GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VIII:

LA GUERRA DE CHILE CONTRA GRAU

1.- Grau frente a Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique: cartas de pésame

5.- La captura del “Rímac”

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valparaíso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

 

7.- Cerca de Valparaíso 

Posteriormente, Grau había tenido una reunión con el Presidente Prado en Arica. El Presidente, le informó que había tenido conocimiento que el acorazado chileno “Cochrane” había sido llevado malogrado a remolque a la caleta de Caldera y que allí estaba inmovilizado.    El 2 de Agosto, ya hacía 19 días que la flota chilena sitiadora de Iquique no tenía noticia alguna de Antofagasta ni de Santiago  Eso exasperó al contralmirante Williams  Rebolledo, que convocó a los comandantes de los barcos sitiadores y les dijo que ese mismo día 2 de agosto levantaría  el bloqueo de Iquique  e irían a Antofagasta, lugar donde presentaría su renuncia. Así lo hizo y el 4 de gosto, desde Antofagasta, envió al Ministro de Guerra y Marina la siguiente comunicación:  

Señor Ministro: 

El mal estado de mi salud, reagravada últimamente por las malas noches y lo malsano del buque, me inhabilita por completo para continuar al mando de la escuadra. Por otra parte, distribuida ésta en dos divisiones formadas de un blindado una corbeta, se hace innecesaria mi presencia y la de mi estado mayor a bordo, siendo más bien un inconveniente para la dirección y la movilización de los buques por los directores de la guerra. Por estas consideraciones ruego a Ud. que en virtud de las facultades que tiene, se sirva desembarcarme y poder así regresar al departamento a medicarme.  

Dios guarde a Ud.

Juan Williams Rebolledo.

 

Este documento llenó de ira a los señores Santa María y Sotomayor, directores de la guerra que se encontraban en Antofagasta y lo enviaron a Santiago al ministro de Guerra y Marina el cual  remitió el siguiente telegrama: Señor contralmirante Juan Williams Rebolledo, agosto 5 de 1879; 2 PM  la primera oportunidad se vendrá Ud. a Santiago para dar explicaciones de sus actos, en especial de la suspensión del bloqueo de Iquique.

Pero el  “Cochrane” no estaba en realidad malogrado como lo creía Prado, sino falto de carbón y se encontraba en Caldera donde fue aprovisionado de carbón y zarpó al sur, pero solo podía avanzar a 6 millas por hora. 

 También le hizo conocer Prado a Grau, que habían llegado a Arica los técnicos norteamericanos especialistas en torpedos, William Alfred Scott y Schetzer así como un  griego maquinista de las lanchas torpedo y un miembro de la Comunidad Británica de Naciones que preparaba las cargas explosivas. La casa Grace, que ayudaba al Perú, había proporcionado las baterías eléctricas para accionar los torpedos y  ofrecido dar a Scott un premio de 10.000 soles por cada acorazado chileno hundido. Este personal acababa de llegar de Iquique donde habían preparado dos lanchas torpedos, que podrían ser utilizadas contra los barcos “Blanco Encalada” o “”Magallanes””, que estaban bloqueando la bahía. El presidente Prado, dijo que en Arica habían preparadas otras  dos  lanchas torpedo de 30 pies de largo, con blindaje de medía pulgada y diez nudos de velocidad. Se convino en que Grau partiría el 1ª de Agosto, rumbo a Antofagasta y trataría de torpedear al “Cochrane” que se suponía inmovilizado en dicho puerto. Desaparecido el blindado chileno, Grau sometería a un intenso cañoneo a la guarnición de Antofagasta y destruiría los tanques de agua, intimando rendición al ejército chileno, para lo cual la división de Campero que estaba en los límites de Bolivia, cruzaría el desierto y tomaría Antofagasta. 

