8.-
Grau ataca Antofagasta
La osadía del Grau y el «Huáscar» de haber
llegado en son de guerra hasta las proximidades de
Valparaíso, volvió a exasperar a los chilenos. Que volvieron
a renovar sus protestas, lo cual motivó la renuncia de
Williams Rebolledo como Jefe de la escuadra chilena y su
reemplazo por el capitán de navío Galvarino Riveros, al
mismo tiempo que acogiendo el clamor popular se daba al
Comandante La Torre el mando del acorazado «Cochrane». La
Torre había destacado en el comando de la «Magallanes». Los
blindados que poseía dicho país, estaban con graves
desperfectos debido a que habían estado manteniendo el
bloqueo de Iquique con las máquinas encendidas día y noche,
lo que les había causado desperfectos que requerían de
urgente reparación y para solucionar el problema, se convocó
a una junta de alto nivel a la que concurrieron los
comandantes de los barcos y se plantearon tres alternativas:
a) reabrir el bloqueo, b) iniciar la persecución de la
escuadra peruana y c) someter a reparación y limpieza a los
principales
barcos. Se optó en primer lugar por la última propuesta y
el «Cochrane» fue internado en el dique de Valparaíso, donde
durante quince días se trabajó noche y día, colocando en él
las ametralladoras pesadas que acababan de llegar de Europa,
al mismo tiempo que le limpiaban los fondos, de tal modo que
pudo desarrollar 12 millas por hora. Para proteger al barco
que estaba inmovilizado, contra un posible golpe de mano de
parte de Grau, se adoptaron precauciones especiales. Cuando
el «Cochrane» estuvo listo, partió a Mejillones para con el
apoyo de la «Covadonga”, dar protección al «Blanco Encalada»
que en ese puerto iba a entrar en reparación Mejillones fue
artillado al máximo con cañones de largo alcance para evitar
que barcos peruanos pudieran acercarse a la bahía. También
fueron sometidos a limpieza y reparación varios transportes
a los que dotaron de nuevos cañones. La escuadra chilena
quedó organizada en dos divisiones, estando la 1ra.
constituida por el «Blanco Encalada», la O’Higgins”, la
«Magallanes» y la Amazonas». cuya principal acción era la de
perseguir a la escuadra peruana hasta destruirla, sobre todo
al Huáscar y la 2da. formada por el «Cochrane», la «Chacabuco»
y la «Covadonga , debía dar protección al ejército chileno
para que pudiera preparar la invasión del territorio
peruano.
Mientras tanto el 22 de
agosto volvió a zarpar de Arica el” «Huáscar» con el
transporte “Oroya “ los que llegaron a Pisagua el día
siguiente donde se preguntó telegráficamente a Iquique si la
bahía estaba libre de enemigos, gracias a lo cual
prosiguieron viaje y llegaron el mismo día 23 a las 8.30 de
la noche. El 25 al amanecer el «Huáscar» en forma por
demás audaz penetró en la rada de Antofagasta en cuyo
puerto estaba acantonado todo el ejército chileno, protegido
por varias baterías de cañones, recientemente instaladas
entre las que había un cañón de 300 libras. En la bahía tres
barcos de guerra chilenos protegidos tras de una cortina de
14 mercantes, por lo que Grau no pudo atacarlos. Luego los
dos barcos siguieron hasta Taltal donde llegaron el 26. Allí
apresaron a 10 lanchas, 4 de las cuales fueron llevadas a
rastras mar afuera para ser echadas a pique por el «Oroya”,
disponiéndose que este barco retornase a Arica con las otras
6 lanchas. El «Huáscar» retornó al norte y volvió a
entrar en el puerto de Antofagasta trabándose en combate con
las baterías de tierra y con los barcos chilenos. En este
tiroteo, de 4 horas, el “Abtao” resultó con graves daños y
víctimas, este barco poseía tres cañones de l50 libras y
otros menores. En tierra habían tres fortines, el del Norte
llamado Bellavista poseía un camón de 300 libras y los
demás eran de 150.Una bala chilena del cañón de 300 libras
disparada de tierra, alcanzó al «Huáscar», le causó
algunos pequeños desperfectos y mató al teniente 2do.Carlos
de los Heros. Después un tiro del «Huáscar» desmontó al
cañón chileno de 300 libras, que estaba a cargo de Patricio
Lynch, que meses más tarde, se haría conocer como jefe feroz
de la expedición depredadora que saqueó e incendió puertos
peruanos.
