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EL
SEGUNDO COMBATE DE IQUIQUE: CARTAS DE PÉSAME
El «Huáscar» salió del
Callao pintado de azul verdoso, en la madrugada del 6 de
julio y llegó a Arica en las primeras horas del día 8. El
pueblo y autoridades se volcaron a recibirlo. Una banda de
músicos le ponía nota alegre a la recepción. Ya la gloria
empezaba a sonreír
Al día siguiente se
entrevistó con el presidente Prado y el contralmirante
Montero. Grau y el presidente tuvieron una breve
conversación y en ella, Prado le informó que la escuadra
enemiga había iniciado un nuevo bloqueo al puerto de Iquique
y que todas las noches sólo se quedaba dentro de la bahía el
“Abtao” que se estaba componiendo y el resto de la escuadra
salía mar afuera por temor a los torpedos que suponían
estaba preparando un técnico inglés, en Iquique, pero que
poco antes del amanecer la escuadra volvía a la bahía. Prado
dio instrucciones precisas para un ataque y una hora más
tarde, es decir, a la 1.00 p.m. del 9, el «Huáscar»
estaba navegando. En Pisagua hizo un alto en horas de la
noche y allí se entrevistó con el general Juan Buendía, que
había llegado a caballo desde Iquique, él cual le
proporcionó cartas geográficas sobre la ubicación exacta del
“Abtao”. A las afueras de Iquique llegó a la 1.00 de la
madrugada, pero 15 minutos antes Grau reunió a sus oficiales
y los enteró pormenorizadamente de la acción por emprender,
la que tenía el carácter de sorpresa para el enemigo, para
lo cual el monitor iba a navegar con las luces apagadas y se
debía evitar hacer el menor ruido; pero al ingresar a la
bahía Grau no vio a ningún barco y le extrañó también que la
población y el muelle estuvieran en total oscuridad, por lo
cual a las 12.30 de la madrugada envió una lancha a tierra a
buscar información. Fue así como se supo que recién en esa
noche, no se había quedado la Abtao en la bahía, pero por
costumbre los barcos chilenos retornaban a las 3 de la
madrugada. Se informó que el día anterior habían zarpado
de la bahía por la tarde el “Matías Cousiño” y el “Abtao” y
que horas más tarde hicieron lo mismo el “Cochrane” y la
“Magallanes”. Se supo también que el general Buendía había
informado a las autoridades de Iquique de la próxima
incursión del «Huáscar» y tomando una iniciativa que
resultó negativa, ordenó que la población permaneciera a
oscuras. El “Abtao” en efecto había estado varios días en
reparación, pero ya en la tarde del día 9 habían terminado
los trabajos. La versión chilena contrariando el informe de
las autoridades peruanas de Iquique, aseguraba que el
comandante del barco chileno decidió quedarse una noche más
dentro de la bahía, pero como le llamó la atención la
oscuridad total de la población, decidió por prudencia,
salir de ella.
Grau decidió a la 1.45 a.m. partir en
búsqueda de los barcos menores de la escuadra enemiga, en
momentos en que había mucha niebla y apenas se podía
distinguir a pocos metros de distancia, pero todo se confió
a la pericia del comandante. El barco navegaba en el más
profundo silencio, y en medio de
espesa niebla, cuando a las 3
a.m. y a 10 millas al oeste de Iquique, el centinela
ubicado en la cofa del palo mayor, anunció en voz baja que
había buque por proa a sólo medio cable (un cable tiene 185
metros) de distancia el que al darse cuenta de la presencia
del “Huáscar" trató de huir. En esos momentos eran las 3.00
de la madrugada. Grau se dio cuenta de que se trataba, no de
la “Abtao” sino del “Matías Cousiño” al cual encontró
totalmente desprevenido y sin que sus vigías hubieran
descubierto al «Huáscar». Grau con un megáfono gritó:
“Capitán, ríndase y siga mis aguas”, pero el barco siguió
huyendo, por lo cual se abrió fuego sobre él mismo haciendo
un buen blanco que causó muchas bajas y se le reiteró la
orden de rendición, concediéndoles un minuto, ante lo cual
el capitán del barco enemigo contestó: “Comandante Grau,
estamos rendidos, no mate más gente”, en el acto se
suspendió el fuego y del «Huáscar» se arriaron botes para
salvar a varios chilenos que se lanzaron al agua ante
el eminente hundimiento de su
barco y dispuso que los oficiales Enrique Palacios, Melitón
Rodríguez y 10 marinos peruanos a tomar posesión del barco.
