GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VIII:

LA GUERRA DE CHILE CONTRA GRAU

1.- Grau frente a Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique: cartas de pésame

5.- La captura del “Rímac”

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valparaíso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

 

1.- Grau, frente a Antofagasta  

Grau, en la noche misma del 21 de mayo se dirigió a Iquique, donde estuvo el 22 y el 23  aprovisionándose de carbón y embarcando a los náufragos de la “Independencia” y de la “Esmeralda” en el “Chalaco” y  recién en la mañana del 24 partió rumbo al sur, hacia Antofagasta. Allí estaba el cuartel general de los chilenos, donde se concentraba armamento y tropas, a las cuales se les daba un riguroso entrenamiento. La localidad había sido capital del departamento boliviano de El Litoral, pero su población era en un 90% chilena. Para dar protección al puerto, los chilenos habían montado tres baterías ubicadas al norte, centro y sur con cañones de 150 libras provistos de granadas de acero, perforantes Pellicer. 

Si Grau hubiera partido el 22 hacia Antofagasta, hubiera sorprendido un convoy chileno  con 3.200 soldados de infantería, 200 fusileros navales, cuatro mil rifles flamantes comblain, cañones krupp y armstrong y tres millones de cartuchos. La destrucción de ese convoy hubiera significado a Chile, perder la guerra. Más tarde, en agosto de 1880, estando el presidente Prado en el exilio en Nueva York, hizo publicar un manifiesto en el que aseguraba, que había dado instrucciones precisas a Grau, de pasar ese mismo día (el 21)  a Antofagasta  donde habría echado a pique o capturado a los transportes chilenos llenos de tropas y de material bélico. 

Lo que hizo Grau, después de partir de Iquique con rumbo a Antofagasta es narrado por el propio comandante en un parte que envió al director de marina. Y que damos a continuación. 

Comandancia General de la Primera División. A bordo del vapor “Huáscar”. Al ancla, Ilo, mayo 31 de 1879. 

Señor Director de Marina, en el ministerio del ramo.  

Con fecha 23 del presente tuve el honor de dar cuenta a Ud. de las operaciones efectuadas por la división a mi mando, desde mi salida del puerto de  Arica el 20 hasta esta fecha. 

Hoy cábeme nuevamente la honra de participar a Ud. las que desde entonces hasta hoy he llevado a cabo con el monitor “Huáscar” conforme a las instrucciones que se sirvió impartirme, en el puerto de Mollendo, el Señor General, Director  General de la Guerra. 

El 24 en la madrugada, después de despachar el transporte  “Chalaco” con destino al puerto de Arica, zarpé desde el de Iquique con dirección al sur, observando la costa a la menor distancia posible, y reconocí en pabellón de pica al vapor “Valdivia” de la Compañía Inglesa de Vapores que venía del sur. 

Continué mi derrota durante la noche, algo separado de la costa, y al amanecer del 25 avisté por el sur, y goberné en su demanda, un vapor que al parecer era el “Itata” de la compañía sudamericana, cuyas primeras evoluciones fueron bastante sospechosas y que terminó por huir a toda fuerza. Lo perseguí durante cuatro horas sin poder darle caza, debido a que su andar era mayor que el del “Huáscar” y convencido de ello, desistí del empeño para reconocer un pailebot que encontré en el trayecto y que se dirigía igualmente al sur. Era el pailebote “Recuperado” que había sido apresado por el enemigo y que se dirigía a Antofagasta con el fin de ser juzgado en ese puerto. 

Comprendiendo que la comisión que iba a desempeñar no me permitía distraer hombre alguno de mi buque para poner a salvo la presa, preferí incendiarla, y tomar a mi bordo los tres hombres que componían la tripulación.

Me dirigí enseguida al puerto Mejillones de Bolivia (que estaba en poder de los chilenos), y mandé a tierra a un oficial para notificar al jefe militar de ese puerto, que el “Huáscar” no llevaba intención alguna hostil contra los moradores, y sí sólo destruir las lanchas que pudieran servir para uso del enemigo; no encontré la menor resistencia de parte de dicha autoridad para realizar este propósito y procedí en consecuencia a destruir todas las que habían en el agua, y, además, otra represa de la goleta “Clorinda” por existir respecto al salvamento de ésta, los mismos impedimentos que antes he manifestado 

Salí del puerto de Mejillones  con destino al de Antofagasta en la noche del mismo día, y en la madrugada del siguiente, avisté un vapor mercante, al parecer el “Rímac” que salía a toda fuerza por el lado sur. Lo perseguí durante cuatro horas y convencido de que su andar a vela y máquina como iba, era mayor que el del “Huáscar”, me dirigí  nuevamente a Antofagasta 

A mi llegada a este puerto se destacó de él hacia el norte otro vapor; era probablemente el “Itata” de la víspera, llevaba el pabellón chileno y huía a toda fuerza. Me dirigí sobre él,  forzando la máquina y lo perseguí durante dos horas, haciéndole algunos disparos de artillería pero tampoco  pude tomarlo. 

Al emprender la persecución de este vapor, se hicieron algunos disparos de las baterías de tierra contra el “Huáscar”, los que contesté inmediatamente por el empeño en que me hallaba, pero convencido de que no era posible dar caza al vapor mencionado, regresé al puerto y me mantuve con el buque sobre la máquina, sobre el fondeadero muy próximo a tierra. Así permanecí media hora, reconociendo y estudiando las defensas del puerto. 

