Manuel García-C. Gómez, C U Q U I S Biografía lírica de un can
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Jugabas con las mariposas, cuando revoloteaban ligeras, por la huerta sobre las flores ¿Te acuerdas Cuquis? Querías cogerlas con tu boca y ellas huían esquivas ¿Tenían miedo de tus dientes? Tú no querías hacerlas daño; ¿verdad, perruco? Venían los gorriones, traviesos y desvergonzados, a picotear donde tú comías. Los dejabas pacífico. A veces, también los asustabas tirándolos un bocado; y ellos volaban esquivando el lance. Pero no se alejaban mucho, esperando que saltaras la tapia, para curiosear lo que pasaba en la carretera. Después, volvían atrevidos a seguir picoteando. Ahora también vuelven buscando desperdicios y migajas. Pero están tristes y mantudos. Te echan mucho de menos, Cuquis. Otras veces corrías los miruellos, que venían a picotear los dulces y almibarados frutos de las frondosas higueras; o se posaban en el suelo buscando gusanos y saltamontes entre la hierba. Corrías tras ellos pero más ágiles que tú, se posaban en las ramas cimeras de los frutales y burlaban tu acoso. En
tiempo bueno y soleado salían de sus escondrijos, a tomar el sol, las
simpáticas lagartijas. Tienen miedo de todo. Muchas veces se paran
inmóviles alzando sus cabezas triangulares, mirando sin
pestañear con la fijeza de sus ojillos fríos y cristalinos. Si,
atrevidas, se te acercaban, tú, Cuquis, hacías por cogerlas. Ellas huían
rápidas y se escondían entre las flores del jardín, que corre a lo
largo de la fachada de la casa rectoral, o entre las olorosas ramas de
hierbabuena, que allí crecían.
Pero más de una dejó su rabo sangrante en el suelo retorciéndose a uno
y otro lado. Tú lo mirabas atento sin atreverte a cogerlo con tus
dientes. Solamente te atrevías a tocarlo, desconfiado, con la punta de tu
pata.
Lo mismo hacías cuando el amo te echaba algún ratoncillo medio muerto,
cogido de madrugada en la ratonera. Algunas veces entraban de noche en
casa, buscando avarientos la despensa del cura.
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