El duelo de artillería se entabló en una proporción de 4 a
40 cañones. Los chilenos telegrafiaron a un cercano puerto
del Sur donde se encontraba el «Blanco Encalada» para que
partiera a toda maquina y diera caza al «Huáscar», pero el
acorazado chileno llegó una hora después que el monitor
había partido El acorazado chileno tenía ahora un nuevo
comandante que era el Capitán de Navío Juan Esteban López
que los días anteriores había estado patrullando la costa
desde Iquique hasta Caldera. Fue en su recorrido que el
«Blanco Encalada», capturó cerca de Iquique a una lancha
torpedera peruana, con 4 tripulantes que tenían como jefe al
inglés Juan Schertzer, especialista en la fabricación de
cohetes. Este recibía un sueldo de 10 soles diarios y la
oferta de diez mil soles por cada acorazado que destruyera y
otras sumas menores por otros barcos Cuando el «Huáscar»
salía de la bahía de Antofagasta rápidamente par no verse
sorprendido por el «Blanco Encalada»” repentinamente
describió una curva en su
ruta, a causa de que en la
rueda del timón se habían atascado, las cadenas que lo
hacían accionar. Grau dispuso alcanzar Punta Moreno para al
amparo de la noche que llegaba, hacer con tranquilidad las
reparaciones, que duraron cinco horas pero permitieron al «Huáscar»,
estar listo a las 11 de la noche. Pese a que se sabía que el
acorazado chileno «Blanco Encalada» estaría llegando a
Antofagasta y que de inmediato iba tratar de darle caza,
Grau dispuso que el barco permaneciera en Punta Moreno el
resto de la noche y que al amanecer siguiera su ruta rumbo
al Norte. En esos momentos el «Blanco Encalada» iniciaba la
caza del monitor, pero se dirigía al sur.
Siguió el «Huáscar» su
retorno al norte entrando a los puertos de Cobija, Tocopilla
e Iquique, para llegar a Arica en la tarde del 31 de
agosto.
En Chile causó gran
contrariedad esta nueva incursión del «Huáscar» y un diario
de Santiago decía: “Hasta hoy el Huáscar visita nuestros
puertos, destruye lanchas, entra en nuestro mar como en su
casa, va a Antofagasta que es plaza fortificada y la
bombardea, se entretiene en disparar sobre el Abtao y le
mata diez hombres, entra y sale, juega con nosotros como los
gatos con los ratones.”
Grau al retornar a Arica,
emitió el siguiente parte:
Comandancia General de la
Primera División Naval, a bordo del monitor «Huáscar”.al
ancla, Señor Contralmirante, Comandante General de las
baterías y fuerzas de la plaza. S.C.G.
El 22 del presente a las
3.30 a.m. zarpé de este puerto con este monitor y el
transporte “Oroya” en cumplimiento de las instrucciones que
se dignó impartirme el Excelentísimo Señor, Supremo Director
de la Guerra
Conservando convoy me
dirigí al sur y llegué al puerto de Pisagua a la 1 p.m. de
día 23 de donde comuniqué por telégrafo con el Capitán de
Puerto de Iquique, a fin de continuar el viaje con la
oportunidad determinada con las mencionadas instrucciones.
Conseguido esto, a las 4,30 p.m me dirigí a Iquique y
fondeé en él a las 8,30 p.m.
Aquí, después de
comunicar con tierra, recibí las últimas instrucciones de
S.E. y zarpé a la 1.45 a.m. con rumbo sur. Sin novedad
alguna llegué a la Punta Jara a las 4 p.m del 24.Estando a
esta altura, avisté un vapor que salía de Antofagasta y que
pronto reconocí ser el “Ilo”.Mandé un oficial a su bordo,
para que practicase la visita de guerra.
A las 10 p,m. llamé al
comandante del “Oroya» y le ordené se conservara con su
buque a la altura de Antofagasta, ejerciendo la vigilancia
debida, mientras el «Huáscar» permaneciese dentro del
fondeadero. Todo prevenido, me dirigí a la 1 a.m. a él. Los
buques enemigos, «Magallanes» y Abtao,
así como el
transporte “Limari” y otro vapor pequeño se encontraban
anclados detrás de los mercantes y muy próximos a tierra y
en el momento en que atravesaba la primera línea de ésta ,
se dio señal de alarma por medio de un cohete de luces que
partió de una embarcación menor, probablemente la de ronda.
