3.- Otra vez en Lima
El 7 de junio cuando aún el
“Huáscar” no había entrado en la Bahía del Callao, ya se
había desparramado la noticia de su llegada. Un centenar de
botes engalanados con cadenetas de papel y banderitas,
salieron a darle la bienvenida y escoltaron al monitor a su
entrada en el Callao, mientras los barcos surtos en la rada
hacían tocar sus sirenas y las campa de las iglesias
replicaban. En el malecón, el muelle y la playa una multitud
hasta entonces no vista, apiñada, esperaba a Grau, dando
vivas al comandante y al Perú. El primero en subir a bordo
fue el capitán de puerto, con su paisano el capitán de navío
Camilo Carrillo, comandante del monitor “Manco Cápac” que
estaba siendo arreglado. Luego llegaron el encargado de la
Presidencia, general La Puerta, después el capitán de navío
Aurelio García y García, Jefe de la Segunda División Naval,
a quien Grau dio el pésame por la muerte de su hermano en la
“Independencia”. Subió también una comisión de damas con
pétalos de rosas. Cuando Grau desembarcó reventaron cientos
de bombardas y las multitudes lo aclamaban enfervorizados y
parecieron por un momento olvidar la peste viruela que
estaba atacando muy fuerte a Lima y Callao.
La primera preocupación de Grau al
llegar al Callao, fue solicitar que se limpiaran la máquina
y los fondos y se hicieran las reparaciones necesarias en el
monitor, pues a causa de los combates había sufrido daños,
pero la premura que tenía el Presidente Prado, en Arica,
determinó que retornase al sur cuando no se habían
completado las reparaciones. El “Huáscar” tenía dos palos
el de mesana y el trinquete. Este último estorbaba el tiro
de los cañones de 300 libras por cuyo motivo Grau solicitó
fuera eliminado contra la oposición de muchos. Grau sabía
que el Imperio Alemán se había negado a vender al Perú los
cañones Krupp que eran los más efectivos de la época, y que
si vendía en cambio a Chile. Las fábricas de Estados Unidos
de rifles Peabody querían los pagos al contado y el
Ministerio de Hacienda que conducía Izcue, no tenía dinero.
Las granadas perforantes Pellicer que tenía Chile y de las
que carecíamos habían sido ofrecidas al Perú para dentro de
cinco meses Con ellas el blindaje del “Huáscar” podía ser
fácilmente traspasado y eso sucedió después en Angamos. Grau
gestionaba el pago de su tripulación a la que se debía dos
meses, reemplazó a los artilleros bisoños que tenía por
otros más expertos, 16 de nacionalidad inglesa, 2
griegos y 7 del Perú y otros
países. Logra que les paguen sus salarios a los tripulantes.
Hace embarcar en las bodegas del “Huáscar” 60 toneladas del
carbón inglés Cardiff que era el mejor del mundo, toma nota
de 7 desertores, uno en Iquique y el resto en el Callao.
Grau pudo al fin volver a su
casa, y abrazar a su esposa Dolores y a sus hijos, así como
también a sus hermanas, pero la vida que llevó en Lima fue
muy activa tanto por las gestiones oficiales que tenía que
hacer para remediar la gran cantidad de necesidades que
tenía el monitor, como viajes a bordo para inspeccionar las
reparaciones y para atender los compromisos sociales que
menudearon.
