1.- Grau, frente a Antofagasta
Grau, en la noche misma del
21 de mayo se dirigió a Iquique, donde estuvo el 22 y el 23
aprovisionándose de carbón y embarcando a los náufragos de
la “Independencia” y de la “Esmeralda” en el “Chalaco” y
recién en la mañana del 24 partió rumbo al sur, hacia
Antofagasta. Allí estaba el cuartel general de los chilenos,
donde se concentraba armamento y tropas, a las cuales se les
daba un riguroso entrenamiento. La localidad había sido
capital del departamento boliviano de El Litoral, pero su
población era en un 90% chilena. Para dar protección al
puerto, los chilenos habían montado tres baterías ubicadas
al norte, centro y sur con cañones de 150 libras provistos
de granadas de acero, perforantes Pellicer.
Si Grau hubiera partido el 22 hacia
Antofagasta, hubiera sorprendido un convoy chileno con
3.200 soldados de infantería, 200 fusileros navales, cuatro
mil rifles flamantes comblain, cañones krupp y armstrong y
tres millones de cartuchos. La destrucción de ese convoy
hubiera significado a Chile, perder la guerra. Más tarde, en
agosto de 1880, estando el presidente Prado en el exilio en
Nueva York, hizo publicar un manifiesto en el que aseguraba,
que había dado instrucciones precisas a Grau, de pasar ese
mismo día (el 21) a Antofagasta donde habría echado a
pique o capturado a los
transportes chilenos llenos de tropas y de material bélico.
Lo que hizo Grau, después de
partir de Iquique con rumbo a Antofagasta es narrado por el
propio comandante en un parte que envió al director de
marina. Y que damos a continuación.
Comandancia General de la
Primera División. A bordo del vapor “Huáscar”. Al ancla, Ilo,
mayo 31 de 1879.
Señor Director de Marina, en
el ministerio del ramo.
Con fecha 23 del presente
tuve el honor de dar cuenta a Ud. de las operaciones
efectuadas por la división a mi mando, desde mi salida del
puerto de Arica el 20 hasta esta fecha.
Hoy cábeme nuevamente la
honra de participar a Ud. las que desde entonces hasta hoy
he llevado a cabo con el monitor “Huáscar” conforme a las
instrucciones que se sirvió impartirme, en el puerto de
Mollendo, el Señor General, Director General de la Guerra.
El 24 en la madrugada,
después de despachar el transporte “Chalaco” con destino al
puerto de Arica, zarpé desde el de Iquique con dirección al
sur, observando la costa a la menor distancia posible, y
reconocí en pabellón de pica al vapor “Valdivia” de la
Compañía Inglesa de Vapores que venía del sur.
Continué mi derrota durante
la noche, algo separado de la costa, y al amanecer del 25
avisté por el sur, y goberné en su demanda, un vapor que al
parecer era el “Itata” de la compañía sudamericana, cuyas
primeras evoluciones fueron bastante sospechosas y que
terminó por huir a toda fuerza. Lo perseguí durante cuatro
horas sin poder darle caza, debido a que su andar era mayor
que el del “Huáscar” y convencido de ello, desistí del
empeño para reconocer un pailebot que encontré en el
trayecto y que se dirigía igualmente al sur. Era el
pailebote “Recuperado” que había sido apresado por el
enemigo y que se dirigía a Antofagasta con el fin de ser
juzgado en ese puerto.
Comprendiendo que la comisión
que iba a desempeñar no me permitía distraer hombre alguno
de mi buque para poner a salvo la presa, preferí
incendiarla, y tomar a mi bordo los tres hombres que
componían la tripulación.
Me dirigí enseguida al puerto
Mejillones de Bolivia (que estaba en poder de los chilenos),
y mandé a tierra a un oficial para notificar al jefe militar
de ese puerto, que el “Huáscar” no llevaba intención alguna
hostil contra los moradores, y sí sólo destruir las lanchas
que pudieran servir para uso del enemigo; no encontré la
menor resistencia de parte de dicha autoridad para realizar
este propósito y procedí en consecuencia a destruir todas
las que habían en el agua, y, además, otra represa de la
goleta “Clorinda” por existir respecto al salvamento de
ésta, los mismos impedimentos que antes he manifestado
Salí del puerto de
Mejillones con destino al de Antofagasta en la noche del
mismo día, y en la madrugada del siguiente, avisté un vapor
mercante, al parecer el “Rímac” que salía a toda fuerza por
el lado sur. Lo perseguí durante cuatro horas y convencido
de que su andar a vela y máquina como iba, era mayor que el
del “Huáscar”, me dirigí nuevamente a Antofagasta
A mi llegada a este puerto se
destacó de él hacia el norte otro vapor; era probablemente
el “Itata” de la víspera, llevaba el pabellón chileno y huía
a toda fuerza. Me dirigí sobre él, forzando la máquina y lo
perseguí durante dos horas, haciéndole algunos disparos de
artillería pero tampoco pude tomarlo.
Al emprender la persecución de este vapor, se
hicieron algunos disparos de las baterías de tierra contra
el “Huáscar”, los que contesté inmediatamente por el empeño
en que me hallaba, pero convencido de que no era posible dar
caza al vapor mencionado, regresé al puerto y me mantuve con
el buque sobre la máquina, sobre el fondeadero muy próximo a
tierra. Así permanecí media hora, reconociendo y estudiando
las defensas del puerto.
La cañonera “Covadonga” que
desde el principio se movió a espía para cubrirse con los
buques mercantes, terminó por introducirse en la barra del
puerto para ponerse a salvo. En esta disposición podía hacer
uso de su artillería en defensa del puerto. Tres baterías de
tierra situadas respectivamente en el norte, centro y sur
de la población, las tres rasantes, con cañones al parecer
algunos de grueso calibre y montados a barbeta, completaban
dicha defensa.
