GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VIII:

LA GUERRA DE CHILE CONTRA GRAU

1.- Grau frente a Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique: cartas de pésame

5.- La captura del “Rímac”

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valparaíso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

 

8.- Grau ataca Antofagasta 

La osadía del Grau y el  «Huáscar» de haber  llegado en son de guerra hasta las proximidades de Valparaíso, volvió a exasperar a los chilenos. Que volvieron a renovar sus protestas, lo cual motivó la renuncia de Williams Rebolledo como Jefe de la escuadra chilena y su reemplazo por el capitán de navío Galvarino  Riveros, al mismo tiempo que acogiendo el clamor popular se daba al Comandante La Torre el mando del acorazado «Cochrane». La Torre había destacado en el comando de la «Magallanes». Los blindados que poseía dicho país, estaban con graves desperfectos debido a que habían estado manteniendo el bloqueo de Iquique con las máquinas encendidas día y noche, lo que les había causado desperfectos que requerían de urgente reparación y para solucionar el problema, se convocó a una junta de alto nivel a la que concurrieron los comandantes de los barcos y se plantearon tres alternativas: a) reabrir el bloqueo, b) iniciar la persecución de la escuadra peruana y c) someter a reparación y limpieza a los principales barcos. Se optó en primer lugar por la última  propuesta y el «Cochrane» fue internado en el dique de Valparaíso, donde durante quince días se trabajó noche y día, colocando en él las ametralladoras pesadas que acababan de llegar de Europa, al mismo tiempo que le limpiaban los fondos, de tal modo que pudo desarrollar 12 millas por hora. Para proteger al barco que estaba inmovilizado, contra un posible golpe de mano de parte de Grau, se adoptaron precauciones especiales. Cuando el «Cochrane» estuvo listo, partió a Mejillones para con el apoyo de la «Covadonga”, dar protección al «Blanco Encalada» que en ese puerto iba a entrar en reparación Mejillones fue artillado al máximo con cañones de largo alcance para evitar que barcos peruanos pudieran acercarse a la bahía. También fueron sometidos a limpieza y reparación varios transportes a los que dotaron de nuevos cañones. La escuadra chilena quedó organizada en dos divisiones, estando la 1ra. constituida por el «Blanco Encalada», la O’Higgins”, la «Magallanes» y la Amazonas». cuya principal acción era la de perseguir a la escuadra peruana hasta destruirla, sobre todo al Huáscar  y la 2da. formada por el «Cochrane», la «Chacabuco» y la «Covadonga , debía dar protección al ejército  chileno para que pudiera preparar la invasión del territorio peruano. 

