Manuel García-C. Gómez, C U Q U I S    Biografía lírica de un can

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  No olvides mi historia y si pasas por San Cristobal de Valdeiguña (Cantabria) no dejes de visitarme.XII.- A LOS LLARES

     El paseo que más te gustaba dar, era el de ir a los LIares, pueblecillo chico y acogedor, escondido entre montañas que en invierno le quitan el sol  Un riachuelo montaraz y bravío pasa a su lado reflejando el paisaje y las casas; cantando al pasar entre los cantos rodados del cauce ¿Comprendías tú todo esto, Cuquis? Yo diría que sí, a juzgar por lo mucho que te gustaba ir a los Llares.

    Casi siempre te llevaba en el coche; verdad era que no te gustaba ir en él. Te llevaba por compasión para que no te cansaras; y tú protestabas, no sé por qué, chillando desafinado y molestando mis oídos. Nunca pude adivinar qué te pasaba, perruco.

    En cuanto abría la puerta del coche, salías tú con ímpetu, y por la orilla de la carretera corrías veloz para que el coche no te dejara atrás; la verdad era  que yo aminoraba la marcha por darte ese gusto, perrín. Bien lo merecías. Llegabas cansado. No obstante,   recorrías el pueblo y entrabas, curiosón, en todos los portales. No hacías caso de los perros; de ninguno de ellos eras allí amigo ¿Los desdeñabas por ser de los Llares? Tal vez. Para ti, Valdeiguña era como una capital. Mientras tú correteabas por el pueblo, celebraba yo la santa misa para los pocos viejucos, que puntualmente acudían a la ermita al primer toque de  la campana.

    La primera vez que allí fuiste, no quisiste volver conmigo y allí te dejé, Cuquis, creyendo que vendrías después tú solo. Me engañé. A media tarde, impaciente ya por tu tardanza, volví a buscarte; ya no podía esperar más. Estabas, sentado sobre tus patas traseras, junto a la ermita. Mirabas atento en dirección a casa. Sin duda esperabas que el amo volviera  Y volví, perruco  ¿Cómo no? ¡Qué alegría te dio al  verme llegar! ¡Qué saltos dabas aullando y ladrando  de satisfacción! También yo, perruco, sentí gran contento al verte esperándome ¡Cómo no, Cuquis, amigo!                                           

    En otro viaje al mismo puebluco, la emprendiste  con un gallo pedrés y altaricón, de rojo penacho y  péndulas barbas carnosas. Qué susto le diste, perrín  ¡Qué angustias y cacareos los suyos! ¡Qué voladas  y carreras sin casi tocar en el suelo sus patas amarillas como la corteza del limón! Si no mandó el monaguillo para que te espantara, acabas con el gallo. Ya  le tenías acorralado y sin salida en un portal.

    Otra vez no quisiste volver en coche. Venías detrás corriendo a galope tendido. Y desollaste los pulpejos de tus patas delanteras. Era muy áspera la carretera; y eso que aprovechabas muy bien las orillas alfombradas con la verdura del húmedo y mullido césped. Te los curé solícito. Tuviste que guardar reposo varios días; tu propio instinto te lo recetó, Cuquis ¡Qué listo eras, perruco! Así, poco a poco y viaje a viaje (que diste muchos), fuiste endureciendo las plantas callosas de tus patas. Y no volvieron a desollarse más.

    Cuando no tenías ganas de correr por los portales me esperabas muy formal junto a la puerta de la ermita, quieto y meditabundo. Como si escucharas los rezos del cura y de las cuatro viejucas que asistían a la misa. Como hacía con S. Francisco el legendario lobo de Gubio.

Un castigo13 Un castigo 

 

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Amigo de todos5
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El gato atigrado9
El perrazo Turco10
La primera salida11
Un castigo13
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Camino de la iglesia17
Las tristezas del cura18
Te pusiste enfermo19
Te llegó la muerte20
La tumba 21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5