Núm 26, II Época  - Septiembre 2000 - Edita FE-JONS  -  

 Director: Gustavo Morales


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Editorial FE

A los luceros de Carmen Martín Gaite 

Este verano el mundo literario perdía a Carmen Martín Gaite una escritora que empezó a escribir en una época en la que ser mujer y querer abrirse paso en el mundo de las letras no era tarea fácil. Había nacido en Salamanca en 1925 y en 1957 le concedieron el Premio Nadal con su obra “Entre visillos”; en 1978 logró el Premio Nacional de Literatura con “El cuarto de atrás”; en 1988 recibió ex aequo el Premio Príncipe de Asturias junto con el poeta José Angel Valente que quiso la fatalidad falleciera cuatro días antes que la escritora con la que había compartido una gran amistad; y en 1994 volvería a lograr el Premio Nacional de Literatura junto con el Premio Nacional de las Letras..
Cuando contaba solamente ocho años de edad decidió que quería dedicarse a escribir “que no es lo mismo que ser escritora”, puntualizaba siempre Carmen Martín Gaite que llegó a formar parte de la generación de los 50. Según Victor García de la Concha, de la Real Academia Española, Carmen Martín Gaite era el ejemplo más claro de la lengua viva, capaz de transmitir el decir del pueblo y que nunca quiso formar parte de la Academia porque en la misma “los que tenéis que estar sois filólogos que sois los que tenéis que trabajar en ello –yo no puedo ahora...” manifestaba una y otra vez Carmen Martín Gaite que estuvo casada con Rafael Sánchez Ferlosio, de quien se separaría más tarde, hijo de uno de los fundadores de Falange, Rafael Sánchez Mazas, y de Liliana Ferlosio Vitali fallecida en marzo de 1994.
Carmen Martín Gaite no sentía ninguna simpatía por Franco a quien en su libro titulado “Usos amorosos de la postguerra española”, le dedica unas líneas y le reconoce su buena estrella recordando al mismo tiempo aquella copla nacida en las trincheras que decía, Échale amargura al vino/ y tristeza a la guitarra,/ camarada, que se ha muerto/ el mejor hombre de España, en clara referencia a José Antonio Primo de Rivera.
Carmen Martín Gaite no sabe si Franco se miraría al espejo alguna noche, emulando a la madrastra Blancanieves, y vería dibujarse al fondo de la azogue la sonrisa de José Antonio “aquel abogado joven guapo y de encendido verbo, con el pelo peinado para atrás, cuya muerte lloraban las guitarras de la zona ‘nacional’ en el umbral del primer duro invierno de la guerra”. 
Para la escritora, el oportuno fusilamiento del fundador de Falange quitaba de en medio al único líder con carisma que tal vez hubiera podido discutir a Franco la supremacía del mando. “Pero a Franco (...) –sigue diciendo Carmen Martín Gaite- le trajo mucho más sin cuidado la sombra de los muertos que la presencia de los vivos”.

José María García de Tuñón