Manuel García-C. Gómez, C U Q U I S Biografía lírica de un can
V.- AMIGO DE TODOS Pero te ponías furioso, y con razón, cuando los grandullones Lipín y José te hacían rabiar, y te amenazaban con varas y palos. Tú los acometías ladrando y queriendo morderlos. No comprendías, Cuquis, que lo hacían por gozarse con tus rabietas. Tu te metías entre mis piernas; te defendías amparado en los pliegues de mi sotana. Era tu amo y confiabas en él. Ellos también te querían, Cuquis; yo les daba permiso para que te hicieran rabiar. Pero ya veías que cuando les decía que ya estaba bien se venían ellos y te acariciaban. Verdad era que tú mirabas serio y desconfiado, refunfuñando por lo bajo. Pero ellos ya no te hacían sacar el genio. También
eras amigo de aquel niño vallisoletano, que algunas vacas bajaba a
casa con su tío, mi amigo y compañero, «Bajo» de apellido y
estatura, pero muy alto en cualidades y virtudes sacerdotales. Mi
amigo sentía alergia a los canes. Y como tú estabas acostumbrado a
pinarte sobre mi coche y me lo rayabas con tus uñas, sin querer, tenía
yo que atarte por el miedo que él tenía a que le rayaras el suyo. Menudo
polilla era mi amigo fijándose con escrutadora mirada en todos los
detalles; veía rápidamente cualquier mancha o desperfecto que le
hubieras causado.
¡Cómo sentías tú la perdida de libertad! ¡Qué mal te avenías a la
cadena! Te sentabas filosóficamente en la tapia de la huerta y, de vez en
cuando, aullabas lastimero. Me daba pena oírte, Cuquis. Pero tenía que
hacerlo así, por consideración con mi amigo.
Nacho, que así se llamaba el chavaluco de Valladolid, deseaba jugar
contigo. Pero tenía miedo a su tío. Iba y venía del salón al sitio
donde estabas atado. Soltaba la cadena, daba dos pasos contigo y volvía a
dejarte donde estabas atado. Dándome cuenta de todo, le dejaba que te
sacara por la huerta. Lejos del coche del tío; y llevándote de la
cadena. No era esto lo que tú deseabas, pero salías contento con él. Nacho te paseaba por la huerta; te hacía subir a la tapia, te bajaba y te volvía a ordenar que subieras y bajaras. Le seguías en sus juegos y carreras; ibas y venías por donde él te dejaba ir. Salía también a la carretera, paseándote, vanidoso, como si fuera un principillo velazqueño. 6 Las niñas. |
|||||||
1 | |||||||
2 | |||||||
3 | |||||||
4 | |||||||
6 | |||||||
7 | |||||||
8 | |||||||
9 | |||||||
10 | |||||||
11 | |||||||
12 | |||||||
13 | |||||||
14 | |||||||
15 | |||||||
16 | |||||||
17 | |||||||
18 | |||||||
19 | |||||||
20 | |||||||
21 | |||||||
1 | |||||||
2 | |||||||
3 | |||||||
4 | |||||||
5 |