Mientras tanto el 22 de agosto volvió a zarpar de Arica el” «Huáscar» con el transporte “Oroya “  los que llegaron a Pisagua el día siguiente donde se preguntó telegráficamente a Iquique si la bahía estaba libre de enemigos, gracias a lo cual prosiguieron viaje y llegaron el mismo día 23 a las 8.30 de la noche. El 25 al amanecer el  «Huáscar» en forma por demás audaz penetró en la rada de Antofagasta en cuyo  puerto estaba acantonado todo el ejército chileno, protegido por varias baterías de cañones,  recientemente instaladas entre las que había un cañón de 300 libras. En la bahía tres barcos de guerra chilenos protegidos tras de una cortina de 14 mercantes, por lo que Grau no pudo atacarlos. Luego los dos barcos siguieron hasta Taltal donde llegaron el 26. Allí apresaron a 10 lanchas, 4 de las cuales fueron llevadas a rastras mar afuera para ser echadas a pique por el «Oroya”,  disponiéndose que este barco retornase a Arica con las otras 6 lanchas. El  «Huáscar»   retornó al norte y volvió a entrar en el puerto de Antofagasta trabándose en combate con las baterías de tierra y con los barcos chilenos. En este tiroteo, de 4 horas, el “Abtao” resultó con graves daños y víctimas, este barco poseía tres cañones de l50 libras y otros menores. En tierra habían tres fortines, el del Norte  llamado Bellavista  poseía un camón de 300 libras y los demás eran de 150.Una  bala chilena  del cañón de 300 libras disparada de tierra,  alcanzó al  «Huáscar», le causó algunos pequeños desperfectos y mató al teniente 2do.Carlos de  los Heros.  Después un tiro del  «Huáscar» desmontó al cañón chileno de 300 libras, que estaba a cargo de Patricio Lynch, que meses más tarde, se haría conocer como jefe feroz de la expedición depredadora que saqueó e incendió puertos peruanos. El duelo de artillería  se entabló en una proporción de 4 a 40 cañones. Los chilenos telegrafiaron a un cercano puerto del Sur donde se encontraba el «Blanco Encalada»  para que partiera a toda maquina y diera caza al  «Huáscar», pero el acorazado chileno llegó una hora después que el monitor había partido  El acorazado chileno tenía ahora un nuevo comandante que era el Capitán de Navío  Juan Esteban López que los días anteriores había estado patrullando la costa desde Iquique hasta Caldera. Fue en su recorrido que el «Blanco Encalada», capturó  cerca de Iquique a una lancha torpedera peruana, con 4 tripulantes que tenían como jefe al inglés Juan Schertzer, especialista en la fabricación de cohetes. Este recibía un sueldo de 10 soles diarios y la oferta de diez mil soles por cada acorazado que destruyera y otras sumas menores por otros barcos Cuando el  «Huáscar» salía de la bahía de Antofagasta rápidamente par no verse sorprendido por el «Blanco Encalada»” repentinamente describió una curva en su ruta, a causa de que en la rueda del timón se habían  atascado, las cadenas que lo hacían accionar. Grau dispuso alcanzar Punta Moreno para al amparo de la noche que llegaba,  hacer con tranquilidad las reparaciones, que duraron cinco horas pero permitieron al  «Huáscar», estar listo a las 11 de la noche. Pese a que se sabía que el acorazado chileno «Blanco Encalada» estaría llegando a Antofagasta y que de inmediato  iba tratar de darle caza, Grau dispuso que el barco permaneciera en Punta Moreno el resto de la noche y que al amanecer siguiera su ruta rumbo al Norte. En esos momentos el «Blanco Encalada» iniciaba la caza del monitor, pero se dirigía al sur.  

 Siguió el  «Huáscar»  su retorno al norte entrando a los puertos de Cobija, Tocopilla e Iquique, para llegar a Arica en la tarde del 31 de  agosto.   

En Chile causó gran contrariedad esta nueva incursión del  «Huáscar» y un diario de Santiago decía: “Hasta hoy el Huáscar visita nuestros puertos,  destruye lanchas, entra en nuestro mar como en su casa, va a Antofagasta que es plaza fortificada y la bombardea, se entretiene en disparar sobre el Abtao y le mata diez hombres, entra y sale, juega con nosotros como los gatos con los ratones.” 

Grau al retornar a Arica, emitió el siguiente parte:  

Comandancia General de la Primera División Naval, a bordo del monitor  «Huáscar”.al ancla, Señor Contralmirante, Comandante General de las baterías y fuerzas de la plaza. S.C.G. 

El 22 del presente a las 3.30 a.m. zarpé de este puerto con este monitor y el transporte “Oroya” en cumplimiento de las instrucciones que se dignó impartirme el Excelentísimo Señor, Supremo Director de la Guerra

Conservando convoy me dirigí al sur  y llegué al puerto de Pisagua a la 1 p.m.  de día 23 de donde  comuniqué por telégrafo con el Capitán de Puerto de Iquique, a fin de continuar el viaje  con la oportunidad  determinada con las mencionadas instrucciones. Conseguido esto, a las 4,30 p.m me dirigí a Iquique  y fondeé en él a las 8,30 p.m.  

Aquí, después de comunicar con tierra, recibí las últimas instrucciones de S.E.  y zarpé a la 1.45 a.m. con rumbo sur. Sin novedad alguna llegué a la Punta Jara a las 4 p.m del 24.Estando a esta altura, avisté un vapor que salía de Antofagasta  y que pronto reconocí ser  el “Ilo”.Mandé un oficial a su bordo, para que practicase la visita de guerra. 

