GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO VI:

CHILE DECLARA LA GUERRA AL PERÚ

1.- Los problemas chileno-bolivianos

2.- Chile declara la guerra al Perú

3.- El ejército y la armada

4.- El Perú se prepara

5.- La escuadra chilena en acción

6.- Juntas de alto nivel

7.- Carta del 8 de mayo a su esposa

8.- Prado asume la dirección de la guerra

9.- La escuadra rumbo al sur

 

1.- Los problemas Chileno Bolivianos 

En 1879, era presidente de Bolivia el general Hilarión Daza.  Era Daza un hombre totalmente irresponsable y en su afán de imponer elevados impuestos a las compañías salitreras de Antofagasta, que estaban en manos de empresarios chilenos, dio origen al conflicto

En 1879, el Perú no tenía por el sur, límites con Chile, sino con Bolivia la cual era poseedora del departamento de Atacama o El Litoral el que estaba constituido por el dilatado desierto de Atacama y tenia como capital el puerto de Antofagasta. En 1840 se descubrieron depósitos de guano cerca de Mejillones. Desde 1860, dos empresa- rios chilenos hallaron en esa región ricos yacimientos de salitre y de bórax, habiendo logrado que el gobierno boliviano les otorgara concesión con exclusividad para su explotación, durante quince años. En 1870 otro chileno descubrió en el interior del desierto en Caracoles, una rica mina de plata. A lo largo de los años, una gran cantidad de mineros chilenos fue llegando para trabajar en esos yacimientos. Los mineros bolivianos acostumbrados a su elevada y fría meseta no se sintieron atraídos por esas fuentes de trabajo. Fue así como a la vuelta de pocos años, la provincia de Atacama estaba habitada casi totalmente por trabajadores chilenos. 

Chile ambicionaba  Atacama y desde 1860 venía proponiendo su compra a Bolivia, o la permuta con territorios peruanos, pues entre los dos países se proponían desmembrar el sur del Perú. 

Desde 1866, se descubrieron  en el departamento su- reño de Tarapacá, lindante con Bolivia, yacimientos de salitres. Eso parecía ser una suerte para el Perú, pues la nueva riqueza reemplazaba a la del guano que había sido dilapidada. Se formaron compañías explotadoras inglesas, arequipeñas y chilenas, estas últimas en menor propor- ción. En 1868 se creó un impuesto de cuatro centavos por quintal de salitre exportado y en 1873 se creó el Estanco del Salitre, por el cual las empresas explotadoras de- bían de vender el producto al estado peruano a S/. 2,40 el quintal, debiendo salir el mineral por el puerto de Iquique. En caso  que el gobierno del Perú lograse vender el salitre a mayor precio que S/.3.10, se aumentaría también el precio de compra a las empresas. Esto no fue bien visto por las empresas que fomentaron disturbios por lo cual el gobierno peruano envío a Iquique, a las naves «Atahualpa» y «Manco Capac». Las empresas ofrecieron pagar un impuesto de 15 centavos por quintal de salitre exportado, pero el gobierno no aceptó. En Tarapacá el gobierno peruano tenía el total control de la situación, lo que no ocurría con Bolivia en el departamento de El Litoral. 

Ministro plenipotenciario, don José Antonio Lavalle y Arias, enviado por el gobierno peruano a Chile.

En 1866, en plena guerra contra España, Chile y Bolivia celebraron un tratado, por el cual los limites dejaban de ser el paralelo 25° para retroceder  en perjuicio de Bolivia  hasta el paralelo 24°. Y eso no era todo, sino que se acordó que los impuestos de exportación  de yacimientos situados entre los paralelos 24° y 23° se repartirían  por igual, es decir que prácticamente era una soberanía compartida entre ambos países. 

En el tratado había otra cláusula de acuerdo a la cual, en caso de desear  vender  parte de territorios en la región, el otro país contratante tendría la preferencia. 

En 1872 el general Mariano Melgarejo que era presidente de Bolivia y admirador de Chile, concedió a la compañía Melbourne y Clarke, que luego se llamó  «Compañías del Salitre y del Ferrocarril de Antofagasta», una extensa zona en Atacama para explotar minerales, sin pagar impuestos. La compañía tenía socios  a ingleses y chilenos de los altos círculos políticos. En 1876 el general Hilarión Daza toma el poder con golpe de estado y el 14 de febrero de 1879, creó un impuesto de diez centavos por quintal de salitre exportado, lo cual originó una generalizada protesta de los empresarios chilenos, la misma que fue amparada por su gobierno. Como las autoridades aduaneras bolivianos exigieron el pago del impuesto, los empresarios chilenos se quejaron de abusos y vejámenes.  