Continué, sin embargo, internándome por entre los buques con
alguna dificultad, en busca de los enemigos que proyectados
sobre tierra era difícil ver en la oscuridad, hasta llegar a
300 o 400 metros de ellos. En tal situación no era prudente
atacarlos con el ariete, porque fondeados inmediatos a los
arrecifes del norte y del sur que forman la poza, en la
oscuridad de la noche y entre 14 buques mercantes que
llenaban el fondeadero, se hacía inseguro gobernar con
acierto para llegar hasta ellos, aparte del peligro que se
corría de chocar con una roca.
No podía tampoco hacer
uso de la artillería, porque ya estaba aclarando el día y
era comprometido trabar combate en medio de buques
neutrales, a los que podía ocasionarse algún daño de
consideración.
Tuve pues que retirarme
a las 6 a.m. por no ser conveniente la permanencia del buque
en ese lugar; y media hora después que estuve fuera de tiro
de los buques, salí del puerto, gobernando en demanda del
«Oroya» al cual me uní a las 7.15 a.m. y seguí en convoy con
él, en dirección al puerto de Taltal
El 26 a las 8 a.m.
llegamos a ese puerto y se tomaron en él nueve lanchas de
las que estaban a flote, dejando dos que se encontraban
cargadas con mercaderías; seis de ellas, las que se
encontraban en buen estado fueron amarradas a remolque del
«Oroya» y las tres restantes destruidas. También se tomó una
lancha a vapor que estaba varada y a la cual
intencionadamente se le había destapado por los enemigos,
las cajas de estopa de la chumacera de la mariposa; se trajo
al costado del buque haciendo mucho agua, y a pesar de los
esfuerzos que se hicieron, fue imposible impedir que se
fuera a pique. En este puerto se encontraron fondeados dos
buques mercantes alemanes cargando salitre, el vapor inglés
“Chala” y un pontón abandonado y sin pabellón alguno. Por
los primeros supe que el «Blanco Encalada» había estado en
el puerto la víspera, y había salido el mismo día, según se
decía con dirección sur.
A las 12 del día despaché
al «Oroya» con destino a este puerto con las seis lanchas
que antes he indicado, dando a su comandante órdenes de
destruirlas en alta mar, o echarlas al garete, en seguida me
dirigí nuevamente al fondeadero y saqué de él a remolque el
pontón
Fuera del puerto y
tomando como blanco a éste último, se hizo ejercicio de
fuego de artillería durante dos horas, después de cuyo
tiempo se le acabó de destruir. En la noche de este día he
mantenido al buque cruzando como a 25 millas frente a Taltal,
en cuyo crucero encontré y reconocí a la barca
norteamericana “Isaac Hall, que procedente de Tocopilla se
dirigía ese puerto.
Al amanecer el 27, hice
rumbo al norte, recorriendo la costa muy próximo a ella para
reconocerla, entrando en el trayectos en los puertos Blanco
Encalada y Cobre; y desde la puesta de sol, mandé a
disminuir el andar de la máquina a fin de pasar la noche a
barlovento de la entrada de Antofagasta.
A las 11 a.m. del 28,
avisté dentro de la ensenada de este último puerto, un buque
que navegaba a vela, me dirigí a él y mandé a reconocerlo.
Este buque que había salido del puerto en la mañana era la
barca inglesa “Birky” que cargada de salitre se dirigía a
Falmounth Plymouth Cork por órdenes.
Terminada la visita de guerra
a este buque me aproximé al fondeadero para observar a los
enemigos, y con la intención
de rastrear el cable
telegráfico si es que era posible, pero a la 1.36 m, cerca
del 21, fui sorprendido por los disparos de artillería de
los buques enemigos. Inmediatamente se tocó zafarrancho y
rompí mis fuegos a las 2 p.m. Desde ese momento se trabó un
sostenido combate entre este buque por una parte y las
baterías de tierra y buques enemigos por la otra.