En esos momentos el vigía del «Huáscar» anunció otro buque a
la vista, ante cuyo peligro, Grau ordenó capitán de
“Matías Cousiño, salve su gente en los botes, porque voy
hacer fuego sobre su buque para echarlo a pique”, momentos
más tarde el enemigo fue cañoneado y el “Matías Causiño” fue
perforado en su casco en la línea de flotación pero luego
apareció otro barco, que en un principio Grau temió fuese la
“Chacabuco” cuyo comandante era Oscar Viel el concuñado de
Grau, pero resulto ser la “Magallanes” que tenía como
comandante a Juan José La Torre (que después sería
almirante), con el cual se produjo un intenso cañoneo. El «Huáscar»
por tres veces trató de darle con el espolón y a la tercera
la rozó por la popa, salvándose de que el espolón la
partiera gracias a que el barco enemigo era de doble hélice
y le permitía rápidos movimientos y porque el timón había
sido tomado por el comandante La Torre, el cual dio la orden
a 4 fusileros de que apuntasen sobre la torre del monitor y
tratasen de dar muerte a Grau. Las dos naves estuvieron tan
cerca, que se abrió un nutrido fuego de fusilería, sin
causar bajas en el «Huáscar». En eso apareció a 2.000 metros
de distancia el “Cochrane” seguido de la “Abtao” y la “Chacabuco”.
Se podía considerar que la suerte del «Huáscar» estaba
echada por haber caído en una ratonera, pero fue otra vez en
que se puso de manifiesto, la serenidad, valor y destreza de
Grau. Si hubiera dispuesto de unos pocos minutos más,
hubiera hundido a los dos buques contrarios, pero una vez
más la suerte estuvo con Chile.
El acorazado enemigo no se
atrevió hacer fuego contra el «Huáscar» por temor a tocar a
los barcos de su nacionalidad que estaban muy cerca del
monitor. Ya había amanecido y el día se presentaba claro,
pues la bruma se había despejado y había bastante
visibilidad, lo que permitió a Grau elegir una adecuada
salida pegándose mucho a la costa, para poner distancia de
los barcos enemigos “Cochrane” y la “Magallanes” los que
inicialmente creyeron que el barco peruano se había
refugiado en la bahía. Luego ya en mar abierto a medida que
el «Huáscar» se retiraba disparaba sobre el “Cochrane” y
logró acertarle un cañonazo sobre el casco que nada hizo en
la coraza del enemigo y más bien rebotó. Si hubieran sido
bombas Palliser, otra hubiera sido la situación. Los
enemigos lo persiguieron, hasta la 11 de la mañana y a las 3
p.m. fondeaba en Arica, con sólo un herido. Rabiosos los
chilenos porque se les escurrió una vez más la presa,
entraron por tercera vez a Pisagua, destruyeron las lanchas
surtas en la bahía y lanzaron 32 bombas sobre los escombros
de la ya destruida caleta. Mientras tanto, el “Blanco
Encalada” y la “Chacabuco” hicieron lo mismo con Pabellón de
Pica.
Días más tarde Grau recibiría en Arica
un cajón de vino y un mensaje de Augusto Castletón, capitán
del “Matías Cousiño” que le decía; “El Comandante Grau ha
tenido mucha
consideración con nosotros, porque nada le habría sido más
fácil que sacrificarnos y echar el buque a pique, sin
decirnos antes que lo abandonara en los botes”. Grau
respondió el 14 de agosto, en inglés, lo siguiente:
Mi querido capitán:
Tengo el gusto de
acusar a Ud. recibo de su estimable carta, en que tanto a
nombre de Ud. como de su tripulación, me da las gracias por
mi conducta para con Ud. en la noche del 10 de julio, fuera
de la rada de Iquique.
Conociendo perfectamente que
el buque que Ud. comandaba era un transporte chileno, mi
deber era destruirlo. Por consiguiente, mi conducta para con
Ud. y su tripulación en esa ocasión, me fue inspirada por
un simple sentimiento de humanidad, la misma que emplearé
siempre con todo buque al cual me quepa atacar en un caso
semejante, no mereciendo por ello ninguna expresión de
gratitud.
He recibido el cajón de vino
que tuvo Ud. la bondad de enviarme con Mr. A. Stewar, primer
ingeniero del “Ilo” y no dejaré de beber a su salud, como Ud.
me lo pide.
Deseando a Ud. prosperidad,
me suscribo su affo. Y S.S.
Miguel Grau
Grau buscaba dar a la guerra
un sentido humano, que no sirvió de lección a los chilenos,
ni tampoco fue comprendido por una gran cantidad de
peruanos, por lo cual se le criticó que su exceso de
generosidad resultaba perjudicial a la causa del Perú. Pero
también los hubo, que aceptaron el gesto hidalgo de Grau
como “El Comercio” de Iquique, que expresaba que Grau hizo
bien al no cañonear a buque rendido.
Estas ultimas acciones de
guerra en realidad no se habían traducido en ventajas
materiales para la causa del Perú, pero tenían efectos
psicológicos contrapuestos en el Perú y en Chile.
