Manuel García-C. Gómez,         C U Q U I S    Biografía lírica de un can

A página principal

  No olvides mi historia y si pasas por San Cristobal de Valdeiguña (Cantabria) no dejes de visitarme. XVII.—CAMINO DE LA IGLESIA

         Casi a diario salías conmigo camino de la iglesia parroquial. En cuanto notabas que andaba preparando la salida, te ponías nervioso, vivo y exultante; salías a la carretera, volvías a entrar y volvías a salir; todo en un momento, saltando la tapia con admirable soltura. Ladrabas, chillón, si demoraba la salida. O si me volvía a casa buscando algo que se me olvidaba. Conocías perfectamente a dónde me dirigía; y te marchabas delantero.

        En estas idas diarias al templo, en cuanto doblábamos la esquina, salías disparado a perseguir los gatos de Tita, que jugaban en el portal debajo del carro. Nunca los pudiste atrapar ¡Con las ganas que los tenías...! Corrían más que tú. Yo te llamaba un poco en tono de riña. Y tú los dejabas en paz. Por todas las tapias te subías. Entrabas siempre en casa de Jorge, tu amigo; pero no hacías caso del cusquejo que tenía atado a la puerta del establo.

        Pasábamos por donde estaba Negrita, la perruca que te trajo al mundo y que antes había traído a Linda, que con tanto sacrificio te amamantó. Con Negrita nunca te llevaste bien ¿Por qué? Nunca me lo dijiste; y yo no lo adiviné. No te dejaba que la hicieras fiestas y carantoñas, ni que la olfatearas. Te enseñaba los dientes, amenazándote con un mordisco. Ante tan duro gesto, la dejabas en paz y subías conmigo a la iglesia.    

  Pasabas al jardín de Manolita, sin hacer caso de las justas protestas de aquella perrita enana, color canela, que protestaba airada por tu intromisión. Era más chica que tú y la despreciabas sencillamente. Tampoco simpatizabas con esta perrilla.

       A veces irrumpías en la iglesia sin respeto ninguno distrayéndome en mis rezos y oraciones. Qué sabías tú, Cuquis, de Religión, aun siendo el perrito del Sr. Cura. Otras veces esperabas impaciente a la puerta a que saliera el amo. O entrabas calladamente; estirabas tus patas delanteras en el suelo y sobre ellas dejabas apoyada tu cabeza; así permanecías inmóvil largo rato ¿Era adoración al Creador? Tal vez sí.

       Cuando, terminado todo, salíamos para casa, volvías a repetir los mismos saltos y los mismos ladridos que a la salida de casa, y en el camino volvías a subirte a las tapias de las huertas, buscando felinos a los que perseguir; y volvías a correr los gatitos de Tita. Llegados a casa, te tumbabas tranquilo en el felpudo de la puerta contemplando el movimiento de la carretera.

Las tristezas del cura18 Las tristezas del cura.

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Amigo de todos5
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El gato atigrado9
El perrazo Turco10
La primera salida11
A los Llares12
Un castigo13
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Las tristezas del cura18
Te pusiste enfermo19
Te llegó la muerte20
La tumba21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5