GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO X:

ANGAMOS

1.- Los últimos días en Arica

2.- Los chilenos deciden dar caza al “Huáscar”

3.- ¿Fue de Prado la iniciativa para atacar?

4.- La última noche en Arica

5.- El camino hacia la gloria

6.- Angamos según partes oficiales

7.- Angamos según los historiadores

8.- Lo que dijeron los chilenos

9.- Nuestra palabra

 

6.- Angamos, según partes oficiales 

Vamos a dar varias versiones de lo que fue el combate de Angamos que tuvo lugar el 8 de octubre, de 1879, en donde Grau, sus heroicos compañeros y el «Huáscar» se cubrieron de gloria. 

Parte del teniente Pedro Gárezon, último  comandante del Huáscar, que cayó prisionero de los chilenos. 

Comandancia accidental del monitor  «Huáscar», a bordo de vapor “Copiapó” Antofagasta, octubre 10 de 1879 

Señor

Capitán de Fragata  Manuel  M. Carvajal. S.C. 

Capitán de corbeta Elías Aguirre, segundo jefe en sucumbir en el "Huáscar". Murió pocos minutos después de Grau.

Tengo el honor de poner en conocimiento de Usted, los hechos ocurridos a bordo del monitor «Huáscar»,durante el combate que sostuvo con los blindados  chilenos «Blanco Encalada», “Cochrane» y goleta «Covadonga», el 8 del actual, frente a Punta Angamos, y después de la lamentable pérdida del contralmirante don Miguel Grau, de haber Ud. caído herido; y muerto el 2º Comandante, capitán de Corbeta Elías Aguirre, el oficial de detall don Diego Ferré teniente primero y el de igual clase don Melitón Rodríguez. En este momento el «Huáscar» se encontraba sin gobierno por tercera vez, pues las bombas enemigas penetrando por la bovedilla, habían roto los aparejos y cáncamos de la caña, lo mismo que los guardines de combate y los varones de cadena del timón. Estas bombas al estallar, ocasionaron por tres veces, incendios en las cámaras del comandante y oficiales, destruyéndolas completamente. Otra bomba penetró en la sección de la máquina, por los camarotes de los maquinistas, produciendo un nuevo incendio y arrojando los mamparos sobre los caballos, que pudieron continuar en movimiento por haberse aclarado, con la debida actividad, los destrozos que cayeron sobre ellos. También tuvimos otros dos incendios, uno bajo la torre del comandante y otro en el sollado de proa. 

Teniente primero Diego Ferré, muerto en combate

En este estado se me dio parte de que una bomba había roto la driza de nuestro pabellón, pasé entonces a popa y ayudado por el artillero de preferencia Julio Pablo, la icé personalmente, entre las vivas entusiastas de la gente. 

Los blindados hacían entonces fuego nutrido de artillería y ametralladora, el uno a veinte metros de distancia por la aleta de estribor, el otro por la cuadra de babor, y la «Covadonga» por la popa, más o menos a igual distancia. 

La torre se encontraba ya completamente inutilizada por las bombas Palliser, que atravesaron su blindaje; sacaron fuera de combate al cañón de la derecha, destruyendo uno de los muñones, e inutilizando el compresor. Un casco de bomba penetró en las ruedas y plancha de la torre, destrozando dos cigüeñas y dejándola completamente sin movimiento.

Otras dos bombas penetraron por las  portas, y dieron muerte a todos los sirvientes de los cañones, quedando sólo el marinero Manuel Proaño que acababa de reemplazar a los sirvientes puestos fuera de combate, por los proyectiles recibidos anteriormente.

En este estado, y siendo de todo punto imposible ofender al enemigo, resolví de acuerdo con los tres oficiales de guerra que quedaban en combate, sumergir el buque antes de que fuera presa del enemigo; y con tal intento mandé al alférez de fragata Ricardo Herrera, para que en persona comunicara al primer maquinista, la orden de abrir las válvulas, lo cual fue ejecutado en el acto, habiendo sido para ello indispensable parar la máquina, según informe que acompaño de dicho maquinista. Eran las 11 y diez minutos a.m. cuando se suspendieron los fuegos del enemigo. El buque empezaba ya a hundirse por la popa y habríamos conseguido su completa sumersión, si la circunstancia de haber detenido el movimiento de la máquina no hubiera dado lugar a que llegaran al costado, las embarcaciones arriadas por los buques enemigos, a cuya tripulación no nos fue posible rechazar por haber sido inutilizadas todas las armas que teníamos disponibles. Una vez a bordo, los oficiales que la conducían, obligaron a los maquinistas revólver en mano, a cerrar las válvulas cuando ya teníamos cuatro pies de agua en la setina y esperábamos hundirnos de un momento al otro, luego  procedieron activamente a apagar los varios incendios que aún continuaban, y nos obligaron a pasar a bordo de los blindados, junto con los heridos. 

