7.- Cerca de Valparaíso
Posteriormente, Grau había
tenido una reunión con el Presidente Prado en Arica. El
Presidente, le informó que había tenido conocimiento que el
acorazado chileno “Cochrane” había sido llevado malogrado a
remolque a la caleta de Caldera y que allí estaba
inmovilizado. El 2 de Agosto, ya hacía 19 días que la
flota chilena sitiadora de Iquique no tenía noticia alguna
de Antofagasta ni de Santiago
Eso exasperó al contralmirante
Williams Rebolledo, que convocó a los comandantes de los
barcos sitiadores y les dijo que ese mismo día 2 de agosto
levantaría el bloqueo de Iquique e irían a Antofagasta,
lugar donde presentaría su renuncia. Así lo hizo y el 4 de
gosto, desde Antofagasta, envió al Ministro de Guerra y
Marina la siguiente comunicación:
Señor Ministro:
El mal estado de mi
salud, reagravada últimamente por las malas noches y lo
malsano del buque, me inhabilita por completo para continuar
al mando de la escuadra. Por otra parte, distribuida ésta en
dos divisiones formadas de un blindado una corbeta, se hace
innecesaria mi presencia y la de mi estado mayor a bordo,
siendo más bien un inconveniente para la dirección y la
movilización de los buques por los directores de la guerra.
Por estas consideraciones ruego a Ud. que en virtud de las
facultades que tiene, se sirva desembarcarme y poder así
regresar al departamento a medicarme.
Dios guarde
a Ud.
Juan
Williams Rebolledo.
Este documento llenó de
ira a los señores Santa María y Sotomayor, directores de la
guerra que se encontraban en Antofagasta y lo enviaron a
Santiago al ministro de Guerra y Marina el cual remitió el
siguiente telegrama: Señor contralmirante Juan Williams
Rebolledo, agosto 5 de 1879; 2 PM la primera oportunidad se
vendrá Ud. a Santiago para dar explicaciones de sus actos,
en especial de la suspensión del bloqueo de Iquique.
Pero el “Cochrane” no
estaba en realidad malogrado como lo creía Prado, sino falto
de carbón y se encontraba en Caldera donde fue aprovisionado
de carbón y zarpó al sur, pero solo podía avanzar a 6 millas
por hora.
También le hizo conocer
Prado a Grau, que habían llegado a Arica los técnicos
norteamericanos especialistas en torpedos, William Alfred
Scott y Schetzer así como un griego maquinista de las
lanchas torpedo y un miembro de la Comunidad Británica de
Naciones que preparaba las cargas explosivas. La casa Grace,
que ayudaba al Perú, había proporcionado las baterías
eléctricas para accionar los torpedos y ofrecido dar a
Scott un premio de 10.000 soles por cada acorazado chileno
hundido. Este personal acababa de llegar de Iquique donde
habían preparado dos lanchas torpedos, que podrían ser
utilizadas contra los barcos “Blanco Encalada” o
“”Magallanes””, que estaban bloqueando la bahía.
El presidente Prado, dijo que en Arica habían preparadas
otras dos lanchas torpedo de 30 pies de largo, con
blindaje de medía pulgada y diez nudos de velocidad. Se
convino en que Grau partiría el 1ª de Agosto, rumbo a
Antofagasta y trataría de torpedear al “Cochrane” que se
suponía inmovilizado en dicho puerto. Desaparecido el
blindado chileno, Grau sometería a un intenso cañoneo a la
guarnición de Antofagasta y destruiría los tanques de agua,
intimando rendición al ejército chileno, para lo cual la
división de Campero que estaba en los límites de Bolivia,
cruzaría el desierto y tomaría Antofagasta.
El mencionado día 2,
el “Huáscar” y el transporte “Rímac” ya incorporado a la
marina peruana, partieron de Arica. Desde el primer momento
se encontraron con vientos fuertes y borrascas, por efecto
de los cuales el transporte se malogró, y tras de una
reparación provisional, Grau dispuso el viaje del “Rímac”
al Callao.