Los socios del Club Nacional,
al que pertenecía, le ofrecieron una cena en el Hotel
Americano, Luego otra a la cual asistieron casi 200 altas
personalidades en traje de gala como Ministros, altos jefes
navales, senadores y diputados, entre ellos sus paisanos
los parlamentarios piuranos y su compadre y querido amigo
Carlos Elías, su amigo el paiteño capitán de navío Camilo
Carrillo, el general ayabaquino Manuel González La Cotera,
el Dr. Santiago Távara médico del “Huáscar”, su paisano el
comandante y poeta Carlos Augusto Salaverry que después de
su muerte escribiera dos hermosos sonetos en su nombre. Los
brindis fueron hechos por el Ministro de Guerra y Marina don
Manuel de Mendiburu y por el parlamentario Riva Agüero. Los
elogios menudearon, los que recibió Grau con una mucha
incomodidad y modestia. Como todos deseaban brindar con él,
se excusó y agradeció al mismo tiempo que decía que el no
bebía más de dos copas Al subir de tono las alabanzas, él
replicó: sólo soy un marino que trata de servir a su
patria. Cuando le tocó contestar se refirió a las
necesidades del “Huáscar”, a la tripulación impaga, a la
falta de medicamentos, a la carencia de uniformes, a su
permanente reclamo de granadas Palliser. Expresó que era
necesario equipar a los combatientes, que los peruanos no
cometían crímenes como los chilenos en Pisagua, pero que de
ellos era posible de esperarlo todo, Deben de pensar que a
nuestros hombres, les falta todo, desde zapatos hasta
municiones, y lo que les sobra es valor, pero con coraje no
se atraviesan las corazas de los barcos enemigos, ni se
disparan balas, por eso pido que no desmayéis en la ardua
tarea de procurar elementos para la mejor defensa de
nuestra Patria. Al terminar dijo: Brindo por la Victoria, Os
prometo que si el “Huáscar” no regresa victorioso, yo
tampoco he de regresar. El agasajo terminó a la 1.30 de la
madrugada y un centenar de contertulios lo acompañaron hasta
su domicilio. La noche anterior a su partida Grau invitó en
su casa a un grupo reducido de jefes navales y de oficiales
de su barco.
Presintiendo que ya no había
esperanzas, para él ni para el Perú, porque la diferencia
de fuerzas con Chile era muy grande, y que las posibilidades
de no retornar eran muchas, entregó una carta cerrada a su
esposa, con instrucciones de que solo fuera abierta en caso
de no retornar. Luego se despidió uno a uno de sus hijos. En
casa quedaban su esposa Dolores, su hijo Miguel de 9 meses (
el segundo que llevaba ese nombre, pues el primero murió en
un accidente en Chile a los 8 años), Victoria de 2 años,
Rafael de 3, Carlos de 5, María Luisa de 6, Ricardo de 7,
Juan Manuel de 8 y Enrique de 11 años.
El escritor Luis Alayza y Paz
Soldán, varias décadas después de la muerte de Grau en
Angamos publicó lo siguiente: En vísperas de salir, el
Contralmirante Grau estuvo en casa de mis abuelos, en la
calle Belén a despedirse de Francisco Paz Soldán, hermano de
mi madre y compañero de juventud del ilustre marino. Era
Grau, me decía mi hermano Francisco, de mediana estatura,
grueso, de piel morena y espesas barbas negras, y como yo
era un muchacho, no me explicaba que de los labios de un
hombre como él, saliese una voz delgada que no correspondía
ni a la idea que de él tenía, ni a su recia contextura. Al
partir Grau, dejó a su amigo el Dr. José Ignacio Távara,
poder para que se ocupara de asuntos diversos.
Mi tío, recordando los
tiempos en que ambos vivieran en París hablaba con Grau en
francés, díjole al despedirlo en la puerta: Va Ud. a
cosechar nuevos lauros contralmirante. Tout est perdu
contestó Grau. Me voy para no volver. Esta mañana he
comulgado en Los Descalzos, y estoy preparado para entregar
mi alma a Dios, porque me he confesado con el Padre Gual y
he comulgado. El Padre Gual me ha puesto al cuello esta
medallita de oro; y esto diciendo, mostró la medalla.
Explicó luego que el monitor estaba en malas condiciones y
con el casco sucio, lo que le quitaba las ventajas de su
velocidad; pero se tenía noticia de la salida de un gran
convoy chileno con fuerzas para invadir el sur del Perú, y
no había más que hacer, que lanzarse al sacrificio.