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Definiciones y terminología del
Bosque Nativo Chileno (*)
Material preparado para proyecto
"Escuela Verde, formación de monitores ambientales 1998-2001". Corporación El
Canelo de Nos.
Rengo, 15 de enero de 1998 --
DEFINICION DE ARBOL.
Chile posee 123
especies arbóreas y a pesar de que están presentes en todas las regiones de nuestro
territorio, ellas recién forman bosques densos y extensos a partir de la zona central de
nuestro país. A medida que se avanza hacia el sur, los arboles aumentan de tamaño y
densidad y es allí donde el bosque alcanza toda su magnitud, tornándose impenetrable,
sombrío y silencioso.
El número de
especies está en gran parte determinado por el concepto que tengamos de árbol.
Consideraremos como tal a toda planta leñosa que posee un tronco erecto, no ramificado
cerca de la base, mayor de 10 cm de diámetro a la altura del pecho y a una altura mínima
de 3 mts. Con esta definición se excluyen las especies arbustivas. Desafortunadamente no
es fácil delimitar a ambos tipos de formas de vida, ya que a menudo existen ejemplares
con caracteres intermedios.
ESPECIES AUTOCTONAS E INTRODUCIDAS.
Existen muchas
especies comunes, y consideradas chilenas, siendo que nunca poblaron en forma natural
nuestro territorio. La presencia en nuestro país se debe básicamente a la intervención
del hombre, tal es el caso del sauce llorón (Salix babylonica),
y el álamo (Populus nigra). A muchos llamará la
atención, ya que pertenecen a nuestro paisaje de la zona central, pero no por ello dejan
de ser especies introducidas y propagadas, por lo general, de manera artificial.
Especies no tan
típicas como las anteriores, pero también profusamente cultivadas son: aromo (Acacia dealbata), aromo australiano (Acacia
melanoxylon), acacio (Robinia pseudoacacia),
ciprés (Cupressus sepmervirens o
C. macrocarpa), eucalipto (Eucaliptus globulus),
y pino (Pinus radiata). Muchas de estas especies
poseen cada vez mayor importancia debido a las extensas superficies que cubren y que han
desplazado o extinguido muchos arboles nativos. Otras se cultivan como plantas
ornamentales, o por sus flores o frutos.
NOMBRES CIENTIFICOS Y VULGARES.
La necesidad de dar
nombre a los objetos y la ventaja práctica que ello significa se explica por si sola. La
ciencia no escapa a ello y cada disciplina posee un lenguaje propio que le permite
denominar con exactitud objetos o fenómenos, los cuales, debido al uso restringido que
poseen, no son familiares para el gran público que por lo tanto, es reacio a hacer uso de
ellos.
Los nombres vulgares
poseen la ventaja de que son palabras conocidas, es decir, frecuentemente usadas y, por lo
tanto se prefiere su uso antes del nombre científico, el que esta en latín, idioma que
no es familiar. Desgraciadamente el uso del nombre vulgar tiene serias limitaciones. Es
cierto que existen nombres que se refieren con toda precisión a una especie; por ejemplo:
el quillay, el litre o el boldo. ello se debe a que tales plantas son frecuentes en una
extensa zona de nuestro país y poseen características tan sobresalientes y únicas que
impide su confusión con otras. La gran mayoría de las plantas no posee características
sobresalientes; por el contrario, son pequeñas, herbáceas, poco frecuentes y sin
aplicación alguna. Estas plantas pasan inadvertidas y no tienen nombre vulgar, siendo
para ellas el nombre científico una necesidad.
La estrecha
concordancia de un nombre vulgar con el nombre científico sólo es excepcional y a menudo
el nombre vulgar es usado para denominar a diferentes especies, lo que acontece a nivel
nacional e internacional. Así por ejemplo, el laurel conocido en España, y cuyas hojas
se usan como condimento, corresponde a la especie cuyo nombre científico es Laurus nobilis, mientras que en Chile este mismo nombre se
refiere a Laurelia sempervirens, árbol apreciado por
su madera. Del mismo modo, los robles en Chile pertenecen al género
Nothofagus, mientras que en Europa ellos son especies del género Quercus; es decir, un mismo nombre vulgar es usado en
España y en Chile para nombrar especies diferentes.
Esto se debió a que
los conquistadores creyeron que las plantas encontradas en los nuevos territorios
descubiertos eran parecidas a las que ellos conocían en su patria, llamándolos
consecuentemente con los nombres que les eran familiares.
Este hecho a su vez
se ha repetido en numerosas oportunidades a nivel local, dándole a las plantas el nombre
común que permiten relacionarlas con otras muy conocidas. Así por ejemplo a todas las
plantas cuyas hojas o frutos son semejantes a las del olivo, se les conoce en nuestro
país como olivillo, de tal modo que bajo este mismo nombre se conocen las siguientes
especies: Coprosma pyrifolia, del archipiélago de
Juan Fernández; Kagenekia angustifolia, de la zona
central; y Aextoxicon punctatum, de la zona central y
sur.
Como se puede
apreciar, a pesar de lo fácil que es retener los nombres vulgares, ellos a menudo inducen
a confusión, ya que por lo general, un mismo nombre se refiere a varias especies. De
acuerdo con esto es fácilmente comprensible que, para beneficio de la ciencia, cada
especie debe tener un solo nombre que signifique para cualquier habitante del mundo la
misma cosa, lo que se consigue usando el nombre científico. Es así como el nombre
científico usado para el litre, Lithrea caustica,
significa para todas las personas, no importando el idioma, una sola especie, con
características claramente definidas.