Visto, que a pesar de la
proximidad en que me encontraba de ellas no se repetían los
disparos, ordené romper el fuego sobre las máquinas
condensadoras de agua situadas al norte de la población y
entonces fui contestado por las baterías de tierra y por la
“Covadonga”, trabándose desde este momento el combate con
ellas hasta las 7 h 15 p.m, que después de sostener el fuego
durante dos horas y de que el último disparo del “Huáscar”
no fue contestado, me retiré para pasar la noche fuera del
puerto.
Hubiese podido continuar con
el bombardeo de la población, desde que a él había sido
provocado, pero la consideración a lastimar intereses
neutrales y de que este ataque se dirigía contra los
pobladores indefensos, aunque no me correspondía la
responsabilidad de lo resultados, me decidieron a no
emprenderlo.
Había hecho 16 tiros con los
cañones de 300 y 8 con los de 40 dirigidos a las baterías;
juzgo que el enemigo hizo más de 80 tiros.
En la mañana del 27 me dirigí
nuevamente al fondeadero, con el intento de rastrear y
cortar el cable submarino. Me aproximé con tal fin hasta 600
metros de la población para largar las rastras y no obstante
que en tierra se notaba mucho movimiento de tropas y
preparativos de defensa, arrié mis embarcaciones y con ellas
por un lado y el buque por otro, pude tomar el cable y
cortarlo sin ser absolutamente molestado durante la
operación; terminada ésta y habiendo avistado un vapor el
norte, me moví en su demanda y reconocí que era el vapor
inglés “Ayacucho”de la carrera que se dirigía al puerto,
regresé y permanecí hasta las 9 p.m. como antes, frente a
las baterías y a muy corta distancia, pero no habiendo
ocurrido novedad me retiré, después de la salida del
“Ayacucho” e hice rumbo al norte.
A las 4 a.m. frente a la roca
Abtao en la punta de Mejillones, avisté tres luces como de
igual número de buques que navegaban en convoy y
dirigiéndose hacia el sur; me aproximé prudentemente a ellos
sin ser visto y creo que fueron buques de la escuadra
chilena, la que según los informes que había recibido,
estuvo la antevíspera frente a Pisagua y se dirigían al
sur.
Seguí mi derrota con destino
al puerto Cobija, y en este, previa la notificación
respectiva, mandé a destruir seis lanchas que había en el
fondeadero y me dirigí en demanda de un buque de vela que se
avistaba por el oeste. En el trayecto encontré la goleta
“Coqueta” nueva represa, que he remitido al puerto de Arica
a cargo de un patrón y dos tripulantes de mi dotación, para
que se siga con ella los trámites de ley. La vela avistada
era la barca “Emilia” procedente de la caleta de Huanillos
de Bolivia, con un cargamento de metales y con destino a
Lota. Este buque que arbolaba el pabellón nicaragüense, sin
tener patente legal para usarlo, había conducido carbón al
puerto de Antofagasta, por cuyo motivo lo he remitido al
Callao a cargo del teniente 1° Graduado Melitón Rodríguez,
con dos aspirantes y nueve individuos de la tripulación para
que allí sea juzgada ante el tribunal respectivo. El
piloto, mayordomo y siete individuos de la tripulación de
la “Emilia” fueron transbordados y existen a bordo de este
buque por precaución, por ser todos de nacionalidad
chilena.
Terminado esto, me dirigí a
Tocopilla, donde reconocí a los buques que allí se
encontraban, y continué mi derrota al norte, tocando en la
mañana del 29 en Patillos, y entrando después en Iquique.
Allí recibí a bordo al excelentísimo señor general, director
general de la guerra, le di cuenta del resultado de mi
comisión y recibí las instrucciones convenientes para tomar
carbón en Ilo y dirigirme al Callao, en el caso de que no
fuera posible encontrarme el día siguiente en Iquique.
En efecto, después de dejar
en este puerto por orden superior 25 rollos de alambre
telegráfico de 38 que tomé en una lancha en Mejillones de
Bolivia, salí para pasar la noche sobre la máquina, fuera de
él, y en la mañana siguiente cuando me dirigí ya al
fondeadero, avisté por el norte, a cinco millas de
distancia, a tres de los buques enemigos. Como mis
instrucciones me indicaban en este caso rehuir el encuentro,
hice proa al oeste y sucesivamente hacia el norte, mientras
era seguido, lo que duró siete horas, después de las cuales
me dirigí con rumbo a Ilo. He podido con esta ocasión
apreciar, que el máximo andar de ellos es de 9 y ½ millas.
En el trayecto, a las 5 p.m.
avisté un vapor que navegaba al sur, me dirigí entonces a él
para reconocerlo, lo que conseguí a las 6 p.m. pues igual
operación practicaba él respecto al “Huáscar”, pero estando
próximo, y luego que nos reconoció al disparo de estilo,
largó una embarcación que llevaba a remolque, dio toda la
fuerza a su máquina y huyó hacia el sur. Era un transporte
que lo perseguí durante dos horas, sin poderle dar caza por
su mucho andar y la oscuridad de la noche, y continué mi
derrota.
Hoy a las 11 h. 15 m a.m. he
fondeado en este puerto con el fin de tomar carbón y saldré
con destino a Arica tan luego como haya terminado esta
operación.
Todo lo que me es honroso
participar a Ud. para que por su órgano llegue al
conocimiento del supremo gobierno. Dios guarde a Ud. Señor.
Miguel Grau