GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO X:

ANGAMOS

1.- Los últimos días en Arica

2.- Los chilenos deciden dar caza al “Huáscar”

3.- ¿Fue de Prado la iniciativa para atacar?

4.- La última noche en Arica

5.- El camino hacia la gloria

6.- Angamos según partes oficiales

7.- Angamos según los historiadores

8.- Lo que dijeron los chilenos

9.- Nuestra palabra

 

3.- ¿Fue de Prado la iniciativa para atacar? 

Hay dos versiones entre los historiadores, con relación al último viaje del Huàscar y Grau, pues mientras unos dicen que fue Grau el que solicitó en forma espontánea hacer el viaje y Prado resistió, hay otros historiadores que aseguran, que la iniciativa partió del  presidente 

El historiador don Rubén Vargas Ugarte, en Historia General del Perú, La República, dice: Mientras tanto, el Presidente Prado continuó con su plan de servirse del «Huáscar» para hacerle al enemigo todo el daño posible, únicamente se le previno a Grau que debía de evitar un encuentro con los blindados chilenos, pero esta instrucción en la práctica no era de fácil ejecución y desde el momento en que la escuadra chilena tomó la ofensiva, podemos decir que era casi imposible.  Grau, lo sabía y, sin embargo, no hizo objeción alguna a este plan y se dispuso a hostilizar a sus contrarios mientras fuese posible. 

El historiador Guillermo Thorndike en “1879”, asegura  que “El Supremo Director de la Guerra insistió en descargar un golpe por sorpresa al enemigo.....Una vez que el «Rímac» descargue pertrechos en Iquique, el  «Huáscar» y la «Unión»  seguirán si es preciso a Coquimbo a torpedear al buque insignia chileno, de noche y en puerto”. Grau estuvo en desacuerdo con las órdenes y consiguió rectificarlas. Imposible atacar por sorpresa en tiempos de luna llena. Planteó que sería  mejor descargar el torpedo e ir al Callao a limpiar fondos y calderas y proveerse de granadas Palliser que llegarían al Callao desde Panamá a fines de octubre. El Almirante también quería blindar la cofa, para proteger a los servidores de su única ametralladora. Decía Grau: Si el  «Huáscar» puede recuperar su primitiva velocidad de doce nudos, si con nueva munición puede perforar el más grueso blindaje enemigo, si cada día progresa la puntería de sus cañones, si la escuadra chilena sigue dividida en dos cuerpos, con un blindado al frente de cada uno, si es posible separarlos, para combatir de frente con cualquiera de ellos, si la orden de ataque nocturno con torpedo ha sido revocada ¿porqué insiste el alto mando en enviar al monitor a quinientas millas al sur?   

El Historiador Jorge Basadre en “Historia de la República del Perú”, expresa: “Se ha creído por algunos, a base de varios testimonios orales, que la orden para el último viaje de Grau emanó de Prado  bajo la presión pública anhelosa de aplaudir, más y más hazañas, sin otorgar la debida importancia a las reparaciones que necesitaba el monitor. Prado en su manifiesto de Nueva York, fechado en agosto de 1880, desmintió esta versión. Al referirse  a la fatal e inesperada pérdida del «Huáscar», afirmó que “en ella si alguna culpa me cabe  es únicamente mi condescendencia  con el malogrado contralmirante Grau quien, como es público, solicitó de mí repetidas veces esa comisión, hasta que al fin tuve que ceder, no sólo por la absoluta seguridad que me daba el contralmirante, por la fe que me inspiraba su pericia y su valor, y por la ilimitada confianza que en él tenía, sino porque a la vez se presentaba la necesidad de  convoyar y proteger a la división del general Bustamante, que pasó a Iquique, la misma noche de su llegada a Arica.” 

El historiador Felipe Paz Soldán en “Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia , 1er.Tomo, dice: “En estas circunstancias fue cuando el Director de la Guerra, ordenó (30 de setiembre) que después de convoyar al transporte «Rímac» que llevaba a la división  Bustamante a Iquique, pasara de allí directamente al Callao, pero el comandante Grau le manifestó su deseo de ir en seguida a Iquique para hacer un ligero reconocimiento, como de costumbre, en la costa enemiga, después del cual regresaría con derechura al Callao. El general Prado, así como el secretario general don Mariano Álvarez y el general Daza, se opusieron a esta expedición, en que no veían sino un gravísimo peligro, sin objeto alguno determinado que obligase a arrostrarlo, y sólo al ver el empeño que el comandante Grau tenía por emprenderla, permitió que se llevara a cabo, en convoy con La «Unión».  

El historiador chileno Jorge Hinostroza en “Adiós al séptimo de línea”, II Tomo, expresa: “El almirante Grau, había desembarcado a tierra (Arica) para mostrar a su Presidente los mismos diarios chilenos (adquiridos de los barcos mercantes ingleses). Se le veía algo cansado, muy pálido y con la mirada brillándole afiebrada, cuando decía al general Prado: Lea aquí Excelencia. Los barcos chilenos zarparon de Valparaíso el 21,  luego han debido desembarcar esos cinco mil hombres en Antofagasta el 24 o 25 recién pasados. Estamos todavía a tiempo Excelencia. Mis informantes me han hecho saber que en Antofagasta se preparan aceleradamente transporte más transporte para trasladar esas tropas a un punto de desembarco de nuestro territorio. El presidente Prado se mostró alarmado y dijo: les opondremos nuestro ejército que está entre Iquique y la Noria. El almirante Grau movió la cabeza y dijo: hay algo que podemos hacer antes Excelencia, una acción positiva y de relativo riesgo para un mando experto. Luego prosiguió Grau:  salir  con el  «Huáscar» al encuentro del convoy con soldados destinados a desembarcar en nuestro territorio, y al amparo de la noche cañonearlo, desordenar sus unidades y hundirle el mayor número de barcos. El Presidente Prado se quedó mirándolo espantado. Lo que le proponía el almirante era de una temeridad loca, casi un suicidio y expresó: ese convoy irá ciertamente protegido por los blindados y toda la escuadra enemiga. Grau le replicó: no les temo excelencia, aún más, ansío de todo corazón realizar este intento. Pero había en su voz, un tono desconocido, se expresaba con un acento tan hondo, grave y melancólico, que parecía estuviera dominado por la videncia de su fin y se resignara a salirle al encuentro. Luego continuó Grau: póngase en mi lugar excelencia, la guerra naval seguramente pasará a un plano secundario al comenzar la campaña de tierra ¿Puedo resignarme a dar por terminada mi labor sin antes echar a pique a unos cuantos barcos enemigos? 

¡No puedo aceptar su plan, almirante ¡protestó el General Prado tratando de disuadirlo. Es muy expuesto, los blindados chilenos están reparados y ....Grau lo interrumpió: Le suplico esta autorización Excelencia, y le prometo que una vez más el «Huáscar»  no dejará mal puesto el honor del Perú.

El presidente Prado, agachó la cabeza. No tuvo ánimo de oponerse a la personalidad avasalladora  del almirante. Además, Grau siempre había cumplido sus promesas y siempre tuvo éxito. 

¡Está bien¡ aceptó en voz baja. Lo autorizo para intentar ese ataque, aunque me da pavor  pensar en que esta pueda ser la última  empresa del «Huáscar». 

¡Gracias Excelencia! El rostro tenso del almirante se relajó y hasta ensayó una sonrisa forzada, se puso de pie, se inclinó rígidamente y dijo: ¡Hasta la vista excelencia!. Zarparé mañana al alba. Grau salió con paso lento. Ya Prado no lo volvería a ver más. Todo esto corresponde a la narración del historiador chileno.