El número de proyectiles que ha recibido el buque no se pueden precisar, pero apenas ha habido sección que no haya sido destruida, haciendo imposible un examen detenido, por la conglomeración de destrozos, y el poco tiempo que hemos podido disponer para ello. 

Teniente primero Pedro Gárezon

Antes de concluir, creo de mi deber, manifestar que todos los oficiales y tripulantes del buque, se han distinguido por su entusiasmo, valor y serenidad en el cumplimiento de sus deberes 

Debo igualmente manifestar que cuando los oficiales y tripulantes de los botes subieron a la cubierta del buque, encontraron el pico caído por haberse roto la driza de cadena que lo sostenía, de manera que el pabellón pendía de él y que había sido izado por segunda vez, se encontraba en la cubierta, cuya circunstancia hice notar al teniente primero señor Toro del «Cochrane» y a otros oficiales cuyos nombres no recuerdo 

Todo lo que tengo el honor de poner en conocimiento de Ustedes para los fines a que haya lugar. Dios guarde a Ud. señor comandante.  

Pedro Gárezon 

 

Este parte fue elaborado el 10 de octubre a bordo del “Copiapó, al ancla en Antofagasta donde estaba detenido Gárezon, el mismo que fue enviado al campamento de prisioneros de San Bernardo, el día 16. 

Gárezon dice a su vez en su parte, que estaba acompañando el parte del 1er. maquinista  que era el ingeniero inglés Samuel Mc Mahon. Dicho parte dice lo siguiente: 

A bordo del vapor “Copiapó”, al ancla, Antofagasta, octubre 10 de 1879. 

Señor .-

Comandante accidental del monitor «Huáscar», S.C. 

En cumplimiento de mi deber tengo el honor de comunicar a Ud. todo lo ocurrido en el departamento de la máquina durante el combate con los blindados chilenos y la goleta  «Covadonga», el 8 del presente. 

A las 4 hs. a.m. recibí orden de ir a toda máquina, porque algunos humos estaban a la vista, aumenté el andar a sesenta revoluciones, teniendo de veinticinco a veintiséis  libras de  vapor. A las 5 y 40 a.m. recibí orden del Contralmirante Grau, para disminuir el andar, desde esta hora hasta cerca de las 8 a.m., la máquina iba de cincuenta y dos  a cincuenta revoluciones por minuto. El blindado «Cochrane» y dos buques más, se avistaron por el Norte cerca de las 7 y 30, pero a distancia que sólo se veían los humos y no muy claros, por eso el señor contralmirante Grau, creyendo sin duda pasar claro sin aumentar el andar, no me dio orden para ello. 

Teniente primero José Melitón Rodríguez, tercer jefe en sucumbir en el "Huáscar"

A las 8 y 30 a.m. me llamó el señor contralmirante y me ordenó que hiciera tres o cuatro revoluciones más; después de dar las órdenes necesarias subí a la cubierta para ver la posición de los buques enemigos, y vi en efecto que el blindado «Cochrane»  nos ganaba notablemente. Volví a la máquina y di órdenes para hacer todo el vapor posible teniendo ya bien seguras todas las válvulas de seguridad para  dar la mayor presión  y entonces tuvimos de veinticinco a treinta libras de vapor, lo que con 26 a 27  pulgadas de vacío  daba a la máquina de sesenta a sesenta y tres revoluciones, en este estado si el buque no hubiera estado con sus fondos sucios, hubiera andado  doce o más millas en lugar de once que en mi concepto es lo que más ha andado el buque. 

La primera bomba que tuvo efecto en el departamento de la  máquina  fue por el costado de babor de mi camarote, rompiendo la lumbrera y echándola encima de los caballos; (H-P-) así como también una porción de tornillos y pernos del blindaje, produciendo un incendio en dicho lugar. 

La segunda se llevó el cubichete de la máquina, arrojando encima de los caballos una lluvia de trozos de madera. 

La tercera vino de popa por la cámara de oficiales  trayendo una gran cantidad de astillas y mamparos rotos de la máquina.

La cuarta vino por el costado de estribor  al centro del departamento reventando dentro, rompiendo los camarotes de dicho lado y destruyendo todo el departamento; esta bomba dejó algunos muertos e hirió a otros, entre los cuales se encontraba el doctor Távara y el señor John Griffith, capitán de la presa “Coquimbo”, en este momento la máquina estaba completamente cubierta por trozos de madera, fierros y camas, gracias a la Providencia, no hubo ninguna avería en la máquina, durante  este tiempo todo el departamento estaba lleno de humo, procedente del incendio ocasionado por las bombas. 