El mencionado día 2, el “Huáscar” y el transporte “Rímac” ya incorporado a la marina peruana, partieron de Arica. Desde el primer momento se encontraron con vientos fuertes y borrascas, por efecto de los cuales el transporte se malogró, y tras de una  reparación provisional, Grau dispuso el viaje  del “Rímac” al Callao.  

El  “Huáscar” navegó mar afuera pasando, sin tocar, por Pisagua, Iquique, Tocopilla, Cobija, Antofagasta y Taltal, penetrando profundamente en mar chileno y llegando a las inmediaciones de Caldera el 4 de agosto, donde  pudo observar que en la bahía sólo se encontraba el transporte “La Mar”. Grau creyó que el “Cochrane” había salido a remolque y no quiso perder tiempo en hundir al transporte, ni malgastar los torpedos y se decidió ir audazmente más al sur hacia Coquimbo cerca de Valparaíso en busca del acorazado; pero una furiosa tempestad que duró veinte horas, lo arrastraba casi sin gobierno, por lo cual haciendo grandes esfuerzos viró y desistió de seguir a Coquimbo y retornó. El furioso temporal había destruido la vajilla, mobiliario y una lancha a vapor y sólo la pericia de Grau impidió que el barco no zozobrase en aguas chilenas. La naturaleza se ponía de parte de los chilenos frustrando los planes del presidente Prado y de Grau. Mientras tanto, el “Cochrane” había logrado llegar a Valparaíso para reparaciones urgentes en el dique de ese puerto. En Valparaíso se conoció de las proximidades del  “Huáscar” y hubo alarma disponiéndose que el faro y parte de la población permanecieran apagados. En su viaje de vuelta al norte decidió Grau volver a ingresar a al puerto de Caldera para atacar al transporte “La Mar” pero éste se había colocado a un costado del muelle y muy cerca de tierra, lo que le daba buena protección. Como nada se podía hacer, siguió su viaje de retorno al norte ingresando a Taltal, el 7 de agosto, donde demoró más de dos horas, dando tiempo a que las autoridades chilenas telegrafiaran a Antofagasta haciendo conocer la presencia del monitor, por lo cual fue enviado en su persecución el “Blanco Encalada” y el “Itata”, los cuales tuvieron que desistir de su empeño tras de varias horas de persecución. Pasó el  “Huáscar” frente a Antofagasta, puerto boliviano invadido donde estaba el cuartel general del ejército chileno. Tocó en Cobija, Tocopilla e Iquique cuyo bloqueo había sido levantado por el contralmirante  Williams Rebolledo desde el 2 de agosto, contraviniendo órdenes de su gobierno.

En este lugar, Grau recibió el 9 de agosto, un telegrama de Prado, ordenándole ir a Arica para escoltar al  transporte “Oroya”.    

Sobre esta incursión, que acababa de terminar, Grau el 10 de agosto envía el siguiente parte al contralmirante Montero: 

Comandancia de la Primera División Naval. A bordo del  “Huáscar”, Arica, 10 de agosto de 1879.

Señor Contralmirante, Comandante General de las baterìas y fuerzas existentes en esta plaza. S.C.G. 

El 1ª del presente a la 1.40 a.m.  zarpé de este puerto al mando de la flotilla compuesta por el monitor “Huáscar” y el transporte “Rímac”, en virtud de las instrucciones que por conducto del Señor  Secretario General, se sirvió impartirme S.E. el Supremo Director de la Guerra.  

En cumplimiento de ellas hice derrota al sur, de manera de pasar libre de la vista de los enemigos estacionados frente al puerto de Iquique. Poco después de nuestra salida empezó a experimentarse  mar gruesa del sur que fue aumentado hasta obligarnos a desminuir el andar a causa de las fuertes cabezadas que originaba en los buques. 