A las 10 p,m.  llamé al comandante del “Oroya» y le ordené se conservara con su buque a la altura  de Antofagasta, ejerciendo la vigilancia debida, mientras el  «Huáscar» permaneciese dentro del fondeadero. Todo prevenido, me dirigí a la 1 a.m. a él. Los buques enemigos, «Magallanes» y Abtao, así como el transporte “Limari” y otro vapor pequeño se encontraban anclados detrás de los mercantes y muy próximos a tierra y  en el momento en que atravesaba  la primera línea de ésta , se dio señal de alarma por medio de un cohete de luces que partió de una embarcación  menor, probablemente la de ronda. Continué, sin embargo, internándome por entre los buques con alguna dificultad, en busca de los enemigos que proyectados sobre tierra era difícil ver en la oscuridad, hasta llegar a 300 o 400 metros de ellos. En tal situación no era prudente  atacarlos con el ariete, porque fondeados inmediatos a los arrecifes del norte y del sur que forman la poza, en la oscuridad de la noche y entre 14 buques mercantes que llenaban el fondeadero, se hacía inseguro gobernar con acierto para llegar hasta ellos, aparte del  peligro que se corría de chocar con una roca. 

No podía tampoco hacer uso de la artillería, porque ya estaba aclarando el día y era comprometido trabar combate en medio de buques  neutrales, a los que podía ocasionarse algún daño de consideración. 

 Tuve pues que retirarme a las 6 a.m. por no ser conveniente la permanencia del buque en ese lugar; y media hora después que estuve fuera de tiro  de los buques, salí del puerto, gobernando en demanda del «Oroya» al cual me uní a las 7.15 a.m. y seguí en convoy con él, en dirección al puerto de Taltal 

El 26 a las 8 a.m. llegamos a ese puerto y se tomaron en él nueve lanchas de las que estaban a flote, dejando dos que se encontraban cargadas con mercaderías; seis de ellas, las que se encontraban en buen estado fueron amarradas a remolque del «Oroya» y las tres restantes destruidas. También se tomó una lancha a vapor que estaba varada y a la cual intencionadamente se le había  destapado por los enemigos, las cajas de estopa de la chumacera de la mariposa; se trajo al costado del buque haciendo mucho agua, y a pesar de los esfuerzos que se hicieron, fue imposible impedir que se fuera a pique. En este puerto se encontraron fondeados dos buques mercantes alemanes cargando salitre, el vapor inglés “Chala” y un pontón abandonado y sin pabellón alguno. Por los primeros supe que el «Blanco Encalada» había estado en el puerto la víspera, y había salido el mismo día, según se decía con dirección sur. 

A las 12 del día despaché al «Oroya» con destino a este puerto con las seis lanchas que antes he indicado, dando a su comandante órdenes de destruirlas en alta mar, o echarlas al garete, en seguida me dirigí nuevamente al fondeadero y saqué de él a remolque el pontón 

 Fuera del puerto y tomando como blanco a éste último, se hizo ejercicio de fuego de artillería durante dos horas, después de cuyo tiempo se le acabó de destruir. En la noche de este día he mantenido al buque cruzando como a 25 millas frente a Taltal, en cuyo crucero encontré y reconocí a la barca norteamericana “Isaac Hall, que procedente de Tocopilla se dirigía ese puerto. 

Al amanecer el 27, hice rumbo al norte, recorriendo la costa muy próximo a ella para reconocerla, entrando en el trayectos en los puertos Blanco Encalada y Cobre; y desde la puesta de sol, mandé a disminuir el andar de la máquina a fin  de pasar la noche a barlovento de la entrada de Antofagasta. 

A las 11 a.m. del 28, avisté dentro de la ensenada de este último puerto, un buque que navegaba a vela, me dirigí a él y mandé a reconocerlo. Este buque que había salido del puerto en la mañana era la barca inglesa “Birky” que cargada de salitre se dirigía a Falmounth  Plymouth Cork por órdenes.

Terminada la visita de guerra a este buque me aproximé al fondeadero para observar a los enemigos, y con la intención de rastrear el cable telegráfico si es que era posible, pero a la 1.36 m, cerca del 21, fui sorprendido por los disparos de artillería de los buques enemigos. Inmediatamente se tocó zafarrancho y rompí mis fuegos a las 2 p.m. Desde ese momento se trabó un sostenido combate entre este buque por una parte y las baterías de tierra y buques enemigos por la otra. 