El “Huáscar” navegó mar
afuera pasando, sin tocar, por
Pisagua, Iquique, Tocopilla,
Cobija, Antofagasta y Taltal, penetrando profundamente en
mar chileno y llegando a las inmediaciones de Caldera el 4
de agosto, donde pudo observar que en la bahía sólo se
encontraba el transporte “La Mar”. Grau creyó que el
“Cochrane” había salido a remolque y no quiso perder tiempo
en hundir al transporte, ni malgastar los torpedos y se
decidió ir audazmente más al sur hacia Coquimbo cerca de
Valparaíso en busca del acorazado; pero una furiosa
tempestad que duró veinte horas, lo arrastraba casi sin
gobierno, por lo cual haciendo grandes esfuerzos viró y
desistió de seguir a Coquimbo y retornó. El furioso temporal
había destruido la vajilla, mobiliario y una lancha a vapor
y sólo la pericia de Grau impidió que el barco no zozobrase
en aguas chilenas. La naturaleza se ponía de parte de los
chilenos frustrando los planes del presidente Prado y de
Grau. Mientras tanto, el “Cochrane” había logrado llegar a
Valparaíso para reparaciones urgentes en el dique de ese
puerto. En Valparaíso
se conoció de las proximidades del “Huáscar” y hubo alarma
disponiéndose que el faro y parte de la población
permanecieran apagados. En su viaje de vuelta al norte
decidió Grau volver a ingresar a al puerto de Caldera para
atacar al transporte “La Mar” pero éste se había colocado a
un costado del muelle y muy cerca de tierra, lo que le daba
buena protección. Como nada se podía hacer, siguió su viaje
de retorno al norte ingresando a Taltal, el 7 de agosto,
donde demoró más de dos horas, dando tiempo a que las
autoridades chilenas telegrafiaran a Antofagasta haciendo
conocer la presencia del monitor, por lo cual fue enviado en
su persecución el “Blanco Encalada” y el “Itata”, los cuales
tuvieron que desistir de su empeño tras de varias horas de
persecución. Pasó el “Huáscar” frente a Antofagasta, puerto
boliviano invadido donde estaba el cuartel general del
ejército chileno. Tocó en Cobija, Tocopilla e Iquique cuyo
bloqueo había sido levantado por el contralmirante Williams
Rebolledo desde el 2 de agosto, contraviniendo órdenes de su
gobierno.
En este lugar, Grau
recibió el 9 de agosto, un telegrama de Prado, ordenándole
ir a Arica para escoltar al transporte “Oroya”.
Sobre esta incursión, que
acababa de terminar, Grau el 10 de agosto envía el siguiente
parte al contralmirante Montero:
Comandancia de la Primera
División Naval. A bordo del “Huáscar”, Arica, 10 de agosto
de 1879.
Señor Contralmirante,
Comandante General de las baterìas y fuerzas existentes en
esta plaza. S.C.G.
El 1ª del presente a la
1.40 a.m. zarpé de este puerto al mando de la flotilla
compuesta por el monitor “Huáscar” y el transporte “Rímac”,
en virtud de las instrucciones que por conducto del Señor
Secretario General, se sirvió impartirme S.E. el Supremo
Director de la Guerra.
En cumplimiento de ellas
hice derrota al sur, de manera de pasar libre de la vista de
los enemigos estacionados frente al puerto de Iquique. Poco
después de nuestra salida empezó a experimentarse mar
gruesa del sur que fue aumentado hasta obligarnos a
desminuir el andar a causa de las fuertes cabezadas que
originaba en los buques.
