Manuel García-C. Gómez, C U Q U I S Biografía lírica de un can
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No mucho después, hecho ya el día, antes que las gentes del pueblo se
desperezasen, salí al jardín y allí te soterré, perruco, junto al
pozo; entre éste y el desmochado evónimo. Allí quedaste y allí estarás
volviéndote lentamente polvo, tierra, nada... Irás desapareciendo
abrazado por la madre Tierra.
En el evónimo se posan tristes los gorriones llamándote con su pío-pío.
Por allí revolotean las mariposas en mil giros buscando la luz de tus
ojos, negros y profundos; y tristes se marchan al no encontrarlos. Y hacia
allí mira tu amo siempre que sale de casa o a ella vuelve, esperando, en
vano, que levantes la cabeza y salgas a recibirlo.
¡Qué hondo tengo grabado tu recuerdo, Cuquis! No se me va del
corazón. Cuando levanta el día y abro la ventana oteando el paisaje, me
parece verte empinado en la tapia de la huerta o en el pilar de la
portilla, mirando como vigilante centinela.
Salgo de casa y te llamo, perruco; y como siempre te digo: «¡Vamos,
Cuquis!» Pero no vienes. La brisa mueve las flores de tu tumba. No es la
brisa, no; eres tú que con las flores me respondes y me saludas, amigo.
Tu cariño, inolvidable perruco, es quien mueve las flores. Y sigo solo y
triste, sin tu amable compañía, subiendo al templo. Ya no te veo a la
puerta esperando respetuoso, a que tu amo salga para bajar a casa.
Voy a los Llares, a donde tanto te gustaba acompañarme. Y voy solo
carretera adelante; voy recordando datos y anécdotas de otras idas y
venidas contigo; donde corriste aquella oveja; donde hiciste huir al
corvato aquel, tan negro, que quiso hacerte frente. Cómo corriste al gato
de Ramona, en Penías, desesperando al chucho aquel, tan feo, que estaba
atado al poste para guardar la casa. Dónde me esperabas aquel día que te
perdiste, cuando eras chico, en los Llares.
Y me vuelvo triste por la carretera, abstraído en tu recuerdo. A fuerza
de imaginarte, te veo corriendo ligero delante del coche. Y una sabrosa
pena, dulce y agria a la vez, inunda el alma de tu amo, que paso a paso
desgrana nostalgias y tristes soledades, sin ti, Cuquis.
Me agrada imaginarte corriendo por los espacios siderales; pero
transformado en un can celeste, etéreo y brillante como un lucero;
jugando con las Osas y los perros de la diosa Diana. Pero conservando tus
zarpas y la punta de tu rabo de un blanco brillante, como si estuvieras,
perruco, calzado con pétalos de azucena. Y con un collar de brillantes
estrellas en tu cuello, entreveradas con dorados cascabelillos de sonoros
y argentinos tintineos celestiales.
Sí, algún día saldrás a mi encuentro en otros mundos, sin hombres malos
que envenenen a inocentes canes. Como salías, saltarín y ladrador, al
encuentro del amo, cuando volvía a casa después de la ausencia. Y volverás
a pinarte sobre tus patas traseras, encaramándote hacia mí,
para recibir, mimoso y zalamero, las caricias del amo.
¡Adiós, Cuquis!
14-II-79
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