En la sala de fuegos no hubo material avería, pero por el número de bombas que habían reventado en el interior de la chimenea, estaba llena de humo y de hollín  haciendo imposible ver los indicadores de vapor y de agua de las calderas. 

Médico Santiago Távara, herido en combate, aún así siguió atendiendo

Como las cámaras estaban demolidas, fue necesario mandar abajo a los heridos, la mayor parte de ellos fueron puestos en la carbonera de proa, el capitán de fragata Carvajal, fue conducido con dos o más al peñol de la máquina. 

En este estado, y viendo los oficiales que era imposible la salvación del buque, recibí orden personal y privada del alférez de fragata don Ricardo Herrera para abrir las válvulas  y echar el buque a pique, cuya orden ejecuté en el acto con toda la actividad y deseo posibles, sacando los heridos de abajo, y después de esto tuve que parar la máquina para sacar las puertas de las condensadoras, pero no tuve tiempo suficiente para concluir de sacarlas, pues fuimos abordados y tomados prisioneros; en este momento el buque tenía tres o cuatro pies de agua en la setina inferior, y en pocos momentos iba a empezar a entrar el agua por los agujeros hechos por las bombas enemigas y el buque se hubiera ido violentamente a pique.

Yo y el segundo ingenieros, fuimos amenazados con revólveres al pecho, diciéndonos que moviésemos la máquina y sacásemos el agua. Nosotros rehusamos hacerlo por ser prisioneros de guerra, pero nos dijeron que los ingenieros del «Rímac» habían sido forzados a entrar a la máquina bien, y nosotros teníamos que hacerlo, por pena de morir. No concluiré sin manifestarle que he tenido gran placer al ver el entusiasmo, valor y disciplina de mi gente. Todos han cumplido con su deber hasta el último momento, particularmente el segundo ingeniero Thomas Hughs a quien había encargado todo el cuidado de las máquinas y de la gente de la parte de abajo, y no subió hasta que el agua estaba cerca de las hornillas. Es cuanto en verdad y justicia puedo decir para los fines consiguientes.

Dios guarde a Ud.

Samuel Mc Mahon, primer ingeniero. 

 

 

 

CROQUIS DEL COMBATE DE ANGAMOS

El "Huáscar" es el dibujo de color rojo

 

 

 

 

Parte del capitán de fragata Manuel Carvajal, desde San Bernardo, en Chile lugar donde estaba prisionero, que enviaba al contralmirante Lizardo Montero, jefe de la plaza de Arica. 

San Bernardo octubre 16 de 1879.

Señor Contralmirante, Comandante General de las baterías y fuerzas de la plaza de Aricas. S.C.G. 

Manuel Melitón Carbajal

El 30 del mes pasado, a las 4 .50 a.m. zarpamos de ese puerto en el monitor "Huáscar”, con transporte “Rímac”  convoyando, hasta el de Iquique al transporte “Rímac” que conducía la división al mando del señor general Bustamante. 

Encontramos durante el trayecto al vapor de la carrera, frente al puerto de Mejillones y fondeamos en Iquique a las 4 y 20 p.m. Inmediatamente se procedió al desembarque de la división y terminado éste, zarpamos a las 4 a.m. del 1ª del corriente en compañía del “Rímac” y de la “Unión” que había entrado al puerto en la tarde del día anterior. Una hora después de acompañar al “Rímac” en su viaje al Norte, el “Huáscar” y la “La Unión” hicieron rumbo al O y después de separarnos algunas millas de la costa, se dirigieron al sur. 

El 4 del presente a las 9 a.m. avistamos un vapor que navegaba por el N próximo a la costa. Fuimos a su reconocimiento y resultó ser el “Chala” de la compañía inglesa. 

Terminado el reconocimiento hicimos rumbo a Sarco y llegamos a éste a las 10 y 30.m. En dicha caleta se encontraba fondeado el bergatín-goleta “Coquimbo” con pabellón inglés, pero registrados sus papeles se vino en conocimiento, de que anteriormente al estado actual de la guerra, este buque enarbolaba la bandera chilena y había obtenido del Cónsul británico en Coquimbo, con fecha posterior a la declaratoria de guerra, el certificado provisional de registro, para enarbolar el pabellón inglés. 

