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A 30 años sigue siendo un reto la conservación de los murales de Cacaxtla

Aunado al deterioro de la zona arqueológica se suma el problema de la presión demográfica y el cambio de uso de suelo de los terrenos aledaños.

SEIN

Al cumplirse treinta años de que dio inicio de manera formal la exploración del sitio arqueológico de Cacaxtla, la conservación de las pinturas murales encontradas en 1975 sigue siendo un reto para los restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), debido a la fragilidad de los materiales con los que fueron realizados, señaló la arqueóloga del Centro INAH-Tlaxcala, Beatriz Palavicini.

Desde hace un año Palavicini colabora con la restauradora Diana Molatore en un proyecto de conservación integral de la zona arqueológica, el cual incluye diagnóstico, limpieza y mantenimiento de la capa pictórica de los murales, así como estudios geofísicos y de mecánica de suelo para determinar las afectaciones estructurales que han sufrido por su exposición al medio ambiente.

A treinta años de exploraciones arqueológicas en el sitio, en entrevista con NOSOTROS, la investigadora ofreció un balance del estado de conservación de esas obras plásticas. Dijo que los trabajos de conservación realizados en esa zona han sido los más adecuados para evitar una mayor erosión y eventual desaparición, sobre todo de los murales ubicados en lo que se conoce como el Templo Rojo y el de Venus.

«Los trabajos que se realizan en Cacaxtla desde la década de los setenta a la fecha, se han enfocado a la conservación y limpieza de los edificios del gran basamento y las pinturas murales, los cuales fueron diseñados con materiales muy vulnerables como el adobe, la cal y arena; ahora es necesario comenzar a trabajar en el monitoreo de los edificios para evitar deslizamientos y controlar la humedad en los mismos», indicó.

Por ello, dijo, es necesario levantar una red de monitoreo climático y topográfico para determinar con exactitud los desplazamientos y agrietamientos que puedan sufrir en un futuro los muros y murales.

Acerca de la estructura metálica que a manera de techo fue habilitada en 1986 para proteger el gran basamento de 25 metros de altura, explicó que a partir de diversos estudios realizados el año pasado, las partes que se encuentran protegidas han estado menos expuestas a la erosión que las que no lo están, a pesar de los problemas de condensación del viento y de precipitación pluvial que se presentan al interior. «Estamos llegando al término medio de esta techumbre y dentro de poco será necesario un mantenimiento mayor», advirtió.

Señaló que uno de los aspectos de mayor dificultad al que se han enfrentado los arqueólogos para conservar el sitio, es la presión demográfica en los alrededores de Cacaxtla y Xochitécatl, ya que muchos de los terrenos aledaños, la mayoría de ellos pertenecientes a ejidatarios, han ido cambiando de uso de suelo, de agrícola a urbano.

Por lo tanto, explicó, dentro de las medidas que podrían ayudar a la conservación de la zona se encuentran las de levantar censos de población y condensar, con todas las poblaciones cercanas, con el fin de evitar que el sitio arqueológico quede atrincherado por comunidades como San Miguel del Milagro, cuyo crecimiento ha sido muy acelerado en los últimos tiempos.

En el campo académico, Palavicini expuso que es necesario profundizar en los estudios sobre los aspectos culturales en torno al florecimiento de los olmecas xicalancas y la extensión que tuvo Cacaxtla y Xochitécatl durante su esplendor, debido a que la mayoría de estos hechos aún son ignorados.

Hasta el momento, apuntó la investigadora, ha sido explorado el 30 por ciento de Cacaxtla; por ahora los estudios se enfocan al gran basamento de 25 metros de altura encontrado junto con las pinturas murales del Edificio «A».
Historia de Cacaxtla

Cacaxtla proviene del vocablo náhuatl cacaxtli: instrumento utilizado para cargar mercancías. Las edificaciones de esta zona fueron construidas por los olmecas y los xicalancas, a principios del siglo XIII.

En 1941, el doctor Pedro Armillas realizó uno de los primeros recorridos del sitio. A principios de los años setenta, la Fundación Alemana para la Investigación Científica registró más de 200 sitios del valle poblano-tlaxcalteca, que incluía en su catálogo a Cacaxtla.
No obstante, fue hasta septiembre de 1975 cuando fueron realizados los primeros trabajos de excavación, luego de que habitantes del municipio de San Miguel del Milagro, Tlaxcala, descubrieron una pintura en la cuál se observaba a un sacerdote de fuerte influencia maya pintado de negro.

El hallazgo fue el principio de un intenso trabajo de exploración e investigación en esa zona prehispánica, donde posteriormente fue encontrado uno de los frisos más sorprendentes de Mesoamérica: el Mural de la Batalla, cuya extensión es de 25 metros cuadrados y describe a guerreros que usan piel de jaguar sometiendo a personajes sencillamente ataviados con plumas de quetzal.

Además, en la pintura puede ser observados elementos iconográficos inusuales en el Altiplano Central, como alacranes y criaturas marinas: tortugas, peces, caracoles, garzas y sapos, hechos con base en pigmentos minerales como el rojo ocre, negro, azul maya y blanco.

Dentro de los proyectos arqueológicos especiales que se llevaron a cabo en los años ochenta, en Cacaxtla tuvo lugar el hallazgo del denominado Templo Rojo, donde la construcción de la techumbre dejó al descubierto el Templo de Venus, así como una de las construcciones más tempranas del sitio, localizada en la estructura oeste del Gran Basamento.

Para 1990 fue reanudada la excavación del Edificio B y halladas dos cistas sobre el piso en la parte alta del edificio. Cuatro años después se llevó a cabo la excavación de la Plaza de las Tres Pirámides por parte del equipo del Proyecto Xochitécatl. En 1998 se recuperaron once esculturas de barro con recubrimiento de estuco que representan a igual número de señores de Cacaxtla.

Actualmente, los trabajos se centran en la conservación y mantenimiento de los murales y las estructuras del gran basamento, formado por una serie de edificios construidos uno encima del otro en diferentes etapas de ocupación prehispánica.

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