Componíanse las primeras
por cinco cañones, uno de ellos de calibre de 300 en el
norte de la población, y cuatro de a 150 en dos baterías,
situadas en el centro una de ellas. El “Abtao” con su
máquina apagada presentaba su costado con tres cañones de
190 y se movía a espía para hacer fuego y ocultarse
enseguida tras de los buques mercantes situados en el
fondeadero, y finalmente la «Magallanes» hacía igual
maniobra mediante su máquina, para disparar su cañón de
115, el de 64 y los de menor calibre con los que estaba
artillada La distancia que al principio me distanciaba de
los enemigos era de 3.000 yardas, según las indicaciones del
micrómetro y la puntería de éstas, toda bien dirigida,
pasaban sobre el «Huáscar» a corta distancia. A las 3.15
p.m. me acerqué más al fondeadero, buscando una dirección
clara, a fin de dirigir mis fuegos sobre los buques
enemigos, ocultos entonces detrás de los mercantes; pero
estos habían suspendido ya sus fuegos y a las 4.15 p.m.
estando a 2.300 yardas de distancia, volvieron a disparar,
sólo las baterías y se trabó nuevamente el combate con
ellas, por no poder dirigir nuestra puntería sobre los
buques, sin herir a los mercantes. A las 5.30 p.m. cesaron
los fuegos de tierra completamente, a pesar de haber hecho
el buque a mi mando los tres últimos disparos
 |
Teniente
de segunda, Carlos de los Heros |
El número de tiros hechos
por las baterías de tierra y buques ha sido de 110, al mismo
tiempo que éste sólo ha hecho 26 con los cañones de 300 y
dos con los de 40, en razón de que hallándose el mar
picada, se experimen- taban fuertes balances que dificultaban
la puntería y era necesario esperar los sagíos, y las
oportunidades conve- nientes para dirigirlas. De aquellos sólo
una bomba ha tocado a este buque, proveniente del cañón de
tierra de 300. este proyectil atravesó la chimenea, a cuatro
pies de altura sobre la cubierta, rompiendo la cadena que
sirve para izarla y la brazola de babor del escotillón de
las calderas, tocó después en la cubierta y estalló causando
ligeras averías en ellas y arrojando al agua una percha
colocada allí. Como consecuencia de la explosión
desapa- reció completamente el teniente 2ª don Carlos de los Heros, que se encontraba en ese lugar y fue herido por las
astillas el marinero, alumno de la escuela de Condestables,
Alcides Gutiérrez.
Al dar a Ud. cuenta de la
pérdida de aquel inteligente oficial, siéndome vivamente
impresionado, recordando los méritos personales que lo
adornaban y la celosa puntualidad que en toda ocasión de
servicio ha manifestado para cumplir con su deber, así como
el valor y serenidad que ha desplegado en las acciones de
armas, que ha tenido este buque en la presente campaña.
Adjunta encontrará Ud.
una relación de los jefes, oficiales y tripulantes que se
han encontrado presentes a bordo en el momento de este
combate y me es satisfactorio asegurar a Ud. que todos se
han distinguido en el cumplimiento de sus deberes.
A las 10 p.m. estando aún
dentro de la ensenada se avistó un vapor por el lado sur.
Suponiendo que fuese el «Blanco Encalada”, salí a
reconocerlo, pero debido a la oscuridad de la noche se
perdió de vista y probablemente entró al puerto, a juzgar
por un cohete de luces que vimos salir de ese lugar.
Permanecí, sin embargo, cruzando en la boca de la ensenada
hasta la 1.30 a.m. del 29, en que me dirigí al norte.
A las 9.45 a.m. del mismo día, entré en el
fondeadero de la guanera de Mejillones de Bolivia, tomé
una lancha a vapor, y con ella a remolque continué mi
viaje, próximo siempre a la costa. A las 2.45 a.m. entré en
Cobija, en donde se encontraba anclada la carbonera de
guerra francesas “Decrés” y a las 5 y 55 estuve
en Tocopilla
En este último puerto
tome cuatro lanchas que estaban a flote y se pasó la vista
de guerra a los tres buques mercantes que estaban en su
fondeadero. Por ellos me he informado que en la mañana de
este día, se habían internado con dirección a Calama, más de
doscientos hombres de la fuerza enemiga, conduciendo algunos
artículos de guerra, carretas y herramientas, y he podido
ver desde el buque que existe en la población una partida de
300 o 400 mulas.
