GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VIII:

LA GUERRA DE CHILE CONTRA GRAU

1.- Grau frente a Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique: cartas de pésame

5.- La captura del “Rímac”

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valparaíso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

 

3.- Otra vez en Lima 

El 7 de junio cuando  aún el “Huáscar” no había entrado en la Bahía del Callao, ya se había desparramado la noticia de su llegada. Un centenar de botes engalanados con cadenetas de papel y banderitas, salieron a darle la bienvenida y escoltaron al monitor a su entrada en el Callao, mientras los barcos surtos en la rada hacían tocar sus sirenas y las campa de las iglesias replicaban. En el malecón, el muelle y la playa una multitud hasta entonces no vista, apiñada, esperaba  a Grau, dando vivas al comandante y al Perú. El primero en subir a bordo fue el capitán de puerto, con su paisano el capitán de navío Camilo Carrillo, comandante del monitor “Manco Cápac” que estaba siendo arreglado. Luego llegaron el encargado de la Presidencia, general La Puerta, después el capitán de navío Aurelio García y García, Jefe de la Segunda División Naval, a quien Grau dio el pésame por la muerte de su hermano en la “Independencia”. Subió también una comisión de damas con pétalos de rosas. Cuando Grau desembarcó reventaron cientos de bombardas y las multitudes lo aclamaban enfervorizados y parecieron por un momento olvidar la peste viruela que estaba atacando  muy fuerte a Lima y Callao. 

La primera preocupación de Grau al llegar al Callao, fue solicitar que se limpiaran  la máquina y los fondos y se hicieran las reparaciones necesarias en el monitor,  pues a causa de los combates había sufrido daños, pero la premura que tenía el Presidente Prado, en Arica,  determinó que retornase al sur cuando no se habían completado las reparaciones. El “Huáscar” tenía dos palos  el de mesana y el trinquete. Este último estorbaba el tiro de los cañones de 300 libras por cuyo motivo Grau solicitó fuera eliminado contra la oposición de muchos. Grau sabía que el Imperio Alemán se había negado a vender al Perú los cañones Krupp que eran los más efectivos de la época, y que si vendía en cambio a Chile. Las fábricas de Estados Unidos de rifles Peabody querían los pagos al contado y el Ministerio de Hacienda que conducía Izcue, no tenía dinero. Las granadas perforantes Pellicer que tenía Chile y de las que carecíamos habían sido ofrecidas al Perú para dentro de cinco meses Con ellas el blindaje del “Huáscar” podía ser fácilmente traspasado y eso sucedió después en Angamos. Grau gestionaba el pago de su tripulación a la que se debía dos meses,  reemplazó a los artilleros bisoños que tenía por otros más expertos, 16 de nacionalidad inglesa, 2 griegos y 7 del Perú y otros países. Logra que les paguen sus salarios a los tripulantes. Hace embarcar en las bodegas del “Huáscar” 60 toneladas del carbón inglés Cardiff que era el mejor del mundo, toma nota de 7 desertores, uno en Iquique y el resto en el Callao.  

Grau pudo al fin volver a su casa, y abrazar a su esposa Dolores y a sus hijos, así como también a sus hermanas, pero la vida que llevó en Lima fue muy activa tanto por las gestiones oficiales que tenía que hacer para remediar la gran cantidad de necesidades que tenía el monitor, como viajes a bordo para inspeccionar las reparaciones y para atender los compromisos sociales que menudearon. 

