4.- La última noche en Arica
Habiendo
decidido Prado la partida del «Huáscar», que se
encontraba en Arica; el 30 de septiembre el presidente y
su secretario Mariano Álvarez dieron a Grau precisas
instrucciones sobre la conducta a seguir en diversas
circunstancias. Estas instrucciones eran las
siguientes:
1ª.- El
Monitor «Huáscar», la corbeta «Unión» y el transporte «Rímac»
saldrían inmediatamente en convoy bajo las órdenes del
contralmirante Grau.
2ª.- Se
dirigirán a Pisagua y desembarcarán allí a los jefes,
oficiales y bultos pertenecientes al ejército
boliviano.
3ª.- Concluido
el desembarque se dirigirán inmediatamente a Iquique y
desembar- carán las fuerzas que lleva el «Rímac», en el
que se embarcará toda la madera que allí existe con
destino este puerto de Arica. Una vez embarcada la
madera, el «Rímac», se vendrá inmediatamente a este
puerto.
4ª.-
Concluido el desembarque, el «Huáscar» y la «Unión»
a las órdenes del contralmirante Grau, zarparán con
rumbo a Tocopilla, a donde llegarán en la noche y si
existiera allí algún
blindado
enemigo, el almirante Grau mandará aplicarle el torpedo
que con tal objeto va embarcado a bordo bajo la
dirección de D.N. Waigh, encargado de su manejo y
aplicación.
5ª.- Si no
hubiese blindado en Tocopilla, pero sí algún otro buque
enemigo, el almirante Grau, lo tomará, lo inutilizará o
echará a pique, según las circunstancias.
6ª.- En
cualquiera de estos dos últimos casos, el almirante Grau
resolverá si conviene dirigirse a Antofagasta en busca
de algún blindado sobre el cual aplicar el torpedo o en
caso de no encontrarlo, cometer o no, alguna hostilidad,
según su juicio.
7ª.- En ningún
caso comprometerá el almirante Grau ninguno de los
buques a su mando y si encontrase buques enemigos en
tránsito, sólo se batirá con fuerzas inferiores, salvo
de encontrarse en imposibilidad de retirarse ante
fuerzas superiores, en cuya circunstancia, cumplirá con
su deber, Julio O. Reyes corresponsal de “La Opinión
Nacional” había hecho toda la campaña bélica a bordo del
«Huáscar». El 30 de septiembre por la noche Grau estaba
con un grupo de oficiales del monitor y entre ellos se
encontraba Reyes, el que después de Angamos escribió lo
siguiente:
La noche que zarpamos
de Arica, el comandante Grau estaba pensativo y sombrío,
cosa muy rara en él. Encontrábamos como de costumbre,
reunidos en su cámara, con nuestro amigo y compañero el
doctor Santiago Távara, y no se manifestaba tan
comunicativo como otras veces. El comandante Grau que
tenía en los momentos del combate la valiente altivez
del león, se mostraba después con el corazón franco y
sencillo del niño y se enternecía fácilmente.
"Estoy muy triste, algo
cuya causa ignoro, me tiene atormentado desde la mañana”,
nos decía nuestro querido y respetado jefe, y reclinando
su cabeza sobre las manos, permaneció mudo y silencioso,
comunicándonos también su tristeza.
¿Qué pensamientos
cruzarían entonces su mente? ¿Qué terribles y espantosas
tormentas se agitarían en su corazón para arrancarle las
doloridas quejas que oyeron escapársele de su pecho?
La sonrisa que vagaba
siempre por sus labios había desaparecido por completo.
Y lo que pasaba con el comandante, pasaba también con la
mayoría de los oficiales. Se entristecían un momento,
pero luego, muy luego, unos y otros vencían los secretos
impulsos de su corazón y reanimaban su espíritu, con la
idea d marchar en defensa de la honra de la Patria.
Cuenta
Reyes, que decían: Vamos en camino a la inmortalidad,
nos decíamos unos a otros y agregaba un tercero: “Sí,
vamos en camino a la
inmortalidad, en pos de la gloria póstuma.