La cañonera “Covadonga” que desde el principio se movió a espía para cubrirse con los buques mercantes, terminó por introducirse en la barra del puerto para ponerse a salvo. En esta disposición podía hacer uso de su artillería en defensa del puerto. Tres baterías de tierra situadas  respectivamente en el norte, centro y sur de la población, las tres rasantes, con cañones al parecer algunos de grueso calibre y montados a barbeta, completaban dicha defensa. 

Visto, que a pesar de la proximidad en que me encontraba de ellas no se repetían los disparos, ordené romper el fuego sobre las máquinas condensadoras de agua situadas al norte de la población y entonces fui contestado por las baterías de tierra y por la “Covadonga”, trabándose  desde este momento el combate con ellas hasta las 7 h 15 p.m, que después de sostener el fuego durante dos horas y de que el último disparo del “Huáscar” no fue contestado, me retiré para pasar la noche fuera del puerto.

Hubiese podido continuar con el bombardeo de la población, desde que a él había sido provocado, pero la consideración a lastimar intereses neutrales y de que este ataque se dirigía contra los pobladores indefensos, aunque no me correspondía la responsabilidad de lo resultados, me decidieron a no emprenderlo. 

Había hecho 16 tiros con los cañones de 300 y 8 con los de 40 dirigidos a las baterías; juzgo que el enemigo hizo más de 80 tiros. 

En la mañana del 27 me dirigí nuevamente al fondeadero, con el intento de rastrear  y cortar el cable submarino. Me aproximé con tal fin hasta 600 metros de la población para largar las rastras y no obstante que en tierra se notaba mucho movimiento de tropas y preparativos de defensa, arrié mis embarcaciones y con ellas por un lado y el buque por otro, pude tomar el cable y cortarlo sin ser absolutamente  molestado durante la operación;  terminada ésta y habiendo  avistado un vapor el norte, me moví en su demanda y reconocí que era el  vapor inglés “Ayacucho”de la carrera que se dirigía al puerto, regresé y permanecí  hasta las 9 p.m. como antes, frente a las baterías y a muy corta distancia, pero no habiendo ocurrido novedad me retiré, después de la salida del “Ayacucho” e hice rumbo al norte. 

A las 4 a.m. frente a la roca Abtao en la punta de Mejillones, avisté tres luces como de igual  número de buques que navegaban en convoy y dirigiéndose hacia el sur; me aproximé prudentemente a ellos sin ser visto y creo que fueron buques de la escuadra chilena, la que según los informes que había recibido, estuvo la antevíspera  frente a Pisagua y  se dirigían al sur. 

Seguí mi derrota con destino al puerto Cobija, y en este, previa la notificación respectiva, mandé a destruir seis lanchas que había en el fondeadero y me dirigí en demanda de un buque de vela que se avistaba por el oeste. En el trayecto encontré la goleta “Coqueta” nueva represa, que he remitido al puerto de Arica a cargo de un patrón y dos tripulantes de mi dotación, para que se siga con ella los trámites de ley. La vela avistada era la barca “Emilia” procedente de la caleta de Huanillos de Bolivia, con un cargamento de metales y con destino a Lota. Este buque que arbolaba el pabellón nicaragüense, sin tener patente legal para usarlo, había conducido carbón al puerto de Antofagasta, por cuyo motivo lo he remitido al Callao  a cargo del teniente 1° Graduado Melitón Rodríguez, con dos aspirantes y nueve individuos de la tripulación para que allí  sea juzgada ante el tribunal respectivo. El piloto, mayordomo y siete  individuos de la tripulación de la “Emilia” fueron transbordados y existen a bordo de este buque por precaución, por ser todos de nacionalidad chilena. 

Terminado esto, me dirigí a Tocopilla, donde reconocí a los buques que allí se encontraban, y continué mi derrota al norte, tocando en la mañana del 29  en Patillos, y entrando después en Iquique. Allí recibí a bordo al excelentísimo señor general, director general de la guerra, le di cuenta del resultado de mi comisión y recibí las instrucciones convenientes para tomar carbón en Ilo y dirigirme al Callao, en el caso de que no fuera posible encontrarme  el día siguiente en Iquique. 

En efecto, después de dejar en este puerto por orden superior 25 rollos de alambre telegráfico de 38 que tomé en una lancha en  Mejillones de Bolivia, salí para pasar la noche sobre la máquina, fuera de él,  y en la mañana siguiente cuando me dirigí ya al fondeadero, avisté por el norte, a cinco millas de distancia, a tres de los buques enemigos. Como mis instrucciones me indicaban en este caso rehuir el encuentro, hice proa al oeste y sucesivamente hacia el norte, mientras era seguido, lo que duró siete horas, después de las cuales me dirigí con rumbo a Ilo. He podido con esta ocasión apreciar, que el máximo andar de ellos es de 9 y ½ millas. 

En el trayecto, a las 5 p.m. avisté un vapor que navegaba al sur, me dirigí entonces a él para reconocerlo, lo que conseguí a las 6 p.m. pues igual operación practicaba él respecto al “Huáscar”, pero estando próximo, y luego que nos reconoció al disparo de estilo, largó una embarcación que llevaba a remolque, dio toda la fuerza a su máquina y huyó hacia el sur. Era un transporte que lo perseguí durante dos horas, sin poderle dar caza por su mucho andar y la oscuridad de la noche, y continué mi derrota. 

Hoy a las 11 h. 15 m a.m.  he fondeado en este puerto con el fin de tomar carbón y saldré con destino a Arica tan luego como haya terminado esta operación. 

Todo lo que me es honroso participar a Ud. para que por su órgano llegue al conocimiento del supremo gobierno. Dios guarde a Ud. Señor. Miguel Grau