Al respecto el historiador
chileno Jorge Inostroza, en “Adiós al Séptimo de Línea”,
decía:
La inconcebible y burlesca
incursión del “Huáscar“, la desdeñosa prueba de superioridad
dada por el almirante Grau, hizo enrojecer de vergüenza a
los chilenos, pueblo marinero por geografía y por tradición.
Turbas exaltadas se lanzaron a las calles de la capital
exigiendo a gritos el reemplazo de los jefes navales y
militares. Portando cartelones insultantes para el
contralmirante Williams y el general Arteaga, desfilaron por
frente al palacio de gobierno. Sus voces irritadas hasta el
paroxismo, repetían uniformemente una misma expresión:
¡Abajo el almirante¡ ¡Abajo el general en jefe!
Al mismo tiempo que caían
con lodo los nombres de los conductores de la campaña, se
levantaba como el de un héroe, él del comandante a Juan
José La Torre quien era aclamado en las calles, como el
único marino digno de dirigir la escuadra. ¡Un blindado
para el comandante La Torre! Era el grito que sonaba por
todas partes. En los corrillos se comentaba ¿Por qué no se
le entrega el mando del “Cochrane”, si su actual comandante
Simpson está casi todo el tiempo embriagado? El clamoreo
fue demasiado enconado y la protesta general traspasó todos
los límites de la mesura. El general Arteaga brutalmente
herido por los ataques que se le hizo víctima, presentó su
renuncia indeclinable a la jefatura del ejército y el
comandante Williams, abrumado, pero terco en su indignación,
zarpó el 14 de julio velozmente de Antofagasta hacia Iquique
en el “Blanco Encalada”, llevando como escolta a la corbeta
“Chacabuco”
En la bahía de Iquique
encontraron al transporte “Matías Cousiño” y a la
“Magallanes” que estaban manteniendo el bloqueo, las que al
divisar que el contralmirante Williams entraba, se pusieron
a sus órdenes. El 16 sin previo aviso, el “Blanco Encalada”
cañoneó durante dos horas a la población de Iquique, no
obstante que el 6 de abril había ofrecido al cuerpo consular
de ese puerto, que no iniciaría ninguna operación de guerra
sin previo aviso. El incumplimiento motivó una queja de los
representantes extranjeros a la que replicó Williams de que
su accionar se debía, porque se había intentado torpedear
al “Blanco Encalada” desde la bahía.
En un informe peruano emitido
para el Estado Mayor del Ejército, se aseguraba que el
ataque se inició con fuego de fusilaría con disparos
intermitentes de cañón y que luego se hicieron 42 disparos
de artillería. Se reportó un soldado muerto de la columna
Tarapacá, tres hijos menores de doña María Vilchez, y un
civil al que le destrozaron las dos piernas, hubo también un
militar herido, y civiles cuatro heridos, entre ellos un
alemán y un ecuatoriano. El estanque de agua fue roto y
cientos de casas destruidas.
El 17, el cuerpo consular
envió al contralmirante Williams, una protesta en la que le
decían había sido bombardeado Iquique durante dos horas por
la noche, sin previo aviso y violando todas las leyes de
guerra. Firmaban el documento el cónsul de Estados Unidos,
decano del cuerpo consular, el cónsul del Ecuador, el cónsul
de Argentina, el cónsul de la monarquía austro-húngara y a
cargo del consulado del Imperio Alemán, el cónsul inglés; y el cónsul de Italia.
En el mismo día Williams
Rebolledo respondió diciendo que Iquique había hechos
disparos de fusilería contra la “Esmeralda” el 21 de mayo; que el 8 de julio por la noche habían lanzado un torpedo
contra uno de sus barcos y que la noche anterior volvieron a
lanzar otro torpedo contra el buque insignia de Chile, el
mismo que de haber dado en el blanco hubiera producido una
gran cantidad de víctimas. Hacía recordar que Iquique era
una plaza militar y por lo tanto sujeta a las contingencias
de la guerra, que sin embargo Chile llevaba con toda
lealtad.
Esa nota fue replicada por el
cuerpo consular que no aceptó las excusas, porque de todos
modos habían violado las leyes de guerra y exigían que indicara que podían dar garantía de la vida y propiedades de
sus connacionales.
Para el historiador Mariano
Felipe Paz Soldán, en “Guerra de Chile contra Perú y
Bolivia”, el objeto que en su temor los chilenos creyeron
ver un torpedo, solo eran trozos grandes de madera que la
corriente marina arrastraba de la destrozada “Esmeralda”
El 16 de julio era
aniversario nacional de Bolivia y el presidente Prado tomó
en Arica el tren que lo llevó a Tacna donde el presidente
boliviano Daza celebraba la fecha con el desfile de sus
fuerzas.