Libros
FE
26
|
|
Independencia El acuerdo entre los dos grandes partidos, PSOE y PP, en torno al terrorismo es una buena noticia y mejor lo fuera si los principios en torno a los cuales se sientan el Gobierno y la oposición, la democracia y el constitucionalismo, incluyeran la defensa explícita de la unidad de España.
Los llamamientos hechos al PNV son ininteligibles para Arzallus, su presidente y
ayatollah. En la lógica del independentista, de izquierda o derecha, la lucha armada es una opción. De propina, le sacan la rentabilidad política obtenida de los atentados, el separatismo institucional. Ignoran que, de lograr la independencia, se podría dislocar ETA pero se mantendría la red de organizaciones de la izquierda vasquizante, que pretenderían el acceso al poder. El gobierno nacionalista del PNV se vería forzado a recurrir al irredentismo patrio y, desde su independencia política, iniciar una campaña por la anexión de territorios en Francia, Santander, Burgos, Navarra. Mantener hirviendo la olla nacionalista para evitar la guerra civil.
Esta sencilla predicción desmonta la “lógica” del “que se vayan” o “no son españoles” sin necesidad de recordar que los territorios no tienen derechos históricos, son las personas los sujetos de derecho. Guipúzcoa se unió a Castilla en el siglo XI. Su junta general, en 1468, hizo jurar al rey Enrique IV que “jamás enajenaría de su Corona las villas, pueblos, etc. ni Guipúzcoa entera”. Que la junta de ahora y el rey de ahora no olviden la palabra dada. Álava siguió el mismo camino e impuso al rey el mismo juramento. Vizcaya se unió a Castilla voluntariamente en 1179. El 4 de julio de 1795 la Diputación de Vizcaya ofreció “derramar hasta la última gota de sangre” por la independencia española. Hasta el enloquecido Sabino Arana el 22 de junio de 1903 propuso abandonar el nacionalismo vasco y defender el españolismo de los vascuences. Esa es la Historia, pero Arzallus prefiere optar por la suya, la historia imaginada que nunca sucedió, en palabras del director de la Biblioteca Nacional, Jon Juaresti.Y como declara Arzallus a una revista alemana, por su historia imaginaria los catalanes no cogen las armas pero los vascos sí. ¡Pesadillas!
La democracia no necesita más defensores, tiene suficientes. La unidad de España, flores diversas de un mismo jardín, sí; sin vincularla a sistema o corriente política, está por encima y es necesaria para conseguir una España grande y libre. La causa rebelde. Vázquez
de Castro
|