Por estos motivos y continuando el buque en el ejercicio del mismo tráfico que había tenido antes del cambio de pabellón, fue remitido al Callao a cargo del teniente Graduado Arnaldo Larrea, con dos aspirantes y siete individuos de tripulación, a fin de que en ese puerto, se le someta al juicio de presa respectivo. El capitán del buque y cuatro individuos de tripulación, fueron trasladados al “Huáscar” por vía de precaución. A las 3 y 30 p.m. dejando el bergatín a la vela con rumbo a su destino, continuamos para el sur. 

Teniente primero Enrique Palacios, capturado gravemente herido, falleciendo poco después en Mejillones a consecuencia de sus heridas

 

El 5 del presente a la 1 y 50 a.m. estuvimos en el fondeadero del puerto de Coquimbo y permanecimos en él una hora, sin que nuestra presencia fuese descubierta. Se hallaban allí fondeados la fragata de guerra norteamericana “Pensacola” y la corbeta de S.M.B. “Thetis”. Después de este reconocimiento, salimos del puerto y nos dirigimos al sur, haciendo rumbo a Tongoy, donde encontramos y reconocimos al vapor  “Cotopaxi” de la Compañía Inglesa, que pocos momentos después se dirigió al sur. A las 12 y 30 p.m. avistamos un vapor que atravesaba por la boca del puerto indicado y salimos en su demanda. 

A la 1 y 30 p.m. nos comunicamos con él, y resultó ser el vapor “Ilo” de carrera que se dirigía al N.. Después de este reconocimiento permanecimos aguantados frente  la punta de Coquimbo, con el objeto de hacer algunas recuperaciones en la máquina del Huáscar y terminada dicha operación a las 3 p.m navegamos algunas millas hacia el NO para separarnos de la costa, y en seguida hicimos rumbo al N.  

A las 9 a.m. del 7  detuvimos otra vez nuestra marcha para hacer nuevas reparaciones en la máquina del “Huáscar” y tomamos 300 sacos de carbón de la “Unión”, pues estábamos escasos de combustible. Concluido el transbordo a la 1.5 p.m. continuamos nuestra derrota al Norte. 

A las 10 p.m. del mismo día se avistó una luz por la proa, nos aproximamos a ella y teniéndola al costado, media hora después, pudimos reconocer que era un vapor de la carrera que se dirigía al sur. 

A las 12 h. del 8 del que rige, divisamos las luces del puerto de Antofagasta e hicimos rumbo sobre ellas. 

A la 1.a.m. arribamos al fondeadero y después de reconocerlo durante una hora, salimos de la bahía a reunirnos con La “Unión” que había quedado en la boca del puerto, lo que conseguimos a las 3.15 a m. y nos poníamos rumbo para el norte, cuando avistamos por la proa tres humos, nos acercamos lentamente a ellos para reconocerlos y comprendido que eran buques enemigos entre los cuales se cambiaban señales, hicimos rumbo al S.O. para separarnos de la costa y de la dirección de ellos.

Teniente de segunda Gervasio Santillana, muerto en combate

Al amanecer pudimos  reconocer perfectamente al “Blanco Encalada”, la “Covadonga” y el Matías Causiño, del primero de los cuales nos separaba una distancia como de seis millas. El “Blanco Encalada” y la “Covadonga” nos siguieron en caza, habiéndose dirigido el Matías Causiño para Antofagasta. Puestas las máquinas a toda fuerza, el  “Huáscar” con un andar de 10 ¾  millas logró pronto hacer proa sucesivamente  al  O.y al N. quedando con su derrota libre hacia este lado, pero siempre perseguido por los buques mencionados. 

Así continuábamos, cuando a las 7 h. 15 a.m. avistamos  por el N-O. a  tres humos que pocos minutos después pudimos reconocer entre ellos al “Cochrane”, la O’Higgins y el “Loa”, que hacían rumbo a cortar nuestra proa. Se mandó entonces forzar la máquina para evitarlo, ganando camino hacia el N. Antes de ser cortados. La “Unión” que venía por nuestra cuadra de babor  pasó a la de estribor y merced a su andar avanzó al norte. 

No sucedió así con el  “Huáscar”, a pesar de los esfuerzos que se hicieron con tal objeto, de suerte que a las 9 h. 40 m. siendo inevitable el encuentro, afianzamos nuestro pabellón, disparando los cañones de la torre sobre el “Cochrane” a 1.000 metros de distancia. El “Blanco Encalada” y la “Covadonga” venían a seis millas por nuestra popa; la O’Higgins y el “Loa” se dirigieron a cortar el paso a La “Unión”. El “Cochrane” no contestó inmediatamente a nuestros disparos sino que estrechó la distancia merced a que traía mayor andar que nosotros, de manera que sólo cuando estuvo a 200 metros por babor hizo sus primeros disparos. Uno de ellos perforó  el blindaje del casco de la sección de la torre a un pie sobre la línea de agua y el proyectil estalló dentro de la sección sacando a doce hombres de combate; otro de ellos cortó el guardín de babor de la rueda de combate  y nos obligó  a gobernar con aparejos.

