GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VIII:

LA GUERRA DE CHILE CONTRA GRAU

1.- Grau frente a Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique: cartas de pésame

5.- La captura del “Rímac”

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valparaíso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

 

6.- El último cumpleaños 

El sábado 27 de julio Grau cumplía 45 años que los pasó en Arica donde acababa de llegar después de la captura del “Rímac”. 

En ese día también despedían al capitán de fragata paiteño Ezequiel Otoya, que durante muchos años había acompañado a Grau y era el segundo Jefe del  «Huáscar». Se le tenía listo un ascenso, pues se le enviaba como comandante de otro barco y  tendría  que informar sobre el ensayo de un submarino que el Ingeniero Federico Blume había inventado en Paita. Eso evitó  que estuviera presente en Angamos el 8 de octubre y se hubiera convertido en otro héroe más. En su lugar y a pedido de Grau fue nombrado  el chiclayano capitán de corbeta Elías Aguirre, el mismo que siendo comandante del transporte “Chanchamayo” hacía tres años,  zozobró  frente a Sechura, por lo cual fue sometido a un juicio naval, en cuyo tribunal estuvo Grau. A Elías Aguirre le estaba también reservada la gloria. 

 Una gran cantidad de marinos y autoridades de Arica lo fueron a visitar a bordo a Grau. Este posteriormente   invitó a un pequeño grupo a  una  comida, en el  «Huáscar». En el grupo estaban los representantes del Presidente Prado, su amigo el contralmirante Montero y también estuvo el periodista y corresponsal de “La Opinión Nacional”, Julio Octavio Reyes que desde hacía tiempo estaba destacado en el  «Huáscar». El acto fue animado por un grupo musical de 8 marineros.  

El escritor Abelardo Gamarra,  escribía años más tarde que el primer coctail se sirvió en cubierta y el brindis fue hecho por Montero, que recordó la vieja amistad que lo unía a Grau y las jornadas revolucionarias que habían hecho juntos. Luego a las cinco y media pasaron al comedor y la mesa era alegre, bulliciosa, sin etiquetas ni formalidades. Eso se contagió hasta a los marineros que hacían el servicio, aunque respetuosos y exactos. En medio de toda esa alegría a veces a Grau se le veía preocupado. Cuando el grupo reía por las bromas que se hacían, se oyó afuera un penetrante alarido. Grau dejó la servilleta y se levantó apresuradamente y subió por la escalera del salón  y encuentra a un grupo de marineros agolpados en un lado de la cubierta, los que informan a Grau de lo ocurrido. Minutos después se reincorpora al grupo  y busca de tranquilizarlos diciéndoles, que se trataba de un  viejo lobo marino que había tropezado con el casco del buque y aullando se había retirado, lo cual para los marinos era como signo de desgracia. Para los contertulios que no eran marinos, la noticia no tenía interés alguno, pero en  los marinos, se notó mucha preocupación. Un civil, exclama ¡ qué niñería¡, pero el teniente Diego Ferré en voz muy baja dice: tengo la plena seguridad que el comandante lleva ya una como una lágrima caída en el corazón. En efecto, desde ese momento Grau se tornó silencioso y como recogido en sí mismo. Se hubiera dicho que elevaba  mentalmente alguna plegaria  a la dulce memoria de sus padres, una invocación misteriosa al honor de su patria y un postrer juramento a su bandera. Sigue contando Abelardo Gamarra “El Tunante”, que la comida concluyó sin animación, los amigos se retiraron, cada cual fue a sus puestos y a las seis de la tarde  con las primeras sombras de la noche, el “Huáscar levó anclas, se estremeció orgulloso, palpitó sobre la superficie de las aguas con aquel aliento poderoso, hendió el mar con su quilla y dejando una blanca estela como la cauda de una cometa, se perdió entre las sombras para no volver más, llevando en sus entrañas, todos el corazón del Perú. Eso fue lo que dijo el periodista, pero Grau volvería una vez más a Arica.