Componíanse las primeras por  cinco cañones, uno de ellos  de calibre de 300 en el norte de la población, y cuatro de a 150 en dos baterías, situadas en el centro una de ellas. El “Abtao” con su máquina apagada presentaba su costado con tres cañones de 190 y se movía a espía para hacer fuego y ocultarse enseguida tras de los buques mercantes situados en el fondeadero, y finalmente la «Magallanes» hacía igual maniobra mediante su máquina, para disparar su cañón de 115, el de 64 y los de menor calibre con los que estaba artillada  La distancia que al principio me distanciaba de los enemigos era de 3.000 yardas, según las indicaciones del micrómetro y la puntería de éstas, toda bien dirigida, pasaban sobre el «Huáscar» a corta distancia. A las 3.15 p.m. me acerqué más al fondeadero, buscando una dirección clara, a fin de dirigir mis fuegos sobre los buques enemigos, ocultos entonces detrás de los mercantes; pero estos habían suspendido ya sus fuegos y a las 4.15 p.m. estando a 2.300 yardas de distancia, volvieron a disparar, sólo las baterías y se trabó nuevamente el combate con ellas, por no poder dirigir nuestra puntería sobre los buques, sin herir a los mercantes. A las 5.30 p.m. cesaron los fuegos de tierra completamente, a pesar de haber hecho el buque a mi mando los tres últimos disparos 

Teniente de segunda, Carlos de los Heros

El número de tiros hechos por las baterías de tierra y buques ha sido de 110, al mismo tiempo que éste sólo ha hecho 26 con los cañones de 300 y dos con los de 40, en razón de  que hallándose el mar picada, se experimen- taban fuertes balances que dificultaban la puntería y era necesario esperar los sagíos, y las oportunidades conve- nientes para dirigirlas. De aquellos sólo una bomba ha tocado a este buque, proveniente del cañón de tierra de 300. este proyectil atravesó la chimenea, a cuatro pies de altura sobre la cubierta, rompiendo la cadena que sirve para izarla y la brazola de babor del escotillón de las calderas, tocó después en la cubierta y estalló causando ligeras averías en ellas y arrojando al agua una  percha  colocada allí. Como consecuencia de la explosión desapa- reció completamente el teniente 2ª don Carlos de los Heros, que se encontraba en ese lugar y fue herido por las astillas el marinero, alumno de la escuela de Condestables, Alcides Gutiérrez. 

Al dar a Ud. cuenta de la pérdida de aquel inteligente oficial, siéndome vivamente impresionado, recordando los méritos personales que lo adornaban y la celosa puntualidad que en toda ocasión de servicio ha manifestado para  cumplir con su deber, así como el valor y serenidad que ha desplegado en las acciones de armas, que ha tenido este buque en la presente campaña. 

Adjunta encontrará Ud. una relación de los jefes, oficiales y tripulantes que se han encontrado presentes a bordo en el momento de este combate y me es satisfactorio asegurar a Ud. que todos se han distinguido en el cumplimiento de sus deberes.   

A las 10 p.m. estando aún dentro de la ensenada se avistó un vapor por el lado sur. Suponiendo que fuese el «Blanco Encalada”, salí a reconocerlo, pero debido a la oscuridad de la noche se perdió de vista y probablemente entró al puerto, a juzgar por un cohete de luces que vimos salir de ese lugar. Permanecí, sin embargo, cruzando en la boca de la ensenada hasta la 1.30 a.m. del 29, en que me dirigí al norte.  

A las 9.45 a.m. del mismo día, entré en el fondeadero de la guanera de Mejillones de Bolivia, tomé una lancha a vapor, y con ella a remolque continué mi viaje,  próximo siempre a la costa. A las 2.45 a.m. entré en Cobija, en donde se encontraba anclada la carbonera de guerra francesas “Decrés” y a las 5 y 55  estuve en  Tocopilla 

En este último puerto tome cuatro lanchas que estaban a flote y se pasó la vista de guerra a los tres buques mercantes que estaban en su fondeadero. Por ellos me he informado que en la mañana de este día, se habían internado con dirección a Calama, más de doscientos hombres de la fuerza enemiga, conduciendo algunos artículos de guerra, carretas y herramientas, y he podido ver desde el buque que existe en la población una partida de 300 o 400 mulas.  