A las 4 a.m. del 3 hizo el transporte señal de alarma, permaneciendo parado, lo que me obligó a regresar en su demanda para investigar la causa de ella. Supe entonces que por efecto de las fuertes cabezadas, se había roto una de las excéntricas de la máquina, y  mandé a los maquinistas de este buque para que en junto con los del “”Rímac”” examinasen el estado de la avería y la manera de repararla. A juicios de estos, podía hacerse una reparación provisional, por la cual pudiese el barco moverse, pero despacio y sólo hacia delante, y comprendiendo que en tal estado no era posible continuar con el transporte al sur, exponiéndolo, decidí que se emprendiera de inmediato la reparación, que se dirigiese el buque al Callao   y que se transbordase al Huàscar durante todo este tiempo, el carbón que fuera posible. Todo se verificó aunque con las dificultades que presentaba la mar para esta última operación.; y a las 4.30 p.m.  después de concluida la reparación  y transbordos, continué con el  “Huáscar”, al sur dejando al “Rímac” en movimiento  con dirección a su nuevo destino. 

El 4 a las 9.a.m. encontré, detuve y reconocí  al vapor alemán “Ibis”,  de la compañía Cosmos  que había salido el 2 de Valparaíso y se dirigía a este puerto. Por pasajeros de este buque tuve noticias, aunque vagas, de que el blindado “Cochrane” se encontraba en Coquimbo, por lo cual a las 10 y 30 a.m. del mismo día, me detuve en la boca del puerto de Caldera y mandé una embarcación al mando del Teniente  Segundo don Fermín Diez Canseco, con un práctico para que, con las precauciones del caso,  investigase si realmente  se encontraba en el fondeadero el mencionado buque.    

Como resultado supe que el transporte “La Mar”, era el único buque enemigo que había en el puerto; y con el intento de dirigirme  Coquimbo, en alcance del blindado, antes que fuese conocida la presencia del buque en esta agua, continué  inmediatamente mi derrota sin preocuparme del transporte, después de haber  tomado a bordo una embarcación con dos tripulantes pescadores, que fue apresada por la nuestra y confirmó las noticias dadas por el oficial. La mar y el viento que hasta entonces se habían manifestado fuertes principiaron arreciar de una manera notable para esta latitud; el buque luchaba fuertemente sin avanzar  casi al sur; pronto arrancó de este dos de las falsas de  proa y averió la lancha de vapor, sobre todo, producía movimientos tan violentos en el buque que le causaba trabajos excesivos 

Esto por una parte y el consumo de carbón, de cuyo combustible no tenía más  de la cantidad necesaria para el regreso, observando que el tiempo no presentaba inicio de calmar, me decidieron de dejar de continuar; a las 6 p.m. del día 5 hice rumbo al norte con el objeto de dirigirme a Caldera  en busca del “La Mar”. A las 8.p.m. del 6 llegué a la embocadura del puerto y permanecí aguantado en ella, mientras en Teniente Segundo Gervasio Santillana, a quien mandé a cargo de una embarcación, reconoció la situación del fondeadero. A su  regreso me informó este oficial, de que en él había un barco a vapor  y algunos buques de vela, pero en razón de la oscuridad de la noche, en esos momentos, no tenía seguridad de que aquel fuese “La Mar”. 

Me dirigí entonces al fondeadero, hasta muy cerca del expresado vapor, y mandé a su bordo al capitán de fragata graduado don Manuel Melitón Carvajal, para que hiciera el reconocimiento de estilo. Al pasar frente a una de las baterías, hizo ésta un tiro sin balas. 

El vapor reconocido resultó ser el “Valdivia” de la compañía inglesa que había fondeado en la mañana y esperaba al del Estrecho para transbordar su carga. A la vez, este jefe tomó informes de los pasajeros y supo que el transporte “la Mar” había sido llevado cerca de tierra y pegado al muelle en muy poco fondo. Busqué entonces un pasaje, ya  entre los buques, ya aproximándome a la playa a fin de llegar  hasta él y atacarlo, pero aunque había salido la luna y producía suficiente claridad, no me fue posible avistarlo siquiera; por lo muy próximo que se encontraba de la playa  y porque se proyectaba sobre tierra. A las 11 y 5 p.m. convencido de no poder obrar contra el “La Mar”, salí del puerto rumbo hacia el norte. 

