplica a la Historia; desde la Economía o el Espíritu respectivamente, algo así como el uso judicial universal; una parte, otra y conclusión por un tercero.
Pero aquí no hay lugar hoy para hablar de dialéctica alguna. Sólo pegan unos, etarras, jarrais y demás tentáculos del nacionalismo, y sólo reciben otros; los que no son nacionalistas en territorio que consideran propio. Actualmente, las víctimas sureñas de ETA lo son por pertenecer a los partidos no aliados; PP y
PSOE, o por pertenecer al estado que combate. Digo estado y no régimen porque ETA es enemiga de España antes y ahora, y la ilusión progresista que el partido del que provino Jaúregui, PCE, compartió con los
Bandrés, Onaindía, etc, consistía en que contra Franco era buena. Al parecer, no es lo mismo la vida de un guardia en tiempos de
Carrero que en tiempos de Aznar.
En Vasconia y en Navarra no hay dialéctica, porque la mayoría reprimida, partidaria de España, sólo recibe bofetadas, y la minoría envalentonada, golpea. Ya por el exilio, 50/60.000 vascos, por la muerte, 1.000 españoles, el miedo, la presión cultural, lingüística etc. Unos son yunque, otros martillo. Un poderoso cuerpo de policía, de bonito uniforme, tiene orden de esconderse o llegar tarde a las kermesses heroicas de los cachorros de EH. Los empresarios pagan impuesto “revolucionario”, lo que en Sicilia llamaban “protección”. La educación está secuestrada por la Consejería y las subvenciones. Los curas, en el mejor de los casos, han sido cómplices por silencio. En los bares no se habla según de que cosas por si hay desconocidos. En suma, el miedo se enseñorea en una parte de España y el estado se abstiene.
A lo mejor, Jaúregui no era tan ignorante como quiso aparentar, si no que, como aquel al que citaba, era profeta. A lo mejor, hablaba de futuro.
F. Otazu |