El
mariachi de la actualidad. ¡Puro comercialismo!
SEIN
El
dizque llamado “mejor mariachi del mundo” –calificativo
impuesto por su disquera–, el Vargas de Tecalitlán,
se ha convertido en una mera marca comercial. Su música
(El mariachi loco o New York New York) no corresponde
a la tradición del Occidente de México.
Durante
el siglo veinte la figura del mariachi atravesó por
una serie de cambios que lo alejaron de su esencia original
y, por lo menos, marcaron dos tendencias en su desarrollo:
al mariachi tradicional lo rebasaron las imágenes de
charro popularizadas por los medios masivos de comunicación.
Sin embargo, en la actualidad ha tenido una transformación
de tal magnitud que rompe con las principales características
de su antecesor.
Las
anteriores son algunas de las conclusiones de Jesús
Jáuregui Jiménez, quien recientemente habló
de las transformaciones del Mariachi Vargas de Tecalitlán
en el siglo veinte, en el marco de la XVII Feria del Libro
de Antropología e Historia, y cuya exposición
estuvo amenizada por numerosas referencias musicales, así
como por un concierto a cargo del Mariachi Tradicional de
Apatzingán, Michoacán.
Doctor
en antropología por el CIESAS y especialista en el
Occidente de México, Jáuregui Jiménez
cuestionó la permanencia de los rasgos originales de
los mariachis tradicionales en los modernos conjuntos con
orquesta, por lo que para resolver tal inquietud hizo un recorrido
pormenorizado por las principales etapas del Mariachi Vargas
de Tecalitlán.
«Se
ha construido todo un mito alrededor de este conjunto, de
tal manera que incluso se ha abierto al público el
Museo del Mariachi Silvestre Vargas, en el propio municipio
de Tecalitlán, Jalisco, con la intención de
narrar su historia, pero que adolece de una verdadera crítica
al discurso oficial», precisó.
En
la conformación del Museo, tanto la investigación
historiográfica de Jonathan Clark, como la asesoría
de Ignacio Orozco, «quedaron sometidos a una perspectiva
ideológica y a una intención museográfica
correspondientes al mito que sobre el mariachi han creado
los medios de comunicación masiva a partir de la década
de 1930».
Otro
de sus argumentos para criticar al guión museográfico,
es que no se haya recurrido a estudios fundamentales acerca
del tema, como los realizados por los etnomusicólogos
Irene Vázquez y Rolando Pérez Fernández,
los cuales rastrean las fuentes de la tradición mariachera
tanto en el son del sur de Jalisco, como la influencia que
sobre este último ejerció la rítmica
africana.
Y
aclara que ante la perspectiva de una historia sin sobresaltos
que se presenta acerca del Mariachi Vargas en dicho Museo,
amén de un enfoque «hiperlocalista», a
lo largo de sus investigaciones ha logrado distinguir «cuatro
grandes etapas contrastantes, que cuestionan la permanencia
de una tradición musical jalisciense, de la que este
conjunto sería el exponente por excelencia a largo
de más de una centuria».
En
el panorama presentado por el doctor Jáuregui Jiménez,
las primeras figuras del mariachi vestido de charro corresponden
al año de 1907, época heredera de una enorme
exaltación del folclor mexicano, y que había
dado inicio con «las modas de las orquestas típicas».
Antes
los mariacheros andaban de manta y huarache, rememora el especialista;
además, los grupos no pasaban de cuatro a cinco individuos,
por lo que incluso la instrumentación de los conjuntos
que en ese año se presentaron en una recepción
al secretario de estado de los Estados Unidos de América,
corresponde a una «genial improvisación rústica
de las orquestas típicas porfirianas».
La
presentación del mariachi jalisciense en ese evento
«fue un acontecimiento que impactó y generó
crónicas por lo característico de su conjunto,
su indumentaria netamente nacional y el sabor regional de
su música».