El día 7 a las 2 pm. Entré al puerto (chileno) de Taltal y notifique a la autoridad del lugar, mi intento de destruir las lanchas haciéndole responsable de cualquier hostilidad que se ejerciera sobre la tripulación de este buque; comisionando para el efecto al Teniente Segundo don Enrique Palacios, más como el regreso de éste demorase, procedí de hecho a transbordarlas al costado de este buque para su destrucción. 

Probablemente la demora del oficial parlamentario, obligada por la apartada distancia y el lugar en que encontró a la autoridad, obedecía a un fin combinado, pues hora y media más tarde, se presentaron en la parte norte de la entrada del puerto, casi inesperadamente dos buques a vapor. Esta sorpresa me obligó a suspender la operación en la que me hallaba  ocupado y a salir del puerto a toda fuerza de máquina, a fin de reconocerlos y volver después, si era posible continuarla. Pronto reconocí que eran buques enemigos y uno de ellos el “Blanco Encalada” por lo que rehuyendo el encuentro, hice rumbo al S.O. y a continuación, seguido por ellos, hasta que entrada la oscuridad de la noche y habiendo por esta causa perdido de vista me dirigí al Sur y después al Este con el ánimo de burlarlos y continuar mi derrota hacia el Norte, sin embargo, a las 2 a.m.  del siguiente día avisté por la cuadra de babor dos buques, que a pesar de la oscuridad de la noche, pude conocer en ellos a compañeros del blindado; cambiaron luces de destello y habiendo enmendando mi rumbo un poco hacia tierra, desaparecieron completamente. 

Así continué mi viaje al Norte  tocando e inspeccionando los puertos de Cobija y Tocopilla, fondeando en el de Iquique, sin otra novedad, ayer a las 2 p.m.  Durante esta expedición he navegado siempre que me ha sido posible muy próximo a la costa, a fin de conocerla y hostilizar los buques del enemigo que trafican por ella.   

En el puerto de Iquique recibí por telegrama, orden del Señor General Superior Director de la Guerra, para convoyar al transporte “Oroya” y en su cumplimiento lo he verificado y he fondado a la vez que él, en este puerto a la 1.30 PM.

Todo lo que tengo el honor de participar a V.S para su conocimiento  y a fin, de que por su órgano llegue al Excelentísimo  Señor General, Supremo Director de la Guerra.  

                                    Dios guarde a Ud.- U.S.S.C.G. 

                                                           Miguel Grau. 

Al llegar Grau a Arica se entera de que  están haciendo una colecta para regalarle una tarjeta de oro, lo cual como se comprenderá hería su natural modestia. Entonces envió la siguiente carta: 

Monitor  «Huáscar», al ancla en Arica, Agosto 12 de 1879.

Señor don Manuel Tovar, Director del diario “La Sociedad” 

Mi  respetado doctor. 

Si satisfactorio me es cumplir debidamente la  misión  que  el  Supremo Gobierno confiara al darme el  mando de uno de los buques, me es muchísimo  más  grato  el  ver  que,  animados de  puro patriotismo, personas ilustradas como Ud. estimen mis actos, dándoles mayor importancia de la que en sí  tienen, hasta el extremo de proponer a sus colegas de la prensa que me concedan una tarjeta de oro, colectivamente firmada por ellos, manifestación a la que no creo todavía acreedor.  

 Obligado pues, me dirijo a Ud. para hacerle presente mi profunda gratitud a los nobles y generosos sentimientos que por mi abriga, como a la vez suplicarle salude en mi nombre a sus estimables compañeros de la prensa y suscribirme su agradecido amigo y seguro servidor.

                                                                       Miguel Grau