Los socios del Club Nacional, al que pertenecía, le ofrecieron una cena en el Hotel Americano, Luego otra a la cual  asistieron casi 200 altas personalidades en traje de gala como Ministros, altos jefes navales, senadores y  diputados, entre ellos sus paisanos los parlamentarios piuranos y su compadre y querido amigo Carlos Elías, su amigo el paiteño capitán de navío Camilo Carrillo, el general ayabaquino Manuel González La Cotera, el Dr. Santiago Távara médico del “Huáscar”, su paisano el comandante y poeta Carlos Augusto Salaverry que después de su muerte escribiera dos hermosos sonetos en su nombre. Los brindis fueron hechos por el Ministro de Guerra y Marina don Manuel de Mendiburu y por el parlamentario Riva Agüero. Los elogios menudearon, los que recibió Grau con una  mucha incomodidad y modestia. Como todos deseaban brindar con él, se excusó y agradeció al mismo tiempo que decía que el no bebía más de dos copas  Al subir de tono las alabanzas, él replicó:  sólo soy un marino que trata de servir a su patria. Cuando le tocó contestar se refirió a las necesidades del “Huáscar”, a la tripulación impaga, a la falta de medicamentos, a la carencia de uniformes, a su permanente reclamo de granadas Palliser. Expresó que era necesario equipar a los combatientes, que los peruanos no cometían crímenes como los chilenos en Pisagua, pero que de ellos era posible de esperarlo todo, Deben de pensar que a nuestros hombres, les falta todo, desde zapatos hasta municiones, y lo que les sobra es valor, pero con coraje no se atraviesan las corazas de los barcos enemigos, ni se disparan balas, por eso pido  que no desmayéis en la ardua tarea de  procurar elementos para la mejor defensa de nuestra Patria. Al terminar dijo: Brindo por la Victoria, Os prometo  que si el “Huáscar” no regresa victorioso, yo tampoco he de regresar. El agasajo terminó a la 1.30 de la madrugada y un centenar de contertulios lo acompañaron hasta su domicilio. La noche anterior a su partida Grau invitó en su casa a un grupo reducido de jefes navales y de oficiales de su barco. 

Presintiendo que ya no había esperanzas, para él  ni  para el Perú, porque la diferencia de fuerzas con Chile era muy grande, y que las posibilidades de no retornar eran muchas, entregó una carta cerrada a su esposa, con instrucciones de que solo fuera abierta en caso de no retornar. Luego se despidió uno a uno de sus hijos. En casa quedaban su esposa Dolores, su hijo Miguel de 9 meses ( el segundo que llevaba ese nombre, pues el primero murió en un accidente en Chile a los 8 años), Victoria de 2 años, Rafael de 3, Carlos de 5, María Luisa de 6, Ricardo de 7,  Juan Manuel de 8  y Enrique de 11 años.  

El escritor Luis Alayza y Paz Soldán, varias décadas después de la muerte de Grau en Angamos publicó lo siguiente: En vísperas de salir, el Contralmirante Grau estuvo en casa de mis abuelos, en la calle Belén a despedirse de Francisco Paz Soldán, hermano de mi madre y compañero de juventud del ilustre marino. Era Grau, me decía mi hermano Francisco, de mediana estatura, grueso, de piel morena y espesas barbas negras, y como yo era un muchacho, no me explicaba que de los labios de un hombre como él, saliese una voz delgada que no correspondía ni a la idea que de él tenía, ni a su recia contextura. Al partir Grau, dejó a su amigo  el Dr. José Ignacio Távara, poder  para que se ocupara de asuntos diversos. 

Mi tío, recordando los tiempos en que ambos vivieran en París hablaba con Grau en francés, díjole al despedirlo en la puerta: Va Ud. a cosechar nuevos lauros contralmirante. Tout est perdu  contestó  Grau. Me voy para no volver. Esta mañana he comulgado en Los Descalzos, y estoy preparado para entregar mi alma a Dios, porque me he confesado con el Padre Gual y he comulgado. El Padre Gual me ha puesto al cuello esta medallita de oro; y esto diciendo, mostró la medalla. Explicó luego que el monitor estaba en malas condiciones y con el casco sucio, lo que le quitaba las ventajas de su velocidad; pero se tenía noticia de la salida de un gran  convoy chileno con fuerzas para invadir el sur del Perú, y no había más que hacer, que lanzarse al sacrificio.