Mediante
un relato cargado de anécdotas, fechas e imágenes
de la sociedad mexicana, Jáuregui Jiménez hizo
gala del oficio de historiar y presentó las diferentes
vertientes por las que atravesó el mariachi fundado
por Gaspar Vargas en 1898, y cuyos primeros años se
limitó a «alegrar las fiestas de la comarca”
y a exponer la «amplia tradición regional del
sur de Jalisco».
Cabe
destacar que para el antropólogo, hay evidencia que
arroja serias dudas acerca de la designación de «jalisciense»
para esta música, pues a su juicio se trata de una
arbitrariedad de límites territoriales entre entidades
políticas; «de hecho la población de Nuestra
Señora de Guadalupe de Tecalitlán había
sido fundada en el último cuarto del siglo XVIII como
dependiente de la alcaldía mayor de la Provincia de
Colima».
En
su segunda etapa (1930-1950), cuando el Mariachi Vargas arriba
a la Ciudad de México, entra en contacto con Emilio
Azcárraga Vidaurreta, poco después de amenizar
la toma de posesión del general Lázaro Cárdenas
como presidente de México, y comienza el ascenso de
su popularidad. Sin embargo, aclara el investigador, también
se deja de lado parte de su origen.
«La
tradición jalisciense, pero también michoacana
y colimense que difunde el Mariachi Vargas durante su segunda
etapa, no representa toda su amplia variedad». Durante
el periodo, reflexiona, se ejecutó música ajena
a la región «para ser difundida por los medios
de comunicación masivos en calidad de campirano».
Nacía
entonces la imagen mítica del mariachi con ejecutantes
que se adaptaban a la «nueva versión comercial
del sonido del mariachi, a la que ellos darían el toque
estandarizado definitivo».
Y
rememora:
«En
la película en la que debuta María Félix,
en la escena en que le lleva serenata Jorge Negrete con dos
mariachis y él montados a caballo, es el momento en
la que el mariachi adquiere el papel de charros acompañantes
del charro cantor».
Para
Jáuregui Jiménez la tercera (1950–1970)
y cuarta etapas (1970–momento actual) consolidan una
tendencia irreversible, en la que el llamado «mejor
mariachi del mundo» –calificativo impuesto por
su disquera–, se ha convertido en una marca comercial.
«Ya su música no corresponde a la tradición
del Occidente de México; los géneros mariacheros
sólo permanecen en el repertorio como una obligada
prueba del pregonado origen jalisciense del Mariachi Vargas».
A
los éxitos ajenos a su origen como La Vikina, New
York New York, El mariachi loco y los popurrís,
Jáuregui Jiménez agrega que, incluso, tanto
la instrumentación como el estilo de ejecución
han sido diseñados en la Ciudad de México.
De
músicos líricos ahora los del Vargas son todos,
sin excepción, músicos de nota, y algunos egresados
del Conservatorio Nacional de Música. Por lo que para
el ponente cabe preguntarse si permanece algo de la gran tradición
original del sur de Jalisco en el actual estilo del Mariachi
Vargas.
«El
Vargas es un producto de su vinculación con los medios
de comunicación masiva y con los músicos de
nota. En este sentido, en cuanto a profundidad de tradición
no puede compararse con los mariachis de los yaquis y los
mayos o coras que mantienen una tradición muy próxima
a las piezas barrocas del siglo XVIII».
Y
finaliza con un diagnóstico del siglo que termina para
la tradición mariachera: «En la actualidad los
mariachis de elite, con el Vargas como prototipo, son tan
sólo una nueva versión de la Orquesta Típica
del Porfiriato, cuya principal característica es su
peculiar sonido de las trompetas, que no es originario de
Jalisco, sino de México Distrito Federal». ?
“En
la actualidad los
mariachis
de elite, con el
Vargas
como prototipo, son
tan sólo una nueva versión
de la Orquesta Típica del
Porfiriato,
cuya principal
característica
era su peculiar
sonido
de las trompetas, lo
que
no es originario de
Jalisco,
sino de México
Distrito
Federal”.
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