A las 4 a.m. del 3 hizo el
transporte señal de alarma, permaneciendo parado, lo que me
obligó a regresar en su demanda para investigar la causa de
ella. Supe entonces que por efecto de las fuertes cabezadas,
se había roto una de las excéntricas de la máquina, y mandé
a los maquinistas de este buque para que en junto con los
del “”Rímac”” examinasen el estado de la avería y la manera
de repararla. A juicios de estos, podía hacerse una
reparación provisional, por la cual pudiese el barco
moverse, pero despacio y sólo hacia delante, y comprendiendo
que en tal estado no era posible continuar con el transporte
al sur, exponiéndolo, decidí que se emprendiera de inmediato
la reparación, que se
dirigiese el buque al Callao
y que se transbordase al Huàscar durante todo este tiempo,
el carbón que fuera posible. Todo se verificó aunque con las
dificultades que presentaba la mar para esta última
operación.; y a las 4.30 p.m. después de concluida la
reparación y transbordos, continué con el “Huáscar”, al
sur dejando al “Rímac” en movimiento con dirección a su
nuevo destino.
El 4 a las 9.a.m.
encontré, detuve y reconocí al vapor alemán “Ibis”, de la
compañía Cosmos que había salido el 2 de Valparaíso y se
dirigía a este puerto. Por pasajeros de este buque tuve
noticias, aunque vagas, de que el blindado “Cochrane” se
encontraba en Coquimbo, por lo cual a las 10 y 30 a.m. del
mismo día, me detuve en la boca del puerto de Caldera y
mandé una embarcación al mando del Teniente Segundo don
Fermín Diez Canseco, con un práctico para que, con las
precauciones del caso, investigase si realmente se
encontraba en el fondeadero el mencionado buque.
Como resultado supe que
el transporte “La Mar”, era el único buque enemigo que había
en el puerto; y con el intento de dirigirme Coquimbo, en
alcance del blindado, antes que fuese conocida la presencia
del buque en esta agua, continué inmediatamente mi derrota
sin preocuparme del transporte, después de haber tomado a
bordo una embarcación con dos tripulantes pescadores, que
fue apresada por la nuestra y confirmó las noticias dadas
por el oficial. La mar y el viento que hasta entonces se
habían manifestado fuertes principiaron arreciar de una
manera notable para esta latitud; el buque luchaba
fuertemente sin avanzar casi al sur; pronto arrancó de este
dos de las falsas de proa y averió la lancha de vapor,
sobre todo, producía movimientos tan violentos en el buque
que le causaba trabajos excesivos
Esto por una parte y el
consumo de carbón, de cuyo combustible no tenía más de la
cantidad necesaria para el regreso, observando que el tiempo
no presentaba inicio de calmar, me decidieron de dejar de
continuar; a las 6 p.m. del día 5 hice rumbo al norte con el
objeto de dirigirme a Caldera en busca del “La Mar”. A las
8.p.m. del 6 llegué a la embocadura del puerto y permanecí
aguantado en ella, mientras en Teniente Segundo Gervasio
Santillana, a quien mandé a cargo de una embarcación,
reconoció la situación del fondeadero. A su regreso me
informó este oficial, de que en él había un barco a vapor y
algunos buques de vela, pero en razón de la oscuridad de la
noche, en esos momentos, no tenía seguridad de que aquel
fuese “La Mar”.
Me dirigí entonces al
fondeadero, hasta muy cerca del expresado vapor, y mandé a
su bordo al capitán de fragata graduado don Manuel Melitón
Carvajal, para que hiciera el reconocimiento de estilo. Al
pasar frente a una de las baterías, hizo ésta un tiro sin
balas.
El vapor reconocido
resultó ser el “Valdivia” de la compañía inglesa que había
fondeado en la mañana y esperaba al del Estrecho para
transbordar su carga. A la vez, este jefe tomó informes de
los pasajeros y supo que el transporte “la Mar” había sido
llevado cerca de tierra y pegado al muelle en muy poco
fondo. Busqué entonces un pasaje, ya entre los buques, ya
aproximándome a la playa a fin de llegar hasta él y
atacarlo, pero aunque había salido la luna y producía
suficiente claridad, no me fue posible avistarlo siquiera;
por lo muy próximo que se encontraba de la playa y porque
se proyectaba sobre tierra. A las 11 y 5 p.m. convencido de
no poder obrar contra el “La Mar”, salí del puerto rumbo
hacia el norte.