Domingo Santa Maria, Ministro chileno de Marina. Uno de los mas empeñados en llevar adelante la guerra

Cuando se dio la disposición del impuesto, Daza escribió irresponsablemente al prefecto del departamento del Litoral, lo siguiente: 

Tengo una buena noticia que darle. He fregado a los gringos accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, decretando el 1° de febrero la reivindicación de las salitreras y no podrán  quitárnosla por más que se esfuerce el mundo entero. Espero que Chile no intervendrá en este asunto empleando la fuerza, su conducta con la Argentina revela de manera inequívoca su debilidad e impotencia, pero si nos declaran la guerra, podemos contar con el apoyo del Perú, a quien exigiremos el cumplimiento del «tratado secreto» 

Daza subestimó el poderío de Chile y por otra parte se mostró exigente y desafiante  con ese país confiado en el tratado secreto con el Perú de 1873. Hay que agregar que la diplomacia chilena en Lima desde 1873 tuvo copia del llamado «tratado secreto». 

Los acontecimientos se precipitaron y desde el 14 de febrero Chile rompía sus relaciones diplomáticas con Bolivia y el mismo día, el ejército chileno ocupó sin ninguna resistencia el puerto de Antofagasta, y el pueblo en su mayoría chilenos, recibió a las tropas en forma delirante y de inmediato aparecieron banderas chilenas en todas las casas. Se dio el caso de que las tropas chilenas brindaron protección a la pequeña guarnición boliviana, porque el pueblo estaba enardecido contra ellos. Antofagasta  ya nunca jamás volvería a Bolivia. Un chasqui llevó la noticia a Daza, pero como era carnaval el presidente, guardó la noticia durante tres días y luego envió a Lima a un embajador extraordinario para exigirle al Perú el cumplimiento del tratado secreto. 

El Perú en un esfuerzo desesperado por impedir la guerra mandó a Chile a un enviado especial, don José Antonio Lavalle y Arias, el cual salió del Callao el 22 de febrero y arribó a Santiago el 4 de marzo. Lavalle encontró que tanto el pueblo como la prensa chilena eran totalmente contrarios al Perú, mientras que Bolivia casi era ignorada. Por desgracia, tanto en Chile como en el Perú había mucho elemento belicista, sobre todo el pueblo. 

Joaquín Godoy, embajador de Chile en Lima. Actúo como espía y en todo momento trató con intrigas de que se produjera la guerra

Lavalle tuvo la impresión que el presidente chileno don Aníbal Pinto y su ministro Santa María eran partidarios, cuando menos aparentemente, que el problema se resolviera con un arbitraje. Pinto en especial mostraba buena voluntad pues era compadre del presidente peruano Mariano Ignacio Prado. Las cosas iban bien encaminadas cuando en forma abrupta, sin consultar con el Perú, Daza declara la guerra a Chile el 14 de marzo de 1879. Esa noticia se conoció en Santiago de Chile cuatro días más tarde y los periódicos chilenos sacaron a relucir el tratado secreto y según decían la intención conjunta de Perú, Bolivia y Argentina de atacar a Chile. Ante esta situación, pero sobre todo por la declaratoria de guerra de Bolivia, la misión Lavalle se dio por terminada, pues el 24 de marzo, Pinto exigía que el Perú declarase su neutralidad.  El 4 de abril o sea, en vísperas de la declaratoria de guerra, salía Lavalle en el mismo barco en que Piérola retornaba al Perú. 

En marzo, Grau en un intento casi postrer de evitar la guerra, solicitó al ministro  de Chile en el Perú, Joaquín Godoy, una entrevista que se realizó en el hotel Maury, haciéndole conocer que había hablado con el embajador de Estados Unidos en Lima y que ese país estaba dispuesto a interponer sus buenos oficios para lograr una solución pacífica de las diferencias. Pero ya la situación se había deteriorado en demasía y lo que no sabía Grau, era que precisamente Godoy era del grupo belicista de Chile.