Como diez minutos después de haber sufrido esta avería, sufrimos otra de mayor consideración, un proyectil chocó en la torre del comandante, la perforó y estallando dentro hizo volar al contralmirante señor Grau, que tenía el mando del buque y dejó moribundo al teniente primero Diego Ferré que le servía de ayudante. Entonces tomó el mando del buque, el comandante capitán de corbeta don Elías Aguirre y bajo sus órdenes se continuó el combate, cada vez más tenaz y sostenido. 

Teniente segundo Fermín Diez Canseco, herido y hecho prisionero conducido a Valparaiso

Las dificultades de gobierno, no permitían al  “Huáscar” mantener  una dirección constante, de manera de manera que solo aprovechaba parte del andar que le producía la máquina; esto fue causa de que el Blanco y la “Covadonga”, llegasen a estrechar su distancia hasta ponerse a 200 metros por la aleta de estribor. En esta situación no contando ya el “Huáscar” con la ventaja de su andar y encerrado entre los blindados, a la par  que dirigió sus fuegos sobre el Blanco, viró para embestirle con el espolón, ataque que fue prontamente evadido y que dejaba al buque a merced  de las buenas punterías de los blindados y aun de la “Covadonga”. 

En esta circunstancia, el que suscribe que se encontraba al costado del cañón derecho de la torre, fue herido por los destellos de una bomba que penetró en la torre y estalló dentro de ella, imposibilitado para continuar apreciando por sí mismo las demás circunstancias del combate, fue conducido (Carbajal) a la sección de la máquina, donde se le prodigaron las atenciones que su estado exigía. 

El parte adjunto del teniente 1ª Pedro Gárezon en quien recayó por ordenanza el mando del buque a consecuencia de la muerte del segundo  comandante Aguirre y del estado en que se encontraba el que suscribe, dará a Ud. los detalles de la manera como llegó a su fin, este reñido y desigual combate. 

El “Huáscar” cayó en poder del enemigo, cuando no le fue posible ya continuar su resistencia, inutilizados sus cañones, roto el timón y diezmada su tripulación. Pero como último recurso se abrieron las válvulas, para sumergir al buque y se hubiera conseguido este resultado si al llegar al costado del Huáscar las embarcaciones del enemigo, hubiera sido posible resistirlas de algún modo. 

No siendo esto así, sus tripulantes (los chilenos) tomaron posesión del buque, detuvieron su sumersión cuando ya tenía cuatro pies de agua en sus fondos; extinguieron algunos incendios que aun se conservaban a proa y popa del buque y finalmente lo condujeron a Mejillones, no sin algunas dificultades, favorecidos por la tranquilidad en que se encontraba el mar. Todos los tripulantes que, heridos en su mayor parte, sobrevivían fueron tomados prisioneros y transbordados a los blindados donde se les prodigó la más exquisita consideración y asistencia. 

Sargento mayor José Ugarteche, herido en combate y hecho prisionero conducido a Mejillones

Antes de terminar, séame permitido expresar a Ud. el profundo sentimiento que me ha causado a los oficiales y demás tripulantes del monitor “Huáscar”, la irreparable muerte del  valiente  contralmirante  don  Miguel  Grau y de sus dignos subordinados, el capitán de corbeta Elías Aguirre y los tenientes de primera don Diego Ferré y don Melitón Rodríguez, a quienes he tenido ocasión de ver  desaparecer, cumpliendo hasta el último con su deber y recomendar así mismo a la consideración de Ud. el valor, entusiasmo y serenidad que durante este desigual combate ha distinguido a los oficiales y demás tripulantes del “Huáscar”. Adjuntas encontrará  Ud. las listas  de los presentes a bordo durante el combate, igualmente que la de los muertos y heridos. 

En el puerto de Mejillones quedaban el teniente segundo don Enrique Palacios, el cirujano mayor doctor don Santiago Távara y varios de los tripulantes que por el estado de sus heridas, no ha sido posible trasladarlos a este lugar. Los demás heridos se encuentran en Valparaíso, en Santiago y en esta población conforme al estado de su gravedad. 

Todo lo que tengo el honor en dar conocimiento de Ud. a fin de que por su digno órgano, llegue el Excelentísimo Señor General Supremo Director de la Guerra. Dios guarde a Ud. S.S.C.G.-

Manuel Melitón Carvajal.