Continué mi viaje y
llegué al puerto de Iquique ayer a las 5.15 p.m.; allí se
encontraba fondeada la fragata de guerra norteamericana “Pensacola”.
Después de comunicar por telégrafo para tomar órdenes del
Excelentísimo Señor General, Director de la Guerra y de
recibir a bordo por disposición del Señor General en Jefe
del Ejército del Sur a los señores pasajeros, que constan en
la relación adjunta, zarpé con dirección a este puerto, en
el que he fondeado hoy a las 5 p.m.
Todo lo cual tengo el
honor de participar a Ud. para que por su conducto llegue a
conocimiento del Señor Excelentísimo General Conductor de la
Guerra.- Dios guarde a Ud. U.S.S.C.G. Miguel Grau.
Grau no menciona en su
parte el asunto de los torpedos. El 23 a las 8 de la noche
arribó a Iquique donde llegaron a bordo, el Ingeniero Felipe
Arancibia y el técnico inglés Stephen Chester expertos en la
construcción de torpedos tipo Lay, de los que habían 3 en
Iquique. Al «Huáscar» fueron izadas tres lanchas torpedos,
aun cuando Grau no era partidario de los torpedos Lay, sino
de los Whitehead. Cuando llegaron a Punta Jara cerca de
Antofagasta, Grau hizo pasar al vapor inglés “Ilo” que
salía de la rada y allí encontraron al Alférez de Fragata
Ricardo Herrera, que era de la dotación del monitor pero que
había sido dejado en anterior incursión en el litoral
chileno en misión de espionaje, por lo cual reincorporado a
la tripulación, después de 40 días de haber estado en
territorio enemigo. Herrera proporcionó valiosa información
a Grau y entre otras cosas hizo conocer que el «Blanco
Encalada» con el Ministro de Guerra Santa María a bordo
había estado incursionando la costa, desde Arica, hasta
Iquique, y en el trayecto había capturado a una lancha
torpedera peruana de 4 personas, todas de nacionalidad
extranjeras, comandadas por el ingeniero inglés Scott, que
había sido sometido a Consejo de Guerra y se aseguraba que
sería fusilado; que el «Cochrane» sería modernizado en
Valparaíso, que el transporte Amazonas había sido dotado con
cañones Armstrong de grueso calibre; que los chilenos sabían
del viaje de la «Unión» al estrecho de Magallanes y habían
enviado a la “O’Higgins” para atraparla.
El 12 de setiembre quedo
nuevamente el «Cochrane» en condición de poder zarpar del
dique de Valparaíso. , con sus calderas reparadas, las
máquinas lubricadas y las piezas gastadas reemplazadas. Se
le había provisto de ametralladoras pesadas recién llegadas
en el “Gleneg” y de grandes faros eléctricos para detectar
a los torpedos en la noche. La salida del dique fue
presenciada por el propio Presidente Pinto y por una
muchedumbre que lo aplaudía, a la cual arengó haciendo
conocer que el nuevo comandante del «Cochrane» era el
capitán de navío Juan José La Torre, cuya única misión,
sería la de dar caza al «Huáscar». El acorazado chileno
podía ahora desarrollar una velocidad de doce millas y
media por hora, es decir más que la velocidad del «Huáscar».
Pinto dispuso entonces, que de inmediato el «Cochrane»
escoltado con la «Covadonga», se dirigiera a Mejillones,
para montar allí guardia mientras se efectuaba la reparación
del «Blanco Encalada». El día 13 de setiembre, entraron al
dique de Valparaíso «Chacabuco», el «Loa», la “O’Higgins “y
la «Magallanes», es decir que en breve toda la flota chilena
iba a estar en óptimas condiciones para destruir al «Huáscar».
Cuando Grau ingresó a la
rada de Antofagasta, encontró que estaban en ese lugar la
«Magallanes», la “Abtao” y el transporte artillado “Limari”
. Se decidió entonces torpedear a la «Magallanes». El
tremendo aparato fue lanzado al agua pero tras de un corto
trecho giró y se dirigió al «Huáscar», ante situación tan
angustiosa se lanzó al agua el alférez Diez Canseco que
logró desactivar al torpedo, que luego fue izado a bordo.
Después Grau envió los dos torpedos al «Oroya» en previsión
de que el monitor entrara en combate.
Al llegar a Arica Grau
envió la siguiente carta de pésame al padre del teniente de
los Heros