4.- El Perú se prepara
Ante lo peligroso de la
situación, Grau solicitó licencia al congreso para
reincorporarse a la marina y le fue confiado el mando del «Huáscar».
Posiblemente, Grau sentía predilección por este barco, pero
para los intereses del Perú mejor hubiera sido que se le
diera el mando de la “Independencia” que el barco más
poderoso del Perú.
También dejaron el congreso,
el capitán de navío paiteño, Camilo Carrillo que era
presidente de la cámara de diputados, en los primeros días
de febrero y el contralmirante Montero que era senador,
para ponerse a disposición de la marina.
Cuando el 14 de febrero el gobierno
peruano envió al sur en
un transporte las primeras fuerzas con el coronel Velarde,
se evitó así, que los 10.000 chilenos que vivían en la
provincia de Tarapacá pudieran dar un golpe y apoderarse de
ese territorio. Los chilenos por los varios espías que
tenían en el Callao conocieron en forma oportuna la partida
del transporte y el Ministro de Chile en el Perú, Joaquín
Godoy, pidió el 13 de marzo a su gobierno, la captura del
transporte. Godoy fue un belicista que intrigó mucho a favor
de la guerra. El transporte ancló en Arica donde estuvo un
buen tiempo y llegó a su destino el 8 de abril, o sea
después de tres días de declarada la guerra.
El general La Cotera que
había llegado a Iquique el 1° de abril, con la tercera y
última fuerza, permaneció algunas semanas al frente de esa
plaza, siendo después llamado a Lima por el presidente Prado
y en su lugar fue nombrado el coronel Justo Pastor Dávila.
Eso a la postre resultó perjudicial para el Perú, pues la
Cotera era más competente.
A mediados de abril, se
encontraba en el sur un ejército de 6.000 hombres que
constituía todo el ejército peruano de línea disponible. Se
distribuyeron los contingentes desde Arica hasta Pisagua,
lo que nos perjudicaba por que Chile concentraría toda su
fuerza sobre un solo punto, como así ocurrió después. Fueron
estos soldados los que cargaron con casi todo el peso de la
guerra en el sur y parte de ellos estuvieron en la batalla
de Tarapacá y en la retirada por el desierto.
Grau se dedicó en marzo y
abril, con empeño a preparar a su tripulación y arreglar el
barco, así como avituallarlo para que estuviera listo para
zarpar en cualquier momento. El 5 de abril estando a
bordo, recibe de palacio, el siguiente lacónico mensaje:
Guerra declarada, proceda según órdenes, Del Solar. El
mensaje era enviado por el general Pedro del Solar, ministro
de Guerra.
Cuando trascendió en los
altos círculos la noticia de la declaratoria de guerra, las
campanas de la iglesia catedral y de todas las demás
iglesias de Lima, tocaron a rebato. La mayor parte de la
gente que ignoraba la gravedad de la situación
internacional, se lanzó alocadamente a las calles y allí se
enteró de que el Perú estaba en guerra. Una gigantesca y
delirante muchedumbre se congregó en la Plaza de Armas ante
palacio y pidió que el presidente Prado hablara. Este en
realidad se encontraba sumido en tremendas preocupaciones,
por cuanto era consciente de la precaria situación en que
estaba el Perú, pero se vio precisado a pintar un cuadro
optimista. Dijo Prado: “hicimos cuanto nos fue posible por
mantener la paz, y haremos cuanto sea posible por ganar la
guerra que el Perú acepta con orgullo. Han querido guerra y
guerra tendrán”. El pueblo impulsivo e ignorante, gritaba en
un clamoreo general ¡la guerra¡ ¡la guerra¡.
El mismo día 5 de Abril, se
embarcó rumbo a Iquique el general Juan Buendía que iba
hacerse cargo de todo el ejército del Sur y como jefe de
estado mayor iba el coronel Pedro Bustamante, llevando
200.000 pesos para atender a los gastos de la campaña.
Tomaron el barco comercial inglés «Santa Rosa» en el mismo
que viajaban casi 400 chilenos que retornaban a su país. El
capitán del barco temiendo el secuestro de Buendía le
aconsejó que desembarcara en el primer puerto, y así lo
hizo, bajando en Chala haciendo el resto del largo recorrido
por tierra, hasta Iquique a donde llegó el día 18.
Igualmente el 5 de abril, la
escuadra chilena puso bloqueo a Iquique quedando sus barcos
inactivos un buen tiempo. Presionado el presidente Prado por
la prensa y por la opinión pública que demandaba acción,
ordenó el 8 de abril que zarpara al Sur la corbeta «Unión»
al mando de Aurelio García y García y la «Pilcomayo» que
estaba el mando del capitán de navío paiteño Antonio de la
Guerra y Gorosti, el mismo que seguiría al mando del barco
hasta el 23 de abril en que es nombrado ayudante del
presidente Prado. En su trayecto avistan el 12 de abril al
transporte chileno «Magallanes» a la altura de Chipana, al
que se trató de capturar, pero que por su mayor
velocidad logró escapar.
Grau se dirige al ministro de
Guerra y al comandante general de la armada, contralmirante
Antonio de la Haza (paiteño), pidiendo con urgencia,
repuestos para las calderas y maquinaria, vestuario para la
tripulación, remedios y anestésicos, anteojos para los
vigías y siempre las granadas Palliser.
El 10 de abril sale del
Callao el contralmirante Montero en el «Talismán», y llega a
Arica el 13, asumiendo la jefatura militar de ese puerto y
la tarea de artillarlo.
El 15 de abril, el presidente
Prado emite un decreto disponiendo la salida de todos los
chilenos que estuvieran en el territorio nacional. Respondía
así a una medida similar dada por el gobierno chileno.
Conocida la declaración de
guerra, se aceleraron los preparativos en el monitor. Le
alegró mucho a Grau tener como segundo al paisano, el
paiteño capitán de fragata, Ezequiel González Otoya.
También le agradó que el acaudalado teniente 1° Diego Ferré
que recién se había reincorporado a la marina hubiera
elegido a su nave. Había otro conocido en la tripulación: el
médico Santiago Távara de ascendencia piurana. Como
integrantes de la tripulación le fue asignada una compañía
del batallón Ayacucho a cargo del capitán Mariano
Bustamante y la columna «Constitución» mandada por el
capitán paiteño Manuel Arellano. Entre los tripulantes al
servicio directo de Grau se encontraba el mayordomo Pineda
que lo conocía desde 1872 y sabía de todas las costumbres de
su jefe, como desayunarse con una taza de café a la que
agregaba una cucharada de coñac o whisky. En la tripulación
habían varios marineros de Paita y Sechura.