El nombre científico
no solo tiene la particularidad de individualizar a una sola planta, sino que además
indica su género, la ubicación de éste en su familia, la posición de la familia en un
orden, la clase, y finalmente, la división correspondiente. Es decir, la sola mención de
un nombre científico desencadena una serie de razonamientos que facilitan, directa o
indirectamente, la retención de una serie de características y permite por consecuencia,
deducir relaciones. En el caso de Lithaea caustica, su
nombre nos permite ubicarla en una familia, Anacardiaceae,
familia que tiene muchas especies distribuidas en diferentes continentes, ligadas por
características comunes.
DESTRUCCION DEL BOSQUE.
El proceso
destructivo del bosque ha sido rápido. A mediados del siglo pasado estaban intactos y
aún a fines del mismo existían grandes extensiones boscosas. A mediados del presente
siglo muchas especies se vieron amenazadas por la excesiva explotación y en este momento
varias de ellas en claras vías de extinción. Fue suficiente un período aproximado de
100 años para que el hombre arrasara con uno de los bosques mas interesante, endémico y
maravilloso del mundo.
Algunas especies, por
su gran tamaño y su apreciada madera, fueron taladas sin limitaciones y consecuentemente
debido a su lento crecimiento, 200 a 1000 años, les será muy difícil volver a formar
bosques extensos; es el caso de la araucaria (Araucaria araucana),
el alerce (Fitzroya cupressoides), el ciprés de las
Guaitecas (Pilgerodendron uvíferum), y el lingue (Persea lingue), que se encuentran entre las especies más
perjudicadas por una irracional explotación.
Otras especies en
cambio, no poseen una madera apreciada, pero tampoco escaparon de la destrucción. La
reforestación con especies exóticas mucho mas agresivas que las nativas les impiden
competir, provocando con ello su desaparición. Es posible que a fines del presente siglo
estas especies sólo estén presentes en los herbarios; así sucede, por ejemplo, con el
queule (Gomortega keule) y el pitao (Pitavia punctata), que ya son extremadamente escasos.
La introducción del
pino (Pinus radiata) ha sido muy perjudicial para la
existencia del bosque nativo; su plantación en forma masiva cubre extensas superficies
especialmente entre los ríos Maule y Malleco. No se desconoce la importancia que posen
estas plantaciones, pero debemos dejar en claro que estos monocultivos encierran un enorme
peligro frente al ataque de plagas y al progresivo desplazamiento de las especies
forestales naturales del país. Otra situación que plantea el bosque de pino es la
eliminación casi total de todo tipo de vida silvestre, cosa que no sucede con el bosque
nativo, bajo el cual coexiste una abundante flora y fauna.
Uno de los flagelos
más terribles de la vegetación arbórea es el fuego. El rayo es a veces un elemento
natural que inicia un desastre; pero el peor de todos es el fuego intencional o descuidado
hecho por el hombre.
Es cierto que muchas
veces un bosque quemado volverá a poblarse, que la vida silvestre vuelve a aparecer, más
lo que se reconstruye es apenas el remedo, la sombra, el esbozo de lo que fue. En otras
palabras, casi toda la asociación arbórea que ha sido destruida no retoma sus
características primitivas; solamente en un plazo muy largo ello podría ser posible, si
es que las condiciones lo permiten. No obstante, como la acción humana se hace sentir
corrientemente sobre estas áreas, es dificil que en ellas se cumpla tal renovación o
retorno, más aún, puede que las nuevas condiciones no sean las más propicias para que
esto suceda.
Por otra parte, como
ya se dijo, existen especies de dispersión muy reducida y cuya desaparición en gran
parte del área que ocupan, a causa de un incendio, las deja reducidas a pobres colonias o
poblaciones en desequilibrio con desventaja ante los factores competitivos que obran sobre
ellas. Es triste ver en la cordillera de Nahuelbuta, en los bosques sureños y australes,
araucarias, coihues, cipreses, mañíos, lengas y alerces en laderas semidesnudas, con
troncos secos elevándose al cielo como espectros sombríos, mudos testigos de la
inconsciencia humana.
USO DEL BOSQUE NATIVO ESCLEROFILO
La leña, una de las
materias primas mas solicitadas para combustión, y de las mas antiguas conocidas por el
hombre; actualmente sigue en uso en la región. La utilización del bosque nativo como
fuente de leña para uso doméstico, es una de las causas de la erosión de la zona. El
tan conocido carbón de espino ( derivado del arbusto Acacia caven), aún constituye una
fuente de trabajo para un sector de la población rural. Actualmente, gracias a un
fenómeno de "urbanización", se ha empezado a conseguir que la leña deje de
ser el combustible primario, reemplazándose poco a poco por el gas y la parafina. Si bien
la vegetación ha dado muestras de una cierta tendencia a la recuperación en sitios en
que se ha reducido la presión antrópica; esto no quiere decir que vuelva a la
fisionomía natural. La introducción de especies, la eliminación de otras y la erosión
de los suelos han producido cambios irreversibles y que si bien habrá alguna
recuperación, esta no será completa.
Una vez que se han
perdido, la diversidad inicial y la configuración inicial pueden ser prácticamente
irrecuperables y no es cosa de tiempo. Puede que se regenere un nuevo tapiz vegetal, pero
siempre estará la huella humana en el paisaje.
Es un deber, mantener
la voz de alerta y señalar, aunque sea en forma majadera, que el incendio de un bosque,
cualquiera sea su origen, en una trágica fuerza de desequilibrio que altera
substancialmente la armonía de la naturaleza y cuyas funestas consecuencias, múltiples y
variadas, las sentirá el hombre tarde o temprano, a través de esta generación o las
siguientes.

(*)Fuente:
Rodriguez,
R., Matthei, O, & Quezada, M. “Flora arbórea de Chile”.
Editorial Universidad de Concepción. Concepción. Chile. 1983.
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