El día 7 a las 2 pm.
Entré al puerto (chileno) de Taltal y notifique a la
autoridad del lugar, mi intento de destruir las lanchas
haciéndole responsable de cualquier hostilidad que se
ejerciera sobre la tripulación de este buque; comisionando
para el efecto al Teniente Segundo don Enrique Palacios, más
como el regreso de éste demorase, procedí de hecho a
transbordarlas al costado de este buque para su
destrucción.
Probablemente la demora
del oficial parlamentario, obligada por la apartada
distancia y el lugar en que encontró a la autoridad,
obedecía a un fin combinado, pues hora y media más tarde, se
presentaron en la parte norte de la entrada del puerto, casi
inesperadamente dos buques a vapor. Esta sorpresa me obligó
a suspender la operación en la que me hallaba ocupado y a
salir del puerto a toda fuerza de máquina, a fin de
reconocerlos y volver después, si era posible continuarla.
Pronto reconocí que eran buques enemigos y uno de ellos el
“Blanco Encalada” por lo que rehuyendo el encuentro, hice
rumbo al S.O. y a continuación, seguido por ellos, hasta que
entrada la oscuridad de la noche y habiendo por esta causa
perdido de vista me dirigí al Sur y después al Este con el
ánimo de burlarlos y continuar mi derrota hacia el Norte,
sin embargo, a las 2 a.m. del siguiente día avisté por la
cuadra de babor dos buques, que a pesar de la oscuridad de
la noche, pude conocer en ellos a compañeros del blindado;
cambiaron luces de destello y habiendo enmendando mi rumbo
un poco hacia tierra, desaparecieron completamente.
Así continué mi viaje al
Norte tocando e inspeccionando los puertos de Cobija y
Tocopilla, fondeando en el de Iquique, sin otra novedad,
ayer a las 2 p.m. Durante esta expedición he navegado
siempre que me ha sido posible muy próximo a la costa, a fin
de conocerla y hostilizar los buques del enemigo que
trafican por ella.
En el puerto de Iquique
recibí por telegrama, orden del Señor General Superior
Director de la Guerra, para convoyar al transporte “Oroya” y
en su cumplimiento lo he verificado y he fondado a la vez
que él, en este puerto a la 1.30 PM.
Todo lo que tengo el
honor de participar a V.S para su conocimiento y a fin, de
que por su órgano llegue al Excelentísimo Señor General,
Supremo Director de la Guerra.
Dios guarde a Ud.-
U.S.S.C.G.
Miguel Grau.
Al llegar Grau a Arica se
entera de que están haciendo una colecta para regalarle una
tarjeta de oro, lo cual como se comprenderá hería su natural
modestia. Entonces envió la siguiente carta:
Monitor «Huáscar», al
ancla en Arica, Agosto 12 de 1879.
Señor don Manuel Tovar,
Director del diario “La Sociedad”
Mi respetado doctor.
Si satisfactorio me es
cumplir debidamente la misión que el Supremo Gobierno
confiara al darme el mando de uno de los buques, me es
muchísimo más grato el ver que, animados de puro
patriotismo, personas ilustradas como Ud. estimen mis actos,
dándoles mayor importancia de la que en sí tienen, hasta el
extremo de proponer a sus colegas de la prensa que me
concedan una tarjeta de oro, colectivamente firmada por
ellos, manifestación a la que no creo todavía acreedor.
Obligado pues, me dirijo
a Ud. para hacerle presente mi profunda gratitud a los
nobles y generosos sentimientos que por mi abriga, como a la
vez suplicarle salude en mi nombre a sus estimables
compañeros de la prensa y suscribirme su agradecido amigo y
seguro servidor.
Miguel Grau