Núm 28, II Época  - Noviembre 2000 - Edita FE -  La Falange  


Irreverencia danesa

Sin Estado de Derecho
Jesús López

Ratas en Sevilla                     

Miguel Ángel Loma

A vueltas con el agua
FE-JONS, Alicante

Déficit cero
Enrique Antiguedad

El Sistema se divierte
Manuel Parra Celaya

Premio Lluys Santa Marina
Ciudad de Cieza 2001

Un pintor falangista
José Mª Gª de Tuñón

Salarios y Aznar
Enrique Antigüedad

Atentado en Cantabria
Néstor Pérez

La deuda exterior
David Ferrer

Irreverencia danesa
José M. Cansino
 

Azul mahón
Emilio L. Sánchez
 

Un tribunal para Ramiro
El director
 

FE 26

Los sociólogos afirman que las cuestiones económicas pesan cada vez más a la hora de decantar el voto de los ciudadanos. Los politólogos toman buena nota de lo anterior por lo que el programa económico de cada partido político pesa progresivamente más en el conjunto de su oferta electoral. Únase a lo anterior el asentamiento de un pensamiento económico único en el conjunto de los partidos convencionales, y nos vemos diferenciando las ofertas electorales por el paquete de medidas a favor del lobby violeta o por los matices de unos duros de más aquí o allá. Fuera de lo anterior la comunión es general en el temor a la inflación, al déficit público, al mayor tamaño del sector público y a quedarse fuera del euro.
El dinero de todos está al servicio de la propagación del ideario de los poderosos. Con ese dinero “Chanquete” (q.e.p.d.), el abuelo de “Médico de familia” y todos los presentadores de telediario, nos cantan las virtudes de una nueva moneda fruto de una decisión política sobre la que ningún español ha podido pronunciarse directamente. Los referenduns sobre estas “minucias” sólo son para las democracias consolidadas; al menos eso deben pensar nuestros ilustres parlamentarios cuando decidieron no seguir el ejemplo de británicos, franceses y daneses que sí sometieron la decisión de cambiar de moneda nacional a la voluntad de sus ciudadanos.
Sorprendentemente este último país, Dinamarca, nos ha venido a demostrar que el pensamiento económico único puede vencerse incluso cuando dispone de tan grandes apoyos económicos. Los daneses no sólo han manifestado que no desean abandonar su moneda nacional sino que también quieren mantener su sistema público de bienestar social lejos de las recomendaciones de adelgazar el Estado.
Como no podía ser de otro modo, antes que acatar la voluntad danesa con el respeto que toda nación merece, han comenzado a llover las críticas sobre la posible procedencia británica, austríaca o sueca de los fondos que han apoyado la decisión mayoritaria. Si a Falange le sobrase el dinero, también estaríamos en el punto de mira de quienes se ocupan de que en las consultas electorales salga “lo que tiene que salir”.
Algunos dirán que lo de Dinamarca ha sido una irreverencia; pues miren Vds. yo me apunto.

José M. Cansino