Continué mi viaje y llegué al puerto de Iquique ayer a las 5.15 p.m.; allí se encontraba fondeada la fragata de guerra norteamericana “Pensacola”. Después de comunicar por telégrafo para tomar órdenes del Excelentísimo Señor General, Director de la Guerra y de recibir a bordo por disposición del Señor General en Jefe del Ejército del Sur a los señores pasajeros, que constan en la relación adjunta, zarpé con dirección a este puerto, en el que he fondeado hoy a las 5 p.m. 

Todo lo cual tengo el honor de participar a Ud. para que por su conducto llegue a conocimiento del Señor Excelentísimo General Conductor de la Guerra.- Dios guarde a Ud. U.S.S.C.G. Miguel Grau. 

Grau no menciona en su parte el asunto de los torpedos.  El 23 a las 8 de la noche arribó a Iquique donde llegaron a bordo, el Ingeniero Felipe Arancibia y el técnico inglés Stephen Chester expertos en la construcción de torpedos tipo Lay, de los que habían 3 en Iquique. Al  «Huáscar»  fueron izadas tres lanchas torpedos, aun cuando Grau no era partidario de los torpedos Lay, sino de los  Whitehead. Cuando llegaron  a Punta Jara cerca de Antofagasta, Grau hizo pasar al vapor  inglés “Ilo” que salía de la rada y allí encontraron  al Alférez de Fragata Ricardo Herrera, que era de la dotación del monitor pero que había sido dejado en anterior incursión en el litoral chileno en misión de espionaje, por lo cual  reincorporado a la tripulación, después de 40 días de haber estado en territorio enemigo. Herrera proporcionó valiosa información a Grau y entre otras cosas hizo conocer que el «Blanco Encalada» con el Ministro de Guerra Santa María a bordo había estado incursionando la costa, desde Arica, hasta Iquique, y en el trayecto había capturado a una lancha torpedera peruana de 4 personas, todas de nacionalidad extranjeras, comandadas por el ingeniero inglés Scott, que había sido sometido a Consejo de Guerra y se aseguraba que sería fusilado; que el «Cochrane» sería modernizado en Valparaíso, que el transporte Amazonas había sido dotado con cañones Armstrong de grueso calibre; que los chilenos sabían del viaje de la «Unión» al estrecho de Magallanes y habían enviado  a la “O’Higgins” para atraparla. 

El 12 de setiembre quedo nuevamente el «Cochrane» en condición de poder zarpar del dique de Valparaíso. , con sus calderas reparadas,  las máquinas lubricadas  y las piezas gastadas reemplazadas. Se le había provisto de ametralladoras pesadas recién llegadas en el  “Gleneg” y de grandes faros eléctricos para detectar a los torpedos en la noche. La salida del dique fue presenciada por el propio Presidente Pinto y por una muchedumbre que lo aplaudía, a la cual arengó haciendo conocer que el nuevo  comandante del «Cochrane» era el capitán de navío Juan José La Torre, cuya única misión, sería la de dar caza al  «Huáscar». El acorazado chileno podía ahora desarrollar una velocidad de  doce millas y media por hora, es decir más que la velocidad del  «Huáscar». Pinto dispuso entonces, que de inmediato el «Cochrane» escoltado con la «Covadonga», se dirigiera a Mejillones, para montar allí guardia mientras se efectuaba la reparación del «Blanco Encalada». El día 13 de setiembre, entraron al dique de Valparaíso «Chacabuco», el «Loa», la “O’Higgins “y la «Magallanes», es decir que en breve toda la flota chilena iba a estar en óptimas condiciones para destruir al  «Huáscar». 

Cuando Grau  ingresó a la rada de Antofagasta, encontró que estaban en ese lugar la «Magallanes», la “Abtao” y el transporte artillado “Limari” . Se decidió entonces torpedear a la «Magallanes». El tremendo aparato fue lanzado al agua pero tras de un corto trecho giró y se dirigió al  «Huáscar», ante situación tan angustiosa se lanzó al agua el alférez Diez Canseco que logró desactivar  al torpedo, que luego fue izado a bordo. Después Grau envió los dos torpedos al «Oroya» en previsión de que el monitor entrara en combate. 

Al llegar a Arica Grau envió la siguiente carta de pésame al padre del teniente de los Heros