C O N T E N I D O

 

Convocatoria
El mítico llamado a concurso, de muy singular repercusión

El cuento
La obrita apócrifa que originó todo

 

Concursos
Lo que se dijo y no, uno por uno
Primero
Segundo
Segundo (B)
Tercero
Tercero (B)
Cuarto
Cuarto (B)
Cuarto (C)
Quinto
Quinto (B)
Quinto (C)
Final 1

Primero 2002


Correo

Tercer concurso, presentación

Los participantes son presentados aquí

Haciendo Cu-cú

Seriedad profesional y sentimiento en el set Rocamora-Mario Bravo

Estamos por comenzar el tercer concurso de cantores aficionados de Tango y Truco, cuando todavía no se han apagado los clamores del segundo: otro exitazo.
Así es que por un lado mi ego me aplaude, yo mismo me digo que por fin el esfuerzo -y por qué no el talento- son reconocidos, mientras que por otro lado a estos concursos ¡habría que prohibirlos...!
¡Sí, prohibirlos!

Porque son extremadamente peligrosos. Provocan una distorsión en la conducta y las costumbres de los intérpretes que apenas suben al escenario y son premiados con el aplauso del público, a veces provocado no como el cantor cree por su talento, sino por ese sentimiento que brota de la Madre Teresa que todos tenemos dentro. Se transforman de sencillos muchachos de barrio atentos y obsequiosos en seres altivos y distantes.

Contaré varios casos porque considero que pueden ser de utilidad para los futuros concursantes. Comenzaré con mi propia esposa

Rosita Duval, quien fue la ganadora del primer concurso. Ella ya no me cocina, no lava, me trata de Usted y me dirige la palabra sólo si es estrictamente necesario, por ej.
—¿Fuiste a hacer las compras, infeliz?
Cómo extraño cuando me decía
—Oriental, ¿vos crees que te merezco?
Pensar que todo me lo debe a mí.
Sí, me lo debe a mí. Recuerdo cuando la conocí: ella lavaba la ropa en un arroyo...
...bueno en realidad la ensuciaba, porque el arroyo era un inmundo hilito de aguas servidas.
Yo estacioné mi voiture Isota Fraschini de 17 cilindros que casualmente le había comprado

Otro caso es el de mi ex amigo Tito del Río, ganador del segundo concurso, que supo ser afectuoso y trabajador llegaba al bar sonriente, besaba a los muchachos y pedía —¡Carlitos! ¿Me das una voladora?— refiriéndose a la caña Mariposa, bebida netamente mersa que hacía juego con su personalidad.
El lunes se presentó distante;
— ¡Mozo!, ¿Me da un whisky?.
— ¿Qué hacés Tito?— Le dije notándolo raro.
— Del Río, viejo, del Río— contestó y me dio la espalda.
Según testimonios de su secretario y desde el lunes esclavo sexual el Mono se convirtió en autoritario y exigente. Dice el Mono:
— Yo lo de cocinarle y lavarle la ropa me lo banco, porque pobre, está solo y tampoco es cuestión de perder el laburo, pero ponerme la peluca rubia y el vestido, me parece demasiado por 150 pesos.
— ¿Cómo la peluca y el vestido, Mono?.
— Sí, llegó el lunes después de haber ganado el concurso hecho un loco, todo le caía mal: ¡Mono, trae la agenda ¡Todas las minas de arriba de 30 me las borrás. Yo agarré la agenda, hice que borraba, pero la única que encontré es a una señora mayor a la que Tito le estuvo haciendo el tren varios meses con ese asunto de las velas.  ¿Vio Oriental que él es maniático con las velas, se sienta con una mina

Ni hablar de Marcial Rocamora, estaba loco. El primer indicio lo tuve el jueves anterior al concurso, cuando pasó por casa a cobrarle "el peaje" según dijo al fiambre que le vende a Don Carlitos, afanándole dos pedazos que fueron convertidos en sánguches instantáneamente. La conversación cayó en el concurso, inevitablemente. — ¡Sí, mucha joda me dijo, pero cuando te subís al escenario sabés cómo queres ganar viejo. Cuando salió quinto dijo a quien lo quisiera escuchar: — Yo, perder con Rosita vaya y pase, pero con ese... ¿cómo se llama cuándo una persona tiene exageradamente desarrolladas las glándulas reproductoras?
— Un pelotudo le dije.
—¡Eso, con ese pelotudo de Tito no me cabe

 a Enrique Cadícamo de segunda mano y le pregunté
— ¿Señorita, la calle Arrollo?
— Es aquí, contestó sin mirarme.
La invité a tomar algo. Se pidió tres pizzas y un litro de la casa. Estaba en los huesos, la pobre. La llevé a casa y a fuerza de cariño y paciencia le fui sacando las cosquillas. Comenzó a sonreír y poco a poco comenzó a conquistar el cariño de la barriada, que la bautizó con el afectuoso apodo de Rosita "La culona", que aún lleva con orgullo hasta estos días.

¡Rosita, ¿quién te ha visto y quién te ve?!

en una plaza, en una confitería, y hasta una vez en el subte?, saca una vela y la prende, dice que es romántico. Con la jovata se gastó varios paquetes de velas y nada. Yo lo escuchaba haciéndole el cuento de la tristeza; Vos sabes querida que yo era muy pobre, si, sufrí mucho, era huérfano, y para colmo mis viejos me fajaban todo el día. Una crueldad, me hicieron venir de España caminando, necesito mucho afecto, y nada. Si hasta los muchachos del barrio al verlo pasar con la momia, le pusieron el arqueólogo y ahora me piden que la borre, pobrecita. 
— Bueno Mono ¿pero y el asunto del vestido y la peluca?.
— Ahí me asusté, Oriental, Tito me dijo; ¡Mono, anda al ropero y te ponés el vestido y la peluca! Yo pensé para mí ¿este no estará pensando nada raro, no? ¿vio como son los artistas? Y yo, no soy un feo muchacho — dijo el Mono. Pero no, cuando salí vestido se me abalanzó cantando ¡trenzó sus manos en el cogote de aquella perra como hago yo, mientras me ahorcaba. ¡Para Tito, ¿qué te pasa? Y él con los ojos desorbitados decía: yo le voy a dar a ese Nardo, salir segundo con esta pavada, refiriéndose a la actuación de Leo-Nardo que fuera un éxito notorio

 A Tito me lo cambiaron.

Lo de Nardo fue un caso aparte.
Vino vestido de forma llamativa, parecía Gatica: traje amarillo patito, guantes blancos, zapatos combinados amarillo y blanco y gorra celeste. Miró por encima de mi hombro y dijo:
— Ché, ¿no sabés el mail de De Niro
— ¿qué De Niro?
— El actor viejo, el actor. Quiero ofrecerle el número que hice con Lucía en el concurso, parece que está interesado.

¡Estamos todos locos! y yo el presentador sufriendo las consecuencias.

¡Con lo que hay que cuidar al presentador!
Pero esa parte de la historia la contaré luego.

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